UN
ENCUENTRO INESPERADO
(Lucas 19:1-10)
Jesús se encuentra en Jericó, una
ciudad muy rica e importante. Era famosa por sus perfumes y sus hermosos
jardines de rosas. Josefo, el historiador romano, la llamó “la más rica de
Palestina”. En ese ambiente de riqueza y de abundancia, Jesús va a realizar su
obra evangelística con un personaje muy importante de la ciudad, su nombre,
Zaqueo.
Todos en la ciudad conocían a
Zaqueo como un hombre muy rico y además como el jefe de los publicanos, aquellos
que recaudaban los impuestos. Por su condición no era de tener amigos, vivía en
forma solitaria y carecía de amor. Era el hombre más despreciado y odiado por la
gente.
Aún así, Zaqueo, en algún momento,
había oído acerca de Jesús que solía reunirse con recaudadores de impuestos,
pecadores, ladrones y prostitutas. Ahora se le presentaba la gran oportunidad de
conocerle cara a cara, pero tenía un problema que resolver, él era de pequeña
estatura y la multitud no le permitía acercarse a Jesús. ¿Debía dejar pasar esta
oportunidad en su vida? ¿Qué podría hacer?. El relato nos dice que Zaqueo se las
ingenió para ver al Hijo de Dios, subiéndose a un pequeño árbol que había en el
camino. Él estaba resuelto ver a este personaje famoso y nada lo iba a detener.
Hasta aquí Zaqueo satisfecho su curiosidad y pensaba que todo acabaría ahí.
Pero, la voluntad de Dios tiene sus propios caminos y Zaqueo no se imaginaba a
qué se había metido.
De pronto Jesús al pasar lo mira
que está trepado en el árbol y le hace una invitación personal, nada menos que a
él. Zaqueo no lo piensa dos veces e inmediatamente lo recibe en su casa con gozo
y emocionado. No le importaba lo que la gente murmuraba, estaba con el hombre
que tenía algo especial para él. Se ha producido un encuentro inesperado. Es el
encuentro cara a cara entre el Salvador y el pecador.
Este encuentro tiene sus frutos:
arrepentimiento, salvación y restitución. Zaqueo es salvo por la gracia de Dios
y no por lo bienes que posee. No todo queda en un mero encuentro, esta gracia
redentora genera una actitud en la vida de Zaqueo, le lleva a restituir todo el
daño que había ocasionado a su pueblo. Este gesto de dar la mitad de sus bienes
a los pobres y devolver a quienes había defraudado, es sin duda alguna la señal
contundente de su cambio. Zaqueo había encontrado en Jesús un amigo nuevo y
verdadero. ¿Qué valor tenía sus bienes ante esa divina amistad?, para Zaqueo,
nada. Alguien ha dicho que un testimonio no tiene ningún valor a no ser que esté
respaldado por acciones que garanticen su sinceridad. Jesucristo no pide un
cambio en las palabras, sino en la vida.
Zaqueo fue hallado por Jesús y fue
salvo. Jesús lo restituyó a la sociedad. Una vez más comprobamos cómo opera la
gracia de Dios en nuestras vidas. El Señor provee nuestra salvación (gracia
preveniente), el Señor nos encuentra y nos lleva a un arrepentimiento sincero
(gracia justificante), el Señor nos invita a caminar en santidad de vida (gracia
santificante).
¿Qué enseñanza tiene para nosotros
este relato? ¿Cómo nos halló el Señor? ¿En que estamos ahora? ¿Cómo estamos
dando prueba de nuestro verdadero cambio? Que el señor nos ayude a mantener una
comunión más estrecha con él y nos permita dar testimonio de Su amor a aquellos
que aún no le conocen. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
Copyright © 2000-2010 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. All rights reserved. Todos los derechos reservados.