HONRANDO A NUESTRO PADRE
(Éxodo 20:12; Proverbios
6:20)
En la Biblia encontramos el
mandamiento de Dios para honrar a nuestro padre y a nuestra madre. Este mandamiento
es con promesa. La bendición divina consiste en que viviremos largos días aquí
en la tierra si lo ponemos en práctica. Muchas veces, no valoramos el rol que cumple el padre de familia.
En la tradición hebrea, el valor del padre era que se le consideraba el fundador
de la familia y por ende, de toda una generación. En realidad, esta situación era
un privilegio, pero a la vez un desafío. El padre era quien permitía la unidad
en el seno del hogar. De ahí que, cuando se menciona en la Biblia a los padres de
Israel, se está refiriendo a sus antepasados. El rol del padre en el pueblo era
ser sabio (Pr. 1:8; Is. 19:11), maestro o consejero (Pr. 13:1). Es decir, ser
padre no es sólo unirse a una mujer y tener hijos. La paternidad es una función
más trascendental y noble; es ser responsable de la familia; compañero fiel e
idóneo de su mujer; sabio en la crianza de los hijos (Pr. 4:1; 6:20); consejero
y maestro en el hogar, enseñando con palabras sabias y hechos concretos,
buscando lo mejor para su familia; siendo justo en las decisiones (Lc.
15:31-32).
Lamentablemente, hoy en día el rol
del padre se ha desvalorizado mucho, al punto que, el Día del Padre es un día más,
si lo comparamos con el Día de la Madre. Tal vez, sean muchos los factores que han originado
esta desvalorización; muchas veces, porque el mismo padre ha descuidado cumplir a
cabalidad su responsabilidad paternal; otras veces, porque la misma sociedad ha
alejado al padre de su hogar.
Las Escrituras nos enseñan que Dios es nuestro Padre y que cuida por siempre de nosotros, es fiel y amoroso, Él no nos abandona, todo lo soporta por amor. Él es nuestro creador y nosotros sus hijos. Esa misma relación debería existir entre nosotros y nuestro padre carnal. Recordemos que Jesús mantenía una hermosa relación con su padre terrenal José, y con Dios, su padre divino. En la parábola del hijo pródigo (Lc. 15:11-32) Jesús nos muestra el gran amor que un padre puede tener por un hijo, aún éste se vaya de la casa o lo abandone. Él estará esperando, día y noche, con amor y ansiedad, el regreso de su hijo, a pesar del tiempo transcurrido. ¡Ese es el verdadero amor de un padre! Sin duda que es una hermosa parábola acerca del amor de un padre.
De ahí que, hoy más que nunca, es necesario
revalorar esta función de la paternidad responsable y la gran bendición que
representa en la familia. En algunos casos, hay padres que asumen el doble rol
de ser padre y madre a la vez. Hoy, nos toca reflexionar a nosotros, como hijos
e hijas,
cuánto hemos honrado a nuestro padre, cuánto le hemos escuchado, cuántas veces
hemos sabido perdonarle un error, cuánto estamos agradecidos por su esfuerzo y
bondad, cuánto tiempo hemos dedicado para escuchar a solas sus lamentos,
sufrimientos o preocupaciones. ¿Hemos hecho esto?
Celebrar el Día del Padre no debe ser sólo meras palabras con un discurso florido o con un simple regalo, debe ser algo más que eso. Es amarlo, comprenderlo, atenderlo en los momentos de enfermedad, consolarlo en los momentos difíciles. Debemos tener muy en cuenta su condición de que como padre, es el fundador de mi generación, de mi familia, de mi vida, al lado de nuestra madre.
Debemos dar gracias a Dios por el
privilegio de tener un padre sabio, maestro y consejero. Sí ya no está con
nosotros, debido a que ya partió a la patria celestial, agradecer al Señor por
haberle tenido entre nosotros y dejarnos un valioso legado. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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