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En bici por Finlandia

DÍA 1 de viaje (12 de Agosto, 2003). Helsinki – Kruusila (cerca de Salo). 108 kms.

Comienzo a pedalear a las 11 de la mañana, después de que una alemana que ha estado pedaleando por estas tierras me ha dado una serie de consejos y medidas varias contra los mosquitos (incienso, repelente y ajos).

Para salir de Helsinki he dado más de una vuelta. Cuando sales del centro te das cuenta que es como un pueblo grande, con casitos, lagos, carriles-bici. Todo parece perfecto, esto es, en verano. El clima también acompaña, y voy con shorts. Paso por multitud de pueblos de nombres impronunciables. Pueblos por decir algo, porque son casas diseminadas por todas partes.

De camino me voy encontrando con gente que va en bici de un sitio para otro. Por poner una cifra, diré cien, y entre todos ellos, sólo uno me ha saludado espontáneamente. No sólo no saludan, sino que ni te miran al pasar. Uno tiene la sensación de ser invisible. En cualquier otro país de los que he visitado, se entabla una pequeña conversación con la gente que te encuentras, o te preguntan de donde vienes… pero aquí, realmente te haces la pregunta de si de verás existes.

He parado en un grilli, que son como hamburgueserías en la carretera. A estos lugares se les llama también kioski. Muchas gasolineras son grillis también.

Pasé por algunos lagos, y me he desviado de la nacional que me lleva a Turku, a la altura de Kruusila, para poder acampar en un lago que he visto sobre el mapa.

Los lagos finlandeses son algo complicados. Es difícil acampar en ellos, porque la orilla pertenece a las casas de madera alrededor. No hay muchas y suelen estar resguardadas por el bosque, confiriendo al lago un aire de soledad. Aún así, siempre hay que pedir permiso a alguien que haya por allí para acampar, aunque no siempre hay gente.

Me han dejado acampar en una especie de prado, cerca del lago, y me han dado algo de conversación, con lo cuál se agradece.

DÍA 2. (13 de Agosto). Kruusila – Turku (82 kms)

Me he levantado con multitud de picotazos de mosquito, y eso que no los ví tanto. Tocará comprar repelente en el próximo pueblo, pero la cosa no está tan mal como lo pintaban. Básicamente, lo mejor para evitar que te piquen, es utilizar repelente de la marca Off, y pulverizar sobre todo el cuerpo expuesto. Comer ajos ayuda también, porque segrega un olor en nuestra piel que detestan los mosquitos.

Me he levantado a las 9, y mis vecinos del lago me han invitado a desayunar con ellos. Me comentan que su casa de madera es un lugar de meditación, está llena de libros y fotos antiguas. El pasado invierno llegaron a -40 grados, pero me comentan que a -20 grados pueden incluso dar paseos o pescar sobre el lago helado.

Vuelvo a meterme por la nacional que me lleva a Turku, hay bastante tráfico la verdad, pero en Salo me desvío por una comarcal y vaya diferencia. No hay coches, el paisaje suave, con campos de trigo y bosque, salpicado por granjas de madera de color rojizo. Esto, aderezado con una música chill out en el walkman, es muy gratificante.

Voy comiendo de supermercados, hay mucha variedad y los precios no están tan desorbitados como pensaba. Incluso hay productos más baratos.

Hay muchas señales de precaución con los renos, pero no he visto ninguno. Sigo por comarcal desde Halikko a Paimio, y más adelante entronco con un carril bici de una anchura considerable.

Las gentes de la carretera que van en bici siguen sin saludarme y cuando les saludo, me miran con caras raras. He tomado la decisión de saludar a todos, a ver si cambian un poco.

Hoy llegué a Turku, antigua capital de Suomi. Es una de las ciudades más interesantes de Finlandia, pero a mí me parece muy sosa. Tiene un castillo, catedral y un canal que da mucho juego a la ciudad, animándola un poco más.

