DEPARTAMENTO DE COLON

MUNICIPIO DE TOCOA

Datos Historicos:

Sus primeros fundadores fueron unos trabajadores que llegaron de Olancho y El Paraíso, que se dedicaron a la agricultura.

El 11 de junio de 1882 se elevó al rango de municipio.

En el censo de 1887, formaba parte del Distrito de Sonaguera.

Decreto Número 102-87.

EL CONGRESO NACIONAL,

CONSIDERANDO: que el pueblo de Tocoa, departamento de Colón, es una comunidad progresista que ha logrado significativos avances en su desarrollo económico social y cultural.

CONSIDERANDO: Que es procedente estimular a las comunidades que con su trabajo, su dedicación al estudio y a la práctica de las virtudes cívicas contribuyen a la grandeza nacional.

POR TANTO, DECRETA:

Artículo 1. Conceder al pueblo de Tocoa, departamento de Colón el título de CIUDAD.

Artículo 2. El presente Decreto entrará en vigencia el día de su publicación en el Diario Oficial "La Gaceta".

Dado en la ciudad de Tegucigalpa, municipio del Distrito Central, en el Salón de Sesiones del Congreso Nacional a los veintitrés días del mes de julio de mil novecientos ochenta y siete.

Carlos Orbin Montoya. Presidente.

Oscar Armando Melara Murillo. Secretarío.

Teófilo Norberto Martel Cruz. Secretario.

Al Poder Ejecutivo. Por Tanto: Ejecútese:

Tegucigalpa D.C., 29 de julio 1987.
José Simón Azcona Hoyo. Presidente.

El Secretario de Estado en los Despachos de Gobernación y Justicia. Romualdo Bueso Peñalba.

ORIGEN DE SU NOMBRE: La palabra un gentilicio de Tocuacan, lugar que tiene espigas verdes y tiernas de maíz, se compone de toctil espiga, verde y tierna de maíz y huacan partícula posesiva e indicativa de lugar.

SITUACION: Al norte del río Aguán, que sirve de línea divisoria entre este municipio y Trujillo.

LIMITES: A1 norte, y al este, municipio de Trujillo; al sur municipio de Gualaco, San Estéban y Trujillo y al oeste, municipios de Sabá y Sonaguera.

EXTENSION TERRITORIAL: 912.3 Km².
FERIA PATRONAL: Del 13 al 18 de mayo, día de San Isidro.
ALDEAS: 19
CASERIOS: 65
Poblacion: 52.263

Confiando en nosotros mismos:

Por: Paul Jeffrey

El huracán Mitch cambió la geografía de Honduras, obligando a los cartógrafos a trazar nuevos mapas. De igual manera, las violentas crecidas derribaron las relaciones de poder entre los grupos sociales. Para muchos, especialmente para aquellos en las márgenes del poder económico, este torbellino representó una oportunidad para el cambio político, denegado durante generaciones. Para algunos de los residentes del valle del Bajo Aguán en el norte del país, el desastre se convirtió en una oportunidad única para tomar control de sus vidas, para dejar de mirar hacia fuera en busca de soluciones para sus problemas y empezar a mirarse a sí mismos para resolver los retos que enfrentaban. La transformación que buscaban, sin embargo, se encontraría a cada pulgada con la férrea oposición de aquellos que se beneficiaban de la economía de plantación y de la política clientelista de la Honduras anterior al Mitch. Este experimento de cambio en la base—y el conflicto resultante—ofrecen importantes lecciones para aquellos que trabajan por un cambio al nivel local, así como para la comunidad internacional en su procura por fomentar un genuino desarrollo social en toda la región.

Antecedentes. El valle del Bajo Aguán es una llanura húmeda y fértil que se extiende desde el poblado agrícola de Sabá tierra adentro hasta el asentamiento garífuna de Sangrelaya en la costa Caribe de Honduras, cerca de Trujillo. En un tiempo, el valle estuvo cubierto por plantaciones bananeras de la Trujillo Railroad Company, una subsidiaria de la United Fruit Company, pero en 1935 la compañía devolvió las tierras al gobierno, luego de perder la mayoría de las plantaciones a causa del mal de Panamá. En años posteriores, los ganaderos se apoderaron ilegalmente de la mayor parte de la tierra, y la cercaron. En los años 70, el gobierno desalojó a los ganaderos (muchas veces dándoles una compensación monetaria a pesar de que no poseían títulos legales) y llevó a decenas de miles de campesinos sin tierra para que se asentaran en 80 cooperativas formadas por el gobierno. El gobierno del coronel Osvaldo López Arellano (1972-75) llevó a cabo el programa en respuesta a la presión de las bases por parte de los campesinos sin tierra, y con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo. En la reforma agraria de «ahora sí, ahora no» —que empezó en 1962, durante el gobierno del presidente Ramón Villeda Morales, con la Ley de Reforma Agraria inspirada en la Alianza para el Progreso— este fue un periodo de «ahora sí», y un esfuerzo por cooptar al movimiento campesino.1

El programa del Bajo Aguán no era una genuina reforma agraria; era un programa de colonización agrícola. A los campesinos se les decía lo que tenían que sembrar. Se plantaron unas 25,000 hectáreas de palma africana y en un inicio las cooperativas tenían que vender sus cosechas a las subsidiarias locales de las compañías norteamericanas.

James “Guadalupe” Carney, un sacerdote jesuita que vivía en Tocoa, un poblado en medio del valle, organizaba cooperativas en ese entonces y fue un duro crítico del programa de gobierno. “Preguntamos a los miembros de la cooperativa quiénes eran los verdaderos beneficiarios de la reforma agraria en Honduras. Son los gringos. Hacen el negocio más grande del mundo al prestarnos el dinero para la reforma agraria. Con ese dinero les compramos a ellos maquinaria, petróleo y muchas otras cosas. Cuando las cooperativas finalmente producen la fruta de la palma, ¿quién se llevará la mayor parte de la ganancia del producto final, la margarina? Los gringos de la Standard Fruit Company en Estados Unidos.”2

Cuando el coronel Juan Alberto Melgar Castro derrocó a López Arellano en 1975, la asistencia técnica y el crédito que necesitaban las cooperativas campesinas ya no fluyó de la misma manera. Aunque algunas cooperativas tenían un éxito relativo, muchas sobrevivían con dificultad, afectadas por una mala administración, corrupción gubernamental, la fluctuación en los precios del aceite de palma, y su pequeña tajada de las utilidades comparada con las ganancias de aquellos que procesaban, transportaban y vendían el producto final.

