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EL CARÁCTER DE LAS PERSONAS EN ESTE SIGLO

(1 Corintios 6:9-10; Romanos 1:18-32)

 

Abordar este tema en los tiempos de hoy no es muy sencillo, más aún si colocamos a la Biblia como centro de nuestra reflexión. Lo que Pablo veía en la sociedad de su tiempo lo proyectaba al futuro como una forma de decirnos que la condición del ser humano es igual ayer, hoy, y en todos los tiempos. El tiempo y el espacio pueden pasar, pero el carácter o perfil de la persona, no. En verdad Pablo no estaba diciendo algo nuevo, ya la Biblia habla de este asunto desde sus comienzos. El carácter o perfil de las personas sigue siendo el mismo desde los tiempos de la Creación hasta los postreros días. Esta es una realidad que debemos aceptarla como válida.
 

Pablo describe que la sociedad, en la que vive actualmente, la gente está apartada de Dios y su ira se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. De ahí que profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos.

 

Por esto Dios los ha entregado a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. Todo eso se opone a la sana doctrina enseñada por Jesucristo.

 

Si uno se detiene a reflexionar cada uno de los asuntos que Pablo va describiendo del carácter o perfil de su generación verá que no estaba muy lejano de describir el carácter o perfil de nuestra generación actual. Hoy en día el postmodernismo ha relativizado todo, hasta los valores. Lo que antes era incorrecto, ahora es correcto. Lo que era bueno, ahora es malo. En esa lógica, toda conducta es relativa. De ahí que ahora hayan surgido doctrinas, filosofías, postulados científicos y costumbres que se oponen a los principios y valores éticos, más aún, a los valores y principios cristianos. Es común ver cómo hay personas que ya no les interesa vivir un estilo de vida ético aceptable o que su moral no sea la adecuada. Todo es aceptable y para ello se están modificando las costumbres, las normas y las leyes de una sana convivencia. Quien se oponga puede ser eliminado o ir a la cárcel.  
 

Por eso Pablo, desde siglos atrás, aconseja que debemos estar firmes en la fe en Jesucristo y practicar la sana doctrina enseñada por él. Que el siervo del Señor no debe estar involucrado en esas cosas del mundo, sino más bien ser un buen siervo de Dios, apto para enseñar y sufrir el precio del discipulado. Los cristianos estamos llamados a ser luz y sal del mundo en todo momento y lugar. Debemos dar un buen testimonio de nuestra fe cristiana. Lamentablemente, muchos cristianos no reaccionan ante el embate del enemigo y se dejan convencer por aquellos que dicen ser del Señor, pero son del diablo. El mundo quiere poner a la Iglesia de rodillas y que deje de predicar el Evangelio. Los enemigos del Señor quieren imponer sus costumbres, normas y leyes. Ante ello la Iglesia tiene que asumir su rol profético y salvífico, cueste lo cueste, aún la persecución o la vida.

 

Pidamos al Señor de la Iglesia que nos de la fortaleza necesaria para ser sus verdaderos discípulos y ayudar a aquellos que se alejan de Él o son engañados a seguir doctrinas falsas e inhumanas. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


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