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EN CONSTANTE ALERTA ANTE EL ATAQUE DEL ENEMIGO

(Mateo 12: 43-45)

Muchas veces leemos este texto bíblico y no le damos la importancia del caso. No reflexionamos con seriedad lo que Jesús nos quiso decir y nos advirtió sobre el ataque del enemigo en nuestra vida, una vez que ha sido redimida. Hoy en día uno puede constatar que las palabras de Jesús, dichas hace ya un buen tiempo, son válidas. Esta advertencia del Señor tiene que ver con el momento en que decidimos echar al espíritu inmundo de nuestra vida para siempre.

Para poder entender esta enseñanza de Jesús, hay que establecer dos momentos: uno es cuando vivimos en tinieblas, esclavos del demonio y sufrimos las consecuencias terribles, y el otro momento, es cuando somos liberados de las tinieblas y del poder del demonio, por la acción del Espíritu Santo.

Hagamos un breve recuento de lo que pasa cuando vivimos en tinieblas, en manos del diablo: hay pecado, dolor, sufrimiento, tristeza, confusión, envidia, descontento, amargura, miedos, enfermedades, desgracias, remordimiento por las cosas malas que se han hecho, no hay paz ni plenitud de vida, no somos veraces, nos falta practicar el amor sincero, todo lo queremos sin sacrificio alguno, atropellamos al otro para conseguir lo que queremos. Uno puede ampliar esta lista, pero basta para darnos cuenta cuál es estado de toda persona que vive al margen del gran amor de nuestro Señor Jesucristo. En este caso, el espíritu inmundo, del cual nos habla Jesús, mora en nosotros como si fuera su casa. El Espíritu Santo está ausente y no hay bendición.

Ahora bien, cuando por la gracia preveniente de Dios, somos alcanzados por Su Palabra, y llegamos a reconocer que somos pecadores, que estamos viviendo una vida de desgracia en desgracia, y que todo va de peor en peor, es en ese momento que sentimos que el Espíritu Santo nos habla a nuestro espíritu, a nuestra mente y a nuestro corazón, diciéndonos que Jesucristo es nuestro Salvador y Señor de nuestras vidas. De pronto sentimos una convulsión en nuestro ser y nuestro corazón empieza a latir de emoción, hay una paz nos inunda, vemos un nuevo horizonte y que aún hay esperanza de algo mejor. Entonces, nos arrepentimos de nuestros pecados y aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Una paz y alegría nos alcanza y empezamos a vivir una vida en plenitud. ¡Logramos echar fuera a ese espíritu inmundo que nos tenía esclavos y en cadenas, destruyendo nuestras vidas!

Aquí Jesús nos advierte que ahora hay que tener mucho cuidado con este enemigo y de su ataque feroz.  Él menciona que el espíritu inmundo sale del ser humano, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Este espíritu inmundo que antes tenía todo a la mano, que se nutría de nuestras fuerza, que nos tenía en sus manos y hacía lo que quería, ahora no tiene todo eso. Se la pasa vagando buscando un lugar donde descansar, pero no lo encuentra. Ahora extraña su antigua morada que era nuestra vida. ¡Ya no hay lugar para él! ¡Ahora mora Cristo en nuestro corazón y Él es nuestro Señor y Salvador! Frente a esto, este espíritu inmundo decide volver a su antigua morada, nuestra vida, y se da cuenta que ahora está adornada y en paz, ahora es morada de Jesús. Entonces este espíritu inmundo no se queda tranquilo ni contento, decide ir en busca de apoyo para destruir nuestra nueva vida en Cristo. Como no hemos sido advertidos de que el enemigo puede volver y atacar, nos quedamos estáticos en la fe, no oramos, no clamamos al Señor por protección, confiamos que nada nos pasará, y entonces este espíritu maligno toma consigo siete espíritus peores que él y se mete con ellos sin permiso alguno, en nuestras vidas, sorprendiéndonos y haciendo de las suyas con nuestras vidas y con nuestras casas, quedándose a vivir allí. Pues bien, ¿Cómo será la vida del creyente que dio lugar al espíritu inmundo y a sus secuaces?  Pues será peor que cuando sólo tenía un espíritu malo. Esto pasará cuando dejamos de vivir en santidad y nos descuidamos, dando lugar al demonio. No es posible que el Espíritu Santo more en nuestras vidas si es que aún habita un espíritu malo entre nosotros. Si el Espíritu Santo no mora plenamente en nuestras vidas, no hay lugar a los dones y bendiciones que solo él puede dar.

Hay cristianos que aún viven dando lugar a otros espíritus inmundos y por ello no son bendecidos, quieren paz y solo tienen violencia, quieren estar sanos y cada vez su salud se deteriora, desean la prosperidad y son más pobres, no sienten compasión con los más pobres, se ufanan en sus propias fuerzas y quieren gozar de las bendiciones del Señor, pero no es posible. Este es el gran problema de muchos cristianos que han descuidado su salvación.

Roguemos al Señor para que siempre nos advierta de estar en constante alerta ante el ataque del enemigo y que Su Espíritu nos guíe y acompañe para vivir en santidad, proclamando Su Palabra y sirviendo a nuestro prójimo. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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