“¿QUÉ ES EL SACRAMENTO DEL ALTAR?”
Introducción: Hemos oído en la cuarta parte principal que Dios ha
establecido dos sacramentos en el Nuevo Testamento, el bautismo y la Santa Cena.
De este último habla ahora la sexta y última parte principal de nuestro
catecismo. El título dice: “El
sacramento del altar, como el jefe de la familia debe enseñarlo sencillamente
en su casa.” Este segundo sacramento, entonces, se llama el Sacramento del Altar. Lo llamamos así
porque este sacramente comúnmente se celebra en la iglesia delante del altar. Pero
este sacramento lleva también otros nombres en la Sagrada Escritura. Se llama,
por ejemplo, la mesa del Señor, 1
Corintios 10:21. Dios es quien nos pone la mesa en este sacramento, quien nos
prepara una cena. Aquí nos da algo que comer y beber, una comida gloriosa y
celestial. Además se llama el
partimiento del pan. Hechos 2:42. En este sacramento el pan que se bendice
es partido. Sobre todo se llama también una cena. 1 Corintios 11:20. El Señor Jesucristo estableció este
sacramento en la noche en la cual fue
traicionado, en la noche antes de su gran sufrimiento y muerte. Por eso lleva
este nombre. Y finalmente también lo llamamos la Comunión. Todos los cristianos vamos juntos a la Santa Cena y
comemos de un pan y bebemos de una copa, y así nosotros siendo muchos
somos un cuerpo. 1 Corintios 10:17. Por
medio de la Santa Cena entramos en la más íntima comunión con Cristo y unos con
otros. Pregunta 269.
Hay cuatro asuntos sobre los
cuales nuestro catecismo nos dirige la atención acerca de la doctrina de la Santa
Cena; tenemos que tratar de la esencia, del provecho, del poder y de la
verdadera preparación para la Santa Cena. Así nuestro catecismo primero
pregunta: “¿Qué es la Cena del Señor?”
La respuesta nos habla de la esencia de
la Santa Cena; nos dice que la Santa Cena es el verdadero cuerpo y la
verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo, que éstos están bajo el pan y el vino,
que es instituido para nosotros los cristianos, que es instituido para que lo
comamos y bebamos, y finalmente que ha sido instituido por Cristo mismo. Vemos
primero el último de estos puntos.
1. Nuestro catecismo nos dice que la Santa Cena fue instituido por Cristo
mismo. Pregunta 270.
a. Como todo lo que está en
nuestro catecismo, también su doctrina de la Santa Cena se toma de la Escritura, de la palabra de Dios.
Por eso nuestro catecismo pregunta además: “¿Dónde está escrito esto?” y luego cita
las palabras de la institución de la Santa Cena. Así en primer lugar dice: “Así escriben los santos evangelistas
Mateo, Marcos y Lucas y también San Pablo.” La institución de la Santa Cena
no se nos cuenta solamente una vez en la Escritura, sino cuatro veces, por tres evangelistas y luego por el apóstol Pablo
quien nos informa de una revelación especial de Dios en su Primera Carta a los
Corintios. Hubiera sido suficiente si Dios nos hubiera dicho solamente una vez
en la Biblia qué cosa es la Santa Cena, pero fue en nuestro beneficio que él ha
repetido cuatro veces la institución, y no con precisamente las mismas palabras.
Con esto quiere hacer estas palabras muy
enfáticas, para que entendamos bien su sentido y su significado. El Señor
quiere mostrarnos en esta forma qué
firmes y seguros son estas
palabras. Cada palabra en la Escritura es de suma importancia por ser la palabra
de Dios; cuanto más importantes
tienen que ser estas palabras de la institución cuando el Señor las ha repetido
cuatro veces. El propósito de esta repetición
es para que así queden para nosotros
tanto más significativas, seguras e importantes. Las palabras de
institución, que aparecen en nuestro catecismo como prueba tomada de la
Escritura, son tomadas de esos cuatro informes.
b. Así comienzan las palabras: “Nuestro Señor Jesucristo.” Con esto se
nos indica la persona que ha instituido este sacramento. Es nuestro
Señor Jesucristo. Lo hizo “la noche en
que fue entregado,” inmediatamente antes de su amargo sufrimiento y muerte.
