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   De encuestas y estampas sociales

Un conocido proverbio chino sostiene que "una imagen habla más que mil palabras". Algo similar podría decirse de ciertas estadísticas sociales: "un porcentaje puede expresar el significado de muchas realidades". Los datos estadísticos, sobre todo cuando se refieren a la vida social, estampas plasmadas en encuestas, obligan inevitablemente a buscarles una interpretación. ¿Qué quiere decir que "x" o "y" número de personas prefieran esto sobre lo otro? Esa es la cuestión. El asunto viene a colación a raíz de la encuesta del grupo Reforma sobre "afectos y antipatías" ciudadanas, publicada el pasado sábado 24 de agosto. Los resultados no dejan de sorprender. Veamos. Pero antes un par de consideraciones.

1.- No hay duda de que a partir de los cambios políticos experimentados en México en la última década -durante la llamada transición democrática- la opinión de la ciudadanía adquirió una relevancia que antaño no tenía. Escudriñar los sentimientos, preferencia y fobias de Juan Banqueta se ha vuelto imprescindible para muchas instituciones sociales, llámense gobiernos, partidos políticos, medios de comunicación, sindicatos, asociaciones empresariales, universidades o iglesias. Todos quieren medir las tendencias de esa apetitosa clientela llamada ciudadanía. Y no es extraño. El juego de la legitimidad del poder tiene ahora nuevas reglas. Con la democracia aumenta el peso de la autonomía ciudadana y se amplían los márgenes de su libertad para expresarse y para elegir. El poder y la influencia social se sustenta en los climas de opinión de la mayoría y la lucha por conseguir el favor de la misma se torna intensa. No se puede operar en contra de la mayoría a riesgo de caer en la desgracia. Imaginemos, por ejemplo, un medio de comunicación o un comunicador sin credibilidad (para el caso, sin legitimidad); seguramente sus días estarán contados. El juego, entonces, ahora se llama: "¿quién es y qué prefiere la opinión pública?"

2.- Responder a tales interrogantes no es tan sencillo, sobre todo cuando las tendencias observadas en la opinión pública parecen inconsistentes o cambiantes. O cuando los datos son proporcionados por la charlatanería, tan abundante estos días. No obstante, la acumulación de datos y la observación a lo largo del tiempo de los resultados de estudios serios de opinión pública permiten, en ocasiones, apoyar ciertas explicaciones en detrimento de otras.

Pasemos entonces al sondeo que nos ocupa. Los "afectos y las antipatías" ciudadanas manifestadas en la encuesta telefónica del Grupo Reforma invitan a arriesgar las siguientes interpretaciones.

3.-. Para comenzar, llama la atención el flaco favor que ganan los grupos privilegiados de la sociedad nacional ante la opinión pública. Los ricos también lloran. Con apenas 45 por ciento de afectos, los empresarios son el grupo social más mal parado según la encuesta, seguidos muy de cerca por los inversionistas. ¿Debería sorprendernos? En manera alguna. Nuestro empresariado -contando honrosas excepciones- ha sido históricamente todo menos un grupo solidario dispuesto a jugársela (es decir, a cumplir la misión natural de los empresarios) por el bienestar de la comunidad. Plagada de especuladores, rentistas y acomodaticios, la clase empresarial mexicana tiene poco que presumir en el mundo, más allá del gran monumento que la nación les edificó en el IPAB. Los resultados, entonces, no parecen tan descabellados.

Es una lástima que los resultados publicados no consideraran a "los políticos" como otro de los grupos evaluados. Seguramente el consuelo de los "empresarios" se hubiera encontrado precisamente ahí, como se sugiere en la nota difundida. Pocas zonas tan desprestigiadas ante la opinión pública nacional como la que tiene que ver con el mundo de la política, prima hermana de los billetes. Baste con remitirse a los resultados de casi todas las encuestas que ponderan los afectos de los mexicanos hacia sus políticos. Sólo superados por el cariño expresado hacia los cuerpos policíacos.

4.- En contraste, los mexicanos (al menos los que contamos con teléfono) somos, al decir de la encuesta, proclives a mostrar gran empatía hacia los sectores menos favorecidos. El espíritu de Robin Hood campea en el alma mexicana. Nuestra simpatía por los desposeídos no deja lugar a dudas. Los indígenas en primerísimo lugar, seguidos por los obreros y los paisanos radicados en Estados Unidos. ¿Espíritu justiciero o complejo de culpabilidad? Vaya usted a saber. Lo cierto es que si el sentir de la opinión pública fuera el mismo que el de las clases políticas que "tan atinadamente llevan las riendas de nuestro destino", seguramente no tendríamos la necesidad de observar Marías con sus hijos a cuestas, mendigando en las calles de las ciudades, ni seríamos testigos de matanzas de campesinos indígenas en rincones apartados de nuestras sierras; por su parte, los obreros y trabajadores contarían con salarios no tan mínimos y el número de expulsados (perdón, de emigrantes) hacia las tierras del principal socio comercial sería bastante menos abultado. Pero ni modo. Un consuelo nos queda: la pobreza y el esfuerzo de los más explotados no le resultan indiferentes a la mayoría de los mexicanos ¿Será una verdad reflejada en nuestras prácticas cotidianas?

5.- Malas noticias para los amigos de Pro-vida y compañía. Los mexicanos (claro, los telefónicamente vinculados) tenemos mucha más simpatía por las posturas liberales que por las conservadoras. Y las ideas liberales -habrá que recordarle a los recalcitrantes mojigatos de estos días- tienen que ver con el laicismo de la vida pública, la absoluta libertad de expresión, la educación al margen de prejuicios y dogmas, la tolerancia hacia la diversidad, el respeto a lo religioso como parte de un ámbito "e-s-t-r-í-c-t-a-m-e-n-t-e" privado, y la critica a cualquier monopolio de las ideas. Nada más y nada menos. Seguramente que quienes aún confunden el paso a la democracia con la restauración de los fueros religiosos del siglo XIX estarán de pésame al constatar que en ésta, como en otras tantas encuestas, la mayoría de los mexicanos se inclina por las ideas liberales. El "Guadalupanismo" nacional no debe confundirse con un programa de gobierno, parece decir la mayoría de mexicanos.

6.- Lo que ciertamente brinca como un absurdo, un verdadero sin sentido en los resultados de la encuesta de Reforma, es el sentimiento nacional con respecto a los habitantes del Distrito Federal; hacia los chilangos. ¡Nada más esto faltaba! Junto con los empresarios resultan ser el grupo más antipático para el resto de los mexicanos. ¿Lo puede usted creer? ¿Acaso el país no es capaz de apreciar la generosidad de nuestro "centralismo democrático"? ¿En qué les estorba el hecho de que la capital mantenga la justa y abrumadora primacía sobre Cuautitlán (o sea, lo que está más allá del periférico)? Menores de edad, incapaces de comprender la importancia del ombligo nacional. Malagradecidos como somos, la mayoría de habitantes del país se atreve a mal juzgar la generosidad y simpatía de los chilangos. ¡Ya ni la amuelan!

Y luego quieren que creamos en las encuestas de opinión y en esas estampas sociales.

Réplica y comentarios al autor: arredon@cencar.udg.mx




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