LA LEYENDA
CAPITULO V
EL PRIMER ENCUENTRO
Reino de Papunika.
La masa negra de la nave alienígena cruzó el cielo por encima del pueblo hasta llegar al palacio real. En el interior del palacio, la princesa Leona, que todavía no había sido informada de lo que estaba pasando, permanecía sentada en su trono, cabizbaja y pensativa. Estaba meditando sobre los acontecimientos ocurridos durante la última semana la pelea con Baran y el extraño sueño que la había hecho despertarse llena de miedo cuando un ruido que comenzó como un murmullo empezó a hacerse audible y a penetrar por las paredes del castillo.
¿Qué es lo que está pasando? murmuró preocupada, levantándose de su trono en el instante en que varios soldados irrumpieron en el salón real. ¿Qué es ese temblor?.
Princesa, algo terrible esta ocurriendo declaró uno de guardias sudando nerviosamente.
Leona frunció el entrecejo con desconfianza.
¿Qué sucede? ¿El Ejército del Mal está atacando nuevamente? preguntó ella sin saber de qué hablaban sus súbditos. ¡Digan algo!.
Mire por la ventana le instó uno de sus guardias.
Extrañada, la joven princesa de Papunika así lo hizo. Cuando sacó la cabeza se encontró con una imponente nave alienígena que cruzaba por los cielos. Las montañas que rodeaban el castillo parecían diminutas, empequeñecidas ante el increíble objeto que se encontraba en el aire. La gente corría aterrorizada tratando de abandonar las zonas aledañas al palacio, que era el sitio donde la nave se había detenido finalmente.
Dentro del Devastador imperial, Isótopo y los otros guerreros, con excepción de Galford, contemplaban con diversión el repentino caos que la aparición de su nave espacial había causado entre los habitantes de aquel primitivo mundo.
Solamente míralos correr comentó Lilith riendo. Pobrecillas criaturas, seguramente para cuando nos bajemos de la nave nos creerán dioses o algo por el estilo. Son tan patéticos.
Sólo son unos asquerosos insectos refunfuñó Sigma, cruzándose de brazos. Mira sus viviendas, que mundo tan atrasado tecnológicamente. No meren otra cosa que el exterminio.
Isótopo oprimió el botón de su escáner visual para registrar el área.
De acuerdo con mi escáner visual, la gema estelar de esta dimensión se encuentra en ese castillo de allá lejos hizo una pausa y se volvió hacia sus compañeros. Esto va a ser muy fácil, no detecto ningún presencia poderosa en el área. Será como quitarle un dulce a un niño inocente.
Disculpe, lady Lilith dijo el capitán de la nave, acercándose. Como ya localizamos la gema estelar, ¿desea que mande a las tropas a buscarla?.
¡Claro que no! exclamó Lilith bruscamente. Para eso es que estamos nosotros aquí, capitán, para buscar esa gema guardó silencio un momento y siguió. Destruyan las poblaciones aledañas al castillo. Utilicen las baterías turbo láser para bombardear el lugar hasta que no quede nada.
¡No estarán hablando en serio! Galford apareció por la esquina, fuera de sí.
Todas las miradas se clavaron como flechas en el guerrero meganiano de la Justicia. Lo miraban extrañados, como si lo que acababa de decir fuera algo totalmente incoherente.
Por supuesto que si, idiota le aclaró Lilith. Ya que estamos aquí, destrocemos el maldito lugar para pasar el tiempo. No hay nada que valga la pena.
¡Esa es gente inocente! vociferó Galford. No tenemos por que causarles ningún daño y... .
Los conceptos de inocencia y culpabilidad no tiene nada que ver aquí. Esos seres son solamente un montón de asquerosas basuras intervino Sigma en apoyo a sus aliados. Una vez que hayamos reunido las gemas estelares regresaremos y conquistaremos este patético mundo. ¿Qué más da que destruyamos este maldito lugar?.
