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 Remigio Guzmán y Asociados

Magaly Monserrat Balderas

 

 

La casa no tenía algún elemento que dijese que una persona como Remigio la habitaba; más bien era sobria, con algunas características de buen gusto, las cortinas ligeras y con iluminación, la sala de colores neutros y pulcra. Al final del pasillo una puerta entreabierta le sugirió a Rodolfo que por fin se pondría frente a frente con el hombre que buscaba.

Rodolfo cruzó el umbral, antes de emitir palabra, alguien se adelantó:

—¿Qué tipo de problema tiene y cómo cree que puedo ayudar a resolverlo?

No le preguntó el nombre a Rodolfo, ni levantó la vista miope de su computadora. Rodolfo imaginó a Remigio como un hombre imponente, alto, fornido, mal encarado; y por el contrario Remigio Guzmán, tenía un aspecto ordinario, un hombre de esos muy parecidos a otros, que con facilidad pueden camuflar su rostro en el de cualquiera. La figura corta, el peinado relamido, los dientes desalineados, la voz débil y un tanto temblorosa, hicieron dudar a Rodolfo de si en realidad estaba frente al hombre que buscaba o frente  a un reparador de computadoras. Prefirió dar crédito y empezó a hablar.

—Verá, hace tiempo busco una venganza, se trata de un problema pasional, una historia de siempre: mi mejor amigo se adueñó de mi mujer. Cosas que pasan con frecuencia pero que no se pueden olvidar con facilidad.

—¿De qué forma prefiere castigar a su ex amigo? O ¿la que debe ser castigada es su ex mujer? Usted dígame por favor, es indistinto para mí, el precio sería el mismo—. Dijo asomando los ojos encima de los lentes y con tranquilidad como si se tratara de exterminar cucarachas o ratas.

—Aún no lo sé. A Rocío la amé pero ya la odio, de pronto pienso que sería mejor eliminarla a ella. Pensar en el dolor que le provocaría a Ángel al saber que la tuvo y está muerta, es lo que más me excita, sería torturarlo de aquí a su propia muerte.

—Vaya, es usted cruel señor… como se llame no me importa, lo importante es mi número de cuenta escrito de forma correcta en esta ficha—.Dijo con ironía y dejó de lado su computadora.

—¿ O cree usted conveniente desaparecer a Ángel?

—No. Su decisión está bien, si eso le satisface, eso se hará—. Aseguró con total indiferencia. —Permítame anotar los datos. Necesito nombres completos, domicilios, alguna fotografía, señas particulares, aficiones de ambos. Esto es además de para llevar el archivo bien sustentado, para planear algo que pueda parecer natural, supongo eso prefiere o ¿desea una muerte espectacular?

—¿Eso elevaría el precio? —preguntó Rodolfo  intrigado

—De manera considerable caballero, implica un mayor proceso creativo. Las ideas cuestan, de hecho son invaluables, si a cualquiera se le ocurrieran cosas brillantes, cualquiera tendría un negocio como este, ¿no cree? —aseveró Remigio con pedantería.

Le dio la razón a Remigio Guzmán quién no en balde gozaba de un gran prestigio, los crímenes más acertados él los diseñó: el asalto al banco nacional, el robo de la corona de los Príncipes de los Archipiélagos, algunos robos de arte sacro, muertes impresionantes a gobernantes y líderes políticos, todo de una manera original. Era fino en su trabajo, admirable. Nadie le pudo comprobar ninguno de esos crímenes; pero en el mundo en el que Rodolfo se mueve se sabía a ciencia cierta que Remigio es quien los articula, es caro pero jamás falla.

—Tiene razón por eso acudí a usted. Además me atrae mucho su historia de vida y quería conocerlo.

Mi historia de vida, no es diferente a la de todos. Sabrá usted: fui muy pobre,  con sufrimientos terminé la universidad, soy criminólogo y psiquiatra mediocre, nunca conseguí un trabajo superior a los diez mil pesos mensuales, y un día decidí iniciarme en el diseño de planes criminales. Esto es como cualquier trabajo, hay quien diseña puentes, aviones, casas, muebles, yo diseño crímenes. Así que no crea en las historias que se cuentan de mí. Mencionó con un aire de orgullo ante la superación vivida.

—¿Cuándo quedará listo el plan? —interrumpió Rodolfo.

—Venga la próxima semana por favor, a la misma hora. En esta hoja está el tipo de plan, el costo y el número de cuenta. Vuelva con el recibo de depósito. Gracias—. Sacó una agenda del cajón y le preguntó el nombre y el teléfono al cliente. Enseguida se puso de pie y le extendió la mano.

Rodolfo salió de ahí satisfecho, el fin de Rocío y Ángel se acercaba.  Pasó la semana en excitación permanente, llegó el ansiado miércoles, Rodolfo impaciente acudió al negocio de Remigio Guzmán,  tocó la puerta y entró de inmediato.

—Siéntese por favor. ¿Su recibo de pago? Bien. Gracias. Aquí tiene— extendió la mano el diseñador y le dio una hoja al cliente.

Rodolfo leyó el plan emocionado, le sorprendía cada acción, la manera de desaparecer a Rocío no sólo era original, sino que Ángel estaría presente en ese momento. El corazón le latía con fuerza.

—Es genial el plan. Quiero saber si usted pudiera ejecutarlo, yo le pagaría una buena cantidad  y tal vez también podría filmar la muerte y darme el video para disfrutarlo en casa.

—Si quiere también algunas cajas de palomitas con mantequilla—. Dijo con ironía y molestia. —Señor no me pida eso.

Remigio anotó un nombre y un teléfono, tomó a Rodolfo del brazo, lo encaminó a la puerta y le dijo:

—Él es infalible llámele de parte mía, y por favor no se confunda señor, aquí no cometemos crímenes, aquí es el negocio de Remigio Guzmán y Asociados, hay criterios éticos que no puedo romper, soy un burócrata del crimen, no un operador del mismo. Buena tarde.

Rodolfo salió desconcertado mientras Remigio desde la ventana movía la cabeza en desaprobación por la oferta recibida, se sintió ofendido, en voz apenas audible se dijo: 

—Caray, se topa uno con cada enfermo, pobre mundo, pobre mundo…  

 

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Magaly Monserrat Balderas


Escritora tamaulipeca


Ciudad Victoria, Tamaulipas, 1982.


 Licenciada en Ciencias de la Comunicación, con Maestría en Política y Gobierno; su vocación literaria ha sido una desviación permanente de sus estudios profesionales.

Ha tomado talleres con: David Toscana, Héctor Carreto, Orlando Ortiz, Mauricio Montiel, Jaír Cortés, Dionisio Morales, Graciela González Blackaller, José Luis Velarde y Patricia Laurent Kullick. En 2005 recibe el premio estatal de literatura juvenil “Juan José Amador” en el género de Poesía. Cursó el diplomado en “Creación Literaria” del Instituto Nacional de Bellas Artes en coordinación con el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes.

Estudia Literatura en la Casa Lamm.