Al terminarse los movimientos revolucionarios en América Central a principios de los años 90, la tímida reforma agraria recibió el tiro de gracia con la aprobación, en 1992, de la Ley para la Modernización y el Desarrollo del Sector Agrícola. Muchas fincas grandes, que bajo leyes anteriores eran candidatas para la expropiación, quedaban ahora exentas, y a las 2,800 cooperativas agrícolas en el país se les dio el derecho de parcelar o vender sus propiedades colectivas. En el Bajo Aguán, la nueva ley alentó a varias de las cooperativas a vender sus tierras a corporaciones extranjeras o elites locales, especialmente a Miguel Facussé, el hombre más rico del país. Facussé está muy bien conectado con la elite política del país3, y estaba más que contento de pagar bajo la mesa a líderes campesinos corruptos, dispuestos a vender a sus compañeros4.

La venta de las cooperativas tuvo un efecto devastador en la región. Muchos ex miembros de las cooperativas gastaron pronto el dinero que obtuvieron por la venta de sus propiedades, y quedaron sin tierra y sin dinero, igual que antes. La actividad económica secundaria en Tocoa tuvo un dramático descenso, y se aceleró la emigración de la región hacia los EE.UU.5

Aunque fueron muchas las razones que llevaron a la desintegración y venta de las cooperativas, varios observadores argumentan que la falta de participación de las mujeres en la toma de decisiones de las cooperativas fue un factor crítico. “Si las mujeres campesinas hubieran tenido voz en el asunto, no hubieran vendido la tierra”, dijo Peter Marchetti, un sacerdote jesuita que vivía en Tocoa cuando sucedió el huracán Mitch. “Para un campesino tradicional, siempre existe la tentación de vender la tierra, porque entonces puede comprar su propia arma, puede tener otra mujer y puede comprar un vehículo que en seis meses ya no servirá porque no sabe cómo manejarlo o cuidarlo. Cuando los hombres en esta área vendieron sus tierras a Facussé, las mujeres se opusieron, pero en ese entonces su voto no contaba.”6

A pesar de la experiencia negativa de muchas de las cooperativas del Bajo Aguán, un estudio mostró que más de las tres cuartas partes de los antiguos miembros de la cooperativa seguían creyendo en el valor de la organización colectiva, en particular, en aquella organización que pudiera superar el elitismo y la toma de decisiones verticalista que llegó a caracterizar a muchas de las cooperativas fundadas por el gobierno.7 Desafortunadamente, una vez que se vendieron las cooperativas, las estructuras de poder locales limitaron en extremo otras opciones de organización política.

Por ejemplo, la mayoría de los municipios tenían organizaciones políticas al nivel de poblado o de vecindario, llamadas patronatos, que usualmente eran designadas y controladas por el alcalde y su partido político. En algunos poblados los patronatos funcionan bien como un órgano de mediación entre las autoridades municipales y los vecindarios o poblados locales. En casi todos los lugares reproducen el carácter autoritario, verticalista y masculinista de la política hondureña de alto nivel. Muchos patronatos sólo entran en acción antes de las elecciones, como vehículos de campaña para sus patrones. “El patronato, coludido con el partido en el poder, actúa en nombre de la comunidad, y hasta roba en nombre de la comunidad”, dice Fausto Orellana Luna, un viejo activista en el valle de Aguán. Lorenzo Cruz, otro activista de la zona, dijo que en ocasión de la distribución de la ayuda material después del huracán Fifi en 1974, los patronatos estorbaron el proceso. “Llegó mucha ayuda y se distribuyó a los patronatos, pero no le llegó al pueblo,” dijo Cruz. “Los presidentes de los patronatos se convirtieron en bodegueros. Vendieron los colchones y la comida. Ellos... estaban protegidos por los políticos, muchos de los cuales sacaron su propia tajada de lo recaudado”.8

En años recientes se formaron varios grupos de base nuevos. Entre ellos están el Comité Pro Desarrollo del Bajo Aguán (COPRODEBA) formado en 1984, la Asamblea Permanente de Organizaciones Populares del Aguán (APOPA) fundada en 1988, y la Central de Organizaciones Populares del Aguán (COPA) establecida en 1996. Todos los grupos, sin embargo, tuvieron dificultades para pasar de la protesta a la propuesta.9 COPRODEBA, por ejemplo, apoyó las huelgas de estudiantes y otras manifestaciones públicas, pero no pudo aprovechar el pequeño espacio político que se ganó. APOPA estuvo al frente del cierre de carreteras y de otras protestas, pero se vio plagada por líderes sin representatividad.

COPA pareció aprender algunas lecciones de los otros dos grupos —ninguno de los cuales duró mucho antes de disolverse— y logró bloquear con éxito varios proyectos controvertidos, incluida una planta para la extracción de aceite de palma —desastrosa para el medio ambiente—, propiedad de Facussé, que estaba por construirse en una antigua base militar —en proceso de litigio— cerca de Trujillo. Sin embargo, COPA terminó bajo el control de los líderes locales del Partido de Unificación Democrática (UD), un partido político formado en 1993 por remanentes de varios antiguos grupos guerrilleros. Con el asesinato en 1997 de Carlos Escalera, coordinador de COPA y candidato del UD para la alcaldía de Tocoa, la organización fue literalmente decapitada y perdió fuerza en la región.10

Con las cooperativas agrícolas en proceso de disolución, con los patronatos plagados de politización partidaria, y con organizaciones populares disfuncionales, los ciudadanos del valle del Bajo Aguán quedaron con pocas opciones para actuar de manera coordinada y organizada para resolver sus problemas. Tuvo que sobrevenir el huracán Mitch para que surgiera una nueva alternativa.

Huracán Mitch. La mayoría de las casas y campos en el valle del Bajo Aguán resultó inundada cuando las aguas del huracán Mitch se precipitaron desde las montañas circundantes. Sin embargo, en medio de la tragedia floreció la solidaridad. Los vecinos acudieron en ayuda de sus vecinos. Las personas compartieron lo poco que tenían, y la mayoría sobrevivió. No obstante, a medida que empezaron a retirarse las aguas, escaseó la comida. Las plantaciones arrasadas dejaron a los trabajadores sin empleo, y los servicios locales quedaron dañados o destruidos. Las agencias de ayuda nacionales e internacionales se apresuraron a distribuir alimentos. Y pronto surgió un debate sobre quién debía manejar la emergencia alimentaria y cómo debía distribuirse.

