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    LLENANDO CON AGUA FRESCA NUESTRO CÁNTARO

 

(Juan 7:37-39)

 

El evangelista Juan nos da cuenta en su evangelio, que, en el último y gran día de la fiesta, la de los tabernáculos, Jesús poniéndose de pie alzó la voz para decir que si alguno tiene sed, viniera a él y bebiese, ya que el que creyese en Él, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. La referencia a los ríos de agua era con respecto a la presencia del Espíritu Santo, tal el rito judío. Estas palabras de Jesús, nos da pie para reflexionar lo siguiente: las personas en su interior tienen muchas cargas y cosas negativas, vendrían a ser como aguas estancadas o muertas. Necesitan que esas aguas se conviertan en agua fresca, agua viva, para liberarse de toda cosa negativa que contamina el ser. Si uno observa un estanque de agua, al comienzo el agua es cristalina, fresca, viva. Luego de algunos días, esa misma agua está turbia, con mal olor y podrida. De igual manera, si una persona guarda en su interior cosas pasadas, rencor, odio, envidia, desamor, celos, mentiras, sentimientos de venganza, viene a ser como ese estanque de agua estancada. Entonces, todo su actuar y toda su vida, es de un perfil negativo, hostil, mal humorado, sin alegría, sin esperanza. Todo es negativo y todo es malo. De eso, podemos ver a mucha gente de ese perfil negativo. No vislumbran una señal de esperanza y de alegría. Las consecuencias de ello es una vida amargada, derrotada, sin esperanza, y lo peor de todo, esto es contagioso.

 

Ante esa situación, Jesús plantea que hay una forma de cambiar ese tipo de vida, haciendo que las aguas estancadas se conviertan en agua viva. De alguna manera nos invita a llenar con agua fresca nuestro cántaro, es decir, llenar con el Espíritu Santo todo nuestro ser y al hacerlo será como ríos de agua viva que refresca todo nuestro ser. Jesús es el agua fresca, el agua viva, es el agua que ya no dará sed, tal como se lo dijo a la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:13-14). Muchas veces nuestro cántaro está lleno de agua estancada y no sirve, necesita ser llenado con el agua fresca del Espíritu Santo. O en otros casos, está vacío, seco o casi roto. También necesita ser restaurado y ser llenado con agua fresca, agua de vida, que solo Jesús puede proveer.

 

La sequedad espiritual puede llevarnos a tener nuestros cántaros vacíos. Podemos decir que somos creyentes, oramos, ayunamos, participamos de las actividades de la iglesia, estamos al día con nuestras ofrendas o diezmos, pero por dentro no tenemos alegría, hay tristeza, desolación, miedos, angustias, pecado, ganas de tirarlo todo por la ventana. Es ahí cuando las palabras de Jesús son muy pertinentes: "Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." (Juan 4;14). Hoy en día, mucha gente, incluyendo a los cristianos, suelen caminar por la vida con los cántaros llenos de agua estancada. Van por las calles con dichos cántaros llenos de agua turbia, con mal olor y podrida. En sus rostros hay tristezas, desilusión, tristeza, aparentan estar bien, pero en el interior de su ser hay aguas estancadas. Necesitan ser llenados con agua fresca, que solo Jesucristo, puede refrescar dicha agua, que el Espíritu Santo purifique el agua de sus cántaros, para que genere alegría, gozo, paz y esperanza.

 

Que el Espíritu Santo viva en nuestro ser para tener siempre el agua fresca en nuestros cántaros y poder seguir proclamando la palabra del Señor y presentar a Jesucristo como el único Salvador y que pueda llenar siempre nuestros cántaros con el agua de vida. Oremos para que así sea. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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