Día 3. Turku – Ferry hacia las islas Aland

Llueve durante la mañana, con lo cual me he tenido que resguardar en el albergue un par de horas. Tras dos horas esperando, amaina y salgo al puerto para coger un ferry que me lleve al archipiélago Aland, unas islas interconectadas famosas entre los cicloturistas por su atractivo natural y facilidad de recorrido. Dios mío, veo los horarios y el primero sale por la noche, con lo cual me obliga a descansar en el pueblo antes de partir. Me da tiempo pues, a ver el castillo de Turku, que es muy interesante. Me llama la atención una talla de Iacobus con viera incluida, hasta aquí hemos llegado…

21:00 pm: puerto de Turku, hay dos colas para entrar al ferry, una de coches y otra de motos Harley. Me quedo con las motos. Salgo del puerto rumbo a las islas Aland.

01:00 am: desembarco en la isla Lumparland…sabia decisión la mía, ¿qué narices hago a estas horas en un muelle donde ni siquiera hay una sola casa? El pueblo más cercano del muelle es está a 20 kilómetros. Otros dos cicloturistas salen del ferry y se les ve desorientados como yo. Les pregunto si conocen algún lugar para acampar. El tío me esquiva la mirada y no me responde!!! Le pregunto si habla inglés y me que dice que sí, un poco, así que le vuelvo a hacer la pregunta, y pasa de mí. Me despido y no me dice nada… increíble, vaya par de autistas. Intento buscar un sitio para dormir, porque realmente no se ve nada. Unos metros más adelante me encuentro un cobertizo que me servirá para dormir unas horas.

Día 4: Langnas – Palsbole (100 kms)

He dormido 4 horas. A las 6 de la mañana, ya pleno día, se pone a llover. Dita sea… Tengo que esperar en el cobertizo. Pasan unas horas y no para, así que decido salir con lluvia. Impermeabilizo bici y cuerpo y carretera. El paisaje es bonito, rural, muy verde, un verde intenso y brillante. Encuentro granjas diseminadas con edificiaciones de madera principalmente rojas. La armonía es perfecta.

Este conjunto de islas, aunque finlandesas, poseen un grado de autonomía muy amplio. Tienen bandera y matrícula propia, aunque son tan poca gente que se permiten el lujo de poner el apellido en la matrícula. Gran parte de su población es sueca, y muchas de las granjas llevan nombres acabados en Berg. Sin embargo tambien veo alemanes que pasan sus vacaciones aquí.

Al mediodía, llego a Mariehamn, la capital de estas islas. El pueblo está desierto, y eso que es verano. Tras comer de supermercado, y un pequeño descanso, me dirijo hacia al siguiente muelle que me llevará a Geta. Hay que estar un poco atento a los horarios de barcos que te llevan entre isla e isla, porque la frecuencia es muy escasa, así que me apresuro.

El camino es muy tranquilo, con un paisaje bonito. En Torrbolstad como algo y observo la iglesia medieval. Un poco más adelante, acampo en una zona oculta, y a dormir….

Día 5. Palsbole – Puerto de Ava.

Me he despertado a las 7, lo que quiere decir que he dormido 10 horas sin despertarme. Estaba realmente cansado. Llueve….esto se está convirtiendo en una costumbre. La lluvia me obliga a salir a las 10, con lo cuál, pierdo el barco que me tenía que llevar a la otra isla. Por suerte hay otro por la tarde.

En Godby he comido, como siempre, de acuerdo a mi categoría, o sea, de supermercado. Básicamente, siempre suelo comer lo mismo por estos lares; un ensalada con mayonesa o arroz, un trozo de pollo asado, yogur y unas galletas. Lo que no encuentro es pasta.

Se pone a diluviar … dios mío como llueve. Por fortuna no me ha pillado en la carretera. El tramo desde Godby a Humelvik, en la isla de Vardo, es lo mejor. Al paisaje hay que añadir el legado histórico del lugar. Así, encontramos otra iglesia medieval, el castillo de Kastleholm y un poblado medieval de madera reconstruido a la vieja usanza. Aquí si que hay turistas, pero me encuentro también cicloturistas.

Antes de pasar a la isla de Vardo, encuentro una fortaleza del XIX, en ruinas (Bomarsund). Un poco más adelante, un ferry para coches me pasa al otro lado de la isla en unos pocos minutos.

