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Islas Britanicas


El período de formación

La invasión germánica de los anglos, jutos y sajones en las islas Británicas está documentada en el s. V, según mencionan los textos de Beda el Venerable escritos en el s. VIII. Coincidió con la desaparición de la administración romana de Britania. Los habitantes de la isla, los bretones, se resistieron, pero acabaron relegados a la parte occidental de Gran Bretaña (Gales y Cornualles). Los invasores, por su parte, se organizaron creando siete reinos, la «heptarquía anglosajona». Son los reinos de Essex, Wessex, Sussex, Mercia, East-Anglia, Northumbria y Kent. La distinción entre los tres pueblos germánicos pronto perdió significado y ya en el s. VII se veían a sí mismos como «la nación de los ingleses», aunque estuvieran divididos en varios reinos.

A finales del s. VI se instaló una misión encabezada por Agustín de Canterbury en Kent, el primer reino convertido al cristianismo. Pero no fue hasta 669 que se instauró en Inglaterra una sola autoridad para toda la Iglesia, y hasta muy avanzado el s. VII el paganismo no fue erradicado de manera oficial. Las influencias celtas y romanas convivieron en lo religioso durante largo tiempo. La religión proveyó al ámbito británico de otro vínculo para la unidad, sobre todo cultural, ya que el único vínculo de unidad política estaba representado por el dominio hegemónico de uno de los heptarcas, que adoptaba el título de «bretwalda», sobre los demás. En este marco aparecieron las segundas invasiones procedentes de Escandinavia. En 793 atacaron el monasterio de Lindisfarne en la costa oriental de Inglaterra. Los ataques y saqueos se sucedieron. El rey Alfredo el Grande expulsó a vikingos y daneses de buena parte del territorio a finales del s. IX, pero algunos reinos, como Northumbria o East Anglia, quedaron bajo poder danés. Serán los territorios conocidos como Danelaw.

De los s. XI al XIII

Los ataques de los daneses sobre la isla se repitieron hasta su total conquista en 1.016 por Canuto I el Grande. En este período se estructuraron los lazos con Escandinavia y se mantuvieron buenas relaciones con Gales y Escocia, excepto algunas incursiones puntuales en sus territorios. En Irlanda, el rey Brian Boru rechazó el intento de conquista noruego en 1.014. En 1.042 se disolvió el imperio anglo-danés de Canuto el Grande de Inglaterra recuperó su autonomía. Subió al trono el hijo de un rey sajón, Eduardo el Confesor (1.042-1.066), que, por su debilidad de carácter, fue dominado por la nobleza y favoreció la privatización del territorio en detrimento del poder monárquico. Fue un período de fuertes tensiones y de luchas entre la casa de Mercia y de Wessex. La introducción de elementos normandos en la corte originó suspicacias y la expulsión de un arzobispo normando fue el detonante para que, a la muerte sin herederos de Eduardo, el papado apoyara la causa de un pretendiente al trono, el duque Guillermo de Normandía.

Después de derrotar a otro pretendiente, Harold Godwinson, en la batalla de Hastings en 1.066, Guillermo I el Conquistador ocupó el trono hasta 1.087. Realizó numerosas reformas en las estructuras políticas y sociales de Inglaterra, e intentó implantar su control sobre el territorio. En 1.086 mandó realizar una encuesta, recogida en el documento conocido como «Domesday Book», por el que es posible conocer la organización territorial normanda, las rentas reales y otros datos demográficos de la época. Guillermo se erigió en defensor de la Iglesia y su reforma, al igual que en Normandía, pero no dejó de controlar la elección de los obispos.

Batalla de Hastings


La conquista normanda de Inglaterra supuso la implantación de un modelo feudal muy desarrollado. El dominio de la dinastía normanda se prolongó hasta 1.154, fecha en que el conde de Anjou Enrique Plantagenet, emparentado por matrimonio con la casa inglesa, fue coronado rey en la abadía de Westminster. A pesar de las disputas internas, Enrique II impuso su orden en la corte y continuó la obra de institucionalización de sus predecesores normandos. El rey Juan sin Tierra, que sucedió a su hermano Ricardo I Corazón de León en 1.199, abusó de los poderes monárquicos basándose en una concepción teocrática de la monarquía, pero en 1.215 fue obligado por un grupo de nobles a garantizar sus derechos en la Carta Magna, documento constitucional importantísimo en la historia de Inglaterra, que establecía el reparto de los poderes y limitaba el dominio de la monarquía.

