En esta obra quiero contribuir con mi testimonio y mi conocimiento a un despertar de la consciencia y al paso a una humanidad nueva, revolucionaria de la mente, las creencias y el condicionamiento social. Quiero dar mis aportes para que nazca el amor verdadero, la sencillez, la sensibilidad, la alegría de vivir, la humildad. Para volver a ver con ojos inocentes la vida. Y ya sin ansiedad, amarla.

 

La Sombra

de la Impotencia

"CON TODO MI CARIÑO PARA USTEDES QUERIDOS LECTORES"

Dedico esta obra a mis hijos Sandra Milena, Carlos Armando, Maribel y Dahiana Michel, a mi dos nietas Valeria y Mariana y a mis ahijados, con mucho amor.

Elevo plegarias de amor por mis hermanos muertos. También a todos mis hermanos vivos, sobrinos, sobrinas y primos dedico esta obra con mucho amor. Como también a mis amigos y coadyuvantes en mi camino al despertar de mi consciencia: Gustavo Betancur, Helmer Zuluaga, Angela Duran, Lucero Orozco, Darío Ospina, Valeriano Tobón, Federico Millán y Carlos Sierra.

 

Agradezco a Gladys Henao por el valor, la importancia y el significado con el que ella aprecia la cualidad de escribir, dándome así aliento para realizar esta obra. También a María Elsy Pérez García, por el apoyo y empeño en la transcripción digital y toda la colaboración que me brindó durante la elaboración de este libro. Y a Jairo Alvarez por la participación en toda la creación de esta obra.

 

INTRODUCCIÓN

    Este libro revolucionará todo su ser, su mente y su conciencia*. Involucra todo su comportamiento y le invita a preguntarse quién es usted. A través de él podrá examinar su vida personal, familiar y económica. Estas cosas son las que se ven y pegan su imagen en el espejo de los demás y en el de uno mismo. Tenemos conceptos e imágenes de los demás y de nosotros mismos, generalmente por lo que se ve; pero muchas veces lo que no se ve es más importante. Podemos, entonces, a lo largo de este libro, observar y comprender lo que no se ve.

    En esta obra quiero contribuir con mi testimonio y mi conocimiento a un despertar de la consciencia y al paso a una humanidad nueva, revolucionaria de la mente, las creencias, el condicionamiento social, la ignorancia, el intelectualismo, la división, la discriminación, la desigualdad, el racismo, el rechazo y del abuso de una sociedad que castra las mentes de los niños. Quiero dar mis aportes para que nazca el amor verdadero, la sencillez, la sensibilidad, la alegría de vivir, la humildad. Para volver a ver con ojos inocentes la vida. Y ya sin ansiedad, amarla.


*En adelante utilizaré el término consciencia, para referirme a la consciencia que las personas pueden desarrollar a través del conocimiento propio, de su propia existencia y de ese interrogante que siempre nos hacemos frente a la vida; ya que ‘Conciencia’’ está marcada por la heredada programación y las tendencias sociales.

 

PRIMERA PARTE

TESTIMONIO DE VIDA

    Quién soy yo? ¿Qué es la vida? ¿Quién es Dios? ¿A qué vine al mundo? Me pregunté alguna vez. Leo es mi nombre. Nací en una familia campesina en el año 52, cuando el trabajo agrícola era lo más arraigado para subsistir, el más importante crédito moral y espiritual, antes que el estudio o que cualquier otra actividad.

    He llegado al momento menguante de mi vida, es decir, cuando uno sabe y siente que entró a la segunda mitad del camino, la que lleva hasta el final... Esta etapa de madurez, cuando se tienen experiencias acumuladas, podríamos llamarla como el sendero de la reflexión y del aterrizaje... para los que aterrizan... No todos tienen el privilegio del cambio y la transformación. La mayoría de los seres humanos permanecen cristalizados en sus ideas y endurecidos en su ego.

    El ser humano vive atrapado en el intelecto, asfixiado en el ego y volando en las imágenes. Así fue programado, esa es la herencia que ha recibido. Todos los individuos de este planeta que no hayan despertado su consciencia son inocentes de este flagelo heredado. Uno recibe esta herencia por fuerza, es decir, es impuesta como educación. Nadie es auténtico en esta época moderna. Somos robots programados, ya casi nadie tiene ideas y creaciones propias, todas son inducidas, nadie es algo porque así se hizo, sino que se lo impusieron o se lo dijeron que debería ser. O simplemente sus actitudes son el resultado mismo de nuestra programación.

    El hombre moderno siente la necesidad de aprobación y de ser reconocido; su programación y aprendizaje eleva su ego, que más tarde le asfixia, y así vive la humanidad creyendo que ese es su destino o misión, sin saber que no es ni misión ni destino, es su programación. La prueba es que después de los cuarenta años casi nadie está satisfecho con lo que ha hecho y tal vez se haya metido muchas mentiras en su vida para justificar sus actos. No obstante, la mayoría de la gente cree haber perdido mucho tiempo en su juventud, mientras comienza a chocar con la adversidad y las enfermedades y a sentir que ha comenzado a descender por la pendiente. Es la hora de los chequeos médicos, de buscarle soluciones a sus problemas psíquicos y en muchos individuos la vida comienza a ser cada vez más complicada, sin hallar soluciones definitivas a sus locos padecimientos intelecto psicosomáticos.

   Es común hoy en día leer en los periódicos noticias sobre la salud, sobre todo de enfermedades que son modernas como la migraña, el estrés, la depresión, el insomnio, dolores en todo el cuerpo. En un periódico de circulación nacional encontré una noticia que decía: el 56% de la gente en América Latina sufre de migraña o jaquecas: ¿qué explica esto?

   El ambiente, los compromisos sociales y políticos comenzaron a inducir a la gente a no dormir, o sea a trasnochar. Nunca antes se había visto que la gente tuviera tantas horas de actividad y tan pocas de descanso, forzando cada vez más su organismo. Con un agravante: las circunstancias modernas proporcionan inadecuados ambientes para el descanso: estamos cargados de  electromagnetismo, de ruido excesivo y de aire contaminado. ¿Podrá entonces un cuerpo descansar lo suficiente?, uno necesita renovarse tanto física como mentalmente para iniciar la actividad del nuevo día.

    Esa forma de desequilibrio provoca desarmonía en el funcionamiento del organismo humano con el medio ambiente, con las leyes naturales que lo rigen, y el resultado es un excesivo estrés, dolores, inestabilidad interna, alteración del sistema nervioso, angustia y mucha ansiedad.

    Llegar a la cima significa que luego habrá que coger por la pendiente. El joven no cree que su fuerza y juventud pasan, por eso anda entretenido derrochando la juventud.

    Nunca creí llegar a los treinta años. Siempre vi esa edad demasiado lejos. Llegué allí y salté muy pronto a los cuarenta. De ahí en adelante el tiempo comenzó a soplar como una tempestad, el acoso en mi psique era cada vez más pronunciado, por los dolores físicos y psicológicos acumulados y también porque mi mente comenzó a darse cuenta de que se habían ido mis años mozos y juveniles, que me había acercado a una nueva y muy seria etapa de mi vida, en la que ya no podía continuar gastando mal mi energía. Supe que tendría que encontrar la forma de aprender a ahorrarla, pues ya había conocido todas las formas de malgastarla.

    Fue entonces cuando se inició en mí, el reto más grande de mi vida: enfrentarme a mí mismo, parar mi carrera, o sea los afanes, buscar ayuda, asumir la verdad, comenzar un proceso de sanación y de toma de consciencia sobre todas las cosas que habían herido mi vida, y de los conceptos equivocados que me formé de mi mismo y de mi entorno. Ahora necesitaba aceptar, comprender y perdonar con humildad. Así logré ver una luz al final del túnel.

    Lo más común entre toda la gente de esta época es gastar su energía en algo que le permita escapar de la verdad de la vida: criticando, juzgando, fumando cigarrillo, tomando licor, ingiriendo drogas, abusando de la sexualidad, con agresividad hacia los demás, incluso, ambicionando insaciablemente. Sí, esta última es la forma más común de quemar nuestra energía vital. Y esto nos confirma la manera en que somos inducidos por un sendero peligroso y destructivo. La humanidad tomará consciencia de ese sendero y se asomará al comienzo de una nueva vida, al nuevo mundo, porque esto es un mal, un flagelo y la vida no lo aguantará por mucho tiempo: mire usted cómo está hoy el mundo, cómo está usted, su paz, su cuerpo, su corazón, como está su armonía, ¿qué tanta tiene?, mire lo que ocurre con su mente. Confírmelo usted mismo.

    Mi vida había alcanzado un alto grado de cansancio mental y físico. La vida me reclamaba y yo no sabía cómo responderle. Sólo tomando conciencia de todo lo que había hecho historia en mi vida emocional, de lo que había afectado mi vida, en lo que quedé atrapado y que produjo un dolor que me mantuvo en la dualidad, en la incomprensión, en la ignorancia, en los interrogantes, en la zozobra, en la duda, en la cobardía, en el desasosiego, en la angustia, y en muchos casos en la desesperación con pensamientos de suicidio.

    El temor, la duda y el dolor psicológico, son en profundidad la ignorancia del ser humano. En los últimos años mi vida se ha transformando. No he cambiado nada de lo que ocurre en mi, ni de lo que me rodea, pero sí mi forma de pensar, de sentir, de ver la vida y de hacer las cosas, y eso ha de compenetrarse entre los que me rodean a tener nuevas formas de pensar.

Mi vida se inició en un bello mundo, pero desde esos comienzos estuve expuesto a una sombra de impotencia. Las manos y voces del poder manipulador moldearon mi vida señalando el bien y el mal con asombrosa insistencia. El pánico y la inseguridad se arraigaron de una manera tal que en el fondo de mi ser lo bello se cambiaba por lo feo, lo alegre por lo triste, la paz por el desasosiego y el sosiego por la perturbación.

    Un día me dije: ¿qué pasa Dios mío? ¿Por qué en mi familia se reza tanto y se cree tanto en Dios y sin embargo hay tanto desamor, tanta incomprensión y se siente tanta soledad en medio de mis propios hermanos y hermanas y también de mis padres? ¿Por qué, Dios mío, si ellos son mis padres y mis hermanos siento temor y la sensación de liberarme? Otra vez Dios mío me siento impotente ante mí y ante ellos.

    Era lo que pensaba mientras caminaba por las pendientes de la montaña. Al caer la tarde, miré al Oeste para contemplar una hermosa puesta del sol. Me quedé silencioso sentado en un barranco y el sol se escondió detrás de la cordillera. La tarde se enfrió y empezó a anochecer. Miré al Este con la ilusión de animarme contemplando la Luna, pero en esos instantes desconocía por completo el ciclo lunar.

    El firmamento se nubló y entró la noche. Una nostalgia se posó en mi pecho y me ahogó un nudo en la garganta. Miré de nuevo al cielo con la ilusión de ver siquiera una estrella para contarle todo mi dolor, pero el cielo estaba cubierto de nubes. Quedé mirando fijamente la cordillera que estaba frente a mí y de repente apareció una brillante luz que me conmovió y solté en llanto. Con la voz entrecortada comencé a sollozar.

    Las lágrimas taparon mi vista y aquella sola luz se convirtió dentro de mis ojos en muchas lucecitas pequeñas que me mimaban. Sentía que de mí salía un suspiro de amor para alguien que me escuchaba y que me amaba. Y comencé a decirles a todas esas lucecitas: si veo una luz a lo lejos es porque yo puedo ir allá caminando y probar otra fuente de vida, hallar un camino nuevo y encontrarme con padres nuevos y hermanos nuevos. Pero no sé por dónde ir y además tengo miedo de liberarme: muéstrame divina luz algún día el camino para llegar a ti y encontrar a mis verdaderos padres y a mis verdaderos hermanos. Por ahora no soy capaz ni veo otro camino que continuar atado a mis verdugos, a esos que dicen quererme, pero que me torturan con la crítica, con la prohibición, con las exageradas exigencias; que no me hablan sino que me gritan, que me castigan con el poder que les otorga el ser mayores y la satisfacción que les produce la impotencia que inspira un menor.

    Sentí además que dentro de mí había una fuerza que me animaba y que esa fuerza era más poderosa que el dolor que me oprimía y que el sentimiento que me tenía atrapado en otras manos. Era una inspiración capaz de cambiar mi vida cuando yo lo quisiera. Me quedé nuevamente en silencio sin pensar nada. Después me dije: algún día esta luz iluminará mi camino y se abrirán las puertas que me darán paso a la verdad, para poder vivir la libertad.

    Abrí bien los ojos, limpié mis lágrimas, mi nariz y mis mocos con hojas de mortiño, una plantica tan suave como el dulceabrigo. Comencé a observar con más detenimiento la luz, ya sin lágrimas y sin nudo en la garganta. Pude darme cuenta que era una lámpara a gasolina que habían prendido unos campesinos en la cima de la montaña.

