Perla Guijarro

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Pócima de muerte

 

 

Perla Lizbeth Guijarro Sandoval

 

 

Ésta es mi historia, dijo el lobo-hombre, de luchas sin derrotas y triunfos que no me pertenecen. La luna llena es la soberana de mis noches; la sangre es el único veneno que no ha conseguido aniquilarme. En días como éste los aullidos cesan; la parte humana sufre la angustia de no ser inmortal y las lágrimas se congelan antes de tocar mi rostro.

Una vez fui completamente humano, poseía  un corazón frágil,  emociones que no me pertenecían, un odio ciego que no obedecía razones, nada me hizo feliz mientras mi alma conocía la pureza; nada consiguió apaciguar un cruel amor que destruía mis noches.El joven pensó que ese hombre era demasiado sensible para ser, bueno, para ser el monstruo que decía ser. Lo observó detenidamente, el pelo ligeramente cano peinado hacia atrás; los ojos de un color negro perfectamente enmarcado por la oscuridad en que se encontraban; la piel blanca. Le parecía un hombre más bien inofensivo, sin embargo sabía de lo que era capaz en ciertas noches.

Todo empezó cuando tenía veintitrés años, continuó, me enamoré de la novia de mi mejor amigo, un lugar común, lo sé, pero eso es lo que ocurrió. Natalie era el ser humano más perfecto que hasta entonces mis ojos habían visto. Sus ojos negros poseían el embrujo de la noche y su sonrisa era capaz de seducir a todo aquel que se cruzara en su camino. Por poco menos de un año fui capaz de dominar mis sentimientos e impedir que el amor se apoderara de mí, pero un día sus ojos se posaron en los míos más tiempo de lo apropiado. Había un brillo especial en su mirada, por un instante me dio la impresión de que flirteaba conmigo; pero mi amigo se encontraba a su lado, así que consideré esa posibilidad como absurda. El desasosiego se apoderó de mí cuando me despedí de ambos. Caminé sin rumbo fijo por horas, intentando apagar el helado dolor que me cubría el pecho. No era capaz de pensar con claridad, sólo sentía una inmensa tristeza y un vacío que nunca antes había experimentado. Estuve así por cerca de dos meses, yo un joven solitario, me convertí en un verdadero ermitaño.  salía de casa sólo para ir al trabajo y regresaba inmediatamente. El insomnio se convirtió en mi única compañía, pasaba horas interminables escribiéndole poemas y cartas de amor que luego eran reemplazadas por textos donde vertía todos mis reclamos, mi odio  y mi frustración por no poder poseerla. Lo cierto es que una noche, en la que apenas pude dormir unas horas invadido por una extraña fiebre, decidí ponerle fin a todo, me presentaría ante Natalie y le hablaría de mis sentimientos. No esperaba nada, sabía el riesgo que estaba corriendo, pero esa era la única manera de sacar de mí ese amor que me estaba envenenando lentamente…

Guardó silencio y miró por la ventana, afuera empezaba a iluminarse la densa oscuridad. El cielo que había sido inundado por las nubes, empezaba a despejarse. El joven lo miró con curiosidad, le sorprendía que el hombre, a pesar de su edad (parecía tener unos cincuenta años) pudiera recordar con tanta intensidad un amor de juventud. “Supongo que la pasión que trae consigo el amor, trasciende al tiempo”, pensó mientras lo veía volverse hacia él y continuar.

La oportunidad para llevar a cabo mi propósito se presentó varios días después. Coincidimos los tres en una cena. Durante toda la velada estuve demasiado distraído y nervioso. Mi amigo lo notó y me recomendó pasar las vacaciones alejado de la ciudad. “Te ayudará a estar en paz, te vez desmejorado”, me dijo. Casi a punto de despedirnos me di cuenta de que mi única oportunidad se estaba diluyendo, por lo que garabateé rápidamente una frase en una servilleta de papel mientras él estaba distraído pidiendo la cuenta:

“No he conocido otra dolencia tan fatal.

Otra pócima de muerte igual a ti”

Jet aime

Gabriel

 

Natalie me miró desconcertada cuando le pasé la servilleta . Pareció sonrojarse y de pronto me miró con fijeza, sentí un impulso irrefrenable de rodear la mesa y besarla ahí en medio de esa cafetería, pero me sentía incapaz de mover un músculo. Un calor sofocante invadió mi cuerpo y por un instante todo desapareció. Ella me miraba… Había deseo en sus ojos…

Por fortuna nadie pareció notar la forma en que por segundos estuvimos a punto de convertir ese local en un verdadero infierno. Mientras caminaba de regreso a casa me sentía invadido por una sensación de placer, la luna llena parecía exacerbar mis emociones y la fiebre de nuevo había retornado a mi organismo. Fue cuando la escuché moverse entre los autos, supongo que todo fue demasiado rápido. Me atacó justo cuando entraba a casa. Sentí como me arrojaban dentro y en medio de mi desconcierto sólo alcancé a escuchar el sonido del picaporte al cerrarse. “No te asustes, vine para compartir mi veneno contigo” escuché su voz. Era ella, Natalie, envuelta por la oscuridad que reinaba en la habitación. Yo me encontraba tirado en el piso, sentí como ella se ponía encima de mí y me regalaba el beso más sensual que hasta entonces yo había recibido. Casi un año soñando con poseer sus labios, y ahora no sólo la besaba sino que podía sentir las pulsaciones de su cuerpo sobre el mío.