El tramo siguiente hasta el puerto de Torsholma es también relajante. La carretera va atravesando pequeñas islas con un gran número de aves a su alrededor, y las islas están anexionadas por puentes. El sol va cayendo poco a poco en el horizonte, aunque logro llegar hasta el final de la isla, más concretamente al embarcadero de Ava. Aquí realmente no hay ningún pueblo, tan sólo se espera a que llegue el ferry. El mío ha partido ya, porque es tarde, así que busco un lugar donde pasar la noche. Será por lugares…

Día 6. Puerto de Ava – Alastero (140 kms) Un día largo el de hoy, quizás nunca hice antes tanto kilómetro en mi vida. A las 9 he tomado el último ferry de la temporada (que suerte!!). Me he encontrado a cicloturista sueco, de unos 70 años, con una bici que le queda enorme. Hemos intercambiado opiniones aunque su mezcla de idiomas a la hora de hablarme me desconcierta.

El ferry llega a Osnas. Pensaba que ya estaba en tierra firme finlandesa, cuando, después de unos kilómetros, hay que cruzar otro charco en ferry!! Pero esta vez la embarcación es rápida, una especie de balsa metalizada con cable que transporta coches.

Ya en tierra firme, me pongo dirección al círculo polar ártico. He subido por Rustavi, Taivassalo, Mynamaki, Ylane, atravesando campos de trigo salpicados de bosques. En ciertos tramos predomina el bosque, muy frondosos, que da miedo meterse. Aunque apenas he visto animales, tan solo búhos, ardillas y algún oso hormiguero abatido en la carretera. Muchas señales de reno pero ninguna a la vista.

Por esta zona hay construcciones antiguas como graneros y tiene todo una estética americana. Por la carretera se ven moteros de largas barbas en sus Harley, furgonetas deportivas y unas construcciones similares a los de los casas de los campos de trigo de USA. Todo ello aderezado con banderitas americanas y similares.

Ahora estoy cerca de Alastaro, con mi tienda de campaña. Acampado detrás de un bosque bastante cerca de un hormiguero de un metro de altura.

Día 7. Alastaro – Tampere (99 kms)

Una jornada que pensaba sería corta, pero no. Otro centenar de kilómetros. Hoy he acusado un poco el cansancio, y es que además el terreno era más ondulante que otras veces. He pasado por Kanteenmaa, Punkailaidun y Lempaala. Hasta llegar aquí, se observa un gran lago a mi izquierda, el Vesilati. A las 5 he llegado al albergue de Tampere.

Día 8. Tampere.

Jornada contemplativa en este pueblo donde surgió la revolución industrial finesa, gracias al complejo textil de Finlay. Un lugar tranquilo (como todos, claro), ideal como jornada para lavar la ropa, secar la tienda, comer en abundancia y relajarse.

Día 9. Tampere- Mantaa (113 kms)

Ha llovido durante todo el día. En Tampere esperé hasta que escampara un poco y salir. Antes de salir, hablé un rato con el del albergue para replanificar mi viaje. Lo más probable es que suba hasta Kajaani en bici y desde allí coja un tren a Rovaniemi, en el círculo, para proseguir pedaleando hasta Inari. Le he preguntado si había renos por esta zona y el tío me dice que no hay porque no podrían sobrevivir a los lobos de estas tierras. Genial, hay lobos y yo sin enterarme. De todas maneras, lo que más me sorprende es que voy por carreteras secundarios por bosques densos y más o menos salvajes y no he visto apenas animales.

Al salir me he hecho un lío. En una gasolinera me han ayudado a salir a la carretera correcta. En un primer momento, aburrida (nacional hacia Orivesi), pero luego en el desvío hacia Teisko, ha sido bastante genial. He ido dejando lagos a derecha e izquierda, algunos de ellos muy pintorescos, por carreteras poco transitadas.

Hoy he comido 3 veces de supermercado. Desayuné arroz con pollo y piña, comí un muslo de pollo asado y chocolate, a las 4 de la tarde un salmón ahumado y para cenar, ensaladilla rusa y morcilla finlandesa (que por cierto, sabe a cocido). Y es que cuanto más se coma, más se rinde.

Ahora estoy acampado a la orilla de un lago, cerca de una pequeña playa, al lado de Mantaa,

Día 10. Mantaa – Uurainen (95 kms)

Etapa no muy larga por la dichosa lluvia, que sigue y sigue… Desde que salí de Turku, no ha habido un solo día que no lloviera.

El día comenzó bien. Sequé la tienda en el embarcadero del lago, ordené las cosas de las alforjas y salí rumbo a Mantaa. Allí fui a la oficina de turismo. El que estaba allí estaba sorprendido de que hubiera un turista, y es que el pueblo en sí realmente no tiene nada.