Abadía de Westminster


La hegemonía inglesa a partir del s. XIII

La hegemonía de Inglaterra sobre los otros reinos de las islas Británicas se fue asentando. Irlanda, desde mediados del s. XII, después de un período de anarquía posterior a la expulsión de los noruegos, había sido conquistada por los normandos y éstos habían reconocido a Enrique II como rey en 1.175.

Desde finales del XIII, Gales también estaba bajo poder inglés. Los herederos de la corona inglesa llevarían en adelante el título de príncipe de Gales. En Escocia, desde el s. X al XIII, los reyes, ya bajo tutela inglesa, aunaron sus fuerzas para una unificación. Pero a la muerte de Alejandro III en 1.286, se cerró el período de buenas relaciones anglo-escocesas, y la incertidumbre en la sucesión dio a Eduardo I de Inglaterra y a sus sucesores la oportunidad de absorber, durante unos años y no sin dificultades, el reino escocés, siempre dispuesto contra Inglaterra.

De la guerra de los Cien Años a la dinastía Tudor

En los últimos años del s. XIII se gestó la tormenta social, económica y política del siglo siguiente. La disputa por los territorios que poseía Inglaterra en Francia llevaron a un período de luchas intermitentes en suelo francés. La guerra de los Cien Años, entre 1.337 y 1.453, supuso la pérdida de estos territorios por parte inglesa, excepto la plaza de Calais, que conservaría aún durante un siglo más. La crisis de final de la Edad Media en Inglaterra estuvo agravada por las disputas dinásticas. La guerra de las Dos Rosas, entre los Lancaster y los York, estalló al final de la guerra de los Cien Años, en 1.453, y duró treinta años más. La victoria de Enrique Tudor , emparentado con los Lancaster, sobre Ricardo III y su matrimonio con Isabel de York propiciaron el final de la larga guerra. La nueva monarquía de Enrique VII y Isabel de York poseía grandes territorios confiscados a los contendientes a lo largo de la guerra, y, con la alta aristocracia casi desaparecida, esta monarquía contó con el apoyo de la pequeña nobleza. Ésta controló la administración de las ciudades y proporcionó los miembros de la Cámara de los Comunes en el Parlamento. Empezaba una nueva época de hegemonía monárquica.

Guerra de las Dos Rosas


Carta Magna

Es el documento por el que la nobleza inglesa impuso al rey inglés Juán Sin Tierra la recuperación de sus derechos señoriales, sobretodo en materia legislativa, en junio de 1.215. El s. XIII es, en Inglaterra como en otros muchos países, el de la manifestación de la autoridad monárquica frente a la preponderancia del poder feudal. Es en este marco en el que Juan Sin Tierra llevó llevó a su máxima expresión la autoriadad regia derivada de la función teocrática.

La Carta Magna


Esta presión monárquica, agravada por la pérdida de Normandía, es lo que provocó la reacción opositora de los barones del reino. El único recurso para frenar la autoridad real era la aplicación de los principios feudales de la monarquía. La Carta Magna significó la aceptación del reparto teórico de los poderes reales. La ley en el reino no provendrá de la voluntad regia, sino el pacto entre los barones y la monarquía. Un contrato feudal común al rey y los barones. Se sustituyó la ley canónica y romana por la del país. Con el tiempo, las leyes se crearán en el Parlamento, por el rey, los señores y la comunidad.

El nacimiento del Parlamento expresa esa voluntad de recuperar el control perdido por parte de la clase nobiliaria. Nacido como una prolongación de la Curia (organismo de consejeros reales), con las Provisiones de Oxford de 1.258 (plan de reforma aceptado por Enrique III a cambio de ayuda fiscal por parte de los barones) se van transfiriendo al Parlamento funciones judiciales, fiscales y políticas que se mantendrán cuando llegue la restauración monárquica en tiempos de Eduardo I.

INTRODUCCION PAISES