    Al comienzo de mi vida creí que mis padres me habían traído al mundo y que por ello debía agradecerles. Fue muy grande el miedo que sentí al pensar en el día que mi madre muriera. Creía no ser capaz de vivir sin ella. También sentía que si mi padre llegara a faltar, quedaría sin norte y la inseguridad me asaltaba con solo pensarlo.

    Con el paso del tiempo comprendí que no eran mis padres los que me habían traído al mundo, sino que yo vine al mundo por medio de ellos, que yo elegí nacer en una familia equis, en la que sería educado, moldeado y condicionado, según sus costumbres y tradiciones, de las que no podría escapar y que no podría cambiar y mucho menos controlar. Aquí nació mi primera duda, con mi primer año de vida y con la duda nació en mí el temor. Comencé a sentirme extraño, sin saber por qué. Era como una sensación de sometimiento en la que mi autenticidad y originalidad quedaban desvanecidas, me volteaban de aquí para allá, no podía experimentar libremente las cosas. Existían unas manos manipuladoras y unas voces codificadoras, de las cuales un niño jamás puede escapar.

    Más adelante comencé a sentir como una especie de hielo desplazándose dentro de mí y algo extraño me invadió. Era como una impotencia que sacaba mi ser del sentido común y de lo que genuinamente me dio la existencia. No hay cosa más dolorosa en la vida de las personas que la incertidumbre, el miedo y la duda. Mis ojos se abrían y mis oídos se aguzaban tratando de entender esas cosas raras a las que uno en su edad indefensa tiene que someterse. Cuando estamos niños, todos somos únicamente receptores, eso lo sabemos. No trasmitimos nada, todo lo grabamos y eso queda bien guardado en el trasfondo de nuestro ser, en el inconsciente.

    De esas cosas grabadas y guardadas se derivan nuestras raras actitudes, esas que uno quiere cambiar, pero que siempre se manifiestan involuntariamente.

“SI QUIERO CAMBIAR EL MUNDO EXTERIOR PRIMERO DEBO CAMBIAR MI MUNDO INTERIOR. DEBEMOS DESPERTAR Y VOLVERNOS CONSCIENTES DEL CONDICIONAMIENTO QUE NOS CARACTERIZA Y QUE MOLDEA NUESTRAS ACTITUDES”.

    Durante mi infancia fui un soñador, un inocente soñador, ilusionado con películas mentales e imágenes. Esos pensamientos, esas imágenes, era lo único mío y tenía la seguridad de que no podrían verlas, ni adivinarlas, pues de lo contrario no sería dueño de nada. Mitigaba constantemente esa extraña condición a la que estaba expuesto: mis padres, mis hermanos, mis tíos y tías, era hermoso mirarles con amor y afecto, pero horroroso saber que uno les pertenecía.

    Todos los espacios, desde el más simple hasta el más íntimo, me eran invadidos. Soñé volviéndome rico, comprando bienes, ganándome la lotería, estudiando, graduándome, siendo sacerdote, siendo profesor. Soñé viajando, casándome, soñé con escenas sexuales. En medio de estos sueños comunes de la infancia, gana uno un poder: el de ser inocente, y esa inocencia hace que fluya en uno la alegría de vivir. Aunque en mi mejor momento de la infancia fantaseaba con las imágenes mentales que eran mi única intimidad, sabía también que de revelarlas, me ridiculizarían. Aparecía entonces la sombra de la desconfianza y también de la soledad. Ya había creado frente a las personas mayores un concepto de desconfianza, de frialdad afectiva, de insensibilidad e indiferencia.

    De estos males captados equivocadamente, con un concepto negativo de las cosas que a uno le pasan y sin encontrar respuestas ni explicaciones claras, o una convicción lógica de uno mismo, queda uno inhibido y atrapado en su propio concepto, con un enredo mental soterrado de incalculable magnitud. Entonces aparecen los fantasmas más tenebrosos que uno pueda conocer en la vida: bloqueos energéticos, estrés excesivo, bloqueo mental, angustia, fatiga, ansiedad, desasosiego, depresión crónica, inhibiciones, sentimientos de culpa o de culpar a otros, desesperanza y desesperación, miedos, concepto muy guardado inconscientemente de no merecimiento y de insignificancia. Con todo esto hay una gran confusión en el ser; no hay identidad y por lo tanto uno es golpeado por el mundo, y carece de autoestima.

    Afirmo que la raíz de este tipo de conflicto en las personas, está en la crianza: en sus padres y hermanos. Todo niño necesita afecto, aprobación, aceptación, comprensión y amor, porque a partir de ahí se desprende su identidad.

    Así se tejió mi vida, en un común acontecer entre lo que es hoy la humanidad, moldeada y condicionada. Con esto quiero decir que todos tenemos una gran historia que contar, pero sobre todo, con una idea revolucionaria frente al condicionamiento y la manipulación a la que somos sometidos.

“EL ENGAÑO ANIDA A LO LARGO DE NUESTRA EXISTENCIA”

    Era yo un adolescente de dieciséis años y mi destino era obedecer a mis padres y hermanos. Esa era la ley. Un día, tendido de espaldas sobre la grama y mirando el cielo azul también me dije: en este momento soy libre, no está ninguno de mis hermanos y tampoco mis padres. Hay un silencio que llega y me abraza, una libertad universal que me apoya, que me ampara y me invita a vivir libre. Es algo mío, algo común a la vida y a la belleza, que me inspira este cielo azul, este aire que me refresca, este sol que me alumbra, esa armonía que siento vibrar cuando estoy solo en la soledad y en el silencio.

    Y seguía debatiéndome: ¿por qué será que aunque amo a mis padres y a mis hermanos, al mismo tiempo siento un profundo deseo de huir de ellos y de liberarme del dominio que ejercen sobre mí? ¿Y cómo hago para huir? Ellos me buscarán y después mi vida será peor. ¿Además, a dónde iré, qué haré solo? Tendré que ofrecer mi fuerza y trabajar la tierra del mismo modo que lo hago aquí, junto a mis padres y a mis hermanos. Pero podré ser libre, sentirme hombre y común a la gente. Me formaré en la experiencia en la vida y en el trabajo... Siento miedo de separarme, de ser libre. Al estar libre puedo perderme, porque no tendré quién me controle, quién me aconseje, quién me mande y podría degenerarme.

    Era curioso que al tiempo que tenía la sensación de liberarme, me sentía incapaz de hacerlo. Aparecía entonces la sombra de la impotencia, a la que estaba expuesto desde que se inició mi vida. De lo mucho que lo quieren a uno, lo que hacen es dañarlo, pues lo limitan, lo apocan, lo amedrentan, lo previenen, le impiden, le prohíben, le exigen. Se ha confundido el amor y el afecto con todas estas cosas.

    Eso es lo que nuestros padres y hermanos, especialmente los mayores, aprenden a trasmitir. De todos modos, es lo único que saben y con eso truncan la vida y la inocencia de los niños y les dejan consecuencias irreparables, inestabilidad emocional y afectiva y una vida desgraciada e infeliz.

    Por fin, se me presentó una oportunidad definitiva para salir de mi terruño y de todos mis viejos apegos. Para irme del campo a la ciudad y penetrar en un mundo diferente, con cosas nuevas y rutinas nuevas. Todo lo nuevo que me tocó ver y manejar en los negocios de comercio, me confirmó que estar aferrado a lo viejo no me permitía avanzar cuando había que avanzar. Fue mucho lo que tuve que luchar contra mí mismo para no salir derrotado ante la oportunidad que cambió mi vida para siempre; comprobé que es extraordinariamente importante tomar decisiones, así cuesten un dolor intenso, que es pasajero. Cuando no se toman, el dolor es eterno.

   También comprendí que lo económico no es todo. Más adelante, mi vida comenzó a tambalear. La angustia, la incertidumbre y el malestar interno producto de mi programación me condujeron a dar el primer paso más importante de una persona en la vida: tomar consciencia, trabajar el proceso, para comprender las causas del dolor humano.

   Tomar consciencia quiere decir que veo con claridad todos los hechos que han programado mi vida, reviso y examino todas las cosas con las que me identifico, para corregir las actitudes que no me gustan, las mismas que me producen dolor y lastiman a los hijos, esposas o esposos. Pensar en las heredadas costumbres e inclinaciones que hacen que seamos muy parecidos a nuestros padres o abuelos, y entonces conscientizarse de las cosas que no son convenientes y saludables para seguirlas transmitiendo, así es de la única forma que uno puede cambiar una desagradable y tal vez dañina costumbre, siendo consciente de ella y reconociéndola; porque todos de un modo u otro trasmitimos el mensaje que se nos ha impuesto, bueno o malo.

CUANDO NOS DISTRAEMOS DE LA VIDA YA ESTAMOS TRANSITANDO LA MUERTE

    Seguí al lado de mis padres incluso después de casado y de que nacieran mis primeros dos hijos.

     En varias oportunidades tuve la idea de irme del lado de ellos, pero pudo más el miedo. Y otra vez me dije: ¿cómo voy a vivir? Nadie me garantiza una estabilidad económica que me permita suplir mis necesidades. Es mejor seguir aquí aguantándome la humillación de mis padres, que de lo mucho que me aprecian, no me permiten ser. Aunque ellos me atormentan no me siento capaz de independizarme y por lo menos tengo aquí lo necesario. Es importante tener en cuenta lo que mi padre siempre me decía: un hombre sin plata no vale nada. Él se reía de los profesionales que conocía sin un peso en el bolsillo, porque todo el mundo les tenía desconfianza y nadie les daba crédito para nada. Era su visión la plata, la condición social nos permite ver sólo eso... la plata, de manera inconsciente, como una consecuencia de nuestra propia cultura.

    La manipulación ejercida por mis padres y hermanos no me permitió en ese entonces sentirme seguro y asumir las riendas de mi vida con autonomía y libertad. Aunque siempre hice las cosas de la mejor manera, no pude gozar en mi interior de un espíritu de alegría, de júbilo y sobre todo de tranquilidad y seguridad en mí mismo.

    En la adolescencia uno adquiere la fuerza y el carácter para defenderse de la opresión familiar, pero ya lleva el alma partida y la actitud es de rebeldía o de extrema sumisión.

    Sólo hasta mucho después tomé la decisión de independizarme de mis padres y hermanos. Predominaba en mí el miedo, la inseguridad y la necesidad de estar cerca de mi familia.

    Yo sentía el deseo y la sensación de liberarme de la rigidez familiar. Veía que existía vida, libertad y un mundo con las puertas abiertas que me invitaba. Pero al mismo tiempo me sentía incapaz de hacerlo. La manipulación, el condicionamiento, las prohibiciones, las advertencias, las amenazas, la prevención, la crítica hacen que uno no pueda con facilidad tomar decisiones y actuar abiertamente ante la vida, manteniendo una seria inestabilidad emocional.

     Nunca les dejé. Más bien, ellos me fueron dejando a mí, ellos, mis hermanos, hombres y mujeres, se fueron desgranando al paso que alcanzaban los 20 años. Se casaban o se independizaban a través de su propio trabajo y cuando comenzaron a tener sus propios negocios. Yo en cambio permanecí junto a mis padres hasta la edad de 31 años.

    Mis padres no murieron antes de que yo me fuera por fin de su lado, porque entonces así hubiera quedado solo al irse todos de mí.

    Cuando uno quiere puede, y en algún momento de la vida uno encuentra estrellas que le ayudan a salir de la ignorancia. Si uno está atento puede ver a sus estrellas y ellas lo podrán guiar para regresar al camino perdido. Uno puede encender una luz en la conciencia sin dejarla apagar para que nunca más el camino vuelva a ser oscuro. Entre mis hermanos tuve uno que fue estrella. Aunque todos ayudaron en la lucha de mi vida a nunca estancarme, uno de ellos fue luz en mi camino. Todos, sin embargo, dieron el mejor aporte a mi vida ya que fue mucho lo que aprendí de cada uno. A ellos, gracias.

   Más tarde me llegó lo que algún día imaginé: un hermano universal, un hombre que sin ser mi hermano asomó en mi vida y me ayudó a salir de la hoguera. Fue el mejor aporte que pudieron haber hecho en mi vida.

   Se trata de un hombre que hace terapias de sanación, maneja energía y es clarividente: ayuda a sanar el dolor humano y el dolor del alma. Ve el aura de una persona y le dice qué enfermedades tiene y las que vienen en camino, como también su procedencia. Yo lo había oído mencionar pero sentía mucho miedo por todo lo que decían de él, e incluso pensaba que era un adivino, y que sería peligroso para mí por toda la carga que tenía escondida. Pero en realidad sólo hace lecturas del aura y le dice a la gente sin margen de error en qué consiste su dolor o su enfermedad. Vive en Bogotá.

