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   Un año acorde a sus actos

El 2003 se termina, y exhala su último aliento en agónico espasmo. Un años más, a punto de ser dado a luz, mientras que su gestor es preparado y amortajado, presto para ser enviado al sepulcro de los recuerdos que habitan en la conciencia de los seres humanos. El año que por morir está, trajo a muchos hombres, mujeres, ancianos y niños, todo lo que la vida misma regala generosamente a quienes con sus actos participan del proceso vital. Nacimientos, crecimientos, muertes (la vida, forzosamente trae la muerte), añoranzas, encuentros, descubrimientos, desengaños, alegrías, pesares, malentendidos, reconciliaciones, traiciones, amistades, soluciones a los viejos problemas, carencias, felicidades, celebraciones, esperanzas, tristezas, amores, miedos, valores, y una gama de experiencias de vida, poco más que imposibles de ser descritas. Más de seis mil millones de habitantes, cada uno con sus propias experiencias y percepciones, seguramente nos dan un resultado fuera de toda imaginación concreta. La vida, presente en cada momento de nuestras exhalaciones, suspiros, lloriqueos, pujidos, risas, y toda expresión personal que la manifiesta, se nos obsequia para llenarla de actos, de cualquier índole, con cualquier contenido. Ella nunca nos cuestiona. La vida jamás nos apunta con índice de fuego y nos condena por ser tan estúpidos, como tampoco nos premia, por ser tan brillantes. No son otra cosa que los juicios, siempre presentes en el ser humano, los que nos hacen creer acerca de nuestra valía o de nuestro no valer. Seguimos siendo una especie que busca adictivamente la aprobación de los demás, y busca evitar a toda costa su condena. Así, la vida no existe mas que en el marco de referencia creado por nuestros propios actos y omisiones; no existe ni la vida gentil, ni la buena vida, ni la mala vida, ni la vida violenta, ni la vida pacífica, ni la vida productiva, ni la vida competitiva. Si no estuviéramos vivos y presentes, la vida no tendría ninguna conceptualización posible.

¡Exhortamos a todo aquel que nos quiera escuchar o leer, a vencer las pruebas que la vida les presenta! La realidad es que dichas pruebas vienen y son generadas por las expectativas que nuestra madre cultura tiene fincadas en cada uno de nosotros. Nos dicen que la muerte es mala y que hay que cuidarnos, por medio de una ordenación de nuestros actos y de nuestros hábitos, para que la muerte no se presente demasiado temprano, como si el hecho de que se presentara antes o después, hiciera de ella una realidad más o menos aceptable, diferente. Pocas veces recordamos que ella es parte del proceso vital, y que antes o después de los plazos que le quisiéramos poner, no deja de ser una realidad inevitable y a la vez necesaria.

¿Habría alguien que desearía vivir 200 años? Nuestra cultura espera de nosotros que seamos justos, aún con quienes no comulgan con los conceptos de justicia, y representa esta situación como una prueba; pero en realidad no es una prueba de la vida, es una prueba que la madre cultura nos presenta, para constatar si aprendimos y aceptamos sus lecciones y su yugo. La vida no nos dice que lloremos a nuestros seres queridos, es la cultura que nos indica que es lo más adecuado: mostrar dolor por su pérdida ante los ojos de quienes con curiosidad inconsciente acuden a las últimas citas de despedida de este mundo material del que formamos parte. Las tentaciones de la vida no existen, mas que en nuestra capacidad de aceptarlas como tales; los desvíos, las exageraciones extremas de nuestras conductas que ponen en peligro el equilibrio social que nuestra cultura exige, hacen necesaria la invención del término: tentaciones. Si no fuera por las riendas que el poder establecido pone en sus súbditos, el tejido social se desgarraría más rápido de lo que ya se está desgarrando. Las decepciones que sufrimos no las da la vida, sino la interpretación que damos a los actos que los demás ejercen en contra nuestra o según ellos en nuestro favor. Muy pronto se nos olvida que cada cual hace una interpretación personal de los principios que nos fueron heredados por la cultura griega, principalmente. Hay seres humanos más cerca de la irracionalidad y oscuridad que de la luz que provee a la razón de los elementos necesarios para formarse una buena norma de conducta; me niego a afirmar lo que muchos tan relajadamente dicen: "ese tipo, o esa persona, es una bestia". Las bestias, jamás se comportan con la saña y la crueldad que a veces el "homo sapiens" lo hace. Las bestias son más dignas de su esencia que la dignidad que el hombre le da, en ocasiones, a sus actos, cuando en plan de creador de vida, dice y juzga quién debe morir y quién debe vivir...¡ja!...qué torpe. Creo que al final, mucho se reduce, en los actos de cada ser humano, a comprar o no, lo que su cultura le quiere vender. Alguien habla de tragedia, y yo me digo, la tragedia existe porque decidimos consciente o inconscientemente actuar para que el acto humano parezca una tragedia, como podría ser el asesinato de una esperanza, de un ser viviente, y sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, porque muchas veces, sin pensarlo, actuamos como pequeños dioses. Y así alcanzamos a decirnos: "yo debo resolver esto porque los demás no tienen la preparación ni los atributos que solamente yo poseo".

Por todo lo mencionado anteriormente, no me queda más decirles a todos quienes han leído hasta aquí, que les deseo que durante el año 2004 que está por ser parido a nuestro servicio, todos sus actos estén revestidos de justicia, para que entonces puedan decir que la vida es justa. Que todos sus actos estén llenos de amor, para que entonces puedan decir, que la vida es amorosa. Que todos sus actos sean actos llenos de verdad, para que entonces puedan decir: la vida nos premia con la verdad. Que todos su actos estén guiados por el sendero de la promoción de sus semejantes, para que entonces sí puedan decir que la vida sirve para crear oportunidades de promoción para aquellos que más lo necesitan. Deseo que las muertes que se den en nuestras vidas, si es que hubieren de suceder durante este 2004 que se inicia, las aceptemos con la paz y tranquilidad que nos da el saber que como parte del ciclo vital, son una acontecimiento bueno en sí mismo y que así como celebramos la llegada de cada niño, celebremos también con alegría respetuosa, la de su despedida. Y que si éste, quien escribe estas líneas, fuere elegido para abandonar esta cultura de la que forma parte, no haya tragedia, ni lloros, ni nada. Unicamente la realidad concreta de que un ciclo de vida se ha cerrado en los actos de este individuo. No les deseo un feliz año nuevo, porque la felicidad habrá de ser bordada con actos felices y alegres que cada quien, dentro de su lograda libertad pueda ejecutar. No les deseo paz y prosperidad, pues únicamente sus actos pacíficos y prósperos serán capaces de dar a luz una vida pacífica y próspera. No les deseo un año "de lo mejor", pues únicamente llevando a cabo actos personales que den a esta cultura lo mejor de cada quien, se podrá vivir un año de lo mejor. No les deseo un año lleno de salud, pues únicamente los actos conscientes en los que se manifieste el cuidado de la propia salud, podrán resultar en un año lleno de salud, aunque tendríamos que pensar de qué manera contribuimos a crear una vida con menor índice de contaminación tanto física como mental, con menos basura, favoreciendo el consumo de alimentos que promuevan nuestra buena condición física.

Al final de cuentas, les deseo que cada acto que realicen durante el 2004 sea promotor de una vida que manifieste sus más preciados deseos.

Réplica y comentarios al autor: aguilarluis@prodigy.net.mx




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