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LA SEGUNDA PARTE PRINCIPAL - EL CREDO

 

 

LA SUPERSCRIPCION

 

 

Introducción: En la primera parte principal de nuestro catecismo tratamos en orden la santa voluntad de Dios; aprendimos lo que Dios exige de nosotros, lo que debemos hacer y dejar de hacer. Pero también vimos que no guardamos estos mandamientos de Dios, ni tampoco podemos guardarlos por nosotros mismos, y que como resultado por naturaleza estuvimos bajo la ira y la condenación de Dios. Si no tuviéramos otra cosa que la ley, tendríamos que estar eternamente perdidos. Pero Dios nos mostró en su palabra una manera en que podemos ser rescatados de nuestra miseria y recibir el deseo y el poder de guardar los mandamientos. Nuestro Catecismo Menor habla de esto en la segunda parte principal. (“Hemos oído hasta ahora sólo la primera parte de la doctrina cristiana y ya vimos todo lo que Dios quiere que hagamos y dejemos. Sigue ahora, como debe ser, el Credo, que nos presenta todo lo que debemos esperar y recibir de Dios y, para decirlo brevemente, para que aprendamos a conocerlo enteramente. Dicho conocimiento nos ha de servir para poder hacer las mismas cosas que los mandamientos nos ordenan. Porque como indicamos, los mandamientos son tan excelsos que el poder de todos los hombres resulta demasiado insignificante para cumplirlos. De aquí la imprescindible necesidad de aprender esta segunda parte de la doctrina cristiana tan bien como la primera, para saber cómo se llega a dicho cumplimiento y de dónde y por qué medios se recibe tal fuerza. Si pudiéramos cumplir los mandamientos por nuestras propias fuerzas, tal como hay que cumplirlos, de nada más necesitaríamos, ni del Credo, ni del Padrenuestro.” (Catecismo Mayor, el Credo, #1-3.) Así como la primera parte, también la segunda parte principal lleva un título que dice “el Credo, como el jefe de la familia debe enseñarlo sencillamente en su casa.” El jefe de la familia también debe enseñar esta parte del catecismo a sus niños. Y lo que debe presentar es el Credo. De esta palabra trataremos más ampliamente.

 

1. Nos preguntamos qué debemos entender aquí con la palabra Credo. Pregunta 84.

 

a. La palabra Credo aparece en el título de la segunda parte principal. El título da en forma breve el contenido de una parte sobre la cual está puesta. Así la palabra Credo aquí brevemente expresa el contenido de la segunda parte principal. Ya vimos en la introducción que todo el catecismo contiene doctrina. También esta parte enseña una doctrina, la de la fe; trata de lo que debemos creer. La palabra Credo aquí significa lo mismo que las doctrinas de la fe.

 

b. La segunda parte principal contiene la doctrina de la fe. Lo que los cristianos creemos se encuentra expresado en la palabra de Dios, en la Sagrada Escritura. Repetimos lo que la Sagrada Escritura expresamente enseña acerca de nuestra fe en pocas y breves oraciones, en tres artículos. Así nuestra segunda parte principal comprende un breve resumen de las doctrinas de la fe.

 

c. Aquí se resumen brevemente en tres artículos las doctrinas que los cristianos creemos. Nuestra fe está en el corazón; nadie la puede ver. Pero expresamos y confesamos lo que creemos en el corazón. (Romanos 10:10). Y lo hacemos en estos tres artículos. Son la confesión de nuestra fe. Esta confesión también la llamamos el Símbolo Apostólico. Símbolo quiere decir estandarte. Los soldados en la guerra antes usaban un estandarte para reconocerse y distinguirse de los enemigos. Así estos tres artículos son nuestro estandarte por el cual nos pueden conocer y por medio de éste nos distinguimos de los enemigos de la iglesia, de todos los que no son cristianos. Este símbolo se llama apostólico. Los apóstoles nos han enseñado lo que creemos y confesamos. Se llama apostólico porque contiene las doctrinas de los apóstoles. – Este símbolo es la confesión universal de la iglesia cristiana. Ustedes lo han confesado por medio de sus padrinos en el bautismo y ahora lo confesarán con su boca como su fe personal en su confirmación. Por eso es muy importante que siempre aprendan a conocer mejor su contenido.