No era solamente un debate local. El gobierno hondureño daba bandazos de un plan administrativo a otro. La Comisión Permanente de Contingencias (COPECO) controlada por los militares, pronto sufrió un fracaso espectacular en la abrumadora tarea de manejar la ayuda de emergencia.11 Posteriormente, el presidente Carlos Flores asignó responsabilidad geográfica a los ministros de su gabinete para el manejo de la emergencia. Asignó a la fundación de su esposa, la Fundación María, un papel protagónico, sugiriendo a los donantes, que se mostraban nerviosos por la corrupción en el gobierno12, que podían confiar en la organización semioficial de la primera dama.13 Cuando eso no logró aplacar las críticas, a mediados de noviembre el presidente delegó el cuidado y la alimentación de las personas sin hogar a las iglesias del país. Flores autorizó a los organismos no gubernamentales (ONG) traer con pocas restricciones ayuda material, y firmó un decreto apelando a los gobiernos locales a incorporar en su respuesta a la emergencia a los ONG, a las iglesias y a otros grupos privados. En enero de 1999, Flores dejó en manos de las alcaldías la tarea de encontrar alojamiento para las familias sin hogar que aún quedaban en los refugios. Sin embargo, el presidente no hizo nada por ayudar a las alcaldías a tener acceso al cinco por ciento del ingreso del gobierno central, al cual tienen derecho por ley. Flores esencialmente descentralizó la responsabilidad sin descentralizar los recursos.14

En el valle del Bajo Aguán, la pastoral social de la diócesis católica de Trujillo tenía una presencia organizada en barrios urbanos y en aldeas rurales mucho antes del Mitch.15 Con el apoyo de Catholic Relief Services (CRS) y el financiamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (AID), la pastoral social se encargó de un programa masivo de alimento por trabajo. Al principio hubo una ligera resistencia por parte de los alcaldes y de otros políticos locales, quienes veían en el programa de alimento por trabajo una pesadilla logística, y prefirieron concentrarse en obtener lucrativos contratos para la reconstrucción de puentes y de otra infraestructura dañada por el huracán.

Creación de nuevas organizaciones locales. La pastoral social y CRS vieron el programa de alimentos por trabajo como una oportunidad para forjar organizaciones sostenibles con base en la comunidad que pudieran transformar las relaciones locales de poder. Así, como condición para entregar la ayuda alimentaria, requirieron que las comunidades locales se organizaran en Comités de Emergencia Locales, que por sus siglas se llegaron a conocer popularmente como Codeles. Se especificó que cada Codel debía tener representantes de todas las fuerzas vivas, igual representación de hombres y mujeres, así como procedimientos democráticos y transparentes para la planificación y la distribución de alimentos. En un momento dado, el número de Codeles llegó a sumar 551 en 12 alcaldías en el valle y las áreas a su alrededor. Un trabajador extranjero involucrado en el programa, que pidió omitir su nombre, explicó, “La idea era mantenerse alejado del paradigma común, particularmente evidente en emergencias, de tener a alguien que llegara al pueblo en un caballo blanco y atendiera todas las necesidades. . . El sentir era que tanto los políticos en Honduras como los ONG eran culpables precisamente de eso, de ir recogiendo recompensas o cobrando deudas políticas en el proceso. En esencia, ese tipo de desarrollo ‘heroico’ refuerza el sentir de las personas de que no tienen el poder de hacerlo por sí mismas . . . Claro está que hay una gran cantidad de personas de gran corazón que están haciendo con las mejores intenciones una cantidad de cosas muy buenas, pero una mirada a más largo plazo indicaría que cuanto más pronto se pueda facilitar un proceso en el que la gente empiece a buscar cómo resolver sus propios problemas con sus propias soluciones, más pronto saldremos de las trampas de la dependencia. . . Esa era la idea tras el concepto de una amplia participación popular en los Comités de Emergencia Locales. Fue también la parte más difícil, porque es una tarea tediosa y desprolija, y no está llena de gratificaciones inmediatas o siquiera a mediano plazo.”16

Rosibel Hernández, del poblado de Isletas, en el municipio de Sonaguera, recuerda cómo se creó el Codel de su comunidad: “El Codel se formó cuando organizamos un comité para distribuir la comida. Cavamos las cunetas de drenaje y reparamos las calles y las casas. Los hombres, las mujeres y los niños trabajaron todos juntos, fue muy eficaz,” dijo Hernández. “Durante ese tiempo el patronato estaba involucrado en, bueno, en realidad no sé lo que estaban haciendo, aparte de criticarnos. Al principio el patronato estaba en contra del Codel. Decían que era cosa de la iglesia. Pero en realidad estaban celosos porque trabajábamos más duro que ellos, nos organizábamos mejor y literalmente nos entregábamos a los proyectos. Y fue claro para todos que los Codeles no eran católicos, aunque la iglesia católica los apoyaba. Buscamos a los evangélicos para involucrarlos y ellos participaron bien. Nos aseguramos que todos participaran.”

En Planes, otro poblado en Sonaguera, Mariana Ortiz tuvo una experiencia similar: “Cuando el Mitch, muy pronto nos dimos cuenta de que no éramos importantes para los políticos, así que resolvimos emprender nuestra propia organización, un Codel, con la ayuda de la pastoral social. En realidad nunca habíamos trabajado juntos, pero la experiencia fue hermosa. Limpiamos la comunidad. Nunca tuvimos un proyecto de agua potable para nuestra comunidad, así que instalamos uno, junto con 85 letrinas. Por esa experiencia aprendimos que tenemos fuerza trabajando juntos. Gracias a Dios que el huracán Mitch nos hizo un favor. Para algunos, fueron momentos difíciles, pero para muchos de nosotros ha sido una oportunidad. Tuvimos grandes pérdidas de personas y propiedades, pero ganamos en conciencia y salimos con una organización fuerte.”

La composición del Codel en la comunidad de Ortiz era típica. Incluía a dos representantes de la junta local de agua, dos de la asociación de padres, dos católicos, dos evangélicos, dos del programa de educación para adultos, y dos de la asociación comunal de fútbol. En comunidades con patronatos activos, también se les invitó a designar a dos representantes ante el Codel. Los jóvenes también estuvieron presentes en muchos Codeles, algo que rara vez se oyó de otras organizaciones en el valle. “Aquí los jóvenes antes no tenían ningún interés en participar en las organizaciones populares, mucho menos en los partidos políticos, ya que no los consideraban relevantes o eficaces. Con el trabajo de los Codeles, los jóvenes se sienten más positivos acerca de la participación política,” dijo Ortiz.

Muchos participantes sostienen que una clave para el éxito fue la insistencia de que la mitad de los miembros fueran mujeres. “Teníamos mujeres en los Codeles, algo que los patronatos no tenían. Sólo había hombres. El patronato era un refugio para el machismo. En los Codeles, aprendimos por experiencia que las mujeres podían participar en cualquier puesto,” dijo Hernandez.

