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UNA FE INIGUALABLE

(Mateo 15: 21-28)

El relato de esta porción del evangelio de Mateo nos presenta a Jesús caminando en la región de Tiro y Sidón, lugares donde se practica otro tipo de religión. Él ha salido de Genesaret, que está en la costa del mar de Galilea, a unos 37 y 75 kilómetros al norte de Galilea en la costa del mar Mediterráneo. Es en esos lugares donde una mujer se le acerca a Jesús clamando: ¡Señor, Hijo de David!, ten misericordia de mí! Mi hija está gravemente atormentada por un demonio. El clamor es por la salud de su hija. Ella intercede por ella. ¿Quién es esta mujer que clama a Jesús por sanidad de su hija? No se nos dice mucho de ella, solo que es cananea, mejor dicho una gentil. Es bueno notar que la mujer se dirige a Jesús como “Señor” y como “Hijo de David,” palabras que solo un judío usaría para el Mesías. Que ella lo diga, muestra que hay en ella una aceptación de que Jesús es el Mesías. Le honra como Mesías. Como que tiene fe en este Mesías y espera que sane a su hija enferma. ¿Habrá oído de Jesús en alguna parte? Ante ese clamor de la mujer, pidiendo sanidad, Jesús no responde palabra alguna. Tan igual cuando estuvo frente a la mujer adúltera (Jn. 8: 1-8). Esto nos recuerda las veces que hemos acudido a Jesús, clamando por sanidad, por un milagro, por un trabajo, por recursos económicos, o por alguien en particular, y a veces no tenemos respuesta alguna en el momento.

De pronto, sus discípulos se le acercan y le piden que la despida porque está haciendo mucho ruido. Una vez más, los discípulos muestran una actitud contraria hacia los gentiles, con los que nos son de la misma religión o cultura, contra la mujer. Recordemos que también tuvieron esa misma actitud con la mujeres y sus niños (Mt. 19: 13-15). Similar actitud tuvieron con la multitud que seguía a Jesús (Mt. 14:15). Esta actitud, lamentablemente aún no ha cesado. Existen muchos casos de marginación social, cultural, espiritual y de género, en la sociedad y en la mayoría de las iglesias o comunidades de fe. Ante esa situación, Jesús se dirige a la mujer cananea y le dice que él ha sido enviado solo a las ovejas perdidas de Israel y no a otros. No a los que no creen en el Dios verdadero de Abraham, de Jacob y de Isaac. Pero la mujer, al oírlo decir aquello, se angustia y viene a él y se postra diciendo: ¡Señor, socórreme! Ante esa insistencia angustiosa, Jesús le dice que no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Esta es una expresión muy fuerte de Jesús. En realidad, lo que ha querido decirle a la mujer, es que la salvación es para los judíos y no para otros. En la metáfora del pan, los hijos y los perrillos, está el significado de que los judíos tienen la prioridad de la salvación, ya que son hijos de Dios, mientras que los gentiles no. Para los judíos, los gentiles eran menos que ellos y los comparaban como animales. Sin embargo, la mujer ha captado que Jesús ha querido decir que los perrillos son las mascotas, que están siempre en casa y muchas veces comen de las migajas que caen al suelo. Eso le da pie para que le diga a Jesús, que aún las mascotas comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. ¡Ella se considera una mascota que quiere comer de la migaja! ¡Quiere tener acceso a esa salvación! ¡Que fe inigualable y persistente!     

Jesús se queda admirado por la fe de esta mujer y su insistencia de que él sane a su hija gravemente enferma, por lo que le dice que se haga lo que ella quiere. Y en efecto, su hija se sana en el acto. ¡Cuán importante es la fe y la oración intercesora! Esto nos recuerda, la perseverancia de la viuda ante el juez injusto por pedir justicia, en el relato de Lucas 18:1-8. ¡Cuánto tenemos que aprender de esta mujer, de su fe, de su perseverancia  y de la intercesión por su hija!

Que el Señor siempre nos siga enseñando a través de su Palabra, de cómo otros, sin ser creyentes en el mismo Dios que nosotros, son capaces de recurrir a Él y aceptarle como su Señor y Salvador y ser beneficiarios de su amor y misericordia. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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