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EL NUEVO MANÁ: JESÚS, EL PAN DE VIDA

(Juan 6:25-40)

Este pasaje es una explicación del episodio de la repartición de los panes, el cual había sido realizado anteriormente por Jesús (Jn. 6:1-15).

Se nota en el desarrollo del pasaje bíblico la gran necesidad material y espiritual de la multitud. La gente busca a Jesús desesperadamente, no se dan tregua en su búsqueda, hasta encontrarlo. Ellos ignoran lo que Jesús va a decirles.

Jesús comienza su diálogo con ellos desde una llamada de atención sobre su búsqueda desesperada. Les confronta con su necesidad real: el hambre material. Es interesante notar que la gente se dirige a Jesús con el título de maestro. En realidad es una actitud de respeto, ya que Rabí, significa Señor, Maestro. Ellos quieren aprender más acerca de Dios y quieren que Jesús les enseñe.

En el desarrollo del diálogo, el Maestro les pone a descubierto sus intenciones, no lo buscan por sus milagros, sino por la satisfacción de la propia necesidad material y pasajera, sin esfuerzo propio. Jesús les exhorta a poner su parte, es necesario trabajar, hay que ganarse el alimento; pero no sólo del alimento material que se acaba, sino del que dura sin acabarse y da vida eterna. Este alimento es: Jesucristo, el Hijo de Dios.

La multitud ante esta exhortación le pregunta: ¿Qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?. Esta pregunta refleja lo sujetos que están a lo que la Ley establece: "Dios ha dado mandamientos y preceptos para que sean realizados" No conocen el amor gratuito de Dios, creen que Dios pone precio a sus dones. La respuesta de Jesús no se hace esperar: "Este es el trabajo que Dios quiere, que creáis en el que él ha enviado". En otras palabras les está diciendo que hay que comprometerse con el Hijo de Dios.

Sin embargo, la gente un poco insolente le replica a Jesús, el Maestro, con otra pregunta: "¿Qué señal y que obra haces, para creerte y seguirte?" Seguro que esperan otros prodigios similares a la época del Éxodo. Más aún, sabían que el Mesías había de renovar los prodigios que experimentaron sus antepasados en el desierto. Ahora esperan eso de Jesús. Ante esa pregunta, Jesús les responde: "No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo." El maná es cosa del pasado. Ahora es Dios quien da el verdadero pan del cielo y ese pan es Jesucristo. A esta altura el diálogo se enriquece porque el pueblo quiere saber más y tiene necesidad del alimento espiritual, pero están confundidos, necesitan una orientación, y esa es la misión de Jesucristo, el Maestro, aclarar cualquier duda o interrogante. Es así como la gente ya no puede resistir más y le piden a Jesús que les dé siempre ese pan del cual está hablando. Ellos quieren ese pan, intuyen que Jesús puede satisfacer todas sus necesidades, pero no están dispuestos a comprometerse con Él, no le dan su adhesión, siguen en una actitud pasiva, dependiente, buscando solo el beneficio propio. Quieren recibir el pan sin trabajo sin haber trabajado, encontrar respuestas o soluciones ya hechas, sin algún esfuerzo personal.

Esta actitud de la multitud es muchas veces nuestra misma actitud frente a las cosas de Dios. Mucha gente cree en Dios, van a al templo a adorarle, realizan obras de caridad a beneficio del prójimo, participan en los diversos estudios bíblicos, ofrendan sus diezmos y primicias, pero no quieren que Dios actúe en sus vidas. Son los deístas de este siglo. Son los religiosos y religiosas de estos tiempos. Quieren que Dios les solucione sus problemas o necesidades, pero no lo dejan actuar, menos aún, no ponen su parte en mantener una verdadera relación con Él. A todas esas personas religiosas, Jesús les dice: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás". Esto implica dejar de vivir en pecado permanente, reconocer nuestras faltas, arrepentirse y aceptar a Jesucristo como el Señor y Salvador de nuestras vidas. Esta es la obra que Dios quiere que hagamos, que demos ese paso trascendental en nuestras vidas. La unión a Jesús comunica la vida plena de Dios. Él es el pan que Dios ofrece a todos. Es la satisfacción material y espiritual. Es la plenitud de la vida.

Esta invitación de Jesús está plasmada en sus palabras: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero" (vs. 37-40).

¿Estamos a listos para recibir este Pan de vida? ¿Qué estamos haciendo por nuestra salvación? ¿Somos imitadores de esa multitud que seguía a Jesús, sólo por el pan material? Permitamos que sea el Señor de la Vida el que ingrese a nuestras vidas y nos haga disfrutar de esa nueva vida que nos tiene preparada a cada uno de nosotros. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

        


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