Es verdad, Galford dijo Isótopo. Además, no te vengas a hacer el santurrón con nosotros. Estás aquí para ayudarnos, no para decir lo que podemos o no hacer. Sí tienes alguna queja ve con un comité.
Galford sujetó fuertemente la empuñadura de su espada mientras apretaba los dientes. Se estaba a punto de cometer una injusticia. Por unos instante, la idea de sacar su espada y atacar a aquella partida de asesinos cruzó por su mente. Sin embargo sí hacia eso estaría traicionando la confianza depositada en él por su emperador. Tras un breve momento de reflexión, Galford se tranquilizó.
Hagan lo que quieran que yo me lavó las manos hizo una pausa y se alisó los cabellos. Soy inocente de la muerte de esa gente, ustedes lo verán.
Olvídalo, Galford musitó Isótopo, acercándose al guerrero de la Justicia hasta casi rozarse con él. Ahora eres como nosotros, amigo, o sea, un digno servidor del imperio.
Lilith y los otros se dirigieron a la salida del puente dejando a Galford atrás mientras reían. Durante unos instantes, el guerrero de la Justicia se quedó completamente inmóvil. Luego de un instante de silencio, Galford decidió a seguir a sus camaradas mientras trataba de convencerse de que lo que estaba haciendo era lo mejor.
Pero a pesar de que en su mente el meganiano se repetía incansablemente que él no era responsable por las muertes que estaban a punto de ocurrir; la verdad era que al no hacer nada para evitar aquella acción, Galford era tan culpable como aquellos guerreros a los que tanto despreciaba.
Los soldados apostados en las afueras del palacio contemplaban con temor y curiosidad aquel misterioso objeto que ahora flotaba sobre el castillo y las zonas aledañas a éste. Era algo que nunca habían visto. El gigantesco platillo de veinticinco kilómetros proyectaba una enorme sombra de parecidas dimensiones sobre todo el lugar, era como si el sol se hubiera ocultado tras una gran nube.
De pronto y sin previo aviso, numerosas bolas de luz comenzaron a caer desde la enorme nave dejando tras de sí una estela blanca y brillante. Los soldados de Papunika no sabían exactamente lo que era aquel enorme objeto que los acechaba desde las alturas, pero cuando vieron como las bolas de luz caían sobre las viviendas de los aldeanos provocando un mar de destrucción, decidieron hacerle frente con sus cañones.
¡Disparen! ¡Hay que acabar con esa "cosa"! gritó uno de los vigías desde la torre más alta.
Los soldados corrieron a sus puestos para arrastrar los pesados cañones que usaban para proteger el castillo. Casi simultáneamente todos estos abrieron fuego contra la nave alienígena. Velozmente, las pesadas balas de cañón se dirigieron hacia el casco del Devastador Estelar y de pronto, a un kilómetro del blanco, todas golpearon una especie de pared invisible estallando al unísono.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿qué tipo de magia es esa? dijo a gritos uno de los soldados.
Algunos cañones del Devastador se inclinaron hacia abajo. Varias bolas de luz fueron disparadas contra el castillo, barriendo con la mayoría de sus defensores y provocando severos daños al palacio. Lo único que los soldados habían conseguido con sus ataques había sido llamar la atención del enorme objeto que ahora disparaba en contra de ellos sin ninguna misericordia.
En tanto, en el interior del castillo, todo comenzó a temblar a consecuencia de las múltiples explosiones que se sucedían a su alrededor. La princesa Leona alzó la mirada al techo como tratando de averiguar que era lo que sucedía. Parecía que todo el lugar estaba por venirse abajo en cualquier momento.
¡Miren lo que esta pasando! exclamó uno de los soldados, mirando por una de las ventanas.
Cuando todos se acercaron contemplaron con impotencia como el pueblo cercano al castillo estaba en llamas. Cientos de rayos de luz se precipitaban una y otra vez desde las alturas sembrando el caos. Era como si una mortal lluvia de fuego estuviera cayendo del cielo.
