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   Los cuatro vecinos, o la fábula del país

En cierto país, hubo cuatro vecinos, quienes vivían lado a lado. Sus nombres eran Juan Alguien, José Todapersona, Pedro Cualquiera y Pepe Nadie. Su forma de relacionarse dejaba mucho que desear y era lamentable la forma en que convivían, pero su comunidad era de las mejor situadas y disfrutaban de beneficios que las otras no tenían. Sin embargo, no eran felices, no podían progresar y Todapersona se daba cuenta de eso.

Por ejemplo, Alguien corrompía a la sociedad y Todapersona tenía miedo de hacer algo porque Alguien se enteraría. Pero Cualquiera sabía que Toda Persona perjudicaba a Alguien, así que había que castigarlo.

En realidad, los constantes enfrentamientos entre estos vecinos, propiciaban que la inseguridad, la violencia y el desempleo cundieran por toda la comunidad. Muchos estimaban que ya no era seguro vivir en aquel país; de hecho, eran miles los que buscaban cruzar la frontera para encontrar trabajo.

El retroceso, la intolerancia, el egoísmo y la ambición se apoderaron de estos vecinos, provocando una gran desunión en la población. En cierta ocasión, se quemó la casa de Cualquiera. Todapersona creyó que Alguien había llamado a los bomberos. Alguien pensó que Todapersona lo haría. Nadie lo intentó demasiado tarde, y resultó que Cualquiera perdió su casa.

Los cuatro vecinos aseguraban que querían combatir la corrupción y enarbolaban el cambio como bandera de acción. Todapersona mentía y nunca respetaba ni las señales de tránsito. Cualquiera sabía que con dinero podía comprar a la justicia, porque estaba convencido que siempre Alguien se dejaría corromper.

Aun cuando los cuatro vecinos eran ciudadanos con derechos y obligaciones y manifestaban mucho interés en el bien común y aseguraban en voz alta estar en un país de maravilla, a la hora de los hechos y de los problemas Todapersona se escabullía diciendo: ¿Y yo, por qué? Alguien pensaba que era un complot, y mientras que estos se enfrascaban en discusiones interminables y desgastantes, Cualquiera aprovechaba para delinquir y Nadie hacía nada, aunque fuera un poco para remediar la situación.

Sí, Nadie resultó ser el más honorable de los cuatro.

Nadie quería renunciar a sus intereses personales o partidistas en bien de la Nación. Nadie se decidía a trabajar con verdadera mística de servicio. Nadie decididamente resolvía enfrentar y afrontar los riesgos que representaba impulsar los cambios estructurales que reclamaba el país. Nadie impedía que los familiares de los funcionarios encumbrados amasaran fabulosas fortunas a la sombra del poder. Nadie atendía el gravísimo deterioro ambiental que provoca perder anualmente 600 mil hectáreas de bosques y la constante contaminación de nuestras lagunas y ríos. Nadie se ocupaba de detener el contrabando con miles de toneladas de mercancías extranjeras. Nadie ideaba los mecanismos para ampliar la base fiscal que tanto le urgía al país, en lugar de seguir castigando a los pagadores cautivos. Nadie le ponía alto a la voracidad insaciable de una banca parásita y sin escrúpulos.

Al cabo del tiempo, los cuatro fueron presentados ante el Gran Jurado representante de la Historia. Todapersona compareció ante el asiento judicial y no tuvo defensa. Cualquiera hubiera intercedido por su causa, pero pensaba que Alguien lo salvaría. Alguien no lo hizo. ¿Quién de los 4 alcanzó su galardón? Correcto. Nadie

El desafío de los mexicanos para el 2005 es que arrojemos a Nadie de nuestro entorno nacional y pongamos a Todapersona a trabajar. Ya no hay de otra.

Réplica y comentarios al autor: salvadorordaz@hotmail.com




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