Así el Señor por última vez reunió a sus discípulos para comer con ellos el cordero
pascual, la cena de la Pascua, el sacramento del Antiguo Testamento. Y después
de esta celebración, en lugar de este sacramento del Antiguo Testamento él
instituyó la Santa Cena. — Nuestro Señor Jesucristo ha instituido la Santa Cena,
y es muy importante que demos atención a esto. Él no es un mero hombre, sino es
el verdadero Dios-hombre, que es Dios y Hombre en una persona. Si Cristo instituyó la Santa Cena, luego es Dios mismo
el que lo ha instituido. El Sacramento del Altar es una institución divina, un acto que Dios ha ordenado. De esta manera encontramos en la Santa Cena esta
condición que hace un acto un sacramento: Es un acto ordenado por Dios. (“No
queremos aquí agarrarnos de los cabellos y combatir con los que blasfeman este
sacramento y lo escarnecen; sino que aprendamos en primer lugar, lo más
importante, como también en el caso del bautismo; es decir que la parte
principal es la palabra y la institución u orden de Dios. Pues este sacramento
no ha sido inventado o establecido por hombre alguno, sino que fue instituido
por Cristo, sin consejo ni reflexión humana... es menester inculcar esto
siempre, porque con ello se puede rechazar absolutamente todas las
charlatanerías de todos los sectarios, los cuales consideraban los sacramentos
fuera de la palabra de Dios como una cosa que nosotros hacemos.” Catecismo
Mayor, Sacramento del Altar, #4,7.) — Cristo, quien instituyó este sacramento,
es verdadero Dios. Pero Dios no es un mentiroso. Él es fiel. Lo que promete, seguramente lo cumple. Salmo 33:4. También
aquí cumple lo que promete. Nos dice que él nos da su cuerpo y su sangre. Entonces
realmente lo hace. No debemos dudar de la palabra de Dios. Él es omnisciente; sabe lo que hace y dice. No
debemos modificar o cambiar sus palabras como si nosotros los tuviéramos que
mejorar. Dios es también el todopoderoso.
El puede hacer lo que él quiere y dice. Nosotros seguramente no podemos
entender cómo es posible que Cristo nos da su cuerpo y su sangre para comer y
beber. Pero el Señor puede hacer superabundantemente más de lo que nosotros
pedimos o entendemos. Efesios 3:20. Ya que Dios instituyó este sacramento,
debemos creer que él puede hacer lo que él nos promete aquí y seguramente lo hará.
2. Nuestro catecismo dice que el
sacramento del altar “es el verdadero
cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo bajo el pan y el vino.”
Allí el catecismo nos da la verdadera esencia del sacramento. Preguntas 271-275.
a. “Bajo el pan y vino.” En la Santa Cena hay pan y vino. En las
palabras de institución dice que el Señor tomó
pan y tomó la copa. No nos dice
en estas palabras qué cosa estaba en la copa; pero inmediatamente antes el
Señor había dicho: “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en
que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.” (Mateo 26:29.) En
la copa estaba el fruto de la vid,
luego vino que el Señor dio a sus discípulos para tomar. Así como en el bautismo,
aquí también encontramos en este sacramento ciertos medios externos, que las palabras de institución indican, o
sea, pan y vino. Éstos son los
medios que nosotros también tenemos que usar en la Santa Cena, pan preparado de
harina, y vino, el fruto de la vid. La forma y el color de estos medios no es
importante. Comúnmente utilizamos la hostia,
pequeñas obleas de pan preparadas con harina de trigo y agua, como el pan. Pero
se podría utilizar también pan ordinario, leudado. También es indiferente si
usamos vino rojo o blanco, solamente que sea verdadero vino, el fruto de la
vid. Si no tenemos pan ni vino, no podemos celebrar la Santa Cena.