En esta zona la gente es más simpática. Y cuando les preguntas, se vuelcan. Me dirijo hacia Keuruu, y a medio camino se pone a diluviar. Me cobijo debajo de unos árboles. Incluso sale el sol. Para de llover, salgo, y a la media hora, de nuevo llueve y a cobijarme en una parada de bus. El cielo es gris oscuro y los truenos retumban.

Con este plan, llego a Keuruu. Tiene una iglesia totalmente de madera, del siglo XVIII. Por aquí me quedaré un rato porque vuelve a llover. Vaya día, no tuvimos suficiente ayer …

El camino de Keuruu hasta Uurainen es a través de bosque espeso. El paisaje ha cambiado drásticamente con respecto al sur. Los pastos han desaparecido y son sustituidos por lagos. Algunos de ellos son alucinantes, especialmente los que tienen islas dentro ó los más pequeños. He acampado en la orilla de uno de ellos.

Día 11. Uurainen – Rautalampi (102 kms)

Ni más ni menos que a las 6 de la mañana un finlandés trastornado me da una patada a la tienda y empieza a gritar. Será por espacio… Salgo de la tienda legañoso y el tio sigue… ni idea de lo que dice. Le digo una parrafada en inglés y se marcha sin mediar palabra. Vaya, no sé si va a llamar a la policía ó se marcha desconcertado. En cualquier caso, levanto el campamento por si las moscas, y es que estoy en una zona privada.

A las 7 comienzo a pedalear, y que frío. En el pueblo espero en un café a que caliente un poco el día y abran los supermercados. Por estos parajes, parece que la gente es granjera ó leñadora.

El día transcurre tranquilo. De camino me encuentro con un cicloturista alemán. Pedaleamos un tiempo juntos y luego, me adelanto.

Fin de etapa en Rautalampi. Estoy en una especie de granja, aislada del pueblo, que solo se puede acceder a través de un camino. Se encuentra a la orilla de un río. Todo aquí es idílico, tanto el lugar como las gentes que se encuentran por aquí. Es como si por aquí nunca pasara nada.

La granja tiene 4 edificios de madera, incluso una casita sauna con leña, y bajando, un pequeño muelle donde uno puede nadar.

En medio de esta tranquilidad, se pone a diluviar, y tras arreciar, aparecen ni más ni menos dos arcoiris.

Empiezo a ver gente por esta granja. Por un lado aparece el alemán que adelanté a media jornada. Me quedo perplejo ante su bici, porque tiene una corona cubierta. Hay un grupo de fineses de un pueblo cercano que vienen aquí a relajarse, esto es, pintar, pasear y tomar la sauna. Son muy simpáticos y curiosos. Me comentan que nunca podrían vivir en un lugar como el mío, en que la mitad del año se va en manga corta. En fin… hay gustos para todo.

Día 12. Rautalampi – Pielavesi (110 kms)

Lluvia y más lluvia. Y sigue. Nunca he visto algo similar. El día ya comienza mal. Desayuno en la granja, y vaya desayuno. Una gran mesa llena de comida nos espera en la casa principal. Desayunando me encuentro a unos catalanes. ¿Pero que hacen por este lugar tan alejado del mundo? Para colmo, uno de ellos es de mi barrio.

Salgo dirección Tervo, pero me equivoco, y eso que he preguntado dos veces y me habían confirmado la dirección, pero claro, con mi pronunciación celtíbera y mi aspecto, entiendo que me dijeran sí a todo. En resumen, he acabado metiéndome por unas pistas forestales y he recorrido 30 kms más de la cuenta. Tras subsanar el problema, reengancho con la carretera que quería seguir, más pista forestal y camino. Estas pistas está realmente limpias y voy a velocidad crucero. De hecho, llego a las 2 a Tervo, no sin antes me haya caído bastante lluvia encima. Al principio, me he puesto de barro hasta las cejas, pero luego, al coger el tramo de carretera, entre el agua del suelo y la que recibo de los coches, acabo otra vez limpio y como nuevo.

Como en Tervo, de supermercado y me dirijo a Pielavesi. … Ooops, encuentro una contradicción en el mapa… Observo en una señal la desviación a mi destino por una pista de tierra. Mi mapa pone que son sólo 5 kms de camino de tierra, vamos allá!!!