Jennifer Casolo, consultora en género para la pastoral social, calculaba que en los Codeles urbanos solía haber más mujeres que hombres. En 1999 observó que: “Al principio los hombres se decían: ‘Esto es sólo cuestión de distribuir alimentos, el verdadero poder se quedará en el patronato.’ Así que las mujeres ocuparon espacios que nunca antes habían ocupado, y eso les gustó. Han crecido. Han elaborado propuestas económicas y de otra índole. Sin embargo, también han empezado a tener conflictos con los patronatos, porque los patronatos están empezando a ver que se están quedando fuera. Las mujeres en los Codeles son ahora las que llevan la voz cantante. Hemos visto en las mujeres mucha capacidad de liderazgo. . . un liderazgo que es positivo, muy democrático y alternativo. Aunque hay unas cuantas mujeres que son meras cacicas, lo mismo que los hombres, y en cada nivel existe a veces la costumbre de ceder la última palabra a los hombres.”17

La pastoral social admitió, sin embargo, que aunque en los Codeles se escuchaban las voces de las mujeres de nuevas maneras, “las necesidades estratégicas y prácticas de las mujeres no estaban bien articuladas en los planes de desarrollo local” que los Codeles empezaron a producir.18 En el 2000, un observador sugirió que los Codeles habían hecho avances. “La fuerte participación de las mujeres es tal vez el catalizador de una mayor eficiencia y eficacia . . . dada la tendencia de las mujeres, percibida en muchos casos, a atacar más directamente los factores que limitan el bienestar de la familia. . . No he notado el peligro de que la presencia de las mujeres en la organización sea una mera formalidad.”19

Cada Codel tenía una variedad de comisiones tales como salud, educación, infraestructura, mitigación de desastres y auditoría social. El personal de la pastoral social veía esto como una manera de “repartir las responsabilidades entre gran cantidad de personas, formando muchos líderes pequeños en lugar de unos cuantos líderes grandes.”20 Una vez más, esto difería de los patronatos, las cooperativas, y las organizaciones populares, donde las decisiones las tomaba un grupo pequeño, o un líder. De esa manera, los Codeles usualmente lograban evitar la desconfianza que asolaba a las organizaciones tradicionales.

Ante el poderoso ejemplo de los Codeles, algunos patronatos cambiaron poco a poco su estilo y organización para parecerse más a los Codeles. El presidente de un patronato en Sonaguera, que pasó por ese cambio, sostuvo que “ahora sentimos que somos parte de una corriente gigantesca, con la capacidad de movilizar a la comunidad. Antes teníamos que ordenar que la gente llegara, con la amenaza de que se les multaría si no participaban en el trabajo comunal. Ahora, con esta nueva organización y la delegación de funciones, la responsabilidad que tengo es menos difícil. Desde que llegaron los Codeles no he tenido que trabajar tan duro.”21

El entusiasmo por los Codeles era por lo general más fuerte en los poblados rurales que durante mucho tiempo han languidecido en la periferia de las estructuras municipales de poder. En varias comunidades urbanas, los Codeles “eran más débiles, dada la mayor heterogeneidad social, la influencia más fuerte de la política clientelista tradicional, y el individualismo de la clase media.”22

Reacción y rivalidad. Sin embargo, algunos líderes de los gobiernos locales se pusieron recelosos, y luego hostiles. “Cuando algunos de los líderes de los patronatos se dieron cuenta de que no éramos simplemente un fenómeno temporal, nos criticaron, preguntándonos quién nos había elegido para el cargo. Respondimos que la comunidad nos había escogido, pero eso no los impresionó, porque los Papapolíticos los habían colocado a ellos en sus cargos. Ciertos de ellos nos acusaron de representar a los católicos, e hicieron que algunos evangélicos vincularan el número 666 a los Codeles,” dijo Orellana Luna, refiriéndose a la alusión numérica del Anticristo, que algunos evangélicos relacionan con el papa.

A mediados de 1999, los Codeles empezaron a trabajar en planes de desarrollo a largo plazo, cambiando su nombre a Comités de Desarrollo Local pero conservando las mismas siglas, y empezaron a vincular a cada Codel con una red regional. Un grupo de diez o más Codeles de comunidades aledañas eligieron representantes ante un Secodel, que a su vez designó representantes para un comité municipal llamado Unicom. Los Unicomes procederían luego a cabildear en los gobiernos municipales acerca de las demandas aprobadas a través de la estructura Codel-Secodel-Unicom. Para el 2001 los Unicomes formaron una estructura regional que abarcaba a varios municipios en el Bajo Aguán y en las áreas vecinas. Esta estructura recibió el nombre de Unicorass, la Unión de Comunidades Organizadas de la Región de Aguán, Sico-Paulaya, y la Costa Atlántica.23

Esta red, hasta el nivel municipal, era paralela a la estructura de los alcaldes con sus patronatos, pero revirtió la cultura política tradicional de Honduras de abajo hacia arriba en lugar de ser de arriba hacia abajo. Tradicionalmente, si los alcaldes celebraban una reunión, era para informar a la ciudadanía sobre las decisiones que se habían tomado. Con el surgimiento de los Codeles, las demandas fluían de abajo hacia arriba por la escalera del Secodel, donde se integraban en solicitudes y planes sectoriales y luego se transmitían al Unicom.

Si eso no era suficiente para crear malestar entre algunos jefes políticos tradicionales, el sistema Codel también fortaleció los esfuerzos ciudadanos dirigidos a fiscalizar los aspectos económicos del gobierno municipal.

En Sonaguera, esto adquirió proporciones dramáticas. Al alcalde, Carlos Morazán, nunca le gustaron los Codeles, y al principio se negaba a dar siquiera una cita a los líderes de los Codeles. (Esta actitud es una réplica del comportamiento político en el ámbito nacional. El presidente de la Asociación de Municipios de Honduras no pudo obtener una cita con el presidente Flores cuando éste subió al poder; no fue sino hasta después del huracán Mitch que Flores percibió la necesidad de dialogar con los alcaldes de su país.)

Más tarde, los Codeles acusaron a Morazán de fraude. “A medida que nuestras comisiones de auditoría social empezaron a investigar . . . comenzamos a recopilar evidencias de robo en la oficina del alcalde. Por ejemplo, en varias comunidades se había obligado a la gente a firmar documentos por cantidades de arena mayores de las que habían recibido para los proyectos de construcción patrocinados por la alcaldía. Y varios puentes reconstruidos y cruces de ríos reforzados fueron facturados dos veces por la alcaldía. Fuimos a la alcaldía y exigimos ver los registros financieros, pero el tesorero huyó y sigue fugitivo. El alcalde… nunca respondió nuestras preguntas,” relató Ortiz.

Los Codeles de Sonaguera llevaron sus evidencias a la Contraloría General de la República en Tegucigalpa, principal ente auditor de la nación. Los Codeles reunieron más evidencias y las presentaron a la Dirección General de Investigación Criminal (DGIC). Por último, algunos agentes de la DGIC se presentaron a la alcaldía en Sonaguera pidiendo que les mostraran los libros. Morazán supuestamente estaba perplejo. “No nos creía cuando le dijimos que íbamos a enderezar las cosas aquí,” observó Ortiz.

