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   Estaciones de la palabra
Algunas estaciones de la palabra en el infierno

1/ La palabra y el crimen

En 1995, la American Psychiatric Association publicó un informe sobre la patología criminal. ¿Cuál es, según los expertos, el rasgo más típico de los delincuentes habituales? La inclinación a la mentira. Así, queriendo retratar al hampón característico, los psiquiatras estadounidenses dibujaron el perfecto identikit de los hombres más poderosos del mundo. En otro informe, publicado medio siglo antes, la misma asociación de psiquiatras había diagnosticado que los delincuentes habituales mostraban "una crónica incapacidad para aprender de la experiencia". Ahora, a la vista está: los ladrones de gallinas y los navajeros de suburbios aprenden de la exitosa experiencia de los reyes del dinero, de la política y de la guerra. Allá arriba, en las cumbres, "la inclinación a la mentira" es tradición milenaria y costumbre cotidiana. Y desde la cúspide social se irradia esta lección universal: Quien no miente, está frito.

2/ La palabra y la guerra

Por paradoja del progreso tecnológico, cada día estamos más informados y más manipulados. Después de las dos guerras contra Irak, que continúa sufriendo bombazos, fue el turno de Yugoslavia: otro manijazo a la máquina que vende armas y miente pretextos. Para descargar su diluvio de misiles sobre Yugoslavia, el despotismo militar inventó una "misión humanitaria". El sensible corazón de las potencias occidentales no podía soportar "la limpieza étnica" de Milosevic contra los albaneses de Kosovo. Entre otros instrumentos, la misión humanitaria utilizó helicópteros llamados Apaches y misiles llamados Tomahawk. Apaches, Tomahawk: dos palabras que algo tienen que ver con otra limpieza étnica, ocurrida precisamente en el país que arrasó a sus indígenas antes de ocuparse de redimir al mundo. Ante la indiferencia o el aplauso de casi toda la opinión pública internacional, Estados Unidos y sus aliados acaban de celebrar, en los Balcanes, un auto de fe que arrojó a las llamas la Carta de las Naciones Unidas, la Carta de Fundación de la OTAN, la Convención de Viena y los Acuerdos de Helsinki. Las grandes potencias de Occidente habían mentido firmando, con la mano, todo lo que después han borrado con el codo.

El escritor estadunidense John Reed escribió en 1917: "Las guerras crucifican la verdad".

3/ La palabra y los banqueros

Aquel John Reed, el escritor, había sido amigo de Pancho Villa. Ochenta años después, otro John Reed es director ejecutivo del Citibank, y el Citibank es amigo de Raúl Salinas, el voraz hermano de quien fuera, hasta hace un rato, presidente de México.

-Tenemos una visión de Gargantúa -dice John Reed, el de ahora-. Aspiramos a tener mil millones de clientes. Mil millones de amigos. Por esas cosas de la amistad, el Citibank evaporó cien millones de dólares de Raúl Salinas, que provenían del tráfico de drogas. En nuestros días, la desaparición de personas es una especialidad militar, y los banqueros se ocupan de la desaparición del dinero. En su edición del 14 de diciembre del 98, la revista Time publicó las conclusiones del Congreso de Estados Unidos, que investigó este asunto: el Citibank organizó el viaje de los cien millones de narcodólares a través de cinco países, y ayudó a don Raúl a inventar empresas fantasmas y nombres de fantasía, hasta que se borró la pista.

Según la revista Time, resulta improbable que los directivos del Citibank puedan ser procesados, porque el banco alega que "ignoraba que su cliente pudiera estar envuelto en actividades criminales". El Citibank también afirma que "este error no autoriza a desconocer nuestros esfuerzos en la lucha contra el lavado del dinero de origen ilícito". Este apóstol de la honestidad ocupa el tercer lugar entre los bancos privados más poderosos del mundo. O sea: el Citibank es uno de los selectos miembros del gobierno planetario, que decide todo, hasta la frecuencia de las lluvias, en los países deudores.

4/ La palabra y la ayuda

Desventuras de la palabra, impunidad de sus estranguladores: el poder predica con el ejemplo. Jamás el poder hace lo que dice, ni dice lo que hace, ni cumple lo que promete.

En 1974, los países desarrollados se comprometieron a destinar 0.7 por ciento de su producto interno bruto a la ayuda a los llamados "países en desarrollo", lo que venía a ser algo así como una muy mínima compensación por el mucho jugo que les sacan. Hoy un juramento, mañana una traición, como dice el tango: en 1997, la ayuda apenas llegó a 0.2 por ciento. En ese año, la diferencia entre lo dicho y lo hecho fue de 120 mil millones de dólares. Según el economista español Manuel Iglesia-Caruncho, la diferencia entre lo prometido y lo aportado, sumando sólo los últimos doce años, hubiera alcanzado para pagar toda la deuda externa del llamado Tercer Mundo.