Pasan los kms y no salgo del camino…. 5 kms, 10 kms … y nada. Se pone a llover, se pone a diluviar…. Dios mío, el chubasquero ya no sirve de nada, y por segunda vez en el día de barro hasta las orejas. La lluvia apenas me deja ver porque es muy intensa, y decido no parar para evitar el enfriamiento. Entre la tierra y la lluvia, los cambios se embarran y se quedan inútiles, dejándome sólo con la velocidad más exigente. Ante este panorama, me quedan 25 kms.

Tras una hora a bloque, llego a Pielavesi. Aquí si que voy a buscar el lujo de un albergue. Me he tomado una sauna, pero era muy suave, apenas 50 grados.

Día 13. Pielavesi – Lisalmi – Rovaniemi (60 kms)

Me levanto pronto. Prácticamente se ha secado toda la ropa mojada, incluso las zapatillas que las dejé colgando en un horno. Estoy como nuevo.

Me acerco al centro del pueblo, a ver si encuentro algo para comer, pero es domingo. Todo está cerrado y muerto. En una gasolinera, me tomo un café y algo sorprendente me ocurre!!! Una señora que estaba por allí, se dirige a mí y me hace una pregunta!!! Es la primera vez que me pasa en trece días, y es que aquí, como no comiences tu la comunicación, ya te puedes ir olvidando de hablar. El grado de curiosidad y comunicación de esta gente es similar a la temperatura de estas tierras en pleno invierno.

Dado a lo que que me ha ocurrido, decido llamar a estas tierras la “Andalucía” de Finlandia.

Desde ayer, el cambio de velocidades lo tengo roto. Ando con plato medio y piñón más exigente. Sin problemas, porque todo es llano. Otra cosa será Laponia, que no sé como es exactamente el relieve.

Tras 60 kms, llego a Lisalmi. Aquí he decidido colgar la bici, cansado de ver un paisaje muy parecido y señales de OJO RENOS sin ver todavía ninguno.

Así que, en Lisalmi cojo un bus a Kajaani, al módico precio de 12 € por 80 kms, y de Kajaani a Rovaniemi en tren, por un precio de 50 € por 350 kms. Barato barato….

A Rovaniemi llego a las 12 de la noche. Ha sido realmente un día completo, 60 kms en bici, bus, tren y estoy en la capital de la Laponia.

Me dirijo a un albergue que he visto en la guía. Pero a estas horas está cerrado. OK, sin problemas, segunda opción, hay un camping cerca del río Kemijoki, aquí al lado, a tan sólo 300 metros de la calle principal.

Día 14. Rovaniemi – Lohiniva.

Que frío!! Se nota la diferencia de temperatura. Aunque claro, estoy acampado a tan sólo 8 kilómetros del círculo polar, y eso se tiene que notar. Me levanto y observo el panorama. Enfrente el río y Rovaniemi. Que momento, tenía muchas ganas de llegar a este pueblo con tanto renombre. Tras una ducha de agua caliente de 20 minutos, me voy a la famosa biblioteca de Rovaniemi, a escribir unos emails. Este edificio representa mucho en esta ciudad de 20 mil habitantes. Es un punto de encuentro para las gentes finesas durante las largas noches del año, donde adquieren toda la cultura que necesitan.

Cojo bastante comida en el supermercado, porque a partir de aquí habrá pocas oportunidades de avituallamiento, y me doy una vuelta por Rovaniemi. Es un pueblo de escasas calles, con comercios tanto modernos como carcas. En este paraje, los usos ya son extraordinarios. Hay gente que hace ejercicio con bastones de nieve, supongo que para no perder la forma, y todos los coches llevan un enchufe delante. Los espacios son amplios, los edificios de pocos pisos, sin balcones, y todo tiene un color claro, suave.

Me pongo en marcha hacia el norte. El cielo está encampotado. Velocidad crucero, o sea, 25 kms/hora. La sensación térmica es diferente. El viento es bastante más gélido que en anteriores días. El frío se nota al comenzar a pedalear, luego ya uno entra en calor.

La carretera comienza a despoblarse. Cada vez son menos las casas que encuentro. Voy dirección a Kittila, bordeando el río Kemijoki. Es ancho y de aguas rápidas ó esa es la sensación después de contemplar decenas de lagos.