En septiembre del 2000, los Codeles del Bajo Aguán exigieron a los funcionarios de las alcaldías del valle que firmaran una carta de intenciones reconociendo oficialmente a los Codeles y comprometiéndose a trabajar con ellos. Los Codeles querían formalizar su existencia y garantizar su sobrevivencia a largo plazo. Algunos líderes de los Codeles sugirieron que se les cortara la ayuda de la AID a los alcaldes que se negaran a firmar la carta, en particular el financiamiento para costosos proyectos de agua y saneamiento.

De los doce municipios donde funcionaban los Codeles, sólo firmaron la carta los alcades de tres de ellos: Tocoa, Limón, e Iriona. El resto se negó a firmar, porque evidentemente se sentían amenazados por el movimiento Codel, cada vez más agresivo. “Por funcionar fuera de la maquinaria de los partidos políticos, los Codeles eran una amenaza implícita para las bien establecidas estructuras de poder y autoridad en Colón. De hecho, durante el último siglo, nadie en Honduras había desafiado de verdad la hegemonía de estos partidos sin arriesgarse a las consecuencias”, dijo un funcionario extranjero que pidió omitir su nombre, en referencia al asesinato de Escalera cuando éste se postuló como alcalde de Tocoa. “Los alcaldes se despiertan un buen día y encuentran que sus comunidades están firmemente organizadas y que exigen participar en los planes para el financiamiento de emergencia, por fuera del conveniente marco del patronato. Probablemente para ellos eso ocasionó demasiado ruido en el sistema, y un desafío que sus habilidades políticas no podían afrontar... Los Codeles se empezaron a ver como una tercera fuerza en la línea de un movimiento de ‘poder popular’ con serias consecuencias en la obtención de votos para los alcaldes. Si los alcaldes no podían demostrar que estaban manejando la reconstrucción por la generosidad del partido, entonces ¿qué caso tenía? Esa era su gran oportunidad de traer agua para su molino, y la iglesia les estaba privando de ello con la formación de lo que los alcaldes llamaban los ‘gobiernos paralelos’ de los Codeles. Los Codeles hablaban de transparencia en el manejo de los alimentos y de los otros recursos para la reconstrucción, sugiriendo que los funcionarios podrían no ser tan transparentes; los Codeles hablaban de una planificación a mediano y largo plazo, independiente de los ciclos electorales, porque las necesidades estaban firmemente establecidas y necesitaban años de esfuerzo para abordarlas, cuestionando así la capacidad de los partidos para mejorar sus vidas; los Codeles hablaban de nuevas formas de organización comunitaria que no se apoyaban en los patronatos porque estas organizaciones basadas en los patronatos no tenían arraigo en las vidas y aspiraciones de la gente común.”

En lugar de percibir a los Codeles como una “tercera fuerza”, muchos alcaldes querían clasificar a los grupos como un frente para la izquierdista UD. Y en efecto, “un buen número de los miembros de los Codeles estaba a favor de la UD.”24 Orellana Luna, un veterano del una vez proscrito Movimiento Popular de Liberación (el movimiento izquierdista guerrillero “Cinchoneros”), reconoció que esto era un problema, pero sostuvo que los Codeles estaban haciendo esfuerzos por contrarrestarlo: “Personalmente estoy curado de ideología. Ahora soy del pueblo. Podemos hacer mucho con el pueblo, más de lo que podemos hacer con sólo las cúpulas que quieren imponerle al pueblo, y que es precisamente el problema con los partidos políticos. Hemos impuesto demasiado... Hemos tenido problemas con los intentos de la UD de apoderarse de los Codeles y de Unicorass, pero hemos resistido porque sabemos que si el gobierno logra etiquetarnos como un frente de la UD, entonces podrá negar que realmente somos una expresión organizada de la sociedad civil.”25

Un funcionario del gobierno de Estados Unidos, familiarizado con el desarrollo de los Codeles, dijo que los alcaldes exageraban la amenaza del involucramiento de la UD. “Esta área tiene una gran cantidad de viejos revolucionarios. Pero mire, en Honduras el problema serio es lograr que la gente se involucre. A mí no me interesa si son revolucionarios, siempre y cuando les importe y estén dispuestos a hacer que la gente se involucre. Lo único que pueden hacer es ayudar”, manifestó el funcionario que pidió que se omitiera su nombre.

Osvaldo Sandoval, miembro del consejo municipal en Tocoa durante ese periodo y ahora vicealcalde del municipio, indicó que también la izquierda se había equivocado en cuanto a cómo resultarían los Codeles. “Los viejos revolucionarios que andan por ahí erraron al pensar que estas nuevas estructuras serían izquierdistas y revolucionarias. La realidad ha sido bien distinta. Los Codeles tienen todas las tendencias dentro de ellos, pero cumplen su trabajo. Tenemos algunos poblados que están a 25 minutos del centro de la ciudad, y que nunca habían tenido agua hasta que organizaron un Codel.”

Sandoval dijo no compartir la preocupación de Morazán y de la mayoría de los otros alcaldes. “Tras el Mitch, pedimos a la iglesia que nos ayudara con alimentos, y ellos sacaron ventaja de esta oportunidad y organizaron los comités de emergencia,” explicó Sandoval. “Los patronatos siguieron en su tradicional actitud pasiva y paternalista, y hasta exigían que les pusiéramos la comida en la boca. La alcaldía necesitaba a los Codeles, ya que no teníamos suficientes recursos propios. . . Los otros alcaldes estaban celosos de los Codeles; pensaban que era un proyecto católico. Tuvimos unas 30 ó 40 reuniones con alcaldes de todo el valle, hablamos de... la necesidad de crear estructuras con una nueva visión de desarrollo. Pero los alcaldes tenían miedo de las nuevas estructuras; nunca antes habían trabajado con participación ciudadana … Acusaban a Peter [Marchetti, el sacerdote en Tocoa que además coordinaba la pastoral social diocesana] de ser un subversivo. Pero Peter sólo estaba ayudando a promover la participación ciudadana… Sin embargo, no logramos que entendieran eso. Así que los otros alcaldes finalmente se fueron a quejar con el gobierno y con la embajada de Estados Unidos.”

Una delegación de alcaldes, encabezada por Morazán (que había sido elegido jefe de la organización regional de alcaldes) y acompañada por Solomón Martínez26, diputado del Partido Liberal en Colón, fue a quejarse ante la jefa de la misión de la AID. Según una de las personas que participaron en la discusión con la embajada norteamericana, los alcaldes se quejaban fundamentalmente de que “la AID estaba subvirtiendo la democracia estilo hondureño al apoyar a la iglesia en su trabajo fuera del marco partido-patronato.”

Aunque la reunión dejó en claro que los alcaldes que se negaran a firmar la carta de intenciones no correrían el riesgo de perder el financiamiento de la AID, sí causó una gran conmoción dentro de la embajada, y condujo a acaloradas discusiones entre funcionarios de la AID, el CRS, y la pastoral social. El liderazgo de Codel accedió a dejar en claro que no pretendían forzar la cooperación de los alcaldes renuentes por la vía de amenazarlos con presionar para que se les recortara la ayuda.