¿Qué es todo esto? preguntó la princesa sin dirigirse a nadie en concreto. No entiendo que es lo que está pasando.
Princesa, debemos huir a un lugar más seguro le sugirió uno de los guardias sudando exhaustivamente.
Pero ¿qué estás diciendo? Por ningún motivo me iré de este lugar, no importa lo que pase.
Princesa, por favor, comprenda insistió otro de los guardias.
Leona aparentó no escucharlo y nuevamente se volvió hacia la ventana mientras sus pensamientos volaban hacia Dai.
Oh, Dai. ¿dónde estás? musitó mientras el castillo volvía a temblar a consecuencia de las explosiones.
Entretanto, mientras los disparos de luz reducían a escombros el pueblo y el fuego se propagaba por todas partes, Isótopo, Lilith, Sigma y Galford llegaron hasta las puertas del castillo real de Papunika.
¡Alto ahí! les advirtió uno de los guardias, sujetando la empuñadura de su espada todavía enfundada. Otros dos armados con lanzas se acercaron. ¿Quiénes son todos ustedes?.
Isótopo miró a los guardias de arriba abajo con un gesto de desprecio. Era como sí aquellos soldados que tenía enfrente no fueran seres humanos, sino ratas. Sencillamente no había nada de piedad en su mirada. En absoluto silencio, el meganiano accionó su escáner visual para medir el nivel de combate de los guardias. En el visor que tenía sobre su ojo izquierdo empezaron a aparecer varios símbolos que se movían constantemente. Cuando el aparato finalizó su función, Isótopo sonrió.
Sólo tienen cinco miserables unidades de nivel de combate dijo y luego se volvió hacia sus compañeros para hacer burla de la fuerza de los soldados. Son unas basuras insignificantes. No les presten atención.
¿Qué cosa? exclamó el mismo guardia esta vez sacando su espada. ¿Cómo que basuras? ¡Eres un maldito cobarde!.
Los soldados de Papunika miraron a los forasteros con ira. A juzgar por su extrañas vestimentas, supusieron que debían pertenecer a otra región del mundo.
Ustedes pertenecen al ejército del Espíritu del Mal, ¿verdad?... ¡Son unos demonios!.
¿Ejército del Espíritu del Mal ? ¿Qué rayos es eso? murmuró Galford, enarcando una ceja con curiosidad.
Sólo dicen tonterías dijo Sigma con desdén. No perdamos el tiempo con estos gusanos y vayamos por la gema de una buena vez. Sí esto es lo mejor que pueden ofrecernos, entonces no nos tomará mucho tiempo.
Los guardias no lo pensaron más y, empuñando fuertemente sus armas, se lanzaron sobre los guerreros imperiales.
¡Ataquen!.
Isótopo se quitó el escáner visual de su rostro y miró fijamente a los soldados de Papunika que los atacaban. Un fuerte resplandor emanó de sus ojos en forma sorpresiva.
Preocupada por la seguridad de todos sus súbditos, la princesa Leona se rehusaba a abandonar el palacio. Estaba mirando desconsoladamente como todo el lugar era convertido en un infierno cuando repentinamente una explosión, que parecía venir del cuarto contiguo, llamó su atención.
¿Qué fue eso? inquirió al mismo tiempo que varios de los guardias desenfundaban sus espadas.
¡Quédese aquí, princesa! le pidió uno de los soldados en voz alta mientras se acercaba a la puerta justo antes de que una nueva explosión sacudiera el lugar.
Un guardia con su ropa rasgada y sangre en el rostro penetró en la habitación. Llevaba una serie de heridas en todo el cuerpo y caminaba lentamente. Antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, éste cayó pesadamente al suelo mientras cuatro figuras penetraban en la habitación en medio de una cortina de humo y polvo. Leona se cubrió el rostro mientras tosía al igual que todos los ahí congregados.