En un café me encuentro a un cicloturista. Me comenta que por arriba hace mucho frío, pero ve que voy bien equipado y no se preocupa. Me comenta que incluso puedo ver nevar.

Las rectas son largas, el tráfico escasea, los bosques son menos espesos y los árboles mas finos y escuetos, pero sigue habiendo pinos por todas partes.

En otro café-tienda, pregunté al tendero donde había renos, que todavía no habia visto. El tío me dice que tiene dos en su casa. Joer, ya me los puedo imaginar en su jardín, cuidándole la casa.

En alguna granja me encuentro renos, pero en la carretera o en plena libertad todavía no los he visto.

Una cosa curiosa de este lugar, es que la gente viste de manera peculiar, esto es, como cada uno quiere. Hay trajes a lo John Wayne, a lo outback australiano…

He acampado a la orilla del río Kemijoki. Un lugar precioso. Aquí un afluente se libera del peso de sus aguas y desembocan en Kemijoki.

Día 15. Lohiniva – Lugar indeterminado (120 kms).

He seguido por la carretera nacional hasta Kittila. Desde el punto donde acampé hasta este pueblo, unos 45 kms, que se me han hecho largos porque no hay ningún sitio para tomar nada. Infructuosa ha sido la búsqueda de un café por la mañana para reponer fuerzas. Una granga llamada Villa Magia se encontraba a mi paso, pero estaba cerrado. Un sitio raro, porque parecía que tenía un museo de brujas.

Tras encontrarme con algún reno, en la carretera, por fin llego a Kittila. En una gasolinera como algo y en ese momento, comienza a diluviar. Menuda suerte, me ha pillado a cobijo. Me tomo una hampurilainen, y tres cafés, que necesitaba. Luego, paso por el super a repostar para los próximos 160 kms hasta Inari, ya que en todo este tramo no habrá nada, ni pueblos ni tiendas ni nada.

Sigo un tramo de la N-80, cruzo un río y veo un sami con sus perros bajando a un río. El personaje va con ropas de colores samis (azules y rojas), vamos, como los gnomos pero en grande. Unos kms más adelante, desvío por una provincial donde no hay un solo coche y apenas alguna casa oculta por el bosque. Los bosques son menos espesos, pero más bellos, porque se ve el interior a más distancia. Se pone a llover. De camino, me cruzo con una familia de renos que andan vagando por el bosque. Nos quedamos mirando un rato hasta que se cansan de mí.

Sigo con buen ritmo con la única marcha que me funciona y …. Ooops, el portaequipajes se me rompe. Habría que soldarlo, pero con la cuerda del chubasquero es suficiente para proseguir.

Después de Kistaala, el camino es una pista de tierra. Al principio es bastante liso, pero luego se convierte en una pista bacheada, bastante inadecuada para los neumáticos lisos que llevo. El mapa indica que son bastantes kms con carretera de tierra, 70 kms.

De camino, veo alguna cabaña abandonada. Se va haciendo tarde y tengo que buscar un lugar para dormir. Más adelante encuentro otra cabaña de madera, por supuesto, abandonada. Creo que estoy en el área menos poblada de toda Europa. La cabaña está cerrada y es imposible meterse.

Así que toca internarse un poco en el bosque y acampar. No me inspira mucha confianza dormir en tan remoto lugar, teniendo en cuenta que alrededor tengo osos, lobos, zorros, renos y otros simpáticos animales.

Por la noche comienza a soplar el viento, y me mantiene bastante alerta, de hecho no consigo dormir hasta que amanece a eso de las 4 de la mañana.

Día 16. Lugar indeterminado – Inari (60 kms)

Después de desayunar, salgo sobre las 10. Se ha levantado un viento terrible en contra. Sigo por la pista deseando encontrar pronto el pavimento de una carretera. Se pone a llover torrencialmente. Que más puedo pedir, viento y lluvia, lo peor para el ciclista. Por fortuna estoy a sólo 20 kms de una aldea, que en realidad consiste en camping, casa y bar. Se llama Pokka. Hace un frío terrible, aproximadamente 2 ó 3 grados. El del bar me dice que Pokka es el pueblo más frío de toda Europa. En 1999 alcanzaron el record absoluto; 55 grados bajo cero. Y me lo creo, porque si en pleno agosto hace este frío … De hecho me dicen que de aquí a 15 deberían comenzar las nevadas. De camino hasta aquí, me he ido encontrando caminos y señales exclusivos de motos de nieve, y es que estos se utilizan durante 6 meses. El equipamiento de esta gente es, sin exagerar, un par de renos, moto de nieve y coche.