   Participé por primera vez en un seminario dictado por él en diciembre de 1998, ahí conocí un poco su trabajo. Con su inmensa bondad me dijo: “En enero lo llamo para que se vaya a Bogotá, yo lo invito para que trabaje conmigo en mi consultorio”. Aunque le agradecí estuve lejos de creer que así fuera. Sin embargo este hombre tenía mucho aprecio por mi familia desde que conoció a uno de mis hermanos, en un curso de sidhys en Medellín. Yo estaba muy desentendido, pero listo, y en febrero de 1999 me llamó al teléfono de mi finca.

    Yo estaba listo pero no sabía para qué: el hecho era que yo llevaba casi un año enfrentado a mi conflicto interno, a mi dolor psíquico, y haciendo unas terapias que me había recomendado un sacerdote amigo Darío Ospina de Armenia, que me servían como proceso de interiorización. Las terapias consistían en hacer ayunos de comida por dos días, sólo tomando agua y un preparado de uvas y lechuga para limpiar y desintoxicar el organismo, baños con sal marina y orines.

     Me levantaba a las seis de la mañana y ponía en un tazón media libra de sal y me iba descalzo y con la mera pantaloneta por los potreros de la finca hasta la quebrada. Ya allí me desnudaba completamente y orinaba en el tazón sobre la sal, luego me estregaba todo el cuerpo con esa mezcla, pero antes me debía tomar un poquito de los orines, sin la sal por supuesto. Me quedaba un rato aprendiendo a meditar con los ojos cerrados escuchando el ruido de la quebrada y sintiendo cómo los orines y la sal se secaban en mi cuerpo. Después de un rato y de sentir descanso y alivio, abría los ojos y permanecía con los pies entre el agua. Con el tazón me echaba agua encima y me lavaba bien la sal y los orines.      Esta terapia la hice desde abril hasta diciembre de 1998, el ayuno sólo una vez.

 Practiqué muchas cosas sin justificar porqué lo hacía, pero pacientemente buscaba aliviar mi enorme confusión. Hice casi por dos años la práctica de la urinoterapia, que consiste en tomar en ayunas un vaso de los primeros orines. Asistí a varios cursos sobre urinoterapia y sus beneficios. También otras terapias como caminar descalzo por caminos en tierra, ayuno de palabras por más de veinticuatro horas sin hablar, baños con sal por nueve días para limpiar el aura y las energías negativas que se le pegan a uno en todas partes.    Es un poco difícil acostumbrarse a estas cosas, pero me lo propuse, porque era la mejor forma de sacarme los fantasmas y monstruos que se habían instalado en mí. Yo necesitaba hacer todo esto y mucho más.

    En ese momento comprendí lo que quería decir una frase muy conocida: Cuando el alumno está listo el maestro aparece. Y llegó el hermano que yo soñé tener algún día. El 28 de febrero de 1999 escuché al otro lado de la línea: “Véngase que aquí lo estoy esperando para atenderlo como usted se lo merece, aquí le ofrezco un cuarto con baño. Esta es su casa y yo soy su hermano”. Fue una sorpresa inmensa, pues nadie en mi vida me había dicho eso; sólo un particular podría hacerlo de ese modo y ahí es donde yo creo en hermanos universales.

   Arreglé mis cosas y me fui, estuve cinco meses al lado de este hombre dejando todos mis quehaceres; apartándome de apegos, rutinas y costumbres viejas, para adaptarme a nuevas formas de vida. Trabajé intensamente mi proceso sin escapar y más bien queriendo avanzar, sin dejarle espacio a lo viejo. Involucré a mis hijos en el proceso para sanar el dolor conjunto y reivindicarme con la vida y con ellos.

     Sané el conflicto interno, la preocupación inconsciente, la angustia, porque las cosas que me mantenían confundido las aclaré y por eso ya no me preocupan, ya no me deprimen, es decir, la depresión ya no me deprime. Yo quería definitivamente conocer mi problema, y lo conocí, hoy lo quiero porque me hizo crecer, lo reconozco y lo comprendo.

   Desde que comencé a tomar consciencia, dejé de tomar medicamentos de la medicina moderna, que respetando mucho su poderosa acción, su función es adormecer el dolor y anestesiar la enfermedad: muy raro es que uno se cure. Lo cierto es que toda la gente toma pastillas para las diferentes dolencias: migraña, dolor de cabeza, dolor de espalda, depresión, estrés, insomnio, indigestión, intestino irritable, colón inflamado, gastritis, etc. El camino más rápido y fácil es la pastilla.

   Yo me acostumbré a tomar tratamientos alternativos naturistas y ayurvédicos: no quiero fanatizarme al mencionar todo esto, sino que mi intención es sustentar mi testimonio, escribiendo inclusive lo más importante de todo lo que hice por entender y comprender mi proceso de vida.

“SOMOS PEREZOSOS PARA ENCARGARNOS DE NOSOTROS MISMOS Y CREEMOS QUE OTRAS PERSONAS PUEDEN HACERLO POR NOSOTROS”

    Nadie está libre de nada, cualquier cosa le puede pasar a uno, no existe cosa tal como la permanencia y la seguridad: pero eso no justifica que vivamos de cualquier modo, haciendo desastres por todo lado y aplastando a los otros si se puede, destruyendo su propia vida con los hábitos nocivos y costumbres mal sanas. Es mejor que lo que hagamos lo vivamos a consciencia para no dañarnos ni dañar a nadie.

   No he dicho el nombre de este amigo y hermano, porque quiero que el que lo conozca lo identifique y el que lo quiera conocer que consulte al autor o al editor de este libro.

    Busqué ayuda... la ayuda llega cuando uno está listo. Cuando el alumno está listo, el maestro aparece. Descubrí que había aprendido a pensar negativamente. Que los problemas existen solamente en la mente de los seres humanos, en ninguna otra parte. Que se puede vivir sin problemas, que el monstruo más feroz del mundo es nuestra mente, que la mente es el resultado de la memoria que siempre está en el pasado, que la mente mata y destruye, carcome.

“LAS VIEJAS COSTUMBRES SON UN BARCO QUE SE HUNDE Y LO ACONSEJABLE CUANDO UN BARCO SE HUNDE ES ABANDONARLO.”

    Por eso hay que tener mucho cuidado con lo que decimos, pensamos y hacemos: la mente está ahí lista para incitarnos a repetir cosas, a insinuarnos para que caigamos en otras. El juego de la mente es el que toda persona debe conocer y comprender, para saber claramente si le hace caso o no a sus invitaciones. Nada es complejo. Lo complejo está en la mente.

   La mente actual es una mente enferma, llena de ansiedad, de codicia, de envidia, de afanes, de violencia, de deseos y de temores, nadie puede ser feliz así. Tal vez si lo entiende, podrá saber que la felicidad no está afuera, en las cosas burdas y mezquinas, sino dentro de uno, en su paz interior si la tiene. De lo contrario, la felicidad seguirá siendo perseguida afuera, seguirá llenándose más y más su mente y se mantendrá bien vacío el corazón y helada el alma. La mayoría de la gente siente que le hace falta llenarse de algo, y eso, esa mezquindad, esa armadura que lleva puesta y que le duele quitarse, o simplemente la ignorancia es lo que no le deja ver nada.

    Algunas condiciones en la vida de uno, en algún momento lo llevan a buscar, y uno encuentra mucho por hacer y comienza a reconocer la otra cara de la moneda: no es sino pensar en qué se gasta una persona común y corriente su tiempo y qué hay dentro de la mente de esa persona, ¿qué vive pensando?, cómo está su tranquilidad, cómo responde ante las múltiples circunstancias que se presentan a menudo: unos cuantos cansados de sufrir, de vivir en una corriente que nunca para, que no descansa y que siempre se mide por la capacidad que cada uno tenga para competir, halla un sendero nuevo en su vida, es decir, un nuevo camino y lo sigue porque en él encuentra de lo otro, de lo que no hay en la corriente.

    En mi búsqueda he podido comprender, entre otras cosas, que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita; que todo problema tiene solución y que existe una solución para cada problema; que problemas no existen sino en la mente de los humanos; que uno debe perdonarse para poder perdonar; que los grados de autoestima son muy bajos en la mayoría de la gente y nos hace falta conscientizarnos de eso; que el 98% de la población del mundo piensa negativamente y es urgente que conozcamos nuestra estructura mental; que no sabemos escucharnos y que tampoco nos conocemos; que la violencia y la inseguridad que nos asalta, es la causa de una malformación social y cultural: por eso el 98% de los más de seis mil millones de seres humanos en el mundo tenemos mentes formadas para pensar negativamente.

   Nuestra cultura está basada en la agresividad, en todas las formas y sentido, no importa arrasar al otro sin ninguna compasión: si uno es conciente de todas estas cosas, está llamado al cambio y debe tomar la decisión: o seguir en la corriente o salirse y sentarse a contemplarla desde la orilla y gozar de todo lo maravilloso que tiene la vida, y descansar del maloliente aparataje social que nos conduce a la corriente.

   Yo viví en el ambiente del campo, en donde, con excepción de lo que yo llamo opresión familiar, me sentía libre y espontáneo. Vivía casi sin ambiciones. La ocupación era trabajar para el sustento. Pero el pueblo me invitaba y me hacía sentir ingenuo y montañero: uno pierde lo original, lo simple, lo auténtico, la espontaneidad, la inocencia, y se llena de cosas, dinero, fama, prestigio, ideas, compromisos, creencias, intelectualismo, y entra en la confusión: uno cae en el juego de lo que yo denomino malformación social.

    El hogar de mi padre era de más de 20 hijos, más algunos trabajadores adicionales. Para todos había trabajo sin excepción, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. A diferencia de los trabajadores, nadie ganaba una moneda. El viejo, mi padre, se “encaletaba” la plata de las cosechas. Eso sí, había mucha abundancia de comida y existía entre la familia conciencia de reconocimiento por el trabajo, sin medir tiempo ni valor monetario. Esa era la cultura de mi padre.

   ¡Era una vida sin prevención, de poca ambición, de inocencia y de espontaneidad!

“DE LA COMUNIÓN CON TODO VA LLEGANDO EL SILENCIO, EL DESCANSO INTERIOR QUE NOS LIBRA DE LAS IDEAS, DE LAS OPINIONES, DE LOS PREJUICIOS QUE ALIMENTAN EL MIEDO, DE LA ANGUSTIA, LA CODICIA, LA VULGARIDAD Y LA VIOLENCIA QUE SEÑOREAN EN TODA LA SOCIEDAD, DIVIDIDA, ENFIESTADA POR LAS IDEOLOGÍAS Y LAS CREENCIAS”.

    Esta es mi experiencia. Y tratando de llegar con mi mensaje que quizás pueda servir a muchos, así como me sirvió y me sirve tanto todo lo que viví y examiné.

 

SEGUNDA PARTE

SIN MIEDO POR LA VIDA

    La fuerza ejercida por los padres sobre los hijos es la nave en la que se viaja por la vida. Casi nadie se prepara efectivamente para criarlos. El amor se nos olvidó y aplicamos a los hijos los mismos códigos con los que fuimos codificados, es decir, mantenemos la tara que viene desde nuestros abuelos. No hemos reconocido hasta ahora que podemos criar a los hijos de una manera diferente a la que usaron para criarnos a nosotros. Para eso es indispensable tener consciencia clara de nuestro propio hecho histórico y permitirles a ellos ser.

   Muchos niños y niñas son inducidos a la drogadicción, al homosexualismo, a la prostitución, a la locura y al suicidio y son incapaces de formar un hogar. Casi nadie se da cuenta por qué sucede esto y casi todas las personas justifican diciendo: salieron torcidos, defectuosos, anormales. No. Es la pura ignorancia que reina en cada hogar y en la sociedad. Nadie se cuestiona ni se pregunta acerca de esto. Sólo cuando llega una tragedia con un hijo, ese sufrimiento les hace reflexionar y aceptar lo que nunca creyeron poder aceptar.

   Somos padres rígidos, controladores, prohibidores, ideáticos, caprichosos, mentirosos, permisivos, nada ejemplares, incomprensivos, muy poco amorosos y sí muy alcahuetes. El hijo no logra su emancipación y más bien sí sale medio ciego, a tientas por la vida, a ver a dónde cae. A veces no cae en ninguna parte y se queda en el limbo, sin saber en dónde está parado. Comienza entonces la tragedia de un niño ya adulto que no tiene formación y a quien su inseguridad afectiva lo mantiene sin identidad y sin autoestima.

“NO HAY DERECHO PARA CORREGIR, CRITICAR, CONDENAR, JUZGAR O SEÑALAR, PUES NO TENEMOS ESA FUERZA DADA PARA HACERLO. SOMOS IGUALMENTE DEBILES ANTE CUALQUIER HECHO.”

