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    TIEMPO DE PLANTAR Y TIEMPO DE ARRANCAR

 

(Eclesiastés 3:1-2)

 

El Predicador nos advierte que todo en la vida tiene su tiempo. Hay un tiempo para nacer y hay un tiempo para morir. Un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado. Pocas veces tomamos nota de lo que nos quiere decir este Predicador. Al no tomar en cuenta sus advertencias, entonces consideramos que todo es eterno y absoluto. El tiempo, la vida, el trabajo, la misión, el futuro, pasan por esta situación. Olvidamos que nada es absoluto, todo es relativo. Lo que es hoy, mañana ya no es. Muchas veces no entendemos por qué somos puestos en un lugar y luego somos llevados a otro lugar. Dios en la mayoría de veces suele plantar y luego arrancar lo plantado para ponerlo en otro lugar mejor. El ejemplo de una planta en el jardín nos puede ayudar mucho. Sembramos una semilla en nuestro jardín, pasamos tiempo cuidándola y tratamos de que no se marchite o muera. Podemos ver su crecimiento con mucha alegría, hasta que de pronto, hay que arrancarla para llevarla a otro lugar, ya que las condiciones del terreno no son las mejores. Llevar la planta a otro lugar es para que dé mejor fruto y esté en mejores condiciones. Así también, pasa con nosotros. Dios nos pone en un lugar para un propósito, pero luego nos lleva a otro lugar para dar mejores frutos. No solemos entender esto y renegamos contra Dios. Olvidando que el Señor siempre tiene pensamientos y planes buenos para nosotros (Jeremías 29:11). Abram por muchos años vivó en Ur de los Caldeos y luego el Señor lo "arrancó" de ese lugar para llevarlo al Canaan (Génesis 12:1-5). Abram confió en que Dios tenía algo mejor para él y su familia. Nada en la vida es absoluto y permanente, así lo entendió Abram. 

 

Hay momentos en que sentimos que estamos sembrando para el futuro y hacemos planes para estabilizarnos y permanecer donde estamos por un buen tiempo. Generamos un estatus de vida, costumbres, trabajo, estudios, relaciones vecinales. No está en nosotros irnos de donde estamos. De pronto, somos llamados a ir a otro lugar para servir, para estudiar, para trabajar o hacer misión; ante eso, reaccionamos negativamente y protestamos duramente. Nos cuesta aceptar que todo es relativo y transitorio. Nos aferramos a lo que hacemos, no queremos aceptar que otra persona pueda venir y continuar con lo que hemos sembrado. Nos sentimos indispensables. En la vida familiar consideramos que los hijos que engendramos son para que se queden con nosotros. No aceptamos que ellos pronto se irán, que serán "arrancados" de nuestros nidos para "volar" a otros nidos. También en la vida de la iglesia pasa lo mismo. El pastor que empieza a sembrar, no está pensando que pueda ser "arrancado" por el Señor y sea llevado a otro lugar para dar mejores frutos. Suele esto pasar también a nivel del trabajo, de los estudios, de la comunidad, u otro aspecto de la vida.  

 

Abram al escuchar el llamado del Señor, siendo de setenta y cinco años de edad, le obedeció y salió con toda su familia para un lugar que no conocía. Dios tenía preparado algo mejor para él. Abram fue "arrancado" de su comunidad, de su casa, de sus costumbres y amigos, para ser llevado a otro lugar muy lejano para dar mejores frutos. El lugar donde estaba, era un lugar adverso, de idolatría y corrupción. Así también nos puede pasar a nosotros mismos. Dios tiene algo mejor para nosotros y nos "arranca" de nuestro lugar para que demos mejores frutos en otro lugar. Siempre debemos tener en cuenta, que todo es transitorio, nada es fijo y permanente; que nuestras vidas están en las manos del Señor y que él siempre querrá lo mejor para nosotros y para nuestras familias. Todo en la vida tiene su tiempo, tiempo para nacer y tiempo para morir, tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado.   

 

Pidamos al Señor que nos ayude a entender su voluntad y que adonde Él nos lleve, podamos dar buenos frutos. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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