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   Ciencia, vocho y changarro

El abandono, que por parte del gobierno federal sufre la comunidad científica nacional, es cada vez mayor. El apoyo que Vicente Fox da al quehacer científico y al desarrollo tecnológico está solamente en sus discursos y en ese extraño espacio que ha construido en su imaginación: Foxilandia.

El presupuesto que para el 2005 propone el Ejecutivo Federal para las actividades científicas y tecnológicas sufre una disminución más con respecto al del año anterior. Si bien es cierto que el presidente de México se caracteriza en gran medida por sus inconsistencias, en los hechos, su labor relacionada con esta importante actividad sí ha sido consistente. Hay un desprecio cada vez mayor por el quehacer científico nacional, medido a partir del presupuesto destinado a la investigación científica durante su gestión, particularmente el que dispone el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), pero también el de las universidades e institutos de investigación públicos que, hay que resaltar, realizan más del 95 por ciento de la investigación científica nacional.

El 24 de septiembre pasado se reunieron importantes líderes de opinión en materia científica en la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con el objeto de defender a esta importante actividad, que es un importante motor del desarrollo en todo el mundo. Se reunieron también para iniciar y avanzar en la elaboración de un proyecto de inversión que la impulse. Este proyecto incluirá la creación de nuevas plazas para investigadores en todos los estados del país y en todas las instituciones públicas que realizan investigación científica y de desarrollo tecnológico. Para ello plantearon precisamente lo opuesto a lo que propone el Ejecutivo en el 2005: incrementar el presupuesto asignado a Conacyt y el de los llamados Fondos Mixtos y Sectoriales, que son recursos para investigación que manejan conjuntamente el Conacyt y diversas secretarías de estado, como Sagarpa, Semarnat, Secretaría de Economía, etc., con la finalidad de respaldar proyectos de investigación vinculados a proyectos de desarrollo de los diversos sectores de la economía nacional.

El mismo 24 de septiembre, miembros destacados de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) denunciaron públicamente el riesgo que corre el quehacer científico nacional ante la incapacidad del gobierno foxista para impulsarla. Si bien es cierto que se aprobó una reforma a la Ley de Ciencia y Tecnología en el artículo 9 bis, donde se "obliga" a destinar al menos el uno por ciento del PIB a la inversión en ciencia y tecnología en un proceso paulatino hacia el 2006 (77 mil millones de pesos para ese año), el gasto nacional se ubicó en el 2004 en 0.37 por ciento (27 mil millones de pesos), y disminuirá a 0.35 en el 2005, a propuesta del gobierno federal (al inicio del sexenio se ubicaba en 0.41 por ciento). No está de más destacar que la recomendación de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico para México es que se invierta el 1.5 por ciento para poder competir a nivel internacional. Hay que resaltar que esta disminución de recursos implicará una disminución de recursos para la investigación científica en general, disminución del número de becas para estudios de posgrado, cancelación del programa de repatriación de científicos mexicanos radicados en el extranjero, reducción de los montos destinados a los fondos mixtos y sectoriales, disminución de recursos a las universidades públicas, aunque esto último acompañado de una extraña canalización de recursos públicos a instituciones privadas como el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), según denunciaron estos destacados miembros de la AMC.

De hecho, unos días antes, el ingeniero Jaime Parada, director del Conacyt, había mencionado que de aprobarse la propuesta del gobierno federal para el 2005, el Conacyt sufrirá una disminución del 10.5 por ciento de su presupuesto con respecto al 2004 al pasar de 7 mil 706 millones de pesos (casi lo que obtiene el sindicato petrolero, por cierto) a sólo 6 mil 894 millones. Los fondos mixtos y sectoriales sufrirán una disminución del 98 por ciento al pasar de mil 171 millones 600 mil pesos en el 2004 a solamente 32 millones 600 mil pesos, según comentó el diputado Julio César Córdova, presidente de la comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados. En este mismo sentido, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) destacó el 11 de septiembre que el presupuesto que Fox presentó a la cámara incluye una disminución para las escuelas públicas de 55 mil millones de pesos en el 2004 a 53 mil en el 2005. Ello, a pesar de la existencia en este 2004 de los llamados (ingresos) excedentes petroleros y de las expectativas que sobre este ingreso se tienen para el 2005. En virtud de esta reducción, es previsible que las universidades seguirán sin contratar a nuevos investigadores. Ni siquiera a muchos de los que beca el mismo Conacyt en México y en el extranjero y que concluyen su formación (mil 400 doctores cada año). En el largo plazo, el envejecimiento de la planta docente en la universidades mexicanas representa muchos riesgos, desde financieros (ver el caso del IMSS y el ISSSTE) hasta operativos. Los riesgos operativos tienen que ver con un quehacer científico disminuido y posiblemente disfuncional.

Si bien es cierto que el gobierno federal tiene un programa de exenciones fiscales para los empresarios que inviertan en ciencia y tecnología, los resultados son todavía incipientes. Los empresarios pueden deducir hasta un 30 por ciento de la inversión en este rubro, pero deben competir entre ellos por un monto que el gobierno estableció en 500 millones de pesos para el 2003 y en mil millones para el 2004. Esto quiere decir que entre todos los empresarios mexicanos juntos no pueden deducir más allá de ese monto. Habrá que ver cuáles empresarios mexicanos han salido beneficiados con este programa. No sería extraño encontrar una lista de empresarios ligados al gobierno foxista.

La investigación científica es una actividad que está positiva y altamente correlacionada con el desarrollo económico. Mientras mayor sea la inversión que tiene un país en este sector, mayor es su desarrollo. Ahí están de ejemplo los países más desarrollados de Europa y los Estados Unidos y Canadá. Los países asiáticos como Japón y Corea del Sur lo entendieron también hace años. China invierte y fomenta cada vez más el desarrollo tecnológico desde sus universidades. Brasil es ya el país latinoamericano con mayor inversión en este rubro. México, en cambio, con este gobierno autodenominado del cambio, mete reversa y busca estacionarse en el subdesarrollo. La ironía es que Fox, en su último informe de gobierno, advirtió: lo mejor está aún por venir.

Réplica y comentarios al autor: trasquila@hotmail.com




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