 

2. Además aprendemos en dónde se encuentra esta doctrina de la fe. Preguntas 82-83.

 

Ya antes hemos aprendido que nuestro Catecismo es tomado de la palabra de Dios. Esto es el caso también con la segunda parte principal, y específicamente de una doctrina muy importante de la Biblia o la palabra de Dios, la doctrina que llamamos evangelio. Los tres artículos se han tomado del evangelio.

 

a. Primero queremos aprender mejor qué es el evangelio.

 

1'. Ya hemos aprendido algo del evangelio, o sea, que es una doctrina de la palabra de Dios, lo cual quiere decir que nos enseña algo. Encontramos un resumen de lo que el evangelio nos enseña en el hermoso versículo, Juan 3:16. Allí nos dice que Dios nos ha amado. El evangelio nos proclama el amor de Dios, que ha amado al mundo, a toda la humanidad sin excepción. Ha amado al mundo de tal grado, que todos los que en él crean no se pierden. El mundo estaba perdido. Aprendimos que todos los hombres son pecadores, que con sus pecados agravaron y airaron a Dios. Son enemigos de Dios y han merecido el castigo, la muerte y la condenación eternas. No pueden ayudarse a sí mismos. Están, en cuanto depende de ellos, perdidos. Pero ahora Dios ha amado al mundo, para que no se pierda, sino tenga vida eterna. Eso es lo que proclama el evangelio, que el pecador vivirá eternamente. Si un rey o un presidente absuelve de su castigo a un gran criminal que ha merecido la muerte y le da la vida, decimos que fue clemente, que le mostró gracia, algo que el criminal no había merecido. Los pecadores habíamos merecido la muerte eterna. En su amor Dios nos absuelve de este castigo y en su lugar nos da la vida eterna. Lo que Dios nos demostró es la gracia inmerecida. El evangelio nos proclama que Dios tiene misericordia de nosotros los pecadores, nos proclama la gracia de Dios.

 

¿Pero cómo puede Dios mostrar gracia a los pecadores? Ya aprendimos que Dios visita el pecado, lo cual quiere decir que lo castiga. También el evangelio nos dice esto. Juan 3:16. Dios ha amado al mundo de tal manera que dio a su Hijo unigénito, Jesucristo, enviándolo al mundo para el sufrimiento y la muerte. Castigó el pecado del mundo en su Hijo. Cristo expió nuestros pecados; ganó para nosotros el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Por causa de Cristo, en Cristo Jesús, Dios nos es misericordioso. El evangelio nos proclama la gracia de Dios en Cristo Jesús.

 

2'. Otra cosa. Romanos 1:16 nos dice que el evangelio es el poder de Dios. El evangelio es la palabra de Dios. Ésta no es algo sin poder, como lo es la palabra humana. Cuando Dios habla, lleva a cabo lo que dice. En la palabra de Dios está su poder. Y el evangelio es efectivamente el poder de Dios para salvación. El evangelio no solamente nos dice que en vez de estar perdidos, tenemos la vida eterna, sino nos da y nos regala la vida eterna, salva a todos los que lo creen. Demuestra su poder al salvar al hombre perdido.

 

El evangelio, entonces, es en mensaje muy hermoso y precioso de que tenemos necesidad. El mismo nombre evangelio lo demuestra, porque quiere decir buenas noticias, y ciertamente son buenas noticias las que declaran que los pobres pecadores no estamos perdidos, sino que tendremos la vida eterna, que Dios nos salvará.

 

El evangelio luego es las buenas noticias de la gracia de Dios en Cristo Jesús, que nos hace salvos.

 

b. Ahora hemos aprendido a conocer dos doctrinas en la palabra de Dios. En la primera parte principal oímos de la ley; aquí del evangelio. Ambas son doctrinas de Dios, que nos ha revelado en su palabra, en las Sagradas Escrituras. Las dos son importantes para los humanos para nuestra salvación. Pero estas dos doctrinas son muy distintas una de la otra y tenemos que distinguirlas bien. ¿Cómo se diferencian, luego, la ley y el evangelio?