En el bar me tomo 3 cafés para coger calor. Tras una hora de espera, al ver que no para de llover, continúo camino. Ahora el viento se ha convertido en un vendaval. Esforzándome mucho, consigo llegar a los 9 kms/hora, que a fin de cuentas, es como si andara rápido… y esto es malo.

El paisaje comienza a ser increíble, se ven llanuras sin bosque, zonas pantanosas, una soledad increíble. Me doy cuenta que tal y como están las cosas no puedo llegar a Inari hoy. Después de 3 horas intensas de esfuerzo, a 50 kms de mi meta final, me rindo. Un finés en furgoneta me lleva.

A partir de este momento, comienza la experiencia psicodélica en Laponia. El de la furgoneta me dice que va para Inari, pero que antes podemos ir a un bar a tomarnos unas cañas. El bar está en el parque nacional de Lemenjoki. Allí me presenta a sus amigos. Son las 3 y sus amigos están ya cocidos, y eso que es un día laboral. Mi colega se pone al mismo nivel de alcohol, y se me ponen a bailar, a cantar …. Vaya panda. Volvemos a la furgoneta y vamos camino a Inari. Pero como veo que el tío va muy cocido y se queda dormido, tengo que conducir yo y llevarle a Inari. Una vez en Inari, experimenta el síndrome depresivo post-borrachera y empieza a llorar y a contarme su vida. Joer con Laponia.

Está oscureciendo y me voy a uno de los 2 hoteles que hay en el pueblo. Me hospedo en el hotelli Inari. El hotel está lleno, pero se pueden compartir habitaciones con gente. La mía me cuesta increíblemente 5 € (IVA y borrachos incluídos). Por allí están los locales y algún otro turista. En el bando turista, me encuentro a un italiano, Iván, y comemos juntos. En el otro bando, samis y lapones. En una mesa estoy viendo la tele, cuando los locales se empiezan a sentar alrededor. Son gente diversa, hay un sami que pilota un hidroavión que lo tiene aparcado detrás del hotel, otro que tiene un rebaño de renos… En fin, variedad de personajes, entre ellos, el tonto del pueblo, que encima está cocido y se dedica a tirar el mando a distancia a la mesa. Luego ha aparecido otro finés que me empieza a hablar de lo buenas que son las películas de Buñuel.

Bueno, es hora de dormir, realmente hoy me han pasado muchas cosas. En mi habitación ya hay uno durmiendo, se ve que ha bebido bastante. Como se levanta constantemente y se pone a molestar decido salir de la habitación y comentarselo al jefe del hotel. En el trayecto, veo que en la sauna hay gente bebiendo vodka. Pfff … el jefe me cambia de habitación. Parece que hay otra persona durmiendo pero este tiene unos 70 años y supongo a su edad será normal. Una vez que estoy listo para dormir, el compañero se pone a cantar. No me lo puedo creer. Le empiezo a gritar que se calle, y el tío se acojona. Que poder de convicción tengo. Al cabo de 10 minutos, se levanta de la cama, abre la mininevera y se trinca un botellín de vodka. Se recuesta y sigue cantando. Le grito y se calla, hasta que a los siguientes 10 minutos, comienza de nuevo el mismo proceso. Hasta me va ofreciendo vodka cada vez que abre la mini-nevera.

Realmente es imposible dormir. De hecho el incansable Sinatra ha cantado y bebido a su bola hasta las 8 de la mañana.

Mi autobús para Rovaniemi sale a las 2, así que me da tiempo de ver el museo Sami. Me dirijo hacia la Wilderness Church, pero se pone a llover y no puedo llegar. Además, se me pincha la rueda … ¡¡El primer pinchazo en 1400 kms!! Y encima en la acera asfaltada. Me da tiempo a ver el museo de Laponia.

A las 2 cojo el bus que me llevará de nuevo a la civilización, y de alli, rumbo a Helsinki.

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