Jesús Ademir Morales Rojas

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Las tentaciones de Alexis Anton 5

-Purgatorio-

Jesús Ademir Morales Rojas

  

Transitaron por el océano de sangre, en el interior de esa ballena de rostro humano. En las tinieblas Dionis y Mictlani refulgían. Dionis estaba sentado sobre un petate mirando a las alturas. Mictlani de rodillas ante un comal, calentándose las manos, su vista dirigida abajo. El interior de la ballena-humana sofocaba por calurosa-humedad y su saturante olor a copal. Alexis Anton yacía en posición fetal, temblando sus dolores, sus nostalgias, doliéndose. Cuando el mar de sangre se terminó, la ballena-hombre emergió hasta la arena ceniza, y siguió su marcha arrastrándose penosamente, desgarrando contra el terreno de huesos su apergaminada piel. Cuando ya se había internado mucho en aquel desierto de cráneos, se estremeció, contorsionó su rostro de anciano y expiró, clamando voces agónicas en un lenguaje desconocido. Llovió. Las gotas contaminadas, fétidas, corrosivas, salpicaron los restos de la ballena-hombre. Los restos del hombre-ballena, cual abandonado Anteo fenecido, comenzaron a descomponerse: tormentas furiosas de moscas metálicas color plata, gigantescas, con voz de Sirena, fertilizaron aquella carne mística. Pronto miles de huevecillos multicolores, eclosionaron entre chispas y sonidos de campana. Larvas gelatinosas cíclopes, emergieron y comenzaron a amarase devorándose entre sí. Su abrazo múltiple ansioso  letal, se transformó en una sustancia grumosa burbujeante en el cadáver del anciano-ballena  putrefacto crisol de vida. Luego de allí, brotó una furiosa y enorme forma de pene, alada y dentada. Rugiendo siempre, emprendió el vuelo hacia las sucias alturas.  La espalda del gusano-pene  se desgarró y de allí aparecieron los torsos de Dionis, Mictlani y Alexis Anton. De inmediato dirigieron el vuelo del contorsionante pene alado. Parecían unos absurdos centauros híbridos, ángeles de un bizarro Cielo. Alexis miró como, conforme ascendían, se hacía más diminuto el Mundo y sus miserias. Subieron mucho, taladrando la nata infecta atmósfera. Arribaron a una estructura orgánica parda y colmada de pequeñas venas púrpura. Allí se insertó el pene alado. Los tres viajeros abandonaron su inédito transporte. Mira este es el corazón oculto del Ser, aquí tiene su manantial la realidad entera observa allí esos dos capullos en uno Adán nos sueña, nadie lo ha visto pero el nos mira siempre en su sueño somos pero está agotado y sin su compañera es Katia mi Katia. Alexis Anton sintió agudo dolor en el alma. Y donde está ella ahora. Un puñado de hombres han construido una nave espacial buscan llegar a los fragmentos de Luna  fecundarla persistir pesadilla del ente. Cómo, Katia es la última mujer fértil pura. Estrella. Debes recuperarla y traerla aquí  la verdadera trascendencia es inmanencia el capullo vació es su destino su refugio de sueños, inocente, luz, esperanza, su sueño es la curación de la realidad. El corazón oculto del mundo que nos contiene se estremece, date prisa, la nave ha partido. Tienes que traerla aquí  a soñar princesa silenciosa del ser. Alexis Anton dudó. Se arañó el rostro, negando. En el rostro de Adán en la vaina, feto grotesco, facciones sin definir, le pareció encontrar una alumbradora respuesta para todo: abre los ojos, no hay nada todo es la fantasía de alguien enterrado en una tumba fría agonizando. Inventando realidades inverosímiles para aligerar el tránsito a la muerte.

¿Dónde estaba él realmente?

¿Real Mente donde estaba él?

¿Estar donde El, es real?

¿Real es donde el=uno está?