 

1'. La ley de Dios son los diez mandamientos. Ellos nos dicen: esto debes hacer y esto no. La ley luego nos enseña lo que nosotros los humanos tenemos que hacer y dejar de hacer según la voluntad de Dios. El evangelio es completamente distinto. Éste nos dice, como ya hemos oído, que Dios nos ha amado, que ha dado a su Hijo por nosotros y que él ha hecho todo para salvarnos. El evangelio luego nos enseña lo que Dios ha hecho por nosotros y hará por nosotros para nuestra salvación.

 

2'. La ley nos dice lo que debemos hacer y dejar de hacer. Pero cuando nos comparamos con lo que la ley exige, encontramos que no la hemos guardado, sino quebrantado. Cada transgresión de la ley, sin embargo, es pecado. La ley nos muestra nuestro pecado. La ley entonces nos enseña que Dios castigará el pecado, que él está indignado por el pecado. La ley nos muestra la ira de Dios por el pecado. El evangelio, por otro lado, nos da las buenas noticias de la gracia de Dios. Nos dice que ha enviado a su Hijo al mundo, para salvar a los pecadores y que tenemos a un Salvador que nos rescata del pecado.

 

3'. La ley nos da mandatos; exige lo que debemos de hacer. Si no lo hacemos, Dios nos dice que nos castigará. La ley nos amenaza con el castigo de la eterna condenación, nos maldice. Ésta es la naturaleza de la ley, exigir, amenazar y condenar. El evangelio, por otro lado, nos dice que Dios nos perdona los pecados en su gracia y nos salva. Promete el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Y es un poder de Dios que obra lo que promete. Da y regala el perdón, la vida y la salvación. La naturaleza del evangelio es prometer, dar y regalar.

 

4'. La ley divina, los diez mandamientos, muestran al hombre que es un pecador. Le revela su pecado y lo amenaza con la ira de Dios y la eterna condenación a causa de los pecados. El hombre, así como es por naturaleza, quiere quedarse en sus pecados. Puesto que oye de la ley que Dios castigará sus pecados, se enoja contra Dios y su ley. Ésta es la obra de la ley en el hombre pecador; obra la ira. (Romanos 4:15.) Por tanto, la ley no puede hacernos mejores ante Dios, sino más bien, por su propia culpa, hace al hombre siempre peor: Mata, como dice el apóstol (2 Corintios 3:6). La predicación del evangelio tiene un efecto completamente diferente. Habla a los pobres pecadores de la gracia de Dios; les dice que Dios les perdona sus pecados y les regala la vida eterna. Tal predicación consuela y alegra al pecador y atrae al pecador a Dios, como una madre atrae a su hijo con palabras amables. Es también un poder de Dios. No solamente atrae, sino que también da el poder para que vengamos a Cristo, a Dios. Obra la fe y así da la vida eterna. El evangelio no mata, sino vivifica.

 

5'. Todavía tenemos que notar una distinción más. ¿A quién se debe aplicar la ley y a quién el evangelio? ¿A quién debe ser predicado cada uno de ellos? Hemos aprendido que la ley tiene el propósito principal de que por medio de ella aprendamos a conocer nuestros pecados. (Romanos 3:20.) Debe ser predicado entonces principalmente a los que no reconocen sus pecados, a los que todavía no saben que son pecadores perdidos y condenados. La ley tiene que ser predicada a los pecadores que se sienten seguros. A ellos se debe proclamar la ira y la maldición de Dios, para que se aterroricen por sus pecados. El evangelio nos enseña que Dios perdonará los pecados. Luego es para los que reconocen sus pecados, que están aterrorizados por la ira de Dios, que quisieran librarse de sus pecados. A ellos se debe proclamar el consuelo y el perdón. El evangelio tiene que ser predicado a los pecadores aterrorizados. Es para aquéllos en quienes la ley ya ha cumplido su obra.

 

CONCLUSIÓN: En todo eso vemos lo hermosa y preciosa que es esta palabra del evangelio, qué buenas noticias para los pobres pecadores, ya que regala el perdón de los pecados, la vida y la salvación. Así no debemos avergonzarnos de este evangelio, sino creerlo de corazón y gozosamente confesar nuestra fe delante de amigos y enemigos. Romanos 1:16.