Cuando el humo y el polvo se disiparon, la soberana de Papunika y sus leales soldados quedaron frente a frente con los guerreros invasores del imperio Abbadón.
¡¿Quiénes son ustedes?! les preguntó Leona, mirándolos fijamente ¿Acaso son los responsables de todo esto?.
Isótopo, que sostenía por la cabeza el cuerpo inerte de uno de los guardias del palacio, miró a Leona y a los guardias malévolamente. Sus ojos destellaron.
Vaya, pero miren nada más lo que encontramos hizo una pausa y sonrió. ¿Ya vieron a esa niñita boba? El invasor arrojó el cuerpo de su víctima justo a los pies de Leona y los soldados y luego soltó una risita malévola. Seguramente ella es la mandamás aquí, ¿no?.
¡Ustedes son unos asesinos! les gritó uno de los guardias blandiendo su espada.
Yo soy Lilith declaró la guerrera de Selket. Khan guerrera del imperio de Abbadón y servidora del todopoderoso emperador N´astarith. A partir de este momento, este mundo y todos sus habitantes quedarán bajo nuestro absoluto dominio.
¿Qué es lo que están diciendo? preguntó Leona alarmada. ¡No pueden hacer eso!.
Claro que lo haremos, mocosa le respondió Isótopo sonriendo. Esta tierra y todos sus habitantes ahora son propiedad de nuestro imperio. No intenten resistirse o les irá mal. Sobre aviso no hay engaño.
Varios de los soldados se les acercaron amenazadoramente. Ciertamente, no estaban dispuestos a permitir semejante acto, ni que su princesa cayera en las manos de aquellos desconocidos sujetos. A juzgar por sus extrañas ropas, más de uno imaginó que se trataba de un conjunto de guerreros que trabajaban para el Ejército del Mal.
¡No lo permitiremos! gritó uno de ellos, segundos antes de lanzarse sobre Lilith.
¡Insectos! exclamó la Khan de Selket violentamente. Enseguida, una poderosa aura de energía rodeó el cuerpo de Lilith y eliminó a los soldados atacantes instantáneamente. Los guardias salieron disparados en diferentes direcciones con sus armaduras de batalla destrozadas y las ropas rasgadas.
No se preocupe, princesa, la protegeremos musitó uno de los guardias que quedaba con vida.
Los últimos soldados que flanqueaban a la princesa estaban dispuestos a dar su vida con tal de salvarla, pero al parecer su sacrificio no iba a servir de mucho considerando el increíble poder de los recién llegados.
Isótopo, entre tanto, registró toda la habitación de pared a pared con su escáner.
He encontrado la gema estelar. Está justo detrás de esa especie de trono anunció con entusiasmo. Me parece que se encuentra del otro lado de la pared.
Eso no será ningún problema le aseguró Sigma. Yo me encargaré de sacarla en un dos por tres.
Sin perder tiempo, el Espía Estelar se dirigió hacia el trono real de Papunika. Por desgracia, Leona y sus guardianes se encontraban en su camino y como ignoraban por completo las intenciones de los invasores supusieron que el espía intentaba eliminarlos.
¡No te acerques! le advirtió uno de los guardias, sosteniendo su espada mientras intentaba contener su nerviosismo.
El imperial levantó una mano para matar a Leona y a sus protectores. Pero antes de que pudiera hacerlo, un misterioso joven penetró en la habitación corriendo.
¡Detente, maldito! le gritó con fuerza. Nosotros, los Sabios del reino de Papunika, no permitiremos que lastimen a la princesa... mi nombre es Apolo.
Isótopo sonrió con arrogancia y luego escudriñó al recién llegado con la mirada. Segundos después, una hermosa joven de largo cabello azul llegó por atrás de Apolo para unírsele en la batalla.
