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¿QUÉ Es EL REINO DE DIOS?

 

(Marcos 1:15)

 

Según el evangelista Marcos, Jesús dio inicio a su ministerio proclamando el reino de Dios. Ahora bien, esta nueva realidad era esperada desde hace muchos años por parte de los judíos y ésta era su gran esperanza. Para ellos, los judíos, Dios era su único Rey y Señor, no había otro. El era el único y gobernaba con justicia. (Cf. Ex. 15:18; 19:6; Dt. 30:5; Jue. 8:23). Dios había dado un orden, pero las otras naciones paganas no respetaban la justicia ni el orden que Dios había establecido aquí en la tierra. A pesar de ello los judíos creían que llegaría el día cuando Dios se manifestaría con poder y establecería como realidad visible su Reino sobre todos los pueblos. (Cf. 1 Sam. 8:7; 12:12; Is. 2:2; 11:1s; 24: 21s; 33:22; 41:14s; 61:1s; Jer. 31:31s; Sal. 96:8).

 

Esta esperanza en el establecimiento del reino de Dios, hizo que los judíos pudieran soportar el destierro y la persecución durante muchos siglos sin que declinara su fe. Claro está que no muchos mantenían esa esperanza, y esta situación les llevaba a la desesperación y a darle las espaldas al Rey de reyes. Sin embargo, había un remanente que se mantenía fiel a la promesa de su Señor y Dios. No fue fácil para el pueblo judío mantener una resistencia prolongada. Unos cayeron en la idolatría, otros se aliaron con los reyes enemigos y otros prefirieron el martirio. El reino de Dios: ¿utopía o realidad?. La Promesa y las profecías prometían el establecimiento de un nuevo orden en la tierra, a través de un reino y un rey. A partir de ese nuevo orden ya no habría injusticia, violencia, idolatría, miseria, guerras ni hambruna. Todo sería un nuevo cielo y una nueva tierra. (Cf. Is. 25:8; 65:19).  

 

Este anhelo del establecimiento del reino de Dios dejó de ser algo lejano y quizás utópico desde el momento que nació el Salvador, Jesucristo. Al llegar el Salvador ya no era solo un anhelo judío, sino que era la esperanza de toda la humanidad. Esta nueva realidad dejó de ser algo exclusivo de ellos, ahora era para todos los seres humanos y pueblos. Lamentablemente los judíos no estaban dispuestos a aceptar a Jesús como su Salvador y Rey, menos que sea el Hijo de Dios. De tal manera que con esa actitud estaban perdiendo la gran oportunidad de gozar de las Buenas Nuevas de su Señor.

 

Con la venida del Mesías, Jesucristo, toda esperanza se hacía realidad y ésta no solo era personal, o de un pueblo, sino que era universal. Por eso cuando Jesucristo dice: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio", (Mr. 1:15; Mt. 4:17) se estaba refiriendo a aquello que su propio pueblo anhelaba, pero al mismo tiempo era la esperanza universal de paz y justicia. Las relaciones entre las personas deberían ser en base al amor y la solidaridad. He ahí el pedido en la oración del Padrenuestro: "venga tu reino" (Mt. 6:10a). Ahora ese reino es como algo que pertenece al futuro pero que también, en un cierto sentido, ya está presente.

 

¿Cómo entender que el reino es futuro pero a la vez ya está entre nosotros? Una manera de explicar esta situación es que mientras exista la miseria, la explotación, las guerras, los odios raciales y religiosos, el hambre, las enfermedades, el pecado personal y social, la muerte y la desesperanza, ese Reino está aún lejos de nuestro alcance y no es más que una esperanza. Pero podemos decir en un sentido real que ya está presente, que se está gestando entre nosotros, en la medida que Jesucristo gobierne nuestras vidas y seamos agentes de Su amor, de Su paz y de Su justicia. Está presente en la incesante actividad de Dios y en las actos maravillosos de Jesús, su Hijo.

 

Ahora bien, nosotros que somos sus discípulos y agentes de su Amor, conformamos la Iglesia Universal que ya es una señal anticipada y evidente de lo que será el reino de Dios. Todo lo que ella realice en la tierra como parte de su Misión, serán las señales evidentes de esa nueva realidad. 

 

Es bueno tener en cuenta que el reino de Dios tiene dos dimensiones: una exterior y una interior.

 

a) Es una realidad exterior.- Cuando venga Jesucristo y por ende el reino de Dios, implicará un reordenamiento total de la sociedad y serán eliminados todo tipo de abusos e injusticias que atentan contra ella y ya no será una utopía la consecución de dichas aspiraciones personales  y sociales, que hasta ahora le pertenecen a los idealistas.

 

b) Es una realidad interior.- También el reino de Dios es una realidad presente, cuando en nuestro interior vive Jesucristo y nuestra vida se reordena de acuerdo a la voluntad de Dios y nos convierte en sus agentes o colaboradores para que este Reino se establezca en la tierra. Recordemos que Dios actúa por medio de nosotros para lograr este fin.

 

Roguemos a Dios para que nosotros, su Iglesia, podamos hacer más real la llegada del Reino. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


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