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TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD O TEOLOGÍA DE LA COIMA

               

(Mateo 6:33; Proverbios 30:8-9)

 

En estos tiempos está muy en moda la llamada teología de la prosperidad que enseña que todos los cristianos deben ser ricos. Los que no son ricos es porque no tienen fe, no saben la voluntad de Dios y porque no siembran las semillas de fe (dinero). El dinero o semilla va a parar en los bolsillos de los predicadores, llamados “apóstoles” y “profetas” con el fin de darse una autoridad. Para estos predicadores la pobreza es señal de maldición. Su fundamento está en textos bíblicos sacados de contexto o ignorando otros. Aquí debemos aclarar que ser rico no es malo ni pecaminoso, el problema radica en distorsionar el evangelio poniendo las riquezas materiales como el fundamento sin tomar en cuenta la soberanía de Dios. Debemos tener en cuenta lo que nos dice el autor de los Proverbios: "Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Mantenme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios". (Proverbios 30:8-9).

 

Este tema de dar dinero a cambio de un favor de Dios nos debe recordar los tiempos de Martín Lutero, la iglesia católica vendía indulgencias (perdón de pecado) a cambio de dinero. Se dejaba de lado que ya Cristo pagó la salvación de todos dando su vida por todo ser humano, es decir, no hay que pagar nada. Este asunto es lo que generó Reforma Protestante. La teología de la prosperidad propone que ya no hay que esperar a ir al cielo para recibir la recompensa porque ahora podemos comprar la bendición de la prosperidad dando un dinero a un particular. Ante esta afirmación, considero que esta teología de la prosperidad es la teología de la coima. Se pretende comprar con dinero las bendiciones de Dios. Mientras más dinero se dé, mayor será la bendición o prosperidad. En otras palabras, se quiere coimear a Dios para obtener un beneficio espiritual o material. El diccionario define la coima como una cantidad de dinero con que se soborna a una persona influyente con el fin de obtener un beneficio fuera de lo común. En ese sentido, es bueno tomar nota de lo que las Escrituras nos advierten: en Apocalipsis 3:16-19 se nos habla de la iglesia en este estado. Los dones y riquezas de Dios no se compran, Dios los da a quien el escoge para ello con un propósito en particular. En Hechos 8:20: "Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero". En Isaías 53:1 "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche". Dios derrama sus misericordias y bendiciones de acuerdo a su santa voluntad y no necesita que nosotros hagamos cosas humanas y demos dinero para lograr un beneficio de parte de Él. Olvidamos la enseñanza de Jesús sobre la ofrenda de viuda pobre (Marcos 12:41-44). Entonces, cuando decimos que hay que sembrar, que significa que debo dar un dinero, para cosechar, es decir, recibir bendición, estamos coimeando a nuestro Dios. Pensamos que Él está dispuesto a recibir dineros a cambio de sus bendiciones. El grave error de la iglesia católica en la Edad Media fue hacer creer al pueblo que mientras más dinero daba, podrían ser salvos por mucho tiempo en función a ese dinero. No decían al pueblo que ese dinero no iba a parar a Dios, sino a las arcas del Papa y de los obispos. Hoy, muchas iglesias evangélicas han caído en este mismo error, haciendo que los creyentes den más dinero para tener mayor bendición de parte de Dios. No dicen los pastores de dichas iglesias que ese dinero va a parar a sus bolsillos para enriquecerse. Pero, ¿Que dice la Biblia al respecto? "Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. (1 Timoteo 6:9-11);

 

Ahora bien, no es que dejemos de dar ofrenda y diezmo, estos son mandamientos bíblicos que debemos seguir para apoyar la obra de Dios. El asunto es que cuando lo hagamos no debemos pensar que estamos invirtiendo en un banco o mutual. Damos a Dios por agradecimiento, en gratitud a su amor. Es lamentable ver cómo muchas iglesias evangélicas han caído en la misma situación de la iglesia católica de la época de la Reforma y se ha dejado que la teología de la prosperidad se infiltre en el seno de cada una de ellas.

 

Que el Señor nos ayude a liberarnos de esta influencia, de este tipo de teología, que lo único que persigue es saquear cada vez más a los creyentes. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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