Princesa, tenga calma le dijo sin mirarla. Nosotros no permitiremos que estos sujetos la dañen.
Marina murmuró Leona, reconociendo a la joven Sabia que acababa de llegar. No había pasado ni un segundo cuando una tercera Sabia apareció por la puerta y se colocó a un lado de Marina. Eimi... .
Ten cuidado, Eimi le advirtió Marina sin apartar su mirada de los invasores.
Marina y Eimi vestían una especie de vestido escotado con un cinturón que lo ceñía a su cintura, guantes y botas amarillos, así como una capa. Apolo, por su parte, llevaba una larga túnica con un cinturón que la ceñía a su cintura; era el único en llevar un pantalón. Sobre sus frentes, los tres portaban una especie de diadema dorada; el símbolo de su rango como Sabios.
¡Vaya, vaya! exclamó Isótopo mientras registraba con su escáner a los tres jóvenes Sabios. Aún queda más basura por tirar. Creo que la cosa se pondrá más divertida a partir de este momento.
La Khan de Selket, por su parte, también examinó a los tres Sabios. Estaba intrigada por saber el nivel de ataque que pudieran llegar a tener aquellos osados jóvenes, aunque su percepción ya le adelantaba que en realidad no tenía mucho poder.
Sólo tienen 189 unidades de nivel de combate murmuró mientras el visor de su escáner visual mostraba distintos símbolos. Quítense de nuestro camino o los mataremos, insectos.
¡Eso lo veremos, miserable! respondió Apolo ferozmente al tiempo que juntaba ambas manos para hacer aparecer una esfera de fuego entre sus palmas. ¡Beyirama!.
Una corriente de llamas mágicas surgió de las manos del Sabio y avanzó directamente hacia Sigma. Pero por increíble que pareciera, el Espía Estelar no hizo el menor intento por esquivar o bloquear el ataque mágico. Las llamas golpearon a Sigma con fuerza, estallándole encima y produciendo una violenta explosión que lo envolvió por completo.
Apolo sonrió confiadamente mientras contemplaba como el invasor desaparecer tras la explosión.
¡Bien hecho, Apolo! ¡Lo derrotaste! exclamó Eimi alegremente.
Leona dejó escapar una leve sonrisa de alivio y cerró los ojos mientras agradecía a los dioses por aquel repentino golpe de suerte. El joven Sabio, por su parte, miró desafiantemente a los invasores.
Está vez será su turno les advirtió.
No lo creo, sabandija declaró Sigma mientras el humo a su alrededor se dispersaba lentamente. Ni siquiera lograste hacerme cosquillas.
El rostro de Apolo sufrió una aterradora transformación. el invasor no había recibido ningún daño, de hecho no tenía ni siquiera el más mínimo rasguño en su cuerpo. Su Beyirama no le había hecho daño.
¡¿Qué fue lo que sucedió?! gritó Apolo sin dirigirse a nadie en concreto. Sencillamente aquel suceso había dejado a los tres Sabios de Papunika sin palabras. ¿Acaso el poder de esos guerreros era tan grande que sus ataques eran insignificantes para ellos?.
¿Eso es todo lo que puedes hacer? se mofó el Espía Estelar. Tonto, como me lo imaginaba, usaste la magia para atacarme. Lamento decirte que eso no te servirá de nada en esta batalla, amigo.
¿Qué estás diciendo, canalla? le preguntó Marina totalmente irritada.
Tranquilízate, Marina musitó Eimi.
Lo que Sigma está tratando de decirles es simple declaró Lilith, interviniendo en la conversación. Las armaduras que portamos fueron forjadas por las fuerzas negativas de varias dimensiones a largo de los ciclos estelares. Durante todo ese período de tiempo recibieron la protección del poder de las tinieblas. Por lo tanto, estas armaduras del averno poseen habilidades altamente defensivas y para desgracia de todos ustedes, son inmunes a la magia.