b. Hemos oído en la doctrina
acerca del bautismo, que no es simple agua solamente, sino agua ligada con la palabra de Dios. Así es también con la Santa
Cena. Los medios externos aquí son pan y vino; pero tampoco aquí son ordinarios,
sino pan y vino ligados con la palabra
de Dios. También en este sacramento tenemos ciertos medios externos ligados con la Palabra de Dios. (“Así como
sobre el bautismo afirmamos que no es simple agua, también aquí, que el
sacramento es pan y vino, pero no simple pan ni simple vino como los que se
usan en la mesa, sino pan y vino comprendidos en la palabra de Dios y ligados a
la misma. Digo que la palabra es aquélla que constituye el sacramento y que lo
distingue, de modo que no es ni se llama un simple pan y un simple vino, sino
cuerpo y sangre de Cristo. Por eso se dice: Accedat
verbum ad elementum et fit sacramentum. O sea, si la Palabra se une a la
cosa externa, hácese el sacramento... La palabra ha de hacer del elemento un
sacramento, de lo contrario, permanece simple elemento.” (Catecismo Mayor, el
Sacramento del Altar, # 8-10) — La palabra de Dios que está unida con el pan y
el vino la encontramos en las palabras de institución. Son las palabras: “Esto es mi cuerpo que por vosotros es
dado.” “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que es derramada por vosotros
y por muchos para remisión de los pecados.” Cuando el Señor ofreció el pan
a sus discípulos agregó: “Esto es mi cuerpo.” Luego les ofreció no solamente
pan, sino también al mismo tiempo con el pan, y en y bajo el mismo, su cuerpo, y cuando les dio el vino
para tomar, dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre.” Estas palabras en
el informe del evangelista San Marcos dicen: “Esto es mi sangre del nuevo
pacto.” Marcos 14:24. El nuevo pacto en su sangre es su sangre del nuevo pacto.
El Señor llama a su sangre la sangre del
nuevo pacto. La sangre del antiguo pacto fue la sangre de animales que
fueron sacrificados por el pueblo, inclusive la sangre del cordero pascual. En el
Nuevo Testamento Cristo ha derramado su sangre por nosotros en la cruz. Por eso
se llama la sangre del nuevo pacto. El Señor no ha dado a sus discípulos
solamente vino, sino al mismo tiempo su
sangre con, en y bajo el vino. Conforme
a estas palabras de Cristo segura y verdaderamente están presentes el cuerpo y la sangre de Cristo con, en
y bajo el pan y vino, y todos los que vienen a la Santa Cena realmente comen y
beben estas cosas. El sacramento del altar luego es “el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo bajo
el pan y vino.”
c. Nuestro catecismo nos dice: “Es
el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor
Jesucristo.” Quiere decir que es el cuerpo real,
natural de Cristo y su sangre real y
natural. ¿Por qué enfatiza eso nuestro catecismo? Lo hace a causa de los falsos profetas e iglesias
que no quieren creer el misterio de la Santa Cena. Especialmente las iglesias
reformadas, las sectas, los metodistas, los pentecostales, de hecho, todas las
otras iglesias protestantes fuera de la luterana enseñan así. No quieren creer
estas palabras de Cristo; no quieren creer que estén realmente presentes el
cuerpo y la sangre de Cristo en la Santa Cena y que los que vienen al
sacramento realmente coman y beban estas cosas. Es en verdad un misterio
maravilloso. No podemos comprenderlo por nuestra razón. Nos parece imposible. En
consecuencia, esas iglesias enseñan que se tiene que tomar las palabras de
Cristo figuradamente, entenderlas en otro sentido. Según ellos, Cristo no
quería decir que la Santa Cena realmente fuera su verdadero cuerpo natural,
sino solamente que el pan significa su cuerpo, que lo retrata. Se refería
solamente al cuerpo espiritual de Cristo. Los cristianos deben recibir este
cuerpo espiritual en la Santa Cena, o sea, Cristo y sus beneficios, con fe,
mientras que el verdadero cuerpo natural del Señor está sentado en el cielo. Contra
estos falsos profetas, que se basan en su propia razón, nuestro catecismo dice:
“Es el verdadero cuerpo y sangre de
nuestro Señor Jesucristo.”
Afirmamos y confesamos esto conforme
a la clara enseñanza de la Sagrada
Escritura. El Señor mismo expresamente dice: “Esto es mi cuerpo,” “ésta es
mi sangre,” y estas palabras no se pueden tomar figurada y no literalmente. El
Señor aquí habla de su cuerpo y sangre verdaderas y naturales. Él mismo dice
que nos ofrece su cuerpo dado por
nosotros y su sangre derramada por
nosotros. En la Santa Cena comemos el cuerpo que fue colgado por nosotros
en la cruz y es resucitado y glorificado. Tomamos la sangre que el Señor
derramó en Gólgota. No dio un cuerpo figurado, espiritual por nosotros, sino su
cuerpo verdadero y natural. Luego en
la Santa Cena está presente el verdadero
cuerpo del Señor y su verdadera
sangre.