Marchetti afirmó que las discusiones habían sido una experiencia de aprendizaje para el personal de la embajada: “A la AID le interesa combatir la corrupción, y tienen una especie de sistema de notas donde se reporta qué tan bien se están desempeñando los gobiernos municipales. Sin embargo, a veces los alumnos hacen trampa y la AID es como el profesor sabio que no tiene ni idea de lo que está sucediendo. Morazán había recibido su más alta calificación, era uno de sus pupilos estrella, pero lo que sucede con la participación ciudadana es que la gente se involucra y descubre que él les está cobrando por proyectos que ya habían sido pagados por el gobierno. El dinero adicional iba directo a su bolsillo. Esto provocó un escándalo tremendo. La AID estaba bastante disgustada por eso …”27

Mientras la AID conjeturaba qué hacer con su pupilo estrella, los Codeles en Sonaguera seguían batallando con su alcalde. “Morazán todavía se negaba a hablar directamente con nosotros. En la oficina de su abogado declaró no saber nada sobre la corrupción. Pero su abogado se llevó a La Ceiba todos los registros municipales relevantes”, afirmó Ortiz, quien agregó que de todos modos los Codeles primero habían hecho copias de varios documentos supuestamente incriminatorios. Cuando los Codeles formalmente acusaron de robo a Morazán ante la DGIC, el alcalde respondió acusando de calumnia a 41 líderes de los Codeles locales.

Con el escándalo de la corrupción pendiente sobre su cabeza, Morazán perdió las elecciones primarias del Partido Liberal para la alcaldía. Hizo un trato con el Partido Democracia Cristiana para correr como su candidato En un esfuerzo por controlar el daño, finalmente se reunió con los Codeles en los últimos días de la campaña, y prometió reconocer la legitimidad de las organizaciones si éstas retiraban la acusación de delito en su contra. Los Codeles se negaron y montaron una fuerte campaña en su contra. Morazán terminó en un distante tercer lugar en la elección, con el 16.7% de los votos. Nelson Sauceda, el primer candidato del Partido Nacional en ganar una contienda para el cargo de alcalde en Sonaguera, ganó con el 40.7 por ciento.

La campaña electoral y el voto del 2001 demostraron que los Codeles habían alcanzado la mayoría de edad. En 11 de los 12 municipios donde había Codeles, todos los candidatos a alcaldes firmaron una nueva carta de intenciones en la que se comprometían a cooperar con los Codeles.28 En Balfate, un líder del Codel ganó la alcaldía. En Tocoa, los Codeles reunieron a 2000 ciudadanos para un debate entre los candidatos, y desempeñaron un papel clave en el voto. En Sabá, los Codeles celebraron foros públicos para todos los candidatos y formaron un grupo de monitoreo de las elecciones, al que el alcalde titular culpó por haber perdido la contienda contra el candidato del Partido Nacional —al igual que en Sonaguera, la primera victoria para ese partido en una elección para la alcaldía de Sabá.

Tras tomar posesión en enero del 2002, la mayoría de los nuevos alcaldes organizaron ceremonias para juramentar a sus Codeles, Secodeles, y Unicomes, algo que habían prometido en su carta de intenciones. Cruz reconoció dos motivaciones para el cambio de actitud: “Los nuevos alcaldes están más abiertos hacia los Codeles, debido en parte a que son más conscientes que los antiguos alcaldes, pero también porque de muchas maneras no tienen otra alternativa. Sin nuestros votos no pueden ir muy lejos.” Orellana Luna lo dijo de una manera muy sencilla: “Cambiamos votos por participación.”

Una señal de esperanza. Tras la juramentación a principios del 2002, la red Codel concentró su energía en reorganizarse para la carrera larga. En la mayoría de las comunidades, los líderes del Codel trabajaron con funcionarios municipales para obtener su personería jurídica. Y los activistas de los Codeles siguieron viajando por todas partes, explicando su historia a grupos interesados en emular la experiencia del Bajo Aguán. “Ahora a Tocoa se le considera internacionalmente como un nuevo modelo de reestructuración para el desarrollo,” afirmó Sandoval.

Algunas comunidades mantuvieron lo que llaman un patronato, pero este funcionó como un Codel y trabajó como parte de la red Codel-Secodel-Unicom-Unicorass. En otros lugares, la lucha continúa. Los Codeles de Sabá se enfrentaron con las autoridades municipales, que parecían haber olvidado la carta de intenciones. Los miembros de Codel también se reunieron constantemente para elaborar planes de desarrollo para sus poblados y municipios, y así poder decir a los funcionarios municipales lo que querían. “Tenemos que elaborar los proyectos y llevarlos a la alcaldía, porque la alcaldía nunca viene al pueblo”, comentó Ortiz, elegido representante de Sonaguera ante Unicorass. Pero la elaboración de planes técnicos a largo plazo requiere habilidades que por lo general los pobres no poseen. De manera que Unicorass y la pastoral social también empezaron a hacer planes en el 2002 para abrir un centro técnico cerca de Tocoa, una especie de universidad campesina que piensan llamar Popul Natun– en Nahual, “la Casa del Pueblo.”

En 2001, tras la partida de Marchetti del área —empujado por amenazas de muerte que muchos opinaron tenían su origen en Facussé29—, el compromiso de la diócesis de Trujillo hacia los Codeles pareció debilitarse. El nuevo director de la pastoral social empezó a alejarse de la red Codel y a volver a formas más tradicionales de compromiso social. Irónicamente, tres años después de su fundación, algunos políticos estaban acogiendo a los Codeles y algunos sacerdotes los estaban rechazando. Sin embargo, no todo el mundo se sentía decepcionado. “Peter [Marchetti] veía que el papel de la pastoral social estaba disminuyendo y que la sociedad civil se estaba levantando para tomar control de los Codeles, pero algunos de los otros sacerdotes no querían soltar su poder, y seguían pensando que podían hablar en nombre de la sociedad civil,” opinó Orellana Luna, elegido coordinador de Unicorass. “La sociedad civil es como los niños, y nosotros les decimos a los padres: ‘Ustedes nos crearon, así que acéptennos como somos.’ Pero algunos de los sacerdotes están coludidos con los ricos, con los asesinos. Cuando se deshicieron de Peter, pensaron que ahí terminaba todo, porque creyeron que Peter era todo. Pero estaban equivocados. Lo que Peter hizo fue darnos espejuelos para que pudiéramos ver nuestra miopía, pero él no hizo el trabajo. Él solamente nos ayudó a ver las cosas como son en realidad”.

