Ciudad de México (19 octubre 2003).
Emocionado y triste, Mauricio Islas no
contuvo el llanto al ver a su personaje desplomarse por una bala durante el
último capítulo de Amor Real, que se transmitió este viernes.
"Me siento muy feliz y satisfecho, pero a la vez un poco triste porque fue un
trabajo extraordinario y ya se terminó. Me gustó mucho el final, creo que así
tenía que ser, Adolfo tenía que morir, pero ahora que lo vi, no pude evitar
llorar, fue personaje padrísimo", expresó Islas, luciendo su nueva imagen casi a
rape para dejar atrás al personaje de época.
El elenco se reunió la noche del viernes en un bar de Insurgentes por última vez
para ver la transmisión del capítulo final: Fernando Colunga, Mariana Levy, Maya
Mishalska, la escritora María Zarattini, Mauricio Herrera, Ana Bertha Espín,
Kika Edgar, Ana Martin, Mario Iván Martínez y Jorge Vargas, entre otros.
Sylvia Pasquel y René Casados también asistieron para felicitar al elenco,
felicitarlo y brindar con él.
Arremolinados en los estrechos lugares, actores y equipo de producción siguieron
los últimos minutos de su historia, en una pantalla gigante y cuatro monitores
pequeños ubicados alrededor del lugar.
Los aplausos comenzaron en punto de las 21:00 horas, cuando escucharon el tema
musical de Sin Bandera, y luego el silencio y las miradas se fijaron en las
pantallas. Ni pestañeaban.
Aunque todos conocían el final, se dejaron llevar por el suspenso de la trama,
especialmente cuando el coronel Adolfo Solís (Islas) recibe el impacto de la
bala que acaba con su vida y con el triángulo amoroso entre él, Matilde (Adela
Noriega) y Manuel (Colunga).
La tensión de los espectadores disminuyó momentáneamente después de que Manuel,
una vez más, fuera herido en una revuelta y todo hiciera suponer que había
muerto.
Y luego los silbidos y las bromas a Colunga aumentaron cuando la pareja
protagónica apareció en la intimidad minutos antes del final. El actor sonreía y
contestaba a las burlas con más bromas.
Fuera de la pantalla, también corrieron lágrimas al final, pero no tan
dramáticas, pues con la ausencia de la heroína, los galanes sellaron su amistad
al estrechar las manos y darse un abrazo.
Los aplausos y la nostalgia volvió al ver el trabajo concluido y que, la noche
del viernes, duró 90 minutos.
En medio del ruido y las despedidas, Fabián Lavalle interrumpió la fiesta para
entregar dos reconocimientos de parte de la productora, quien se los dedicó a su
hijo Carlos Eduardo y a su esposo Óscar del Toro. El llanto brotó de nuevo.
Feliz, Estrada agradeció a su primogénito el apoyo y el cariño, se disculpó por
las ausencias y le dio la bendición antes de que el adolescente se retirara del
lugar.
"Me siento eufórica, cansada, triste, feliz, muy realizada y muy orgullosa del
trabajo que hemos hecho. Ahora quiero descansar y estar con mi familia,
dedicarme a ellos, cocinar y cargar baterías para el siguiente proyecto".