También podemos ver esto de
otros pasajes en la Escritura que hablan de la Santa Cena. Por ejemplo, en 1
Corintios 10:16 el apóstol dice que la copa bendecida es la comunión de la sangre de Cristo y que
el pan que es partido es la comunión del
cuerpo de Cristo. Hay, entonces, en la Santa Cena no solamente pan y vino,
sino junto con el pan y vino algo más que está unido con ellos, el cuerpo y la
sangre del Señor. Así el cuerpo y la sangre del Señor están presentes en la Santa
Cena y los comemos y bebemos al mismo tiempo con y bajo el pan y vino. — Otro
pasaje importante es 1 Corintios 11:27. Allí el apóstol dice que no son
culpables de pan y vino sino del cuerpo y la sangre del Señor. Pero si al comer
indignamente esta gente ofende contra el
cuerpo y la sangre del Señor, tienen que comer y beber este cuerpo y esta sangre del Señor. Así que el
cuerpo y la sangre del Señor están presentes en la Santa Cena y todos los que
van a la Santa Cena los comen y beben, aún los indignos. Las palabras de Cristo tienen que entenderse así como están y como
rezan.
¿Y de qué otro modo podría ser? Cristo
mismo habló estas palabras. Son la palabra de Dios. ¿Quién debe atreverse a cambiar las palabras del Dios omnisciente y todopoderoso? Cuando él
establece e instituye algo, tenemos que permanecernos con su institución. — Otra cosa. El Señor instituyó
su Santa Cena en la noche en que fue entregado, inmediatamente antes de su
sufrimiento y muerte. Esta cena luego es su
testamento, Marcos 14:24, en el cual expresa su última voluntad. Las
palabras de Cristo son palabras de un testamento
no humano sino divino. Ahora
bien, no se pasa por alto ni el testamento de un hombre, Gálatas 3:15. No se
agrega ni se quita nada de sus palabras, no las cambian, sino las toman así
como dicen. Cuanto más debemos hacer esto con las palabras de este testamento
divino. Es una suma impiedad si cambiamos o modificamos estas palabras. Debemos tomar las palabras tal como rezan,
y sujetar nuestra razón a la palabra de Dios. (“Ahora bien, esa palabra no
es de ningún príncipe o de un emperador, sino que es palabra e institución de
la excelsa majestad ante la cual todas las criaturas deberían de doblar sus
rodillas y decir: Sí, que sea como él dice, y nosotros lo acataremos con todo
respeto, con temor y humildad. Por la palabra puedes fortalecer tu conciencia y
decir: aunque cien mil demonios y todos los entusiastas exaltados vengan y
pregunten, ¿cómo pueden ser pan y vino el cuerpo y la sangre de Cristo, etc? Yo
por mi parte, sé que todos los espíritus y los sabios eruditos juntos no tienen
tanta sabiduría como la majestad divina tiene en su dedo meñique. He aquí las
palabras de Cristo: Tomad y comed; esto es mi cuerpo. Bebed de ella todos; esto
es el Nuevo Testamento en mi sangre... y a esto nos atenemos nosotros; ya
veremos lo que hacen quienes pretenden corregirlo y obran algo distinto a lo
que él había dicho. Ahora bien, es cierto que si retiras la palabra de ellos o
si consideras el sacramento sin ella no tendrás sino simplemente pan y vino. Pero,
si permanecen unidos, como debe y es necesario que sea, son, en virtud de las
mismas palabras, el cuerpo y la sangre de Cristo. En efecto como ha hablado y
dicho la boca de Cristo, así es, pues no puede engañar ni mentir.” (Catecismo
Mayor, Sacramento del Altar, # 11-14.)