    Recuerden siempre: podemos evitar que nuestros hijos sean desgraciados, infelices y tristes. Podemos hacer que tengan una visión clara de la vida. Lo que no deseo para mí procuro que no ocurra a un semejante, sobre todo si ese semejante es mi hijo. Otra cosa muy importante: los niños se educan durante los primeros siete años de su vida. En ese tiempo se forma su personalidad y es lo que uno haga por ellos. Los muchachos se formarán de acuerdo con la calidad de sus padres. Por eso hay que tener mucho cuidado y creo que es en esa edad cuando más se abusa de ellos.

     El padre y la madre modernos tienen trabajos y actividades sociales, y debido a su ocupación encargan sus hijos a una empleada del servicio doméstico, los intereses están centrados en sus compromisos y no en sus hijos. Mientras el niño está pequeño podemos hacer algo muy interesante para la vida de él si le dedicamos tiempo. Si no podemos prestarle la atención y el tiempo que el niño necesita de sus padres y como lo mejor que le podemos dar, no esperemos tampoco de él lo mejor. 

    La mayoría de veces no tenemos ni idea de qué es afecto, ni de qué es amor. Nos confundimos y creyendo dar afecto y amor, forzamos al niño a nuestros caprichos, lo conducimos con ideas equivocadas y formamos niños tímidos, miedosos, llorones e inseguros. ¿Saben lo difícil que se vuelve eso en la vida de un niño? Sólo cuando él se da plena cuenta de lo que pasó, renegará de sus padres y de la desgracia que fue su vida.

    En un curso sobre identidad y desarrollo humano me asombré de ver a mujeres con edades entre 45 y 55 años llorando frente a mí mientras hacíamos una terapia de perdón. Estaban angustiadas porque en su niñez fueron violadas sexualmente por sus padres. También en un curso de afectividad, vi como lloraban mujeres y hombres que con su voz temblorosa y con lágrimas que rodaban por sus mejillas decían no recordar que sus padres los hubieran abrazado alguna vez.

    En terapias de grupo y en consultas individuales he observado la inclinación de jovencitas entre los 14 y los 20 años por hombres mayores que doblan sus edades. La razón de esta actitud, desde el punto de vista práctico y analítico, es la falta de afecto del padre y también de la madre. Las jóvenes buscan inconscientemente ese afecto que no tuvieron por la ausencia del padre o que si el padre estuvo con ellas nunca se lo brindó y lo buscan en el hombre mayor, cuya madurez le inspira seguridad y por eso le atrae, pues eso no lo recibió de su padre. Aunque también ocurre en mujeres jóvenes que tuvieron mucho cariño por el padre y en su actitud o impulso se inclinan por hombres mayores que le inspiran seguridad, así como la que le hacía sentir su padre. En ambos casos, las jóvenes buscan inconscientemente en su relación de pareja a su padre.

   Con los hijos debemos hacer todo lo contrario a lo que se hace comúnmente. No debemos reprimirles, ni mentirles, ni abusar de ellos, ni regañarles, ni amenazarles, ni gritarles, ni pegarles, ni forzarles, ni enseñarles: ellos aprenden del ejemplo. Tampoco hay que criticarlos ni rechazarlos. Hay que dejarlos ser, observarlos, darles confianza, acariciarlos, cargarlos. Hay que admirarles sus actos, en vez de elogiarlos y explicarles con precisión las cosas. Hay que respetarlos y comprenderlos. Toda su educación estriba en el ejemplo que se les dé y en la seguridad y la aprobación que son indispensables para que el hijo o la hija no sean infelices.

   La sociedad está cargada de vicios e ideas que usan los padres con los hijos. Tenemos que hacer un paréntesis en torno a lo que es la sociedad y lo que es cada hogar y los hijos. Nadie va a solucionar después los problemas que afectarán la vida de la familia y la vida individual al tomar decisiones frente a uno mismo y ante los hijos de acuerdo con las costumbres sociales, de barrio, vereda, comuna, conjunto. Nos falta aprender a desarrollar nuestra propia personalidad y saber muy claramente qué es lo que conviene o no conviene, y no lo que esté de moda, lo que hace el vecino o simplemente lo que hacen y dicen los demás.

   Mujeres y hombres anhelan realizarse en el matrimonio, casarse. La sociedad nos condicionó para que ese fuera nuestro sentimiento. Aunque el matrimonio es digno y muy conveniente para formar un hogar y procrear a los hijos, se convirtió en una obsesión que conduce a la ansiedad y luego a la frustración. Conocí a muchas personas que expresaban su frustración porque su meta era casarse entre los 18 y los 20 años y a su edad no habían tenido propuesta de matrimonio o no se habían cumplido sus aspiraciones. En una oportunidad le pregunté a una amiga que se casaba: ¿para qué te vas a casar? Me dijo: ya era tiempo... A otra, casada un año atrás, le pregunté para qué se había casado y me dijo que jamás se había preguntado eso y que en realidad no sabía, que sólo lo había hecho porque como que era la oportunidad. Como pueden observar, no hay claridad cuando pensamos en casarnos, cedemos ansiosos al matrimonio por una tendencia social y no con pleno consentimiento y consciencia de para qué lo hacemos, y qué significa, entonces, ¿qué está haciendo uno al no saber lo que hace?, está siguiendo la corriente.

   En los últimos tiempos los hombres no toman con seriedad la relación con su pareja, creen pasarla mejor siendo infieles y evadiéndose del compromiso y responsabilidad. En nuestra sociedad, las mujeres no pueden proponer y caen en la melancolía. Al no encontrar otro camino, ceden al libertinaje sexual.

   Es aberrante ver a los jóvenes sumidos en la ignorancia, que no es otra cosa que la formación que han recibido. Cometen todo tipo de errores que los ponen en el filo de una vida desgraciada. Es cierto que todo adolescente pasa por etapas muy complicadas, pero tampoco se le forma ni prepara con una visión firme y clara de lo que es un ser humano en realidad, sobre lo que esencialmente es. Tener un cerebro desarrollado y una mente activa significa que esa mente y ese cerebro fueron educados mal o bien, entonces una formación inconveniente en una joven o un joven lo lleva a refregarse en la basura, en la grosería, que conocemos entre los jóvenes de hoy, unos se salvan y otros se pierden, pero no hay una educación cultural que eduque al niño en ambientes sanos y con claro ejemplo ante el amor, la armonía, la belleza existente entre nosotros y todo lo que nos rodea, con expresiones de admiración y respeto ante las leyes naturales y ante toda la interrelación e inteligencia universal.

   Conocí muchas amigas enfermas de frustración y ansiedad, pero por sobre todo, con un intenso sufrimiento y dolor síquico, que reflejaban de manera inconsciente, secuela de una niñez de maltrato que les marcó para siempre. Y así se pueden contar miles de casos y no terminaría nunca, sólo que a cada persona hombre o mujer, viejo o joven, cada uno con su problema le toca investigar lo que está pasando en su vida y lo que pasó en su niñez, pues solamente tomando consciencia de su propio hecho histórico podrá sanar su desgracia. Nadie podrá curarlo si él mismo no se sana. Todo individuo que quiera transformar su vida tendrá que aprender por sí mismo a través del conocimiento propio, sin aferrarse a ninguna creencia.

   Muy pocas personas en el mundo se han preguntado qué es el sufrimiento y de dónde viene. Todo individuo sufre hasta enfermar y cuando va al médico ignora que él mismo ha generado su enfermedad a través del sufrimiento. Es lo que conocemos como la enfermedad sicosomática.

   Toda persona, mujer u hombre, tiene su doble personalidad y cuanto más rico sea, cuanto más poder tenga, sea más intelectual o posea más títulos, más refinada será esa doble personalidad. La mayoría no lo reconoce, ni lo acepta, pero en el fondo sabe que así es. Esa doble personalidad se refleja en lo que se siente adentro de cada uno y en lo que exteriormente aparenta ser.

   De otro modo: hay dos cosas muy marcadas en cada una de las personas: lo que manifiesta y refleja afuera y lo que siente dentro de si. Un porcentaje muy alto del sufrimiento se deriva del deseo o de los anhelos. Lo grave no es anhelar. Lo grave es obsesionarse y sufrir por alcanzar lo que se anhela o porque no se logró. Así se satura la mente y se genera un torbellino de pensamientos de desilusión o de satisfacción, pues es una respuesta emocional, cualquiera que sea el caso.

     Así es. Hay gente que enferma de satisfacción y otra, de desilusión. Por eso es absolutamente necesario dar una educación adecuada a los hijos en la casa, cultivar su equilibrio emocional a través del buen trato, la comprensión y el afecto que se desprende de unos buenos padres para sus hijos. La seguridad y la aprobación son suficientes para que un niño goce de un estado emocional equilibrado y pueda caminar por la vida sin miedo y sin prevenciones. La educación académica es secundaria: para qué quiero yo un hijo en la escuela si está lleno de problemas emocionales.

   No obstante: todo niño desequilibrado emocionalmente vive también enfermo. Generalmente presenta afecciones en la garganta, alergias, indigestión, estreñimiento, hiperactividad, amigdalitis, fiebre y depresión. Entonces encontremos la manera de evitarle al niño y después al adulto una tragedia para toda su vida. Sus síntomas sólo sanarán cuando el niño adulto tome consciencia del hecho histórico real de su vida, cuando indague en su inconsciente, cuando averigüe a través de la psique lo que le ocurrió, que está ahí pero que no recuerda, y cuando con la ayuda profesional de un buen sicoanalista logre comprender su desdicha y sanarla.

   La educación académica es de formación, de orden intelectual, de culturización y de profesionalismo. La educación de los padres es mucho más importante, porque es para la vida, para el desarrollo del amor. Es la base del equilibrio emocional y de los grados de seguridad que cada individuo tiene. Es el piso, el soporte, es la estabilidad, su calidad de vida. Si un niño llega a la educación académica con una buena calidad de vida seguramente será un buen estudiante y presentará pocos problemas de disciplina y conducta. Y hablo aquí de calidad de vida, algo distinto al nivel de vida: hablo de la calidad, del grado de satisfacción y de seguridad que el niño lleva por dentro.

   El sufrimiento no es otra cosa que una manera de pensar. ¿De dónde viene? Creo firmemente que a uno se le induce a pensar positiva o negativamente y eso se aprende también en la niñez. Uno piensa según lo hayan enseñado a pensar. Un hijo de padres negativos tendrá aberraciones y muchas actitudes negativas. Si nació de padres positivos, será abierto, servidor, desprendido y amoroso. Entonces el sufrimiento es una manera de pensar.

     Algo muy curioso es saber que la mayoría de la gente no sabe que es negativa y que carga odios. Como anoté antes, lo que la persona aparenta ser y lo que realmente siente, también es una actitud inconsciente.

   Problemas en el mundo no hay. Sólo existen en la mente de los individuos, especialmente en mentes que odian y que son negativas. Por eso el dolor traído de la niñez, que se presenta de manera inconsciente y que el adulto lleva consigo y no puede descifrar, sólo podrá traerlo a la consciencia si logra reconocer su hecho histórico, todo lo que tiene metido en el trasfondo, su mente inconsciente. Así podrá saber que es negativo y que ese negativismo sale de su trasfondo. Cuando lo conoce, todo es bien diferente, porque comienza a darse cuenta cómo piensa y que sus pensamientos vienen del baúl de los recuerdos, de su inconsciente.

“LAS URGENCIAS Y LOS DESEOS NOS ENGAÑAN. NO ES FACIL LIBRARSE DE LOS IMPULSOS. TODO EL TIEMPO NOS ESTAN TENTANDO, MUCHAS PUERTAS SE ABREN PARA INVITARNOS A REPETIR EXPERIENCIAS. HAY DOLOR EN EL QUERER REPETIR UNA BUENA EXPERIENCIA. ES UNA PELIGROSA ILUSION, PORQUE TODO SUCEDE UNA SOLA VEZ”.

 

    Salir de la ignorancia no es pensar en eso, es algo que comienza a nacer en el individuo, y en su propio proceso de vida comienza a reconocer la belleza de la vida y a resarcirse de la inmundicia que mantiene atascada a la humanidad. No hay nada en la vida que enseñe más que el dolor. Todas las personas en su proceso de vida reciben señales o mensajes que les invitan a tomar consciencia, pero la mayoría no ven estos mensajes y se mantienen atrapados siempre en sus ideas y costumbres.

    Existen dos formas de dolor: dolor físico y dolor psicológico. Ellos son nuestros maestros, solamente aprendemos a través de ellos.

     Casi todas las personas comenzamos a reconocer la verdad en la tarde de nuestras vidas, cuando sentimos que disminuye nuestra fuerza física y experimentamos la decadencia mental. Ahí aflora el espíritu y llega un rayo de luz y nace una nueva esperanza en el ser: la esperanza de crecer espiritualmente y de enmendar todos los errores que creemos haber cometido.

