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   Civismo, la materia perdida

El lamentable espectáculo, que transmitido por televisión nacional dio Jorge González Martínez, senador del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de extirpar de raíz la corrupción que ha invadido prácticamente todos los espacios imaginables en la vida de nuestro país. En mi opinión, para ir al origen del problema y para poder actuar en consecuencia, es urgente, entre otras cosas, restaurar la educación cívica en la educación primaria y secundaria.

En las décadas de los 60 y 70 se impartía la materia de Civismo en las escuelas públicas donde se daba educación secundaria. En algún momento, la compactación de las materias en los nuevos planes de estudio, llevó a la "incorporación" de los contenidos de esta importante materia, en una nueva, denominada (genéricamente) como Ciencias Sociales. La verdad es que dichos contenidos fueron enviados muy lejos a pasear, allá por donde el diablo perdió el jorongo.

Por eso no es de extrañar ver a los jovencitos y jovencitas, o para decirlo foxísticamente, a los chiquillos y chiquillas, saliendo de clases con sus botes de pintura en aerosol decorando con graffiti las bardas y puertas de las casas y negocios particulares, no en un acto de irreverencia o protesta social, sino en uno de rebeldía mal encausada. A lo pendejo, pues.

Educar a nuestra niñez no es una tarea fácil. Los resultados de las evaluaciones internacionales realizadas a nuestros educandos nos demuestran que al frente de una dependencia como la Secretaría de Educación Pública (SEP) no se puede poner a cualquiera. México presenta un rezago en su educación, incluso cuando se le compara con otros países con economías emergentes, otrora llamados países pobres.

La educación, la cultura, el quehacer artístico y científico no pueden surgir en un país por generación espontánea. Requiere del diseño de políticas publicas que las propicien, las promuevan. Es un trabajo que obliga a pensar a largo plazo y no de manera sexenal.

La idea de que la cultura es un asunto secundario no es taxativa del gobierno federal ni de los estatales. Esta patente es hija del pensamiento subdesarrollado. Por ello, es casi parte de nuestra idiosincrasia. Porque se ha perpetuado gracias a todos los gobiernos que nuestro país ha padecido desde hace siglos. Por ello, el desdén por la cultura es casi un lugar común.

Al desdén por la ciencia, la tecnología, el arte y la educación contribuyen los medios con su parte. Un vistazo a los principales diarios del país revela que estos solamente dedican entre un 0.5 y un 2 por ciento de sus espacios para una sección sobre cultura. Y solamente una parte de esa pequeña parte se refiere a nuestra cultura. Pero los medios electrónicos como la radio y la televisión, usualmente no tienen ni siquiera esas secciones en sus espacios. La cultura es, parece que piensan, un mal negocio. En cambio vemos en los noticiarios cómo se transmite, cómo las hordas de quejosos destruyen rejas, pintan bardas y se desnudan de manera grotesca, convirtiéndose en la nota del día a la que en consecuencia dedican el mayor tiempo del noticiario para comentarla muy indignados.

Cuántas veces no vemos a personas en la calle arrojando basura desde sus autos, o llevando a sus perros a defecar por los parques y banquetas. Si se nos ocurre mencionar su falta, recibimos insultos y en ocasiones incluso agresiones físicas. Ello revela que la inconsciencia ciudadana tiene raíces profundas. Por ello, hacer consciente a la ciudadanía de sus derechos y obligaciones debiera ser una tarea impostergable. En esta tarea podrían participar todos los sectores de la sociedad. Si, por ejemplo, los empaques de los alimentos para perros mostraran leyendas para educar a los propietarios de los mismos, se contribuiría a tener un país mejor, desde ese pequeño espacio. Para acabar con ese otro excremento, como el que nos mostró el verdor infantil de uno de los partidos más corruptos de México, se requiere indudablemente de mucho más.

Si rescatáramos la materia perdida, el civismo como asignatura pendiente, y lo enseñáramos a los niños y jóvenes del país, podríamos avanzar en la construcción de un país mejor para todos. Así, en lugar de pensar en como obligar a nuestros ciudadanos a votar y a ejercer sus derechos, podríamos enseñarles la importancia de votar y de ejercer sus derechos. Y que en los libros de civismo, en lugar de hablar de la corrupción en abstracto, mostráramos como ejemplos, no solamente el burdo y habitual de la mordida al servidor publico, sino explícitamente el del tristemente célebre senador del PVEM, pero también otros como el del Fobaproa, el del Pemexgate, el del financiamiento que hicieran los Amigos de Fox, el de las toallas de Los Pinos, el del super asesor coordinador y chofer de López Obrador y un montón de etcéteras. Todo esto, opino, mostraría a nuestros niños que la corrupción es un mal arraigado, cotidiano y presente en la izquierda y la derecha, contra el que hay que luchar de manera inteligente y centrada. Lo difícil, según parece, será convencer a nuestros gobiernos, federal y estatales, de la importancia de una materia de la que prescinden de manera habitual.

Réplica y comentarios al autor: trasquila@hotmail.com




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