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¿QUÉ ES LA FELICIDAD?

 

(Mateo 5:1-12)

 

Esta pregunta tiene connotaciones de índole existencial, filosófica, psicológica y espiritual. El término felicidad proviene del latín, del vocablo felicitas, que traducido es "fértil". Secularmente la felicidad es un estado de ánimo que genera satisfacción. De ahí que, quien está feliz se siente a gusto, contento y complacido. Dentro de la Psicología Positivista, se considera que la felicidad es el fruto de la suma de lo que son las actividades positivas y las emociones positivas. En concreto, ejemplos de estas últimas serían la satisfacción, el placer corporal, el orgullo, la alegría o el optimismo. El ser humano, por lo general, suele sentir felicidad cuando alcanza sus objetivos y cuando logra solucionar los distintos retos que se enfrenta en su vida cotidiana. En los casos en que esto no se logra, se produce la frustración que lleva a la pérdida de la felicidad. Por otro lado, las personas que se sienten autorrealizadas y plenas, son más serenas y estables, ya que logran un equilibrio entre las cargas emocionales y las cargas racionales. También es cierto, que hay quienes creen o sienten que la felicidad está relacionada con los bienes materiales y con el dinero. Por eso, existen frases como “El dinero no hace la felicidad, pero ayuda”. Es que el dinero es el medio necesario para la satisfacción de las necesidades materiales humanas; una vez que éstas están satisfechas, el individuo tiende a buscar productos que le proporcionen mayor felicidad.

 

Desde las religiones, la gente espiritual asocia la felicidad a un estado del alma, donde el ser se siente en paz. Algunos, sostienen que la felicidad, no es, ni tiene por qué ser permanente, sino que, se constituye de momentos felices; por lo cual, será más feliz quien acumule mayor número de momentos felices. Pero, como no todos los eventos agradables tienen por qué ser felices, lo que determina espacios, en los cuales la persona no es feliz, nadie puede asegurar con propiedad que siempre ha sido feliz o infeliz. De ahí que, depende de nosotros ser feliz o no, ya que, ser feliz requiere indispensablemente la parte espiritual, que es interna, somos nosotros, en nuestro fuero interior, quienes decidimos, al asignarle la cualidad de positivo o negativo, cual evento nos hace felices y cual no. Dios nos dio esa capacidad e inteligencia para hacerlo realidad. 

 

En la Biblia, este asunto, es tratado de muchas formas y en diferentes lenguajes. Ser feliz,  es reconocer la necesidad de Dios, quien provee todo lo necesario y suple toda necesidad, llegando a sentir satisfacción, es haber logrado la meta determinada. En otras palabras, es ser bendecido. Hay muchos ejemplos sobre la felicidad alcanzada y la alegría que ésta genera. Veamos algunos ejemplos: "Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre" (Salmo 16:11); "Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores" (Salmo 34:4); "Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias" (Salmo 34:6); "Me invocará, y yo le responderé: con él estaré yo en la angustia; lo liberaré y le glorificaré" (Salmo 91:15); "Desde la angustia invoque a JAH, y me respondió JAH poniéndome en lugar espacioso" (Salmo 118:5); "Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará" (Salmo 145:18-19); "Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes" (Jeremías 33:3); "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que no busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos ¿cuánto más vuestro Padre está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?" (Mateo 7:7-11); "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho" (1 Juan 5:14-15). Todos estos textos nos dan evidencia de que la felicidad proviene de Dios, y ésta es una realidad.

 

Jesús plantea la felicidad en términos de las bienaventuranzas: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). ¿Quiénes son los bienaventurados o felices? Son aquellas personas que, han hecho o tomado la decisión de seguir e identificarse con el Señor Jesucristo para ser obedientes a sus mandatos. Es feliz quien reconoce su necesidad de Dios, que necesita su amor, paz y esperanza, y por eso, pone en sus manos, su vida, sus caminos, sus proyectos de vida. Ser feliz, es reconocer que uno necesita a Dios. No está la felicidad en las cosas que el mundo pueda dar. De ahí que, ser pobre en espíritu, es reconocer nuestra pobreza de espíritu y condición ante Dios; es poner primero al Señor y no los bienes materiales, éstos tienen su lugar. Es reconocer, que necesitamos de la Palabra para ser guiados, que es necesaria la oración, la meditación y el servicio al prójimo, para crecer en verdadera santidad.

 

Ahora bien, ¿Podemos decir, nosotros los creyentes en Dios, que hemos alcanzado la felicidad, que hemos tenido momentos de felicidad o que nunca la hemos experimentado? ¿Cuál es nuestra situación? ¿Podemos decir que el Señor ha bendecido nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras casas, nuestras familias, nuestros proyectos? El despertar y ver un nuevo amanecer, el saber que estamos sanos, que tenemos vida, que tenemos una familia, ¿No nos genera felicidad y alegría? ¿Cuánto de felicidad necesitamos? ¿Un poco, lo suficiente o en demasía? ¿Cómo medimos el ser felices? Muchas personas, incluyendo a creyentes, hoy en día, no se sienten felices, porque están atadas al pasado, guardan rencores, viven de temores, permanecen en constante angustia, no tienen tiempo para soñar o aventurarse a alcanzar un nuevo horizonte, ceden ante las tentaciones de Satanás, y pecan, apartándose del amor de Dios. No están dispuestas a dar un giro de 180 grados en sus vidas. Mientras no sean verdaderamente liberadas por la palabra de Dios, no podrán ser felices. Vivirán en constante frustración, desesperación, angustia y amargura. En todo esto, ¿a quién le interesa que no alcancemos la felicidad, que no seamos felices, que vivamos a espaldas de Dios? Sin duda alguna que, a Satanás, a él le interesa que vivamos apartados de Dios y que seamos infelices, que nuestras vidas sean una desgracia, que todo nos vaya mal, que en todo esto le echemos la culpa a Dios. Muchas veces, olvidamos que Satanás está como león rugiente rondándonos, listo para devorarnos (1 Pedro 5:8). Nunca debemos olvidar que la felicidad está en las manos de Dios y en nuestras manos. ¡Esa es la fórmula de la felicidad! Cuando uno se atreve a confiar en Dios y poner nuestros caminos en sus manos, inmediatamente se genera en nuestro interior un sentimiento de paz, de confianza y esperanza, y es así, como se comienza a gestar la verdadera felicidad. Aún, en momentos difíciles o de prueba, la victoria estará asegurada, si Dios es nuestro refugio. La felicidad no debe ser un mero ideal, sino un estado de ánimo que genera satisfacción, alegría y gozo.

 

Mucha gente, hoy más que nunca, necesita saber cómo ser felices. Roguemos al Señor para que podamos dar testimonio personal de la felicidad que reina en nuestras vidas, al tener todo puesto en las manos de un Divo vivo y misericordioso. Amén. 

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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