d. Nuestro catecismo nos dice
acerca del Sacramento del Altar: “Es el verdadero cuerpo y la verdadera sangre
de nuestro Señor Jesucristo bajo el pan y vino.” Luego confesamos que en la Santa
Cena el cuerpo y la sangre del Señor se comen y se beben bajo el pan y vino. En consecuencia, en la Santa Cena todavía están
presentes pan y vino. Confesamos esto en oposición a la falsa doctrina de la Iglesia Católica Romana. El Papa y sus
seguidores enseñan que en la Santa Cena el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de
Cristo de modo que después que el sacerdote haya bendecido las cosas
terrenales, ya no existan pan y vino, sino solamente el cuerpo y la sangre de
Cristo. Contrario a esto nos enseña la Escritura que en la Santa Cena comemos
también pan y bebemos vino. 1 Corintios 11:26-28;10:16. Así el pan en la Santa Cena
es todavía pan, y el vino todavía es vino. Pero al comer el pan en la Santa
Cena, al mismo tiempo comemos el verdadero cuerpo del Señor. Y al beber el vino
en la Santa Cena, al mismo tiempo bebemos la verdadera sangre del Señor. Así de
acuerdo a las claras palabras de Dios la Santa Cena es el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo bajo
el pan y el vino.
3. Nuestro catecismo además nos
dice que Cristo nos da su cuerpo y su sangre “para que los comamos y bebamos”. Preguntas 275, 276.
a. Las palabras de institución
nos dicen que en la Santa Cena el Señor nos dio su cuerpo y su sangre con el
propósito de que nosotros los comamos y
bebamos. El Señor dijo a sus discípulos: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo.” “Bebed de ella todos; esta copa es
el nuevo pacto en mi sangre.” Nuestro Señor ha instituido su Santa Cena para que se coma y se beba. De hecho,
todos los cristianos que van al sacramento deben igualmente comer y beber. La Iglesia
Católica Romana contradice este mandato de Cristo cuando da a los cristianos
solamente el pan para comer. Solamente el sacerdote toma el vino. El Señor Jesucristo,
por otro lado, claramente dice: “Bebed de ella todos.” Mateo 26:27. Y el evangelista Marcos nos informa
expresamente que todos los discípulos han tomado. Marcos 14:23. Es una ofensa
contra Dios cuando el Papa, en contradicción del claro mandamiento de Cristo,
quita a los cristianos la copa en la Santa Cena — Conforme a la palabra de
Cristo todos los cristianos debemos recibir el cuerpo y la sangre del Señor
para comer y beber. El Papa también enseña que se debe adorar el sacramento. Pero
no hay ningún mandato de Dios para hacerlo. El Señor dice que debemos comer y
beber su cuerpo y su sangre. — Y aún más vergonzoso es cuando enseña que el
sacerdote en la Santa Cena ofrece el
cuerpo y la sangre del Señor como un sacrificio incruento para los pecados de
los vivos y los muertos en lo que llaman el sacrificio de la misa. En esto no solamente actúa en contra del
claro mandato de Cristo, quien dijo que debemos comer y beber su cuerpo y su
sangre y no sacrificarlos, sino blasfeman también los excelsos méritos de
Cristo y su sacrificio. Cristo ha ofrecido el
sacrificio adecuado por nuestros pecados. Su sacrificio es el único sacrificio por nuestros
pecados. Hebreos 10:14-18. Con él Cristo ha hecho perfectos para siempre a los santificados.
b. El Señor dice al extender el
pan a sus discípulos: “Tomad, comed;
esto es mi cuerpo.” Y lo mismo dijo también de la copa. Comemos y bebemos pan
y vino en la Santa Cena con nuestra boca física. Pero al comer y beber pan y
vino, al mismo tiempo comemos y bebemos también con nuestra boca física bienes celestiales, el cuerpo y la sangre de Cristo. En una acción comemos el pan y el cuerpo de Cristo, y en una acción bebemos el vino y la sangre
de Cristo. El pan y el vino lo recibimos de una manera natural como otras comidas, pero recibimos el
cuerpo y la sangre de Cristo de un modo
sobrenatural. Sin embargo, no recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo solamente
de una manera espiritual en la Santa
Cena, como dicen los evangélicos. Comer
espiritualmente la carne y la sangre de Cristo no significa otra cosa que creer en Cristo. En el sacramento
sucede algo más. Allí recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo con la boca de
una manera sobrenatural. — No podemos entender cómo esto sucede, pero debemos creer
las claras palabras del Señor, y dejar todo lo demás al Dios todopoderoso. Para
indicar esta manera maravillosa y misteriosa de recibir el cuerpo y la sangre
de Cristo, hablamos de un comer y beber sacramental,
porque esta clase de comer y beber existe solamente en el sacramento. Lo que
queremos decir con esto es que los
medios terrenales, el pan y el vino, y los dones celestiales, el cuerpo y la
sangre de Cristo, se reciben al mismo tiempo con nuestra boca física, los
primeros de una manera natural, y los últimos de una manera sobrenatural.
