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   México: ¿Falsa democracia?

Las estadísticas no mienten: 54.7% de los latinoamericanos están dispuestos a aceptar un régimen no democrático, en otras palabras, autoritario, si es que esta manera de gobernar es la solución a los problemas económicos de esta parte del mundo, y México no es la excepción. Lo anterior se desprende del documento intitulado Informe sobre el Desarrollo de la Democracia en América Latina, el cual fue publicado el 21 de abril del presente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Más datos: En la Segunda Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas publicada por la SEGOB el año pasado, el 45% de los encuestados respondieron que México es un país democrático; el 29% no lo sabe o simplemente no le interesa. En cuanto a la calidad de la democracia, sólo un 23% la considera "satisfactoria" y un 60% la considera "no satisfactoria"; lo anterior debe de ser un llamado de atención no sólo para los ciudadanos comunes y corrientes, sino para los gobernantes que gritan a los cuatro vientos que "vivimos en plena democracia".

Característica de nuestro presente político, es el hecho de las disputas e incapacidad de llegar a un acuerdo general en temas de gran importancia nacional, de manera constante, entre los diferentes dirigentes políticos. Mientras no existan acuerdos que permitan unificar esfuerzos, la "nueva" democracia se torna en una forma ineficiente de gobierno, y no sólo eso, se convierte en un "cartucho útil". Sólo por citar un ejemplo, de miles, de los desacuerdos tenemos el referente a la economía. Existe un acuerdo, hasta cierto punto, de poseer una economía abierta y de mercado, pero hay rupturas en lo que se refiere al desarrollo de áreas claves, como lo es la industria eléctrica. Uno más: En un país donde el 43.1% de la población vive en pobreza, el 16.7% son extremadamente pobres. Asimismo, el 10% de las familias más ricas del país percibe el 40% del ingreso disponible. Se ha visto que a la hora de hablar sobre política fiscal como instrumento de una política social sana, relucen inmediatamente los diferentes intereses personales, y cualquier proyecto queda paralizado. ¿Será acaso el costo de la democracia o simplemente el costo de la parálisis del Jefe del Ejecutivo?

La historia de México no me permitirá mentir. Durante varias décadas el autoritarismo fue parte de la vida diaria de todos los mexicanos, fue un proceso sumamente lento para llegar a un "cambio" hacia la democracia. Hoy, el nuevo sistema político no sólo se deteriora de manera excesivamente rápida, sino que se vuelve cada vez más vulnerable. Respuestas a lo anterior pueden haber muchas. He aquí una de ellas: Al llegar a la presidencia, Vicente Fox (que no es lo mismo que el PAN) se encontró con que no contaba con la mayoría en el Congreso. Fue el PRI el que resultó con el dominio en el 2000. Pero no queda ahí. Al igual sucedió en gobiernos estatales y municipales, lo que fue ratificado en las elecciones intermedias del 2003.

No cabe la menor duda: Existe una gran desilusión democrática. Lo anterior lo respalda el 61% del electorado al abstenerse al voto o al simplemente anularlo. Esto es muy grave. Por un lado, provocado por un Presidente de la República con poca capacidad y una grande boca, combinado con un sistema muy poco funcional de partidos políticos. El optimismo mostrado por Vicente Fox (el cual, en lo personal, creo que no va de acuerdo con la realidad del país) debe de ser dejado a un lado para que esta gran desilusión no se agrave cada vez más y retrocedamos a anteriores formas de gobiernos.

La democracia, en el caso de América Latina, se ha visto acompañada de una creciente pobreza y de desigualdad. México no es la excepción. En nuestro caso, sólo hay que agregarle la corrupción y un gobierno ineficaz; éstos son los compañeros de nuestra joven democracia. Debemos de actuar de una vez por todas. Necesitamos, ante todo, prudencia, responsabilidad, tolerancia y un alto compromiso por parte de cada uno de nosotros.

El camino de la política se ve difícil. Hay piedras, hoyos y mucha tierra en el camino. Sin lugar a dudas, es un camino sumamente difícil. Se necesita llegar a consolidar la democracia en nuestro país si no queremos regresar a las tinieblas del pasado. Depende de usted y de mí, depende de todos.

Réplica y comentarios al autor: luis_armando_esquivel@yahoo.com




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