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 SUPERANDO LA MEDIOCRIDAD A TRAVÉS DE LA PERFECCIÓN

(Filipenses 3:12-14)

Hoy en día mucha gente se pregunta si es posible lograr la perfección en todos los aspectos de la vida. Todo el mundo habla sobre la perfección, la calidad de vida. En la iglesia, la santidad de vida es una exigencia para todo cristiano y cristiana. Constantemente se oyen preguntas como estas: ¿Se puede ser perfecto?, ¿Cómo alcanzar la perfección?, ¿Quiénes alcanzan la perfección?, ¿Existe la perfección absoluta?. Se citan, en forma muy escasa, ejemplos de personas casi perfectas que motivan a seguir sus ejemplos. Es decir, es una inquietud que está en la mente de muchas personas, religiosos o no. Ante esta situación, ¿cuál es la respuesta que debemos dar los cristianos desde la perspectiva de la palabra de Dios?

La respuesta pasa por un concepto que hoy se conoce como la AUTOESTIMA de la persona. La Biblia señala en muchos pasajes este aspecto y en este caso el apóstol Pablo lo indica en su carta a los filipenses. Quiero hacer una comparación entre lo que significa la PERFECCIÓN Y LA MEDIOCRIDAD, ya que la práctica de una de ellas evidenciará la calidad de nuestra autoestima.    

                            PERFECCIÓN                                                                       MEDIOCRIDAD

Este cuadro que he utilizado para comparar actitudes frente a la vida, nos demuestra que las personas tienen la opción de poder practicar valores para lograr una mejor calidad de vida que conlleve a la perfección. No practicar dichos valores genera un estado de vida de baja calidad que se manifiesta en la mediocridad. En todo este proceso es necesario destacar que la madurez es el estado que nos lleva a reconocer que la realidad es tal como es y nos permite luchar para alcanzar una meta. Es aceptar que Dios nos ha dado capacidades y talentos para un solo fin: el bienestar. Lamentablemente en el transcurso de nuestra vida se inmiscuyen factores que limitan o perturban nuestro bienestar. Salir al frente y afrontar esas adversidades depende de la autoestima que tengamos.

No es fácil llevar una vida de santidad equivalente a la perfección, se requiere humildad y ponerse en las manos de nuestro Señor, para que Él moldee nuestra vida y nos permita tener fe en que nuestros proyectos serán realizados por su voluntad y misericordia. La perfección no depende de nuestros esfuerzos humanos solamente, depende cuán dependiente somos de la voluntad de Dios. La perfección cristiana es un proceso de vida y tiene como meta final: la plenitud de vida en Cristo. Lograrla dependerá de nuestra relación con el Señor y de nuestra capacidad de esforzarnos por llegar a la meta.

No perdamos la oportunidad de ser ejemplos de santidad en medio de nuestra sociedad que se debate en medio de la mediocridad y no sabe cómo lograr un mejor estado de vida. Que el Señor nos acompañe en esta difícil tarea. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


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