Mientras tanto, dado que gran parte del financiamiento internacional para la reconstrucción se terminó a finales del 2001, el gobierno hondureño finalizó su programa de reconstrucción post Mitch y empezó a implementar una estrategia de reducción de la pobreza que logró negociar con las financieras internacionales como un requisito para que se le incluyera en la iniciativa de los países pobres altamente endeudados del Fondo Monetario Internacional.30 Algunos observadores comentaron que la estrategia demostraba que el gobierno no había aprendido nada durante los últimos tres años. “La estrategia no aborda las causas de la pobreza. Ataca algunos de sus efectos, como la mala salud y la deficiente infraestructura, pero no toca las causas fundamentales de la pobreza, como la forma de poder político en Honduras, el tipo de democracia que se ejerce aquí,” manifestó Germán Calix, director nacional de Caritas.

En el valle del Bajo Aguán, miles de personas pobres comunes y corrientes convirtieron la tragedia del huracán Mitch en una oportunidad para el cambio social. Para enfrentar la tragedia crónica de la pobreza, Honduras necesita canalizar esa misma creatividad y energía. “Estamos haciendo grandes esfuerzos por cambiar nuestra historia, esta historia de nosotros en la que a la sociedad civil siempre se le ignora, se le margina, o se le aplasta,” opinó Cruz. “El valle del Bajo Aguán puede ser una señal de esperanza para Honduras, una señal de lo que es posible en el futuro cuando permitamos que la sociedad civil tenga un poco de espacio para florecer. Es una señal de lo que es posible con una verdadera democracia.”

Posdata: Invasión campesina a una antigua base militar

Poco antes de la medianoche del 12 de mayo del 2000, una decidida multitud de 700 familias sin tierra se abrieron paso entre las tropas del ejército hondureño para invadir una antigua base militar en el valle del Bajo Aguán, cerca de Trujillo. El Centro Regional de Entrenamiento Militar (CREM) fue construido por el gobierno de Estados Unidos en los años ochenta para entrenar a los ejércitos de la región. Los campesinos, muchos de los cuales perdieron sus humildes viviendas durante el huracán Mitch, reclamaban que bajo las disposiciones de las leyes sobre reforma agraria del país, el gobierno debía entregarles a ellos la antigua base. El Instituto Nacional Agrario (INA) estaba de acuerdo. Sin embargo, un grupo de ganaderos que había comprado la tierra de manera ilegal en 1991 —a una fracción del valor real de la propiedad— se oponía a la medida, y recibió a balazos a los campesinos.

Al salir el sol la mañana siguiente —día de San Isidro, santo patrono de los campesinos—, la tierra estaba en manos de los campesinos. Pronto, sus sencillas chozas de frondas de palma empezaron a tomar apariencia de hogares. Construyeron una escuela rústica sobre una plataforma de cemento donde alguna vez los asesores gringos habían enseñado técnicas de contrainsurgencia. Organizados en el Movimiento Campesino del Aguán (MCA), prohibieron el alcohol, y organizaron brigadas para supervisar la salud, la producción de alimentos, la seguridad y la educación. Su presencia provocó una airada respuesta por parte de los ganaderos, quienes se sintieron injustamente privados de lo que una vez habían robado con todas las de la ley. La tensión entre los dos grupos escaló hasta que hubo un intercambio de disparos en el que murió Diógenes Osorto, uno de los ganaderos, con un AK-47 en sus manos. La familia de Osorto y otros ganaderos culparon al sacerdote jesuita Peter Marchetti de alborotar a lo que ellos consideraban un campesinado dócil, y juraron vengar la muerte de Osorto. Marchetti atizó más el fuego al acusar a los terratenientes locales del asesinato del activista político Carlos Escalera, quien se había opuesto a la instalación de la planta procesadora de aceite de palma en el CREM. Marchetti agregó que los terratenientes locales se estaban beneficiando del paso por la región de la cocaína destinada al mercado estadounidense. Declaró que los narcoganaderos tenían el respaldo de un narcogobierno. Tras varios meses de amenazas de muerte, Marchetti se vio obligado a salir del país.

Aun así, los nuevos residentes del CREM permanecieron en el lugar, desafiando a los ganaderos y a los militares, aunque contaban con el apoyo del INA, cuyo director, Aníbal Delgado Fiallos, había alentado a los invasores. Delgado Fiallos finalmente convenció al presidente Carlos Flores para que entregara algunos títulos de propiedad. El gobierno prometió pagar a los ganaderos sus “mejoras” a la propiedad, una práctica común en Honduras que permite que los ricos se beneficien de los fondos de la reforma agraria, supuestamente destinados a beneficiar a los pobres. Pero el gobierno se resistió a dar el dinero, e, irónicamente, fue el MCA el que llegó a rescatar a los ganaderos, bloqueando varias veces, a finales del 2001 y principios del 2002, la carretera que pasa por la propiedad. Al tener camiones cargados de piñas y bananos de la empresa Dole aparcados a lo largo de la carretera, el Ministro de Finanzas finalmente decidió que podía encontrar el dinero necesario.

La nueva comunidad ubicada en el CREM se llama Colonia Guadalupe Carney, en memoria del sacerdote jesuita que organizó cooperativas en esa área hasta que fue expulsado del país en 1979. Muchos de los residentes provenían de comunidades en el Bajo Aguán, donde se organizaron Codeles (véase arriba) tras el paso del huracán Mitch. Los organizadores del MCA ponen como requisito que los participantes no hayan estado involucrados en cooperativas agrícolas que recibieron tierras del gobierno en los años setenta, sólo para venderlas en los años noventa. Y, en contraste con las acciones campesinas de antaño, ahora las mujeres forman parte del liderazgo del MCA.

Muchos activistas en todo Honduras vieron a la invasión del CREM—la más grande acción de su tipo en la historia de Honduras—como una señal de una nueva militancia entre los sin tierra en el país, quienes habían visto la constante disminución de apoyo oficial para cualquier tipo de reforma agraria durante la década después de la aprobación en 1992 de la triste Ley para la Modernización y el Desarrollo del Sector Agrícola. Alentados por el éxito de la invasión, a mediados del 2002 los líderes campesinos del país y los líderes de los Codeles del Bajo Aguán, estuvieron maquinando una recuperación aún más grande en un área cercana.

Aunque el empoderamiento experimentado por los pobres de la región en el desarrollo de los Codeles contribuyó directamente a la invasión del CREM, las lecciones del primero no pasaron automáticamente al segundo. Rosibel Hernández, una líder del Codel en Sonaguera, pasó a vivir en la Colonia Guadalupe Carney unos seis meses después de su establecimiento. “Cuando llegue pregunté sobre los Codeles, pero la gente me dijo que aquí no eran necesarios, que aquí no querían a los Codeles,” dijo Hernández. “Es cierto, tenemos otras formas de organización. Pero algún día tal vez también vamos a necesitar un Codel.”