4. Finalmente nos dice el catecismo que Cristo ha instituido su Santa Cena
para nosotros los cristianos. Preguntas # 277,278.
a. El Señor no solamente celebró
la Santa Cena con sus discípulos y les dio a comer y beber, sino también mandó que
sus discípulos celebraran esta cena. Él mismo dice en las palabras de
institución: “Haz esto en memoria de
mí.” Debemos hacer lo que él ha
hecho. Debemos tomar pan y vino, bendecirlos, distribuirlos, y darles a
todos a comer y beber. Y hoy también por virtud de su palabra nos da lo que él
en ese tiempo prometió, bajo y con el pan bendecido, su verdadero cuerpo, y
bajo y con el vino bendecido, su verdadera sangre. Así el Señor con estas palabras nos manda que en la iglesia, entre los
cristianos, se debe celebrar este sacramento así. — Y deben seguir haciéndolo
todo el tiempo. En 1 Corintios 11:26 nos dice el apóstol que en la Santa Cena
debemos proclamar la muerte del Señor hasta
que venga. La Santa Cena debe celebrarse hasta el día final cuando el Señor
venga en su gloria. — Cristo dice: “Haz esto.” Debemos hacer lo que él ha hecho.
Solamente cuando se celebra conforme a
la institución de Cristo, cuando se hace como el Señor la ha instituido, es
nuestra Santa Cena realmente la cena del Señor. — Y debemos hacerlo en memoria de él. Quiere decir, como
el apóstol lo explica en 1 Corintios 11:26: “Debemos proclamar la muerte del
Señor.” En la Santa Cena debemos pensar en el Señor, especialmente en su
sufrimiento y muerte, y alabarlo y darle las gracias por esto y proclamar y
confesar esta muerte delante del mundo entero.
b. El Señor instituyó y estableció
su sacramento para nosotros los
cristianos como un precioso medio de fortalecernos. Por tanto los
cristianos debemos utilizarlo. Recibimos
solamente una vez en la vida el
santo bautismo, pero debemos comer y
beber con frecuencia la Santa Cena. El Señor dice: “Haz esto, todas las
veces.” Se nota que él quiere que celebremos su Santa Cena, no solamente raras
veces, sino con frecuencia. Es cierto que él no ha establecido el tiempo cuando ni con qué frecuencia tenemos
que ir a la Santa Cena en un año. Y así nosotros tampoco debemos fijar un
tiempo, ni dar ningún mandamiento
acerca de la frecuencia con la cual los cristianos tienen que ir a la Santa
Cena. No debemos forzar a nadie a participar en el sacramento. Pero los
cristianos deben forzarse a sí mismos a ir frecuentemente al sacramento. — ¿Qué debe motivarnos para que recibamos con
frecuencia este sacramento? En primer lugar tenemos el mandato del Señor, que debemos recibirla con frecuencia. En obediencia a nuestro Señor Jesucristo y para
complacerlo debemos acudir con frecuencia para así recordar su muerte y agradecérsela.
El que no va a la Santa Cena por mucho tiempo desprecia al Señor y su
sacramento, y hay que temer que no sea un cristiano. Pero el Señor no solamente
nos ha mandado ir al sacramento, sino también ha agregado una gloriosa promesa. El nos promete que en el
sacramento nos da el perdón de los pecados, la vida y la salvación, como vamos
a ver en adelante. Especialmente esta promesa debe motivarnos a acudir
frecuente y diligentemente al sacramento. — Tenemos gran necesidad del perdón de los pecados. Diariamente y en cada
hora pecamos mucho y merecemos solamente el castigo. Esta miseria del pecado
que pesa sobre nuestro cuello debe impulsarnos a ir con frecuencia al
sacramento. Somos trabajados y cargados, y especialmente en la Santa Cena el
Señor nos llama a sí mismo para darnos vida. Mateo 11:28. Los cristianos lo han
experimentado repetidas veces. Aquí tenemos un hermoso ejemplo en la primera
congregación cristiana en Jerusalén. Hechos 2:42. Entre más diligentemente
utilicemos con corazones creyentes este sacramento, tanto más beneficio y
bendición tendremos de él. Ahora nuestro catecismo sigue hablando del beneficio
del sacramento.