¡¿Qué?! ¡No puede ser! gritó Leona sin poder creer en lo que escuchaba. Aquella noticia había sido como una cubetada de agua fría para la princesa y sus valientes defensores.
Ahora ya lo saben dijo Sigma. No importa cuantas veces nos ataquen ni que incrementan sus hechizos. Jamás podrán vencernos usando la magia. Es una lástima, pero van a tener que morir en esta batalla, insolentes.
Marina y Eimi fruncieron el ceño con desesperación.
¡Eso es una mentira! gritó Marina mientras juntaba sus manos para atacar. Una esfera de color azul brillante apareció entre sus palmas. ¡Jayadil!.
Casi simultáneamente, Eimi se unió al ataque con un hechizo de fuego.
¡Beyirama!.
De las manos de Eimi brotó una llamarada que siguió a la par la corriente de aire congelado lanzado por Marina. Los dos hechizos golpearon a Sigma casi al mismo tiempo, produciendo una violenta explosión que cimbró toda la habitación nuevamente.
No tiene caso que sigan perdiendo el tiempo, niñas declaró Lilith confiadamente. Sólo desperdician sus fuerzas inútilmente. Esos ataques no podrían herir a Sigma ni en un millón de ciclos estelares.
Sigma salió caminando de la explosión. Miró a Marina y Eimi y les sonrió maliciosamente.
¡No puede ser! gritó Marina presa de la desesperación.
Al parecer... murmuró Leona, mirando fijamente a Sigma y a los otros, esas armaduras tienen la misma habilidad que la de Hyunkel. Estamos en serios problemas.
Galford, por su parte, miró toda la escena. Había quedado bastante impresionado con el poder de las armaduras de los guerreros que servían a N´astarith.
Sus armaduras son a prueba de hechizos mágicos. Vaya, no cabe duda que por algo son temidos en toda la galaxia. Ninguno de nuestros guerreros posee semejante habilidad.
Esta vez será mi turno, insectos amenazó Sigma mientras hacía aparecer una esfera de luz brillante en su mano derecha. Ahora verán lo que es un verdadero ataque y pueden estar seguro de que los mataré.
Rápidamente, Apolo levantó sus dos manos con las palmas vueltas hacia delante para formar un escudo mágico. Pasara lo que pasara, estaba dispuesto a proteger a Leona, Marina y Eimi hasta el final.
Sigma sonrió y extendiendo su mano derecha, lanzó una poderosa descarga de energía que surcó el aire rápidamente.
¡Mueran!.
El rayo se estrelló contra la barrera mágica, produciendo un estallido de luz. Apolo apretó los dientes; estaba haciendo un verdadero esfuerzo por detener el ataque de Sigma. Viendo la resistencia que el joven sabio de Papunika oponía, el imperial decidió aumentar el poder de su ataque.
No tiene caso que te resistas, muchacho.
¡Olvi... da... lo!.
Finalmente, el poder de Sigma fue demasiado fuerte como para ser contenido por Apolo. El escudo mágico se rompió en mil pedazos y el joven Sabio de Papunika salió disparado de espaldas contra la pared ubicada detrás del trono real.
¡Apolo! gritaron Marina y Eimi al unísono.
Leona, por su parte, no lo pensó ni un segundo más y corrió a socorrer al joven Sabio, dejando a sus guardias.
Apolo, ¿estás bien? le inquirió la princesa mientras se arrodillaban en el suelo para ayudarlo.
Prin... Princesa, perdóneme, por favor musitó Apolo seriamente herido. Su cara estaba llena de polvo y un delgado hilo de sangre resbalaba por su frente. Estaba seriamente herido.
No te preocupes, te curaré le dijo Leona sujetándolo entre sus brazos.
Lilith, entretanto, caminó lentamente hacia donde estaba la princesa y su defensor con la firme intención de matarlos, pero antes de que pudiera acercarse lo suficiente, Marina y Eimi le salieron al paso.