Me quitó la ropa con una furia que me sorprendía y me excitaba a la vez. “¿En verdad, me amas?” me dijo al oído. “Haría lo que fuese por ti” contesté sin pensar, “Te pertenezco”. Fue cuando sentí sus dientes hundiéndose en mi hombro, quise gritar pero inexplicablemente el dolor se había convertido en la fuente de un placer intenso. La sentí compartir mis sensaciones, fue como si ambos nos hubiésemos convertido en un mismo ser; como si nuestros cuerpos desnudos se fusionaran para explotar al mismo tiempo. Antes de marcharse me besó largamente y dijo: “Te dejaré vivir sólo por que tus palabras me recordaron que alguna vez hubo en mí algo de humana, jamás me busques, ya no sirvo para amar…” me besó en la mejilla y pude sentir como sus lágrimas empaparon mi rostro. Quise incorporarme y seguirla pero nuevamente mi cuerpo estaba paralizado, las últimas palabras que me dijo antes de cruzar el umbral de la puerta fueron: “Je t aime”…

“¿Y entonces nunca más volvió a verla?”, preguntó el joven interrumpiéndole.

La he visto muchas veces después de esa noche, estoy seguro. Pero o ha sido ella quien no me reconoce o he sido yo quién no he alcanzado a distinguir el fuego característico de su mirada. Supongo que es difícil reconocer a alguien cuando su exterior se ha transformado.

“Quiere decir que… que se han topado cuando ambos son…”

¿Lobos? Sí. Pero debes comprender que  en esos instantes en que la bestia mantiene al humano bajo su dominio es difícil conservar los instintos bajo control. En ese estado lo único que importa es no compartir tu presa. No puedes siquiera imaginar la frustración que se siente el saber que quizá la noche anterior mi cuerpo estuvo junto al suyo en una batalla feroz y no alcancé a distinguir que se trataba de ella, cuando mi lado humano se ha pasado todos estos años buscándola. Jamás he conseguido librarme de su hechizo…

Pero, ¿le perdona incluso que lo haya convertido en lo que ahora es?” Dijo temiendo irritar al hombre que empezaba a sudar copiosamente preso de una repentina ansiedad.

¿Perdonarla? Natalie me regalo el único antídoto posible para su amor, es sólo en estas noches de luna llena cuando consigo apaciguar un poco mi dolor, sólo hay una manera de olvidar por instantes el terrible frío que se instaló en mi pecho aquella tarde en que me miró fijamente…

El joven adivinó en su repentino silencio, lo que el hombre intentaba explicar. Sintió un escalofrío recorrer su espalda e instintivamente lanzó su cuerpo hacia atrás. El lobo-hombre debió notar su reacción, pues dijo:

No tienes porqué temer, al menos no a mí. Debes perdonarme, pero no me queda más remedio que usar una carnada... Natalie vendrá tarde o temprano. Esta vez la reconoceré y no la dejaré marcharse...

"¿Carnada?", dio el joven mirando con desesperación las rejas de la minúscula jaula en la que se encontraba, mientras allá afuera, la luna abandonaba la celda en la que por horas las nubes la habían mantenido prisionera.

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 Nació en Ciudad Victoria, Tamaulipas, el 11 de noviembre de 1984. Pasó su infancia en el municipio de San Carlos.
En la actualidad radica en Ciudad Victoria. Es egresada de la Licenciatura en Psicología y asiste al taller de creación literaria de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.

 

2003 Participante del taller de literatura juvenil del ITCA, coordinado por José Luis Velarde.  

Primer lugar en el VI Concurso Estatal de Literatura Juvenil en el género de Poesía. 

Participante del Taller de Creación Literaria de la UAT. 

Participante del Taller de Narrativa, impartido por David Toscana 

 

2007 Participante del Taller de Poesía impartido por Héctor Carreto.Participante del Taller de Creación Literaria de la UAT.

Mención Honorífica en el concurso de cuento “Juan José Amador”, en el género de cuento.

Publicaciones*

2005-Ego versus ego, una publicación de los ganadores del IV concurso estatal de Literatura Juvenil, realizada por parte del ITCA. 

Publicaciones virtuales

2007- La Promesa, publicado en “Los mejores cuentos”