   Podremos entonces educar a los hijos ayudándoles a reconocer al universo, como su universo; la vida, como su vida; el amor, como su amor, y a entender la correlación y la unidad que existe entre toda la naturaleza y nuestra propia naturaleza. Podremos mostrarles que todo está unido a nosotros y que nosotros estamos unidos a todas las fuerzas de la naturaleza, que no hay nada separado y por eso todo debe respetarse desde uno mismo, hasta todo lo que nos rodea.

   Si no somos conscientes de nuestra programación, nunca podremos tomar decisiones con firmeza y con un norte claro. También es extraordinariamente importante que sepamos que si comprendemos esto podremos dar a nuestros hijos una programación muy distinta, podremos ponerles el sello del hombre nuevo, del que va por la vida sin prejuicios, sin dolor psicológico, sin confusiones, sin mitos, sin prevenciones. Basta con no achantar al niño, con prestarle mucha atención, con darle mucha seguridad y con aceptarle tal como él es, para que sea un adulto sin prejuicios.

     Por lo demás, el niño aprende solo y sobre todo con el ejemplo. Pero aquí hay un problema: ¿podrá surtirse de seguridad un niño de padres inseguros? No hablo de la seguridad que todos anhelamos de conservar la vida, de mantener la salud, continuidad en todo, y de tener la certeza de que nunca le pase nada a ninguno de la familia. Hablo de la seguridad interior de ir por la vida sin temores, miedos o prevenciones que son el resultado de una programación inconsciente.

     Un consejito a un buen tiempo podrá evitar el dolor que nos desgarra cuando nuestros hijos no hacen lo que nos gusta o no piensan como nos gustaría que pensaran o que no rinden en el estudio: es mejor poner a trabajar un hijo antes que darle plata. Nunca darle un peso si antes no hizo el esfuerzo de ganárselo. El hijo no necesita herencia en plata. El hijo necesita que se le enseñe a trabajar y no hay mejor herencia que esa.

    El trabajo no es duro. Lo duro es desear alcanzar el éxito, pero ¿qué se persigue con el éxito? Plata, fama, poder: eso es lo duro, eso es lo que nos enferma, esa es nuestra programación: todo el tiempo estamos hablando de trabajar, del amor, de la educación. ¿Pero quién se ha preguntado qué es cada una de esas cosas? Muy pocos saben explicarlas y tener consciencia clara de cada una de ellas.

     El hijo se educa en casa, en su etapa de desarrollo infantil. Se le forma en el momento en que él está atento y obediente, entonces es necesario enseñarle a trabajar, porque el trabajo honesto es parte de la vida, dignifica al individuo, lo pone en estado de satisfacción y realización que es muy distinto a la ambición y a perseguir el éxito. El éxito no se puede poner al frente, ese llega después solo, sin buscarlo.

   Bienaventurados los que llegan a reconocer, más que los errores, su ignorancia, pues sólo así habrá una transformación de su ser, luego del hogar y después de toda la humanidad.

   ¿Cómo comienza uno el proceso de toma de conciencia del hecho histórico de su propia vida? En alguna parte digo que no hay cosa que enseñe más que el dolor físico y psicológico y también las enfermedades. Sólo en el estado del dolor y cuando la persona siente que su vida se le está yendo puede uno despertar de su sueño, de su ceguera, de sus preocupaciones, de su orgullo, se olvida del ego: entonces presta atención a su vida y cuando uno presta atención a su vida, no a las cosas superfluas sino a su propia vida, comienza a ser conciente de muchas cosas que antes no reconocía y así va despertando.

     El dolor, el sufrimiento y la enfermedad, son los únicos señores que tienen la potestad de llevar a una persona al cambio, a la reflexión, al examen de conciencia y a la transformación.

   Quienes son concientes, manejan el amor, la humildad y el servicio y no necesitan enfermar. Quizás pueden saber de dónde proviene la enfermedad o el malestar y aplicarle sus propios métodos de curación. Pero lo que más se presenta es que la gente no es conciente, pues el condicionamiento social, la industria del entretenimiento, la religión, las creencias, la política, la raza y la plata, mantienen atrapada a la persona. Una mente así, jamás podrá ser libre, ni ser consciente.

     Cuando una mente está fatigada, triste, desesperada, oscurecida, no le queda otro camino que buscar la luz, ver la verdad y ver a través del espejo de su propia vida que hay una fuerza universal que reclama su armonía con ella. Pueden llamarla dios o como quieran, pero tendremos que saber que esa fuerza divina, sutil y bondadosa está más allá de la compresión humana y que el caos que vivimos junto con las enfermedades y angustias es el producto de la desarmonía y del desequilibrio con esa fuente, con ese majestuoso principio creador.

   La enfermedad es lo que más nos asusta, pues tenemos bastante miedo de morir. No consentimos esa verdad, no la asumimos, porque no estamos preparados y sabemos que nos vamos a morir sin haber vivido. Krishnamurti dice: Sólo tiene derecho a morir quién ha vivido. Quien esté atrapado en situaciones, afanes, en controlarlo todo, en manipular, en proteger, en buscar seguridad, en acumular dinero y fama, en obtener títulos y en la superficialidad intelectual, no ha vivido y por lo tanto tendrá mucho miedo de la muerte. La muerte es nuestra única e inseparable compañía. Hay que ser concientes de esta verdad y saber que ella llega en el momento justo. Por eso, hay que estar despiertos a la vida. La podemos posponer o la podemos adelantar.

   La enfermedad es un aviso de que algo anda mal, es un medio de defensa. Si no enfermáramos, nos reventaríamos, porque acumulamos y acumulamos cansancio, deseos, rabias, envidias, emociones, sentimientos, odios, preocupaciones, miedos y no tenemos formación para sentarnos en silencio a revisar eso, a limpiar nuestra mente, a poner en descanso nuestro cerebro. Entonces, eso se somatiza y se produce una novedad en la salud. Es como una erupción volcánica que expulsa el represamiento, uno puede sacarlo a voluntad y si no la enfermedad aparece.

   ¿Cómo evade la gente estos síntomas de cansancio? Fuma cigarrillo, ve televisión, escucha música, va a cine, toma licor, come compulsivamente, habla permanentemente, crítica y cuestiona todo, usa el sexo para escapar de esa desesperada ansiedad, duerme un poco, y, otra vez, a la actividad. Las personas sienten a ratos como un desespero y piensan que van a enloquecer.

   Para tomar conciencia del hecho histórico de la propia vida, la persona tiene que ganar interés y comenzar a investigar sobre los acontecimientos que le han marcado desde el inicio de su vida. Tomar conciencia es ver cada hecho, comprenderlo, aceptarlo con humildad, perdonarse y perdonar. Es investigar a través del recuerdo, es decir, devolverse hasta donde se tenga memoria, para revivir los hechos concientemente: examinarlos, comprenderlos y verlos como una realidad en su vida, sacarlos de adentro y botarlos.

   Se necesita de la ayuda de un profesional apropiado. Cuando uno quiere y está dispuesto a dejarse orientar, todo se le proporciona. Lo que hay en lo profundo de nuestro inconsciente, hechos que ocurrieron estando en el vientre de la madre o en el momento del parto y quizás en el primer año de vida sólo se pueden recordar a través de una regresión.

AYUDA PSICOLÓGICA

Ángela, una amiga que conocí, padecía un enorme sufrimiento. Vivía fatigada, le dolía todo el cuerpo, sufría de hipoglicemia y de migraña y dormía muy mal. Ningún remedio ni consejo le servía. Los médicos le decían que ella no tenía nada, que su problema era que vivía sugestionada. Todos los días se levantaba aburrida y sin fuerzas y de ver su desgracia comenzó a pensar en el suicidio. Un buen día, un amigo fue a verla y le recomendó ir a buscar un buen sicoanalista.

   El sicoanalista comenzó a preguntarle sobre su vida y ella manifestaba que todo andaba bien, que en su casa la querían mucho, que toda su vida la habían tratado muy bien, que la consentían mucho, que su niñez había sido muy buena, que no recordaba nada malo. Pero que no se explicaba el porqué de su mala calidad de vida. El sicoanalista sabe que cuando una persona presenta los síntomas que tenía Ángela, hay algo guardado muy adentro de quien padece y que es muy difícil de sacar a la luz.

   ¿Ángela, quieres que te ayude?

     A sus 25 años, Ángela no había podido querer a ningún hombre. Sentía bastante miedo de hacerlo y tenía sentimientos de repudio muy fuertes en contra de los hombres. Padecía un profundo vacío afectivo. El deseo natural de contraer un matrimonio y formar un hogar estaba frustrado. Su dolor afloraba sin saber de dónde.

     El sicoanalista comenzó a guiarla y le dijo que cerrara los ojos. Ella comenzó a dejarse guiar. Le pidió que estuviera muy tranquila y que recordara desde su niñez todo lo que más pudiera. Que comenzara a vivir paso a paso esos momentos y que estuviera atenta a ver qué llegaba a sus recuerdos. Al instante, Ángela comenzó a llorar. El sicoanalista sabía que iban bien. Ella dijo con la cabeza que no era capaz. El sicoanalista le dijo:

   - No abra los ojos y tranquila que va muy bien… siga… siga sintiendo lo que está sintiendo y viendo lo que está viendo.

   Ella continuó diciendo con la cabeza que no era capaz. Él le dijo:

   - Ángela, ¿quieres que te ayude? Y ella dijo con la cabeza que sí. El terapeuta sabía casi con certeza de lo que se trataba. Le dijo a Ángela: - Recuerde si alguna vez usted fue víctima de algún abuso o violación sexual.

   Ángela soltó en un llanto más fuerte, entreabrió los ojos y miró al terapeuta y dijo con la cabeza que sí. Salomón, que así se llamaba el sicoanalista, le dijo:

   - Siga revisando a ver qué más encuentra. Creo que mañana estará menos nerviosa para que podamos avanzar.

   - Ella sintió alivio y se fue a su casa.

   Al otro día tuvieron una nueva cita. Ella llegó más tranquila y sonriente. Salomón sonrió con ella:

    - Te veo mejor. Siéntate y cuéntame qué fue lo que te conmovió tanto ayer.

     Ángela no era capaz de revelar lo que sentía y lo que le había ocurrido. Salomón le dijo otra vez:

   - ¿Quieres que te ayude? Y esta vez ella dijo con voz baja:

   - Sí.

   - Di con toda franqueza quién fue el que te violó sexualmente y cuándo.

   Por fin Ángela cedió:

   - Fue un tío mío, cuando yo tenía seis años.

   Con esto, Ángela le dio las herramientas a Salomón para continuar haciendo un trabajo arduo con ella. Todo el dolor de Ángela consistía en el abuso sexual del que fue víctima desde sus seis años, hasta los doce, por parte de un tío. Ella lo odiaba, pero también lo quería. Era la confusión más tremenda. El tío se vio obligado a irse lejos para poder detener el abuso.

     Salomón siguió  asesorándola para que ella misma se sanara, para que aflorara en su consciencia todo ese dolor y lo lanzara lejos. En varias de las entrevistas, ella recordó y expresó muchas cosas, a pesar de que le había asegurado a Salomón que toda su vida había transcurrido normalmente. La verdad era otra: Ángela confesó dos cosas que le marcaron su vida para siempre: el abuso y otra muy grave que vivió a los catorce años, cuando su padre la vio conversando con un hombre que él no conocía. Se le fue encima, le pegó una cachetada y la entró a la casa a la fuerza.

   En un caso como el de Ángela, cualquier mujer tiene que sentir miedo de los hombres. Pero ese miedo es inasible, invisible. Es una actitud que sale del inconsciente y genera un daño que es principalmente psicológico.

   Ángela pudo comprender su problema, lo aceptó, se perdonó y perdonó. Hizo todo un proceso dentro de sí misma, tomó consciencia de su propio hecho histórico, sanó su dolor, aprendió de ella misma y pudo transformarse al trascender su desgracia. Entonces comenzó una nueva vida.

   Jamás habrá cambio si usted no cambia interiormente. Si no cambia su conciencia, su forma de pensar, su forma de hacer y de ver las cosas. Sólo podrá lograr algo importante, cuando sea consciente de toda la programación que ha heredado. Es preciso revisarla, compararla con su realidad absoluta: piense por un instante hacia dónde va con sus afanes, su ego, su poder, su fama, sus acumulaciones y con su dolor.

   Privilegiados aquellos que ven lo que otros no ven y comprenden lo que la mayoría no comprende. Los que saben pensar por sí mismos creen en sí mismos y respetan el credo de los demás. Para transformarse cada cual no se requiere rechazar nada ni a nadie, sino comprender y tomar la dirección de su propia vida, como su única y absoluta obligación. A partir de ahí, a través de la comprensión y la intuición, uno fluye con todo.