Paul Jeffrey es periodista norteamericano que colabora con la Comunidad Teológica de Honduras. Este artículo está tomado del libro Descifrando a Honduras: Cuatro puntos de vista sobre la realidad política tras el huracán Mitch (Manuel Torres, Thelma Mejía, Dan Alder, Paul Jeffrey, y Jack Spence), publicado en 2002 en Boston por Hemisphere Initiatives. Parece aquí con el permiso de Hemisphere Initiatives.

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[1]. Miguel Alonzo Macías, La Capital de la Contrarreforma Agraria: El Bajo Aguán de Honduras (Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, 2001), pp. 162, 193.

[2]. J. Guadalupe Carney, To Be a Revolutionary (San Francisco: Harper & Row, 1985), pp. 367-368. Carney fue expulsado de Honduras en 1979. En 1983, mientras acompañaba a un grupo revolucionario hondureño, Carney supuestamente fue capturado y asesinado por el ejército hondureño. La Standard Fruit Company es hoy una subsidiaria de la Dole Food Company, Inc. con sede en California. El otro productor importante de bananos en Honduras es la Tela Railroad Company, una subsidiaria de la Chiquita Brands International, Inc., descendiente corporativa de la tristemente famosa United Fruit Company.

[3]. Durante la administración del presidente Carlos Flores (1998-2002), Facussé, que es tío de Flores, era despectivamente apodado “Tío Mike”. Ese tipo de conexión política, junto con su inmensa riqueza, lo mantuvo fuera de la cárcel, a pesar de las acusaciones de crímenes en su contra, que iban desde el narcotráfico hasta el asesinato. Paul Jeffrey, “Landowners, peasants in fight for land,” National Catholic Reporter, 12 de octubre del 2001, p. 9.

[4]. Macías, pp. 98-103.

[5]. Macías, pp. 125-155.

[6]. Citado en Paul Jeffrey, “Landowners, peasants in fight for land,” National Catholic Reporter, 12 de octubre del 2001, p. 9. Véase también Macías, pp. 104-107.

[7]. Macías, pp. 87, 123.

[8]. Véase también Mark Schmid: Consultoría: Participación Ciudadana y Fortalecimiento Municipal en los municipios de la Región del Aguán, agosto del 2000, p. 9.

[9]. Véase una discusión de estos grupos en Dorien Brunt: Fortalecimiento Municipal por medio de la Participación Ciudadana Organizada: La experiencia después del huracán Mitch en Colón, Honduras (Tegucigalpa: Netherlands Development Organization (SNV), 1999), p. 11.

[10]. “Escalera fue un líder auténtico que decidió apedrear los castillos de Miguel Facussé, quien primero intentó comprarlo. Cuando Escalera se negó a venderse, Facussé trató de amenazarlo. Lo que necesitamos aquí son más líderes como él, que sepan exactamente dónde tirar las piedras,” afirmó Fausto Orellana Luna. Facussé. Dos miembros del Congreso de la región están entre las personas a quienes líderes de la iglesia y activistas de derechos humanos acusan de participar en el asesinato de Escalera, sin embargo, las autoridades judiciales del país han jugado el juego de las sillas musicales con los abogados y los jueces, impidiendo de esa manera que se avance en el caso. Véase Paul Jeffrey, “Landowners, peasants in fight for land,” National Catholic Reporter, 12 de octubre del 2001, p. 9.

[11]. El pésimo desempeño de los generales después del Mitch ayudó a acelerar el proceso de desmilitarización en Honduras. Paul Jeffrey, “Rhetoric and Reconstruction in Post-Mitch Honduras,” NACLA Report on the Americas, septiembre-octubre de 1999, p. 29.

[12]. En su informe de 1998, Transparency International clasificó a Honduras como la tercera nación más corrupta del mundo —la peor en América Latina.

[13]. A pesar del encanto fotogénico de Mary Flakes, en 1999 Leo Valladares, Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, criticó a la Fundación María por posible mala administración. En el 2000, la fundación se vio envuelta en otros escándalos, incluidas acusaciones de asesinato para encubrir fechorías financieras. Los periodistas hondureños, temerosos de las represalias del presidente Flores —quien intervino personalmente para despedir a cualquier periodista crítico de su gobierno—, nunca publicaron los artículos. Paul Jeffrey, “Press freedom under attack,” Latinamerica Press, 25 de junio del 2001, p. 3.

[14]. Cuando ocurrió el huracán Mitch, las alcaldías recibían menos del 1.5 por ciento de los ingresos del gobierno central. A inicios del 2002, la partida municipal había subido a apenas el 2 por ciento. Véase Estrategia para la Reducción de la Pobreza, República de Honduras, agosto del 2001, pp. 51-53, 61-62.

[15] Por los Caminos de la Participación Ciudadana: Una experiencia que contar, Pastoral Social de la Diócesis de Trujillo, sin fecha.

[16]. Véase también François Grunewald, Véronique de Geoffroy, y Sarah Lister, NGO Responses to Hurricane Mitch: Evaluations for Accountability and Learning (Londres: Overseas Development Institute, 2000).

[17]. Citado en Brunt, p. 23.

[18]. Brunt, p. 23.

[19]. Schmid, p. 10.

[20]. Brunt, p. 4.

[21]. Seferino Orellana Gutiérrez, presidente del patronato en Brisas de Miramar, municipio de Sonaguera. Citado en Brunt, p. 12.

[22]. Schmid, p. 8.

[23]. Al principio se llamó Unión de Comunidades Organizadas de la Región de Aguán, Sico, y Sangrelaya, pero el nombre cambió en el 2002, cuando el grupo inició gestiones para obtener su personería legal.

[24]. Schmid, p. 15.

[25]. La entrevista con Orellana Luna en marzo del 2002 tuvo que ser clandestina, ya que en ese momento él estaba escondido a resultas de que un activista de la UD presentara acusaciones en su contra relacionadas con la compra de unas tierras. Según Orellana Luna, las denuncias tenían una motivación política, a causa de su negativa a sucumbir a los intentos de la UD de apoderarse del movimiento Codel. Los cargos ya fueron retirados.

[26]. Martínez está estrechamente asociado con Facussé, y se le acusa también de estar ligado al asesinato de Escalera.

[27]. Entrevista con Peter Marchetti, 30 de mayo del 2001.

[28]. El municipio donde los candidatos no firmaron la carta del 2001 fue Limón, una comunidad predominantemente garífuna en el extremo este del valle del Bajo Aguán. Los líderes del Codel admiten que las diferencias culturales han hecho más difícil la aceptación en Limón de un modelo organizativo desarrollado en comunidades predominantemente mestizas.

[29]. Paul Jeffrey, “Landowners, peasants in fight for land,” National Catholic Reporter, 12 de octubre del 2001, p. 9.

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