Como algunos de ustedes sabrán, en los últimos tiempos la ciencia médica ha evolucionado en torno a los tratamientos practicados a los pacientes que desafortunadamente viven la dolorosa e irreversible enfermedad de la leucemia. Ésta es considerada un cáncer en la sangre, porque afecta primordialmente a la médula ósea y a las células encargadas de formar la sangre.

Existen dos grandes categorías de leucemia: la aguda y la crónica. La primera de ellas produce una acumulación de glóbulos blancos. Estas células se reproducen sin alcanzar un grado madurez, lo cual provoca que no cumplan con su función de combatir a las infecciones y/o virus que en determinado momento el paciente pueda contraer; además, reducen la producción de glóbulos rojos normales, los cuales evitan el surgimiento de la anemia, así como también de pequeños discos llamados plaquetas, los que regulan la coagulación de la sangre. Este tipo de leucemia se manifiesta comúnmente entre los niños. La segunda es más frecuente en los adultos, ya que su desarrollo en comparación con la primera es más lento. Aquí los glóbulos blancos son muy maduros, por lo tanto se puede identificar la leucemia por el tipo de glóbulo blanco que ataca. Algunos de los síntomas más comunes son: el cansancio severo y la falta de apetito, así como fiebre. A medida de que la enfermedad avanza, aparecen síntomas más marcados como el dolor en los huesos. Esto se da como resultado de la reproducción masiva de las células leucemáticas en el sistema óseo, así como la pérdida de sangre mediante hemorragias, registradas en la nariz, boca o recto. Una de las hemorragias más fuertes es la del cerebro, la que ocurre si el número de plaquetas desciende en forma crítica.

Algunos de los tratamientos que se tienen para este tipo de pacientes, son las quimioterapias y el transplante de la médula ósea. Las quimioterapias comenzaron con los trabajos del médico alemán Paul Ehrlich, aunque realmente el término lo relacionamos con los fármacos dirigidos a los tratamientos oncológicos. Cabe destacar que las quimioterapias se realizan a base de una serie de radiaciones enviadas directamente a todo el sistema óseo del paciente, las cuales desafortunadamente no pueden destruir de manera selectiva las células malignas, sino que también llegan a dañar a las células normales, tales como el sistema digestivo, provocando diarreas, la caída del cabello, así como el debilitamiento de la médula ósea, ocasionando la disminución de la producción de células sanguíneas, etc. Si en determinado momento se decidiera suspender el tratamiento, el padecimiento se "inhibe" por un momento, pero sólo por un momento, porque no tarda en volver a resurgir. Pero en esta ocasión será como si nunca se hubieran iniciado las sesiones de quimioterapia, por lo tanto el tratamiento será aún más largo en tiempo.

El primer trasplante de médula ósea se realizó en los años 40 en ratones. Con esto se consiguió regenerar la capacidad de formación de células sanguíneas, tras la administración intravenosa de células hematopoyéticas a ratones. Hoy por hoy, el método que se realiza es el de Thomas en donde primeramente se "eliminan" las células malignas realizando una inmunosupresión al paciente para que se lleve a cabo el transplante de manera estéril en un quirófano donde se le aplica una anestesia de manera general o raquídea dependiendo el caso, cuidando perfectamente que no se deje rastro alguno.

Por esto y más, es importante que visitemos periódicamente al médico para que estemos a tiempo de ponerle una solución a nuestra vida, porque después ya será demasiado tarde y el hubiera, créanme, no existe.

Réplica y comentarios a la autora: xochitl_schez@yahoo.com.mx