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ENTRE LA URGENCIA Y LA RUTINA

(Romanos 12:1-2)

 

Cuando uno asume la responsabilidad de conducir una institución o un proyecto, lo primero que se tiene que tener en cuenta en el cumplimiento de la Misión, es la urgencia de llevar a cabo los objetivos planteados o de lo contrario continuar con la rutina establecida. Este asunto hoy en día es muy importante tomarlo en cuenta para lograr los resultados deseados. El optar por la urgencia en el quehacer de las tareas a realizar, conlleva un cambio de mentalidad y una renovación en la toma de decisiones. Las reacciones adversas no se harán esperar, la mayoría de las personas que conforman una institución o proyecto, prefieren mantener el statu quo actual y no están dispuestas a cambiar la vida rutinaria, tanto en la forma de pensar como en la toma de decisiones. La mediocridad es su estándar de vida. De ahí a que no haya ninguna esperanza de cambio. Por eso Pablo en la carta a los Romanos (Rom. 12: 1-2) señala la necesidad de cambiar de mentalidad y de conducta, no conformándonos con la rutina de este siglo.

 

Para ilustrar mejor este tema, citemos un ejemplo: la persona de Jesús, quién después de hacer un diagnóstico de la realidad del pueblo de Dios y de la humanidad en general, consideró urgente establecer  el reino de Dios. Para ello estableció su Plan de Acción (Lc 4:16-20) y anunció a todos que “hoy se ha cumplido esta  Escritura  delante de vosotros” (v.21).

 

Esta urgencia en Jesús implicaba superar la interpretación de la Ley y la rutina de vida del pueblo de Dios. Por muchos siglos se venía aplicando la ley de la misma manera que en los tiempos de Moisés, con el agregado de que a los mandamientos existentes se habían añadido otros. Jesús plantea que “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio (Mc. 1:15). La urgencia era ahora y no otro día. A partir de esta premisa, la tarea es urgente, hay que superar toda rutina, monotonía y pesimismo en la construcción del Reino.

 

Esta nueva actitud de Jesús generó una fuerte reacción en el seno de los fariseos, escribas y  maestros de la Ley; estaban tan acostumbrados a la rutina, que lo que Jesús hacía les causaba un serio problema en sus vidas y en sus costumbres. La pronta reacción de ellos fue oponerse a todo cambio y renovación. Para Jesús las cosas estaban claras la urgencia de proclamar las Buenas Nuevas sería la marca distintiva de todo su ministerio.

 

Este paradigma de Jesús en el desarrollo de la Misión de la Iglesia nos permite a nosotros los cristianos de hoy, a tomar en serio la urgencia de proclamar las Buenas Nuevas de Jesucristo a una sociedad  que se ha quedado en la rutina, la monotonía, el dejarse estar.

 

Ya llevamos muchos años en esta vida rutinaria tanto como nación y como iglesia. Es hora de salir de este letargo y empezar el cambio, tanto en lo personal como en lo institucional. Ya no podemos seguir con la agenda que nos quieren imponer los mediocres; nuestra agenda es la del reino de Dios, no hay otra agenda.

 

Finalmente, asumir esta nueva actitud como pastores, líderes y laicos nos ha de llevar a una nueva dimensión de ser la iglesia para hoy y para mañana. De esta manera, la Iglesia crecerá y se desarrollará a tal punto de llegar a ser LUZ Y SAL del mundo que es lo que el SEÑOR  y la humanidad espera de nosotros. Amén.

 

Nota.- Reflexión publicada en la Carta Episcopal de Julio de 2006.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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