SOMOS PARTÍCIPES DE LA NATURALEZA DIVINA Y TESTIGOS VERDADEROS DE LA GLORIA DE CRISTO
(2 Pedro
1:1-21)
La epístola empieza con palabras de
aliento y esperanza a un pueblo creyente que vive momentos sombríos y en donde
los apóstoles ya no están, los misioneros de la segunda generación entraron ya
en años, y los jóvenes, una tercera generación, se impacientan por el futuro,
cuestionando todo lo que se había logrado. Es un pueblo que no se conforma con
conmemorar el centenario del cristianismo, sino que se pregunta: ¿Y ahora qué?
¿Qué será del cristianismo en adelante? ¿Qué clase de nuevas orientaciones se
proponen para la actual situación? ¿El mundo tomará en serio la venida de
Cristo? ¿Hay lugar para los nuevos creyentes?.
Y en realidad tenían razón estos
jóvenes creyentes para estar preocupados por el futuro. El futuro político era
oscuro y dudoso. Al final del primer siglo d. C. Después del asesinato del
emperador Flavio Domiciano, el ocaso del imperio había comenzado. Por otro
lado, el pueblo judío mantenía sus esperanzas de liberación mesiánica, después
de haberse sublevado varias veces contra el imperio romano. Las iglesias
cristianas no escapaban de este temor, ya que con su proclamación de Jesús como
Mesías y con sus profecías de un fin del estado de cosas horribles en el mundo,
estaban conmovidas y confundidas ante la ola de terror y guerras que vivía el
mundo.
Hoy en día esta epístola nos trae a
colación situaciones que ocurren en nuestra sociedad y los tiempos turbulentos
en que vivimos, así como el rol de la esperanza mesiánica.
Ante esta situación sombría, la carta
quiere motivar, exhortar y recordar al pueblo creyente, que Dios tiene un Plan
de Salvación en Cristo Jesús y que para ello nos ha dado una fe, la cual es muy
preciosa con relación a otro tipo de creencias mundanas. Él nos ha provisto todo
aquello que es necesario para la vida y la piedad. Esto ha sido posible gracias
a Su poder, mediante el conocimiento de Jesucristo, quien nos ha llamado a ser
su pueblo santo, gracias a su gloria y excelencia, por tal motivo somos
partícipes de la naturaleza divina, ya que no somos partícipes de la corrupción
del mundo a causa de sus pasiones desenfrenadas. ¡Somos un pueblo redimido y
diferente a los demás!
Pero, para lograr este propósito es
necesario ser diligentes y cumplir con aquello que Dios nos ha dado para vivir
una vida con dignidad. No es un esfuerzo personal del creyente, sino el
resultado de la práctica de los valores cristianos: fe, virtud, conocimiento,
dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor.
Si damos una mirada a nuestra
sociedad actual, podremos comprobar la falta de estos valores. Hay una práctica
de antivalores que no generan vida, son más bien, generan la muerte.
De ahí que el autor de la carta
exhorta tener estos valores en abundancia y no caer en la tentación del maligno.
Estar firmes en la vocación y la elección que Dios ha hecho en cada creyente. No
tenerlas es estar ciego y en pecado. Este mundo no conoce las bondades de la fe
en Dios. Como tal no tienen acceso al reino de Dios.
Sin duda que esta preocupación por
estar firmes en el Señor y hacer su voluntad está presente en el autor. Hoy
también la iglesia tiene también esta preocupación ante tantas cosas que están
sucediendo en el mundo. La iglesia no puede huir de esta realidad.
Este temor es acrecentado debido a la
proliferación de filosofías y fábulas que desvirtúan el mensaje del Evangelio de
Jesús. De ahí que el autor sale al frente y testifica que el conocimiento del
poder y la venida de Jesucristo no se deben a fábulas sofisticadas, sino que
este conocimiento proviene del testimonio personal de los apóstoles. Con toda
razón y autoridad puede decir que es un testigo verdadero de la gloria de
Cristo, él estuvo con el Maestro, lo vio, le escuchó y le siguió. Cumplió con
anunciar al mundo que Jesús es el Salvador del mundo. Su palabra profética no es
una palabra particular, sino es inspirada por el Espíritu Santo.
Por eso, la iglesia está llamada a
ser la antorcha que alumbre al mundo que está en tinieblas. No puede esconderse,
tiene que brillar y cumplir su misión en medio de una sociedad corrupta y
materialista. En medio de esta situación hay que practicar los valores
cristianos.
Este aspecto que se está señalando,
es muy importante también en nuestros días. Es necesario tener la convicción de
que nosotros, el pueblo santo de Dios, somos testigos verdaderos de la gloria de
Cristo, de su misericordia y amor. ¡Que el mundo crea en Dios por nuestro
testimonio!
El anuncio de la nueva presencia real
de Cristo en el mundo, genera una nueva esperanza en la comunidad cristiana. El
autor de la carta nos exhorta a salir del fatalismo en que se encuentra el mundo
que no conoce al verdadero Salvador, Cristo Jesús.
El testimonio de vida es muy
importante y vale mucho más que las palabras. Los creyentes no pueden enredarse
con las cosas del mundo, menos ser cómplices de la corrupción. Como cristianos
debemos tomar distancia de todas esas cosas y más bien dar nuestro aporte para
la erradicación de todo eso, lo más pronto posible.
Debemos procurar aquello que hace
falta a nuestra fe: virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad,
afecto fraternal y amor.
Esta esperanza de un futuro mejor se
basa en la fe en Jesucristo y de su pronta venida. No es cuestión de morir por
morir, sino vivir en este mundo una vida de calidad y con frutos, teniendo como
perspectiva el reino de Dios. Es la esperanza en nuevos cielos y tierra nueva.
Finalmente, la enseñanza de esta
epístola para nuestros días, nos debe llevar a recordar que como iglesia somos
partícipes de la naturaleza divina y que hemos sido llamados y elegidos por el
Señor (1P. 2:1-10) para una misión santa: Dar a conocer a Jesús como el Salvador
del mundo y transformar las estructuras diabólicas que atentan contra la vida,
que es un don de Dios.
Que nuestra esperanza sea renovada al
releer esta carta y que el Señor nos halle trabajando para su Reino para cuando
venga otra vez, glorioso y triunfante. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
Copyright © 2000-2010 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. All rights reserved. Todos los derechos reservados.