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RESOLVIENDO UN PROBLEMA AL INSTANTE

(Hechos 6:1-7)

Cuando leemos este pasaje bíblico, lo primero que se nos viene a la mente es pensar sobre la elección de los siete diáconos, sin embargo, no nos detenemos a reflexionar acerca del problema que se originó en el seno de la comunidad de fe y cómo los apóstoles lo resolvieron.

Quisiera invitarles a revisar cómo se originó el problema. En primer lugar, se nos informa que la obra estaba creciendo de una manera significativa. Los que aceptaban a Jesucristo como su Señor y Salvador, es decir, los discípulos, estaba creciendo en gran número, y esto como consecuencia de la labor de los apóstoles que no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hch. 5:42). En esas circunstancias surge un problema, los discípulos de origen griego comienzan a murmurar contra los discípulos de origen hebreo, a pesar de que ambos ahora son discípulos de Jesús. La razón de esta murmuración en el seno de la comunidad de fe es que las viudas de los griegos no son atendidas en la distribución diaria.

Ahora bien, pareciera que al crecer en demasía la obra, los apóstoles no estaban presentes en el momento de la distribución diaria, debido a que seguramente estaban enseñando y predicando en el templo y en las casas. Un descuido involuntario, pero que genera un serio problema. Aquí podemos tomar nota cómo el diablo se mete en el seno de la comunidad de fe para generar las murmuraciones, los pleitos, los chismes, y los comentarios adversos en contra de los hermanos y hermanas, con el único propósito de crear caos y división. Muchas veces en nuestras iglesias o comunidades de fe suele suceder lo mismo. Basta una dificultad o problema y se genera el caos o la división.

Felizmente, los apóstoles llenos del Espíritu Santo, afrontaron rápidamente el problema y tomaron la decisión de resolverlo inmediatamente. ¡Gran enseñanza para todos nosotros en estos tiempos!. Ellos no quisieron dejar pasar esta situación y esperar más tiempo para resolverla. Actuaron de inmediato. Así también nosotros deberíamos actuar con rapidez y firmeza cuando surge un problema en el seno de nuestras iglesias o comunidades de fe. La decisión que tomaron fue la de convocar a una asamblea y ahí exponer cuál sería la solución al problema presentado. Los apóstoles consideraban que no era justo que dejaran la palabra de Dios para ir a servir las mesas. En verdad, no era que ellos rehuyeron a servir las mesas, sino que consideraban que dicha labor era más doméstica, que podría realizarse a través de otras personas. De ahí que pidieron a los hermanos que buscaran siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para encargarla la tarea de servir a las mesas, mientras que ellos se encargarían de estar en oración y predicando la palabra de Dios. Una pregunta surge en el camino, ¿por qué tantos requisitos para servir a las mesas?, ¿no es acaso una labor simple?. Bueno, aquí podríamos decir que sí, pero los apóstoles querían que los que habían de cumplir con esta tarea, deberían ser personas de buen testimonio personal, consagrados a esa labor, que no vieran en esta labor un servir y nada más, que estén llenos del Espíritu Santo, ser apasionados por el servir al otro; pero además, que supieran discernir y tuvieran la inteligencia necesaria para resolver cualquier problema. Esos son los requisitos para ser un diácono o una diaconisa, en la iglesia o en la comunidad de fe. ¡No es cualquier labor!. Los diáconos y diaconisas apoyan el desarrollo de la misión. Hay que enseñar y predicar, pero también hay que dar de comer, sirviendo con justicia a las mesas.

Bueno, el relato bíblico tiene un final feliz. La propuesta agradó a toda la asamblea y procedieron a elegir a los siete varones que se describe en el texto, para luego ser consagrados. El problema presentado fue resuelto de inmediato, no se le dejó para otro momento. La solución dio como consecuencia que crecía la palabra del Señor y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente. Esta experiencia nos debería enseñar a no dejar nunca de lado los problemas o dificultades que se presenten en nuestras iglesias o comunidades de fe, para así evitar que el diablo haga de las suyas, generando el caos y la división. ¡Hay que actuar de inmediato, pedir la presencia y sabiduría del Espíritu Santo para resolverlos!. Solo así habrá paz, unidad, armonía y crecimiento en el rebaño del Señor.

Oremos para que el Señor nos guíe y nos de la sabiduría necesaria para pastorear Su rebaño. ¡Qué seamos instrumento de bendición!. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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