“TODO LO QUE BUSCAS FUERA ESTA DENTRO DE TI, NO HAY MEJOR CREADOR QUE TU CEREBRO, NI MEJOR JUEZ QUE TU CONCIENCIA. EN EL SILENCIO HALLARAS TODAS LAS RESPUESTAS.”

    Vivimos bajo la sombra de un esquema de vida que nos reduce a la impotencia, en el que rebosan conductas dominantes que arrojan el resultado justo para obtener un modelo de individuo condicionado para ser obediente, sumiso, respetuoso de las leyes y cumplidor de sus deberes. Ese es el camino con el que se le permite vivir y ser aceptado socialmente. De lo contrario, el común de la gente le señalará y le verá como un extraño.

    Las personas no acatan las leyes porque sea su voluntad sino porque les da miedo al castigo. De lo contrario, irrumpirían con férrea violencia. Más bien, si su educación expandiera la  ‘‘conciencia’’ y se orientara seriamente a la vida y a la verdad, obrarían con claridad en sí mismos ante las circunstancias, sin creer en nada, simplemente contemplando lo que es, con amor y humildad. La educación está condicionada para enseñar al individuo a ser fragmentario, a ver la vida en fragmentos y a sacar conclusiones de todo; así es que desde la niñez, la mente queda lista para dividir el mundo y su propia naturaleza, ignorando a lo largo de su vida esta condición que modela.

    Hay muchas diferencias con quienes creen en algo específico, que tienen alguna práctica muy personal o que pertenecen a algún grupo o religión, y los que han decidido hacer su propia vida, porque ya no son ignorantes ante la verdad, porque han entendido la forma del apego, de la posesión, de la adquisición, del dominio, de la envidia, del orgullo, de la obsesión, del acelerado deseo de llegar y del sufrimiento mismo generado por esta forma dolorosa de vivir.

    -Esas personas poseen una capacidad de entender la vida con una fría aceptación de la verdad y un iluminado poder que les permite ver lo que es. De ese modo pueden vivir diferente y gozar plenamente la vida, sin dejarse seducir por la sociedad, las costumbres, las invitaciones, por las modas y todo el mundo de cosas que mantiene atrapada a la gente, que no son más que el condicionamiento, la programación. La gente moderna es incapaz de conducirse por sí misma y de manejar su propio carácter y gusto. Necesitan ver para dónde van todos los demás. Así un individuo jamás podrá ser auténtico ni libre.

    Mi padre, que era un campesino de raíz, sin estudio, sólo aprendió a leer y a escribir, no leía libros, sólo el periódico que informa, además de otros asuntos, las noticias sociales. Él decía: la sociedad es suciedad, y lo decía con insistencia, no sé por qué. Tal vez le olía a vicio, a cantina, a prostitución, a vagancia, a moda, a rosca, a corrupción. Él, mi padre, fue y es, a sus 90 años, un hombre auténtico. Enfocó su vida al trabajo honrado, a su esposa y a sus hijos.

     Sólo un ser renovado, nuevo, puede expresar el amor, el afecto, la ternura, la comprensión, la alegría, la belleza, la armonía, y el servicio sin egoísmo y sin esperar recompensas, como también será modelo de buen ejemplo en la culturización de un niño nuevo sin miedos, sin prejuicios, sin daños psicológicos: una persona renovada sabrá respetarse y amarse y así amará y respetará a sus semejantes y a todo lo que le rodea.

    Es muy importante descubrirnos profundizando en nuestro propio proceso de vida, mirar a cabalidad el hecho histórico de nuestra propia vida, investigar, rememorar, estudiar y convertirnos en historiadores de nuestra propia existencia. Solo así podemos hallar la luz, la claridad, la plenitud y la verdad de la vida y ser personas nuevas, con nuestra propia visión del mundo y de la vida. Solo así podemos pensar diferente, saber quiénes somos, gozar la vida y vivir... Podremos amar de verdad y conocer también la grandeza de la que hacemos parte, la verdadera grandeza, esa que nosotros podemos contemplar si estamos despiertos, pero no manejar.

   Todo día que amanece uno debe de ser conciente de esa verdad e ir de instante en instante fluyendo y dando gracias por el gran milagro de la vida, por la capacidad de reconocer y memorar, por todos nuestros movimientos y por los sutiles movimientos del majestuoso Universo que nos rodea.

“EL DOLOR LIMITA TANTO COMO EL PODER. HABLO DEL PODER QUE TRAE LA ACCION, EL DINERO, LA AUTORIDAD, PODER MALIGNO QUE CORROMPE, NO DEL VERDADERO PODER QUE ES SER RESPONSABLES DE NOSOTROS MISMOS, PODER QUE NO LLEGA CON LA CARIDAD, EL SACRIFICIO O LAS CREENCIAS, SINO CUANDO LOGRAMOS QUE CESE NATURALMENTE TODO ESFUERZO”.

TERCERA PARTE

¿CUAL ES NUESTRA COSNCIENCIA?

    Con todo lo expuesto en la primera y segunda parte de este libro, busco la integridad absoluta de lo que es la vida personal, social, cultural y económica. Este capítulo está dedicado a lo que es nuestra cultura económica, siendo ésta parte integral de todo el fenómeno del condicionamiento social.

     Somos el resultado de un proceso que se inició con nuestro nacimiento, y dentro de ese proceso, está la vida en primer lugar, luego comienza lo cultural y lo económico. Las políticas son el resultado de estas dos últimas. Así es que de una forma sencilla pero profunda, me compenetro en el tema que hace bien delicada la vida y la situación del ser humano en todas partes del mundo.

   Tarde o temprano, todos tendremos que devolver lo que hemos adquirido y descansar el dolor acumulado en el profundo silencio de la sepultura, pues de aquí nadie se lleva nada. Por nuestra ingenuidad, nos engañamos creyendo en todo lo que dicen y hacen los otros y lo tomamos muchas veces como punto de referencia. Sin embargo, eso que dicen y hacen no es lo que sentimos, sino lo que superficialmente vemos.

   Siempre mantuve la curiosidad por eso que llamamos dinero. En mi niñez aprendí a pedirles a mis tíos y hermanos unas monedas.

     Con mi curiosidad por el dinero, tuve mucha pena de ver a un amigo pelado o verme yo sin una en el bolsillo y cuando decían mis amigos o familiares, a ese tipo no le preste atención que está pelado, a mí se me ponía la cara roja y en el fondo me decía: qué maldición es la plata, si uno no lleva nada es despreciado y rechazado, pero profundamente tenía la sensación de que uno era más que esos pesos.

   Sin embargo, al paso que avanzaba mi vida cobraba más fuerza el dinero y veía cómo las personas y las familias se medían por su estatus económico. Las personas primero se identifican con la plata y luego muestran la cédula, porque si no llevan plata, se les saca de cualquier parte, o salen espantados por el desprecio y el rechazo. Las expresiones burlonas que unos lanzan contra otros, sugestionan sin misericordia y debilitan con eso la calidad de vida del ser humano.

     Con frecuencia escuché: ¿te vas a casar con ese tipo que no tiene en dónde caer muerto? ¡Ojo con ese hombre, es un ladrón, anda pidiendo! ¡Vea, no se junte con ese tipo, anda sin una! ¡Al hombre sin plata lo pintó Dios muerto!

     El dinero lo es todo, es el aceite que afloja todos los tornillos; todo indica que es un juego de una malformación social que gesta toda forma de malicia a través de ese poderoso ingrediente, el dinero, y engendra todo tipo de violencia, de abuso, desorden, separación, división. Con esa malformación se infla el ego, crece el orgullo, nacen los complejos, las diferencias, la indiferencia, las peleas, la mezquindad y el divorcio de todos contra todos, hasta morir aplastados en la lucha por el dios dinero y sin reconocer que haya otra cosa en el mundo más interesante que eso.

   El dinero divide a la gente en las llamadas clases sociales, que son muchas y que van desde los que viven en absoluta miseria, hasta los que poseen las mayores riquezas. Las clases sociales se pueden dibujar en tres módulos: los de abajo, los del medio y los de arriba, es decir, clase baja, clase media y clase alta. Existe mucho respeto ante los que lo tienen todo y se ven como los más fuertes y poderosos y los de abajo no se dan cuenta que son los que sostienen el edificio y los que poseen el mayor poder, porque ni los del medio, ni los de arriba pueden sostenerse sin ellos. Si quitamos la base, o sea los de abajo, todo el edificio caerá. Mientras tanto, los de abajo pueden vivir, sobrevivir y mantenerse sin los de arriba. Las personas que conforman la base primaria son quizás más fuertes porque junto con los recursos naturales, son la materia prima fundamental de sostenimiento.

     Nos estamos acercando a un período en el que el hombre nuevo reconocerá la nueva forma de vivir de la humanidad en relación con la economía de negocios. Si la división y la concentración de la riqueza se mantienen por la fuerza, la humanidad continuará sumida en la desarmonía, en el caos, en la destrucción y la muerte. Nunca conocerá la paz y tendrá que desaparecer del planeta, porque las fuerzas de la naturaleza no aguantan mucho tiempo el desequilibrio, el desorden y la incompatibilidad: nadie puede atribuirse el poder, porque el poder sólo lo tiene Dios, ese poder asombroso que permite que las cosas sucedan sin que el hombre con su suspicacia pueda hacer nada.

   Debe haber un cambio de conciencia frente a lo económico, consistente en devolver, en redistribuir, de resurgimiento. El valor de lo económico lo pone el hombre, la gente es la que da valor a todo. Entre todos construimos las cosas con valor o sin valor.

     ¿Para qué serviría toda la economía del mundo o de nuestro país, si por ejemplo se acabaran la clase media y baja, o mejor las clases populares que hoy aguantan hambre, casi en un 50 por ciento en el mundo? Sin comida no pueden vivir: el negocio, la riqueza y la producción, sin consumidores tampoco pueden existir. Debe haber conciencia de redistribución y de equilibrio, y no de postración de los que no poseen nada.

   Es común ver que una persona, un ser humano, un individuo que carezca de dinero en el bolsillo y no tenga bienes con que identificarse, no vale nada y no puede hacer nada. Entonces vemos tantas caras frustradas, tantos gamines, tanta gente desnutrida, tantos indigentes, tantos delincuentes, tantas inteligencias sin saber leer ni escribir, tantos cerebros sin poder llegar a una universidad.

   Esa desigualdad ha creado una barrera excluyente entre unos y otros, ha colocado por todas partes el sello del rechazo y ese rechazo trae consigo el deseo o la emoción engolosinada de robar, matar y delinquir, pues el precio de las personas tiene su propio sello: la plata.

     La plata clasifica a la gente según su estatus o herencia económica. Es interesante saber que pertenecemos a algún estatus económico, cualquiera que sea, como herencia misma de la sociedad. Desde la historia más antigua conocida, la sociedad se dividió en sus luchas por el poder económico. Desde entonces se formó la política. ¿Qué gobierna?: esos intereses económicos.

   El ser humano jamás podrá cambiar esta forma de vida a través del desarrollo socioeconómico. Todo lo que conocemos son guerras, violencia de todo tipo y prohibiciones que recaen con todo rigor  sobre la sociedad misma. ¿Qué ocurre entonces con la idea de vivir algún día en paz y con la anhelada seguridad física, económica y social?

   Todo individuo en su interior tiene la respuesta y la solución a todo conflicto.

“EL HOMBRE ES CONDICIONADO POR EL HOMBRE Y EL HOMBRE CON SU HAZAÑA CONDUCTISTA HA CAUTIVADO A TODA LA HUMANIDAD”

    La economía es el peor enredo de la humanidad. En eso centra la mayoría de la gente su vida. O quizás, toda la gente. La economía nació como medio de subsistencia y luego se convirtió en negocio. Muchas personas no disfrutan la vida por estar pensando en lo que tienen y viven ansiosas por adquirir más y más. Eso se convierte en el único sentido de vivir, porque sin eso no tienen nada, no son nada.

   El afán por conseguir, por hacer riqueza, por ganar fama, por satisfacer a los demás, por quedar bien y obtener poder se refleja en un mal ejemplo de vida. Toda la gente busca alcanzar lo mismo y consigue destruir al mundo, porque al final todo lo que llamamos riqueza, traducida en producción, se convierte en chatarra, en desechos.

   Desde el mismo momento en que se inicia un proceso de producción, se inicia también otro, el de contaminación, y no hay nadie que lo ataje, porque el interés por rebasar los deseos de adquisición se quedaron sin ley, sin control, sin excepción y sin límites. Este mal ejemplo de vida hace que la gente en su mayoría crea que ese es su único camino: conseguir para vivir. Y ese es el desespero de toda la vida en los seres humanos, la lucha por conseguir... se nos olvida que hemos nacido sin nada y al tiempo que alcanzamos la edad adulta, ya no nos cabe en una casa las cosas que recogemos y amontonamos: de modo que llenamos la casa de cosas, y la mente también se ha llenado de ideas al punto que no sabemos cual está más llena si nuestra casa de cosas o nuestra mente de ideas y creencias.