Así es, esa es:

(Alguien escupe flemas sangre doblándose de risa dolor enterrado en vida)

Abre los ojos, Dionis y Mictlani con los ojos en blanco y la boca abierta: él con su traje de plumas de colibrí zurdo, su escudo de quetzal y su espada de obsidiana. Ella con su armadura de ocelote, las garras afiladas prestas al combate. Alexis Anton elige. Elijo cierra los ojos. Bien allá vamos. Suben de nuevo al pene alado, se acomodan en la dentada glande. Ascienden el gusano-pene muerde devora el cielo grumoso, pero la marcha se torna cada vez más difícil: miríadas de levitantes sanguijuelas de gel rojizo, germinadas en la estratósfera radioactiva, le cubren y le chupan la savia las fuerzas. Dionis, Mictlani y Alexis, también arrancan trozos del gusano pene y lo comen, preparándose para el combate funesto. La marcha se detiene, en su extática agonía el pene-gusano expulsa espuma de luces, allí van impulsados los tres. Pronto alcanzan a la fálica nave que libra su propia lucha por escapar de la atmósfera natosa. Vuelan una escotilla. Irrumpen en el interior blanco aséptico de la nave espacial. Varios sátiros cyborgs les salen al paso. Dionis y Mictlani les hacen frente. Metal contra plumas de colibrí. Descargas de energía contra garras de jaguar. Dionis agita su armadura de ave y blande su espada de obsidiana. Mictlani agrede a zarpazos y esquiva con felina agilidad. Explosiones, sonajas de conchas, voces robóticas. Pero los cyborgs, son innumerables. Perderán. Dionis y su hermana Mictlani, se afanan en la batalla. Sonríen. Sigue. Sigue. Le gritan a Alexis con su dual voz. El sucio vagabundo mancilla la blancura de los pasillos de la nave, saturados de monitores, controles y luces. El cubículo del ordenador central.  Barroco habitáculo de bulbos, lámparas, pantallas y cables. Todas conectadas a la piel desnuda de Katia, recostada en una mesa-altar metálico.

La rodean en extraña danza una serie de hombres desnudos, con más caras de alebrijes bestias quimeras,  y colgantes de partes metálicas en el cuello muñecas tobillos. Brincan. Danzan. Se acercan a Ella. Basta tose Alexis. Al verse interrumpidos en su ritual se enfrentan al intruso. Tú. Se quitan la máscara al mismo tiempo. El rostro del enfermero albino viruelas en cada uno de ellos. Clones. Le sonríen. La nave a punto de escapar de la atmósfera. La luna fragmentos se avistan ya. En las mejillas de Katia una lágrima estrella flor de pétalos rojiazules. Alexis Anton tose hasta extenuarse. Principian sus ataques. Los clones lo acometen.

(Alguien escupe flemas sangre doblándose de risa dolor enterrado en vida).

En un cielo que nadie mira, lloran. Las estrellas.

 

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Este registro se añadió el 28 de octubre 2009

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Escritor mexicano


Jesús Ademir Morales Rojas nació en la Ciudad de México en 1973. Cursó estudios de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, es diplomado en Historia del Arte por la Universidad del Claustro de Sor Juana y en Museología (mención honorífica) por parte del Museo del Carmen, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ha colaborado en diversas publicaciones literarias virtuales como Crítica, Destiempos, AXXÓN y Literatura Virtual.

Ha participado en varias redes de blogs orientadas a la cultura y la educación. Actualmente forma parte del equipo de redactores de la red Hoyreka!" y del proyecto de creación de contenidos Coguan, cuyo fundador y Director General es el Dr. Carlos Bravo.

Jesús Ademir es administrador de redes sociales y gestiona cuentas de los blogs Hoyreka y es el responsable del área de social media en la firma TratoHecho.com



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Otras colaboraciones suyas incluyen la redacción de artículos para la productora argentina especializada en contenidos online Bee


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Ademir convoca imágenes reflejadas en espejos infinitos en la serie de narraciones reunidas bajo el título Hipnerotomaquia. Surgen ahí personajes, fantasmas y monstruos cotidianos para protagonizar sueños interminables donde cambian de aspecto, tanto como las palabras del narrador que las retuerce hasta sacar nuevos significados de los signos convencionales.

Todos los que han soñado saben que la percepción se altera para mostrar realidades imposibles. Los tiempos se confunden y el futuro deja de ser consecuencia del pasado. Hay un orden propuesto por el autor, para adentrarse en estas ocho lecturas, aunque bien sepa que es imposible establecer normas que precisen una estrategia de lectura.

Así que invito al amable lector a conocer cualquiera de las partes que integran esta obra.

 José Luis Velarde

Hipnerotomaquia