¡Detente! le ordenó Marina extendiendo ambos brazos. No permitiremos que dañes a nuestra princesa.
La Khan de Selket frunció el entrecejo, molesta. Extendió sus dedos índice y cordial y los llevó a su frente. Una extraña energía carmesí rodeó sus puntas. Finalmente, extendió su brazo contra las dos jóvenes Sabias.
¡Poison Hell!.
Un fino rayo de color rojo salió de los dedos de Lilith. Con una velocidad increíble, el rayo se dividió en dos y golpeó a Marina y Eimi en el hombro y la cadera respectivamente antes de que éstas pudieran verlos. Sin poder resistir el dolor de la herida, ambas Sabias se desplomaron en el suelo.
¿Qué fue lo que... Agghhh... pasó? preguntó Marina, sujetándose el hombro. Siento un dolor muy intenso.
Yo también musitó Eimi lastimosamente. Me siento débil.
Leona miró las Sabias y rápidamente concluyó que la situación estaba perdida. Ahora todo dependía de ella. Sin detenerse a pensar en su propia seguridad se levantó y encaró a los imperiales.
Ignoró por que están aquí, pero no puedo permitir que lastimen a mi pueblo de esta manera tan cruel. Ahora yo los enfrentaré.
No, princesa, por favor no se arriesgue musitó Marina lastimosamente, pero Leona no estaba dispuesta a permitir que aquellos sujetos se salieran con la suya.
Isótopo caminó unos pasos hacia delante inmediatamente.
Chiquilla tonta se burló. Tu nivel de combate es bastante inferior como para que puedas derrotarnos. Es hora de enseñarte algunos buenos modales. ¡Juar, Juar, Juar!.
El guerrero imperial formó una nueva esfera de luz en su mano y se alistó para eliminar a la joven. Leona, por su parte, adoptó una postura de combate mientras meditada sobre su difícil situación.
¿Qué puedo hacer? titubeó desesperada. Sí los ataco con mi magia de nada servirá. No sé que puedo hacer.
¡Volarás en pedazos! gritó Isótopo al momento de lanzar un rayo contra la princesa de Papunika.
Leona se quedó paralizada sin saber que hacer mientras su rostro se iluminaba por el rayo. Viendo lo que se le venía encima, la chica cerró los ojos instintivamente y se preparó para lo peor.
De pronto una pequeña figura apareció de la nada. Dando un rápido y fuerte mandoble con una espada, cortó el aire a una velocidad casi imperceptible y golpeó la esfera de luz. El ataque de Isótopo fue desviado en otra dirección y se estrelló en una pared lejana, convirtiéndola en escombros.
¿Qué rayos fue eso? preguntó Isótopo totalmente desconcertado. ¿Quién osa interponerse en nuestro camino?.
Leona abrió los ojos nuevamente. Un pequeño niño de cabello negro, vestido con una armadura y blandiendo una espada acababa de hacer su aparición para salvarla.
¡Dai! exclamó la joven princesa, llena de alegría. ¡Que bueno que llegaste!
Leona, no te preocupes. Aquí estamos para ayudarte respondió Dai para luego volverse hacia los invasores con una expresión de furia en su rostro. Deténganse, no permitiré que lastimen a nadie más.
En ese momento, Poppu entró en la habitación para unirse a su amigo.
Espera, Dai, no puedes dejarme atrás.
¿Quiénes son ustedes? preguntó Dai a los invasores.
Los guerreros de Abbadón se miraron entre sí con desconcierto. Finalmente, fue Isótopo quien expresó en voz alta los pensamientos de todos.
¿Quién rayos es este gusano? preguntó volviéndose hacia Lilith. ¿Acaso fue él quien desvió mi ataque?.
Galford miró al chico detenidamente. Sin duda, aquel niño no era un sujeto ordinario como aparentaba. Ese golpe de espada con el cual había desviado el ataque de Isótopo había sido realmente extraordinario.