   Son muy pocos los que saben que para vivir sólo hay  que hacer lo necesario, que no hay que matarse ni matar, que la vida es armonía y que si no la sentimos y no la vivimos es porque estamos llenos de ansiedades, de envidias, de frustraciones, de dolor y sufrimiento, con un ego tan grande que cada vez nos asfixia más.

   Sólo el hombre nuevo, aquel que tenga renovada su conciencia, que sienta en su ser la armonía de la vida, que vea y perciba la belleza, que tenga elevada su autoestima y sepa con claridad quién es, sabrá también y será consciente de que la destrucción de su propia vida y de todas las vidas de las que hacemos parte, de todo lo que existe, comienza con la economía de negocio. Es decir, negocio es similitud de muerte, destrucción, conflicto, división, separación y en ese estado de la mente estriba toda la desdicha humana.

   Suena muy raro todo esto, pero es un hecho claro y real, es algo de fondo, es la raíz de los problemas y de las enfermedades síquicas y físicas de todas las civilizaciones. Suena rara esta apreciación sobre lo que es la cultura social, no la humana, porque humanamente no tenemos idea de lo que es cultura: la confundimos con el cautiverio al que nos somete el condicionamiento.

    No obstante, miremos para corroborar por nosotros mismos lo que ocurre en un centro comercial, supermercado o almacén de cadena: son muchos los productos allí amontonados que no necesitamos. Simplemente los ponen allí para que se nos antoje comprarlos. Simplemente, se crean necesidades a sus visitantes. Es el condicionamiento de la llamada sociedad de consumo. Siempre encontraremos el modelo último producido, para obligarnos a desechar productos todavía útiles, para comprar lo último, lo más sofisticado: el hombre moderno se fue concentrando en las ciudades y cada vez aumenta el número de millones de toneladas de desechos y basura que ayudamos a producir.

    ¿Creen que eso es necesario en la vida? ¿Alguna vez han pensado que podemos vivir sin tantas cosas? ¿Estaremos contaminando nuestro sagrado y único hogar (la Tierra) con la producción desmedida e innecesaria de tantas cosas que no necesitamos? ¿Estaremos contribuyendo con la nefasta contaminación al adquirir productos que no son necesarios? ¿Sabemos a quién beneficiamos y a quién perjudicamos con la adquisición ilimitada de cosas?

     Otra vez quiero decirles que esto no es de estructura colectiva, ni de hacer una ley, ni de poner freno a la economía de negocio, pues como ya anoté, eso se quedó sin ley y sin freno. Sólo cuando eso no dé más resultados cambiará de forma y de estrategia para volver a innovar al consumidor, y sólo cuando los productos no sean consumidos, se dejarán de producir.

     Únicamente aquel hombre nuevo que sienta en su ser la armonía de la vida sabrá entender y podrá influir con su ejemplo para ayudar a las personas en su transformación y será como una luz encendida en el camino de quienes buscan la verdad.

    El engaño anida a lo largo de nuestra existencia. No somos dueños de nosotros mismos, pues somos conducidos a la obediencia de propuestas y proyectos que nos presentan las empresas de negocios. En el poder organizado, ellas proyectan la conducción de los pueblos, de modo que no podemos decir que somos auténticos.

    Como decía, hay algunas excepciones entre nosotros, personas que por su idiosincrasia siempre fueron autónomas y parcialmente independientes, no sintieron la necesidad de ser consumistas, ni de pertenecer a grupos políticos y tal vez a ningún grupo religioso, pues su dios era la madre tierra y su asombrosa vegetación. En un censo de población se conoció la noticia de una mujer de 110 años que lucía el esplendor de sus años con un alto grado de autenticidad, expresando su alegría de vivir y de no haberse hecho acreedora de las necesidades que la mayoría tiene. Nunca tuvo cédula y dijo: yo nunca he tenido nada y nunca he votado y aquí estoy, uno puede vivir sin esas cosas; mostró sin orgullo su enorme riqueza interior, su auténtica forma de ser, su sencillez y desprendimiento, su armonía con sus años y su elevada autoestima.

   Nadie en el mundo puede decir que es independiente para vivir, pues todos dependemos unos de otros para subsistir. Nadie que viva en las ciudades por rico que sea es autosuficiente, dependemos hasta de lo más mínimo. Nos hemos modernizado tanto que toda nuestra subsistencia cuelga de los alambres de la luz, corre por el tubo del agua, se mantiene en las tiendas de mercado, vuela en los aviones, navega en los mares, anda en los camiones, espera en el médico y descansa en los medicamentos. Con esta moderna dependencia e interdependencia estamos propensos a sufrir el más tenebroso caos que pueda conocer la humanidad.

     Somos hijos de la creación, de todo lo que hay conformado y de la inmensidad que nos rodea. Somos hijos también de una programación, porque debido a la dependencia nos moldean haciéndonos cada vez más dependientes y así mismo heredamos nuestra forma de pensar.

   El equilibrio es fundamental en cualquier construcción. Por eso es perjudicial producir y consumir desmedidamente. Me refiero a la producción industrial y de procesamiento y a las maniobras de las empresas multinacionales, pues la producción agrícola sale directamente de la tierra como alimento básico y aparte grandes cantidades son producidas para procesar y almacenar. La acelerada producción se logra a base de químicos y venenos y nuestra comida contiene residuos químicos y tóxicos.

     Esto último es el resultado de la industria de los agroquímicos, que inventó la tecnología a base de químicos para la producción agrícola, afectando con ello la biodiversidad. La agricultura de hoy está sometida al uso de insumos agroquímicos: la tierra está bastante deteriorada, no posee los nutrientes que necesitan las plantas, hemos acelerado la producción con el uso de tecnologías buscando mayores rendimientos, pero hemos acabado el suelo. La industria de los agroquímicos es un negocio de una multinacional de las más grandes en el mundo, y desde hace más de 50 años ha promovido programas a base de la utilización de insumos; llámense herbicidas, plaguicidas, funguicidas, venenos y abonos, todos son de la agroindustria.

   Hoy ellos y nosotros tenemos un problema bien serio: el suelo infértil, la producción contaminada y elevadísimos costos de producción. El invento de hacer negocio no mide consecuencias. Y es muy bueno que lo conozcamos, bien sea para que tengamos mejor consciencia al hacer las cosas, o para que veamos como se viene formando el cada vez más amenazante deterioro del ecosistema: esto es solo una parte, porque son múltiples las formas de contaminación y eso lo vemos en todas partes; pero con el negocio hay que seguir, así es nuestra cultura.

     Es lógico que los humanos produzcamos lo que requerimos para subsistir, pero es preciso hacerlo en forma equilibrada, con la inteligencia indígena. En la economía de negocio miramos la tierra como un instrumento para explotar. Sólo nos servimos de ella y nunca le devolvemos.

   La acabamos y como si no fuera suficiente echamos sobre ella desechos sintéticos, sustancias químicas y millones de toneladas de basura que producimos y que ya no tenemos cómo controlar.

   Imaginen los centros comerciales y los estaderos de comidas rápidas. Mírenlos y calculen cuántas toneladas de desechos sintéticos ponen en la basura todos los días a causa de nuestra contribución. Eso es sólo un vistazo para ilustrar mi tesis.

    La empresa de hoy es una estructura tan desarrollada en el campo de los negocios que ha pasado por encima de todo valor humano. Vale mucho todo su prestigio e imagen en el comercio mientras deja de lado el valor de sus trabajadores. Resalta bien su marca y su producto, sin importar que se gaste y se sacrifique el potencial humano. El empleado resulta ser una máquina que se desgasta y que dispone toda su fuerza en las mejores circunstancias de su vida. Pasarán muchas generaciones dejando allí su fuerza y su juventud.

“EL RICO TIENE PROBLEMAS Y EL POBRE TIENE GANAS”

    La humanidad ha sido conducida en todos los tiempos históricos y manipulada por el poder de aquellos que con su inteligencia e influencia lograron dominar, infundir e inculcar lo que para ellos eran sus creencias particulares. Por eso se habla de tantos reyes, de tantos faraones y de tantos gobernantes, porque cada uno de ellos mató, amenazó e impuso sus creencias, y así logró dejar una leyenda para contar y sus doctrinas para seguir.

     Después de tanta historia, la sociedad actual está confundida, es violenta y vive llena de miedo. La sociedad moderna no disfruta de los niveles de vida que hoy tiene, porque son niveles de vida logrados especialmente para que se vean, para mostrar, para fotografiar, para escribir sobre ellos, para hacerles propaganda, para alcanzar fama. Ese interés genera envidias, incluso entre las naciones. Así vive la humanidad, sumida ignorantemente en la competencia. ¿Puede vivir bien una sociedad entrenada consciente e inconscientemente para competir? Por la calidad de vida no hay mucho interés, pues eso no es negocio.

     La calidad de vida de una persona no es lo que ella expresa afuera, sino lo que siente dentro de ella misma. Quizás no haya palabras para describirla, es algo que sólo se puede vivir y sentir, porque si se le describe o si se le hace propaganda, ya no es calidad de vida: se convierte en mentalismo y alimenta el ego. Entonces hay turbulencia, hay emociones, hay ansiedad y una mente ansiosa no puede tener paz, no puede tener una buena calidad de vida.

    Ninguna persona, puede ser usted, conseguirá algún cambio colectivo si antes no logra despertar su conciencia sobre el engaño al que fue sometido y transformarse a través de su propio conocimiento. Si hay transformación en su consciencia comprenderá el abismal desequilibrio que se vive en el mundo, y comprendiendo esto, también entenderá que puede salvarse del condicionamiento que le condujo a colocarse la armadura que le mantiene preso.

   En el mundo entero, la economía rebasó su punto de crecimiento y llegó a un límite muy peligroso. Pero yo no soy economista. Sólo menciono esto para mostrar la inmensa separación que ella produce entre los humanos, entre las personas (que ya no son humanos ni personas. Son eso, economía, pues es muy claro que en nuestra sociedad un individuo vale por lo que tiene y no por lo que es, cada uno se concentra en su cosa económica y en eso muere).

   En la actualidad en el mundo, el negocio del monopolio ha servido para concentrar la riqueza en manos de unos pocos y el resto estén cada vez más pobres. Los gobernantes en el mundo han vendido las libertades y oportunidades de las generaciones venideras, permitiendo el crecimiento monopolista y acumulativo de consorcios, organizaciones empresariales y multinacionales. Hoy, un doce por ciento de la población del mundo es dueña del ochenta por ciento de toda la riqueza existente: es abismal esta brecha entre la humanidad.

   La economía se convierte en un hormiguero, en una guerra por el dios dinero, en las carreras y en los afanes por llegar, por ganar imagen, por abarcar mercado, por obtener cada vez mejores ganancias. Acumular riqueza genera poder, todo a costa del cliente, del consumidor. ¡Qué enorme desigualdad y qué peligrosa es esa forma de vivir de los hombres de negocios!

   El inversionista comienza con una base y empieza a subir y cada año construye nuevos pisos a su edificio de negocios. Cada vez aumenta su deseo por crecer y crecer y se llena cada día de más obligaciones y sube y sube y más sube y el que mucho sube tiene el riesgo de caer algún día, por mucho que apuntale su edificio, pues ocurre que como no hay equilibrio entre las personas consumidoras y los inversionistas productores, llega tarde o temprano el día en que el edificio de negocios cae. ¿Qué ocurrió?

   El consumidor consume si tiene con qué comprar, es decir, tiene un enorme poder que no sabe que lo tiene: la decisión de consumir o no consumir.Pero generalmente deja de comprar por la pérdida de su capacidad adquisitiva y en este punto se puede ver la enorme desigualdad a la inversa: el consumidor no pierde nada, porque nada tenía; en cambio, el inversionista quiebra y queda aplastado con todas sus obligaciones. ¿Qué podemos ver en esto? Un caos terrible, producto del desequilibrio.

   Si un ente económico creyera y pensara en la sostenibilidad, en el equilibrio, en la equidad, antes que pensar en acumular más y más, devolvería constantemente parte de sus riquezas y ganancias a los que nada poseen. Eso generaría equilibrio y sostenibilidad en el tiempo, tanto de los negocios como del bienestar social e individual. Lo cierto es que todo obedece a un sistema, a un modelo de hacer negocios y riqueza y el cambio necesita darse en general, para que fluya el bienestar de todos. Cada persona, hombre o mujer, tiene el deber moral y espiritual de ser justo con sus semejantes, con nuestra madre tierra y con todo el ecosistema.