5/ La palabra y la publicidad

Hoy por hoy, la publicidad tiene a su cargo el diccionario del lenguaje universal. Si ella, la publicidad, fuera Pinocho, su nariz daría varias vueltas al mundo. "Busque la verdad": la verdad está en la cerveza Heineken. "Usted debe apreciar la autenticidad en todas sus formas": la autenticidad humea en los cigarrillos Winston. Los zapatos deportivos Converse son solidarios y la nueva cámara de Canon se llama Rebelde: "Para que usted muestre de qué es capaz". En el nuevo universo de la computación, la empresa Oracle proclama la revolución: "La revolución está en nuestro destino". Microsoft invita al heroísmo: "Podemos ser héroes". Apple propone la libertad: "Piense diferente". Comiendo hamburguesas Burger King, usted puede manifestar su inconformismo: "A veces hay que romper las reglas". Contra la inhibición, Kodak, que "fotografía sin límites". La respuesta está en las tarjetas de crédito Diner's: "La respuesta correcta en cualquier idioma". Las tarjetas Visa afirman la personalidad: "Yo puedo". Los automóviles Rover permiten que "usted exprese su potencia" y la empresa Ford quisiera que "la vida estuviera tan bien hecha" como su último modelo. No hay mejor amiga de la naturaleza que la empresa petrolera Shell: "Nuestra prioridad es la protección del medio ambiente". Los perfumes Givenchy brindan eternidad; los perfumes Dior, evasión; los pañuelos Hermés, sueños y leyendas. ¿Quién no sabe que la chispa de la vida enciende a quien bebe Coca-Cola? Si quiere usted saber, fotocopias Xerox, "para compartir el conocimiento". Contra la duda, los antisudorales Gillette: "Para estar seguro de ti mismo".

6/ La palabra y la historia

En 1532, el conquistador Pizarro metió preso al inca Atahualpa, en Cajamarca. Pizarro le prometió la libertad, si el inca llenaba de oro una gran habitación. El oro llegó, desde los cuatro caminos del imperio, y cubrió la habitación hasta el techo. Pizarro mandó matar al prisionero. Desde antes, desde que las primeras carabelas aparecieron en el horizonte, hasta nuestros días, la historia de las Américas es una historia de la traición a la palabra: promesas rotas, pactos negados, documentos firmados y olvidados, engaños, emboscadas. "Te doy mi palabra", se sigue diciendo, pero pocos son los que dan, con la palabra, algo más que nada. ¿No habrá que aprender, como en tantas otras cosas, de los perdedores? Los primeros habitantes de las Américas, derrotados por la pólvora, por los virus y las bacterias y también por la mentira, compartían la certeza de que la palabra es sagrada, y muchos de los sobrevivientes lo creen todavía:

-Dicen que nosotros no tenemos grandes monumentos -dice un indígena mapuche, al sur de Chile-. Para nosotros, la palabra sigue siendo el gran monumento. En lengua guaraní, ñe'e significa "alma", y también significa "palabra".

-La palabra vale -dice un indígena avá-guaraní, en Paraguay- porque es nuestra alma. No necesitamos ponerla en un papel, para que nos crean. Las culturas americanas más americanas de todas fueron descalificadas, desde el pique, como ignorancias. En su mayoría, no tenían escritura. La Ilíada y La Odisea, las obras fundadoras de eso que llaman la cultura occidental, también habían sido creadas por una sociedad sin escritura, y sus palabras vuelan cada día mejor. Oral o escrita, la palabra puede ser instrumento del poder o puente de encuentro. La descalificación tenía, y sigue teniendo, otro motivo mucho más realista: estamos entrenados para escuchar y para repetir las voces del éxito. Por hablar de las voces del éxito, vale la pena mencionar la importancia que la palabra, una sola palabra, ha tenido durante el reciente proceso contra los militares que ejecutaron la matanza contra la comunidad indígena de Xamán, en Guatemala. La carnicería ocurrió en 1995, ya en el periodo que llaman democrático, y había una montaña de pruebas que condenaban a los asesinos; pero el asunto quedó en agua de borrajas. La secretaria que transcribió el auto de procesamiento había cometido un error de ortografía en la calificación penal: ''Ejecusión extrajudicial", escribió. Los abogados del Ejército sostuvieron que ese delito, escrito así, ejecusión, no existe. El fiscal protestó: fue amenazado de muerte, y marchó al exilio.

Eduardo Galeano

Enviado por Marco Sakai




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