Una ondina, una vez, se enamoró de un príncipe cuyo castillo estaba a la vera del lago en el que habitaba, y el príncipe, a su vez, se encaprichó también de ella. Le pidió, por tanto, a la reina del lago, permiso para transformarse en humana y casarse con el príncipe, y ella aceptó, con una condicion: El matrimonio funcionaría perfectamente, pero sola y únicamente mientras el príncipe le fuera fiel.
La reina sabía perfectamente que el corazón de los humanos es débil, y caen rápidamente ante la tentación, y confiaba que así la ondina volviera pronto al lago. Efectivamente, al poco tiempo, el príncipe se encaprichó de una dama de la corte.
La pobre ondina, deshecha en llanto, tuvo que volver al lago, y el principe, al darse cuenta de lo que había hecho, se dirigió a la vera del lago, con lágrimas en los ojos, a suplicarle perdón a la ondina.
Al oir aquellas ardientes súplicas, la ondina, siempre con el permiso de la reina, se asomó entre las aguas del lago, y le advirtió al principe que, si la quería, si realmente la amaba, jamás volveráa a ver a una humana.
El príncipe, enamorado como nunca
de la ondina, juró que no quería separarse jamas de ella.
La ondina lo atrajo, pues, hacia sí, y ambos se hundieron hasta
el fondo del lago, arrastrados por un feroz remolino, donde habitan juntos
desde entonces