   El sistema actual no sirve, hay que cambiarlo y debe haber otro modelo mejor para todos. Observe los acontecimientos que se viven hoy, el mundo está girando hacía un nuevo orden que ojalá sea de equilibrio económico, porque si hay equilibrio económico, hay también equilibrio social y la política se ajusta siempre a la economía. De lo contrario seguirá habiendo guerra por los siglos de los siglos. Así como conocemos la historia, siempre es la lucha por el poder a través de lo económico.

   Desprecio y rechazo reciben las personas por todas partes sino tienen dinero con que respaldarse. Esta es una cultura muy arraigada en la humanidad.

     Es obvio que toda persona debe trabajar para mantenerse y desde luego así fue cuando originalmente el hombre sintió la necesidad de buscar su sustento, especialmente la comida. Las mujeres se encargaban del hogar y los hombres se internaban en la selva a cultivar por temporadas de cuatro y de seis meses y luego llevaban la cosecha a sus casas: a esto lo llamaron los historiadores matriarcado. No obstante, en la modernidad podríamos llamarle la era de la montonera robotizada: pues es muy claro que en la actualidad venimos siendo “forzados” a vivir amontonados en las ciudades. En el campo no hay estímulo y las tierras ya no son de los trabajadores. Las condiciones modernas invitan por todos los medios posibles de comunicación, especialmente por televisión, ofreciendo todo un mundo fantástico. El campesino empieza a creer que la vida en la ciudad es mejor y desanimado por el poco estímulo y espantado por la violencia, termina engullido en la montonera.

    ¿Y qué significa vivir en una ciudad? Consumir y depender del abastecimiento que otros ponen en el mercado. No hay autoabastecimiento y todo lo debe comprar, entonces debe por lo tanto ganar suficiente dinero para vivir: ahí comienza la tragedia y el caos que hoy se vive en todo el mundo, y esto llevó a esta humanidad a dividirse, y entonces hay desprecio y rechazo para los que no tienen y no pueden...

     Sabemos que debido a este mismo fenómeno no hay posibilidades para todos; jamás conoceremos la paz mientras persista esta forma de vivir materializada en el dios dinero, y en la concentración de gente robotizada en las ciudades... Las organizaciones se ven obligadas a elaborar programas, actividades y entretenimientos, pues necesitan conducir a la población y mantenerla dispersa... y uno todos los días mira en los periódicos a ver que programas hay, y encuentra de todo, hasta líneas calientes para divertirse con el sexo... y son muchos los que acuden a algún tipo de entretenimiento debido a que sus mentes ya están programadas así.

   Y de ese modo uno está siendo robotizado, obedeciendo a todo lo que le ofrecen: como podemos ver todo un mundo de negocios malsanos que usted, amable lector (a), conoce son permitidos por que todos ayudan a que la vida de un buen grueso de la gente pase desapercibida y “alienada”.

   Es terrible la desesperación y la miseria que uno conoce entre la gente por la situación económica: en la actualidad, en Colombia, la baja capacidad adquisitiva de la clase trabajadora ha generado la intensa resección que experimenta el país. Esto nos comprueba dos cosas: una, que a la gente le falta consciencia para saber en qué se gasta sus ingresos; solamente cuando ve que no le alcanza compra únicamente lo necesario, comprobando así que muchas cosas que antes adquiría, ahora no las necesita. La otra es: la oferta es según la demanda, el gran poder que tenemos los consumidores de consumir o no consumir; pero ahí es donde está el asunto difícil, si tenemos o no clara consciencia para no dejarnos inducir o seducir por la oferta.

   Un dato reciente de un grupo de cien expertos en economía, sociología y finanzas en Colombia, indica que aquí existen más de once millones de indigentes. Indigentes, según el estudio, son todas las personas que están por debajo de la línea de pobreza, y la línea de pobreza la marcan los que viven con menos de dos dólares al día.

     Indica también el informe que el veinte por ciento de las familias más ricas en Colombia, son dueñas del cincuenta y dos por ciento de los ingresos totales de la nación; que el 1.08% de los propietarios son dueños del cincuenta y dos por ciento de la tierra; que existe una gran concentración del mercado de capitales; que once millones de colombianos no reciben ingresos de ninguna índole y que viven con menos de un dólar al día; que uno de cada cuatro colombianos no tiene acceso a una canasta mínima de alimentos; que tres millones quinientos mil niños no tienen escuela.

   Es terrible este abismo que vemos tan marcado entre los seres de la  tierra, pues los datos estudiados en Colombia son una muestra de la terrible brecha que hay en el mundo entre los llamados ricos y pobres. Podemos ver claramente la enorme desigualdad que tenemos, hay mala distribución económica y educativa. Nada se puede hacer si no es rentable, nada sirve si no es negocio, todo gira en torno a un modelo que se formó para hacer negocio, y desde ese punto de vista la vida no vale nada. ¿Será eso el más elevado estado de la ignorancia?

   Este dato me confirmó el motivo que tuve para escribir y referirme severamente al condicionamiento social, a las creencias, a la ignorancia, al divisionismo, a los poderes concentrados, a la competencia y al enredo malsano en que se convirtió la economía, y a lo enferma que está la mente humana.

     Reuniendo en una sola cosa los temas aquí escritos, podríamos viajar muy sutilmente a nuestro interior y ver el esplendor de una paz interior que no tenemos: “La queremos pero no la sentimos”. Y tratando de sentirla la fingimos.

     La condición original del individuo, la no original, la condición moderna, la condición económica, la condición política, la condición de las creencias, la condición egoísta, la condición educativa, la condición familiar; todo esto es el medio que el hombre ha creado para vivir, y es con ese medio con el que constantemente se mantiene en conflicto. Vivimos deseando siempre frente al medio que hemos creado, y este mismo medio nos trae desilusiones, frustraciones, amarguras y soledad: ese es el problema de esta humanidad en esta tierra.

   Por eso la mente es una enfermedad, y no hay forma de sanarla, ni maestro que pueda enderezarla: tenemos que volvernos conscientes en lo individual, para poder comprender nuestro propio problema, y comprendiendo nuestro propio problema comprenderemos también el problema de los demás, que es el mismo nuestro. Es estúpido pensar en cambiar a los demás o al mundo. Sólo se puede cambiar a si mismo: cuando pueda ver y revisar su vida y comprenda el origen del conflicto social e interno, sentirá un aire de alivio y libertad.

 

NOTA FINAL

    Con este libro sentí la necesidad de imprimir no mis ideas sino una verdad navegante a través de los tiempos: los hombres y mujeres han aceptado inconscientemente vivir entretenidos sin despertar aún del dolor, del sufrimiento y de la confusión.

   Dejo entonces aquí mi testimonio y mis conocimientos para usted. Toda mi intención fue entregar en sus manos algo nutritivo para su vida.

   Lo verdadero o no verdadero de todo esto, no está en el que escribe, el que escribe no interesa, lo que interesa es si usted mismo lo percibe y lo siente. Y si alguna palabra escrita aquí lo ha movido o tocado, ha valido la pena que este libro esté en sus manos. La descripción no es lo descrito, es usted el que ha de aprender todo esto, observándose así mismo.

   Este libro no soy yo, ni yo soy el libro, puede ser una proyección de mi personalidad, pero no es mi personalidad.

    A Gandhi no le gustaba que sus escritos fueran publicados, porque tal vez su vida y sus pensamientos no se correspondieran. Sólo si su vida respondiera hasta lo más profundo de sus pensamientos, sólo entonces valdría la pena publicarlos.

   Los desprendidos, los enfermos y los mártires son los mejores pensadores; ellos dejan mensajes de vida y sabiduría: se han liberado interiormente y asumen la verdad y tienen forma de expresarse a través de la belleza y el verdadero  conocimiento, así no sean eso. La vida está compuesta de partes y todas las partes forman una sola unidad.

   Krishnamurti, Antonhy de Melo, Facundo Cabral, Osho, Coelho, Gandhi y tantos otros pensadores, así no sean ellos lo que escriben, han hablado y se han acercado al corazón y al alma de la humanidad, mostrando la verdad última a la que nos reducimos de todas maneras y enseñando a vivir de verdad y con plenitud.

 

INSPIRACIONES CON AMOR

    Vida, te saludo con todo mi cariño y te deseo que sigas regalando vidas. Tú eres lo que Yo no soy capaz de entender. Sólo puedo decirte que te amo mucho y darte gracias por ser tan buena conmigo: cada que tengo algún problema tú has intervenido para hacer algo por mí, cada que estoy triste y deprimido me llega una esperanza, cuando estoy herido tú llegas y me alivias.

   Cada vez llenas mi corazón de amor para que Yo lo reparta. Siempre que miro a mi alrededor veo tantísima abundancia para disfrutarla con los demás.

   En fin, VIDA linda, no hay palabras más finas para decirte lo linda y buena que eres. Lo que si sé, es que si sufro no eres tú la que me hace sufrir, sino que soy Yo mismo el que hago que mi vida sea sufrimiento o una verdadera felicidad.

28 de marzo del 98

A MI HIJA

SANDRA MILENA

    Un sendero en el bosque de tu inocencia te guió hacía mí. Divisaste una luz dorada, la que fuera, en tus siguientes días, tu nuevo amanecer. Eres un rico potencial, dotada de inteligencia, y es, esa misma inteligencia, la que nos da la vida y nos cobija de amor.

   Nadie nace para ser menos, sino que dejamos ensombrecer nuestra inteligencia con el apego, la envidia, la codicia, el odio y con todo lo que nos enseñan. A la inteligencia universal nadie le enseña y siempre nos da su amor. La belleza interior se contamina con lo anterior, por eso hay que limpiar la mente.

Te amo mucho, hija.

15 de Abril del 98

 

A MI HIJO

CARLOS ARMANDO

    Hijo, tú eres un jardín que hay que cuidar. El jardín necesita de su amo para mantenerse impecable. Así Eres tú, tanto tu cuerpo como tu mente y alma necesitan atención; si no se presta atención al jardín se desfigura por la plaga y se seca en verano.

   Nadie en el mundo vela por el buen estado de este jardín sino su propio amo. Igualmente eres tú el único que puede hacer de ti mismo y de tu vida un jardín o un infierno. La vida es igualmente comparable en todo sentido porque obedece al mismo principio y fin, así que cuida tu cuerpo que es el vehículo en el que te movilizas; cuida tu mente que es tu principal enemiga; y cuida tu alma o espíritu que es la sustancia dadora de vida y conductora de la paz interior y la armonía hacía una verdadera plenitud.

    Abre tus ojos en todas las direcciones y disfruta la vida con atención.

Abrazos.

2 de Julio del 98

A MI HIJA MARIBEL

    Hija, recuerde siempre a tu padre, dé gracias a Dios cada día por tus dones, sé agradecida con el creador para que te llene siempre de luz y de amor. Sé también agradecida con tu madre.

   Despierta de esta ciega conciencia que nos crearon, ábrete al mundo con amor y alegría. ¡Todo es tan bello!, pero a veces por nuestra mente perdida no vemos más que oscuridad, porque eso es lo que buscamos con los placeres y la negación espiritual. Si buscamos la luz encontramos luz, pero si buscamos las cosas oscuras, en el fondo de nuestro ser no vamos a ver más que tinieblas.

   Tú eres como un arbolito que crece hacia la luz. El árbol no  puede crecer en la oscuridad, así eres tú, ni más ni menos. Como el ser humano tiene una mente, debe saber para dónde va porque de lo fácil cae en la oscuridad. Así hija que crece en la luz para que te irradies de amor y felicidad y te desarrolles con una espiritualidad firme y sin queja. Besos.

15 de Abril del 98

A MI HIJA DAHIANA MICHELLE

    T ú eres una niña muy linda, eres como una flor que brotaste de las entrañas de un capullo. Todo ser viviente nace en dirección a la luz, nada puede nacer en dirección a las tinieblas, así que tu dirección es la luz.

    Muchos seres humanos pierden esa dirección y mueren perdidos en la oscuridad de la ignorancia. Para no perder esa dirección, hay que hacer como todos los seres vivientes que no son humanos: saludan todos los días al sol, dan gracias a Dios y toman su energía; su entorno lo manejan con amor y viven gozosos.

   La ausencia de papá y mamá no quiere decir que ellos no sintieron amor por ti, simplemente todo lo que sucede es lo inevitable.

   Amor es no frustrarse por lo ocurrido, y aceptar con alegría lo que el universo nos ha dado.

Besitos.

28 de Abril del 99

“SER LIBRE ES NO IR CON LA CARGA DEL PASADO, ASI PUEDO OBSERVAR A LA MENTE Y ESTAR ATENTO A TODA INVITACIÓN.”


© La Sombra de La Impotencia

Autor

Guillermo Betancur Sánchez

Editor

Jairo Alvarez

Diseño y Diagramación

John J. Gutiérrez R.

Corrección

Luisa María Navas C.

Impreso

Dupligráficas Ltda.

Octubre del 2002

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