Lilith, por su parte, observó a Dai de arriba abajo. A simple vista parecía ser un niño común y corriente, pero por la manera en que había aparecido de la nada estaba claro que era más de lo que aparentaba.
Es sólo un maldito mocoso dijo despectivamente y luego activó su escáner visual. Veamos su nivel de ataque.
Eh, niño, será mejor que te largues de aquí o te irá mal le amenazó Isótopo, seguro de que el chico había logrado desviar su ataque por un mero golpe de suerte.
Sin dejarse intimidar en lo más mínimo, Dai observó al guerrero meganiano fieramente y enseguida levantó su espada.
¡No puede ser! exclamó Lilith llamando la atención de todos. Este mocoso tiene 5,400 unidades de nivel de combate. Eso es sencillamente imposible.
Sigma sonrió confiadamente y también miró a Dai. Aquel chico tenía una mirada llena de ferocidad que en cierta forma lo divertía.
Eso quiere decir que su poder aúrico es más elevado que el de los sujetos a los que hemos enfrentado musitó tranquilamente. Es raro que un niño tenga semejante poder, pero dado que estamos en otro universo no me extraña en lo más mínimo.
No tiene la menor importancia le interrumpió Isótopo adoptando una pose de pelea. Escucha, mocoso insolente: nosotros somos los guerreros del imperio de Abbadón y desafiarnos equivale a morir.
Dai sujetó su espada con fuerza y se preparó para el combate.
¡Acaba con él, Dai! exclamó Poppu.
Pero antes de que Isótopo pudiera atacar a Dai, la voz de Galford lo detuvo.
¡Isótopo, alto!.
¿Qué? preguntó Lilith, volviéndose hacia el meganiano.
El misterioso Guerrero de la Justicia dio un paso al frente.
Yo me haré cargo de esto dijo, mirando fijamente al chico. A pesar de lo que digan sus aparatos, su verdadero poder es más elevado. Ese mandoble que hizo hace un instante fue verdaderamente impresionante.
Extrañado con aquellas palabras, Dai miró a Galford detenidamente y luego volvió la mirada hacia donde estaba la princesa de Papunika por encima de su hombro.
Leona murmuró. Ayuda a los otros con tu Bejoma. Yo me encargaré de estos sujetos.
Espera, Dai le dijo Poppu acercándose. Yo te ayudaré a pelear. Entre los dos acabaremos con estos sujetos.
Si como no se burló Isótopo. ¿Y qué vas a hacer, tonto? ¿Golpearnos con tu pañal?.
¡¿Qué dijiste?! Yo deje de usar pañales hace mucho tiempo, entrometido respondió Poppu, molesto.
¡Esperen, muchachos! les gritó Leona para prevenirlos. Tengan cuidado, las armaduras que usan son como la de Hyunkel. La magia no les hace nada.
¿Qué, qué? exclamaron Dai y Poppu al unísono.
¡Maldición! refunfuñó Poppu. No me interesa si sus armaduras son a prueba de hechizos. Ya una vez vencimos a Hyunkel y esta vez haremos lo mismo.
Ignoró que estás hablando, maldito insecto le dijo Isótopo. Pero yo me encargaré de eliminarte de una buena vez.
Galford se colocó frente a Dai y lo miró directo a los ojos.
Escúchame, niño: quiero que pelees con todo tu poder, ¿te quedó claro?.
Antes de que peleemos... respondió el chico sin bajar la guardia... quiero que me digas sí todos ustedes pertenecen al Ejército del Espíritu del Mal, ¿es así?.
No respondió secamente. Nosotros hemos sido enviados con la misión de encontrar una de las gemas estelares.
¿Gemas estelares? repitió Dai, totalmente intrigado. Ignoro de qué diablos estás hablando, pero te advierto que no te permitiré dañar a mis amigos.