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Creer, por la fe y por la razón

 (Juan 20:19-29)

En el primer día de la semana, cuando Jesús ya había resucitado y aparecido a María Magdalena, Jesús se aparece, siendo ya de noche y en la oscuridad, en medio de sus discípulos para traerles paz, ya que estaban escondidos y llenos de miedo, por temor a los judíos. La aparición de Jesús resucitado a sus discípulos dio la tranquilidad y confianza necesaria. Ahora bien, para que no haya duda les mostró sus heridas. Ese hecho causa gran alegría a cada uno de los que se encontraban en la habitación.

En plena alegría, Jesús les da la Gran Comisión, los envía al mundo, así como el fue enviado por su Padre. No los va a dejar solos, les da el Espíritu Santo para que tengan poder y cumplan la Misión. Deben creerlo por la sola fe en Él. Esta fe de ellos debe dar crédito que están ante la presencia de su Maestro, no es una fantasía o ilusión óptica. Ahora es el Maestro resucitado que ha venido a buscarlos para encargarles una misión. El envío de Jesús implica que la Iglesia ha recibido en sus manos el mensaje de salvación. Por otro lado, la Iglesia necesita de Jesús, nada podrán hacer sin su acompañamiento. El kerigma o mensaje, la autoridad, el poder y la fuerza provienen de Él. Para ello la Iglesia debe ser obediente y fiel a su Señor, así como Él lo fue con su padre Dios. Es la nueva alianza para toda la humanidad.

El otorgamiento del Espíritu Santo, a través de un soplo, nos recuerda el momento de la Creación (Gén. 2:7), que significó la vida, el ánimo, para nuestra primera generación y el cumplimiento de una misión en la tierra. Jesús está queriendo representar con su soplo que Él está dando vida a la nueva creación suya, la Iglesia. Además, recibe la autoridad para perdonar pecados y también para convencer a los que pecan que están en contra de la voluntad de Dios y que deben convertirse al Señor para ser salvos y ganar la vida eterna.

La segunda parte del relato está centrado en la persona de Tomás, discípulo del Señor. Los discípulos que estaban muy contentos de haber tenido una grata experiencia con su Señor, le cuentan a Tomás todo lo que ha acontecido. Sin embargo, Tomás responde de inmediato que él creería todo lo que le están diciendo si no ve las manos del Señor la señal de los clavos y más aún, si no mete su dedo en el lugar de los clavos y mete su mano en el costado de su cuerpo. Ante esta situación, los discípulos se preguntarían dónde estaba la fe de Tomás. ¿Por qué no podía creer lo que sus compañeros le estaban diciendo? Tomás en ese momento estaba dando lugar a la razón, que necesita pruebas concretas y palpables para aceptar cualquier hecho, en vez de la fe, que no necesita evidencias para aceptar un hecho. Esa es la diferencia entre Tomás y sus compañeros, la  razón y la fe.

Después de un corto tiempo, ocho días, otra vez están los discípulos, incluyendo a Tomás, dentro de la casa. De pronto se apareció Jesús en medio de ellos, con un detalle, que las puertas estaban bien cerradas. ¿Por dónde entró Jesús? La presencia del Señor es sobrenatural. Otra vez les desea paz. Es en esa situación extraordinaria que Jesús se dirige a Tomás y le pide que ponga su dedo, y mire sus manos, además, que meta su mano en su costado del cuerpo. Eso era lo que había pedido Tomás. ¿Y ahora qué?. Ante la mirada atónica de su discípulo incrédulo, Jesús le dice: "no seas incrédulo, sino creyente". Tomás ante esa evidencia y llamada de atención de su Maestro, no le queda más que declarar: "¿Señor mío, y Dios mío". La fe y la razón se juntaron ante un mismo acontecimiento. Ahora Jesús da una sentencia: "Bienaventurados los que no vieron, y creyeron". Es decir, la fe es el elemento fundamental para la misión de la iglesia.

Esta experiencia de Jesús y sus discípulos nos debe dejar a nosotros como iglesia, la enseñanza que el Señor vive y está en medio de nosotros todos los días y nos anima a creer en Él y cumplir la Gran Comisión. Su paz está en medio de las dificultades y la tribulación. El Espíritu Santo actúa en la Misión y acompaña a la Iglesia en su tarea de proclamar el Evangelio para hacer discípulos. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


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