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LA IGLESIA COMO COMUNIDAD QUE PRESERVA Y ORIENTA AL MUNDO

 

(Mateo 5:13-16)

 

Estas palabras de Jesús están dichas en el contexto del Sermón de la Montaña, después de las bienaventuranzas. Es el inicio de su enseñanza doctrinal de lo que es el reino de Dios. Las bienaventuranzas son una señal de la gran misericordia que Dios tiene para con los que le siguen y hacen su voluntad. Jesús prepara a sus discípulos para que comprendan de que no van a estar solos y desprotegidos de su amor. Esa es la esperanza de todo discípulo y discípula del Señor. Con todo este preámbulo, Jesús les va a decir una gran verdad: "Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo". Esta afirmación, implica un desafío y no es una mera metáfora.

 

Los que están ahora con Jesús en la montaña son aquellos que han sido llamados para ser copartícipes en la construcción del reino de Dios. Ellos lo han dejado todo y están dispuestos a seguir al Maestro por donde quiera que vaya y hacer su voluntad. No son un grupo de aventureros o locos, son los discípulos del Señor. Ellos son parte de la misión salvífica de Jesús en la tierra. En esa condición es que Jesús les dice que ya son, desde ahora, no mañana, la sal de la tierra y luz del mundo. Nótese que Jesús no les dice que puedan serlo en algún momento; tampoco les dice que se conviertan en la sal de la tierra y luz del mundo; ni les consulta si pueden serlo. No es así, lo que Jesús les dice es que ya lo son desde ahora. Es importante tomar en cuenta esta afirmación de Jesús para con sus discípulos. No hay lugar a elección alguna. Ya son la sal  de la tierra y la luz del mundo, desde el momento que aceptaron seguirle. Esta afirmación de Jesús sigue vigente para nosotros también que somos sus discípulos y discípulas.

 

Ahora bien, es bueno detenernos un poco para analizar lo que Jesús quiso decirles a sus discípulos en la montaña a solas. Para Jesús la tierra debe ser salvada por la nueva comunidad de fe, es decir, la Iglesia. Los discípulos son ya esa comunidad y tienen el deber de preservar y orientar al mundo. Así como la sal tiene esa propiedad de preservar la tierra, así también, la Iglesia debe cuidar de este mundo. Es la esencia de la misión. Si la sal pierde esa condición, entonces ya no sirve y debe ser echada fuera. Ser la sal es la esencia de ser la Iglesia. ¡Es dar sentido a la vida! Cuánto dolor hay en el mundo, cuánto sufrimiento por doquier, cuántas injusticias, cuánta gente enferma, cuántos necesitan una palabra de aliento, cuántos niños abandonados, cuántos suicidios, cuántos atropellos y violaciones de los derechos humanos, etc. Por otro lado, el ser la luz del mundo implica que la Iglesia debe ser visible y orientar al mundo. No puede esconderse. Entonces la Iglesia debe imitar a su Señor quien es la luz del mundo, cada discípulo y discípula son la luz encendida en medio de la oscuridad, la ignorancia y la mediocridad. Por lo tanto, la Iglesia no puede estar oculta, de lo contario no sirve para nada. Hoy en día mucha gente vive en la ignorancia, se aceptan normas, dogmas e ideologías fácilmente sin ningún discernimiento alguno. No tienen un horizonte definido ni valores claros y consistentes para vivir una vida digna. Se necesitan líderes que guíen al mundo por nuevos caminos, donde el amor, la justicia y la paz sean realidades. ¡Ésta es la misión de la Iglesia!

 

Pero, hay que tener muy en cuenta las últimas palabras de Jesús: "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos." Lo que el mundo debe ver no son a nosotros como personas, sino nuestras buenas obras. ¿Cuáles? La respuesta debe ser, aquellas que Jesús ha enseñado y practicado. Entre ellas están: amar al prójimo, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, alojar al forastero,  visitar a los enfermos, dar abrigo al desnudo, visitar y consolar a los presos, practicar la mansedumbre, luchar por la paz, ser capaces de resistir al ser perseguidos y rechazados. ¡Al final esto implica llevar la cruz de Cristo!.

 

Que el Señor nos ayude a ser su Iglesia, siendo la sal de la tierra y luz del mundo. Que no seamos una mera institución religiosa. Que podamos ser esa comunidad que cuida y guía a todo aquél que necesita del amor de Dios y de nuestras manos. Amén. 

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


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