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   Ni Presidente, ni administrador, ni político, ni discreto

Parecer discreto vale tanto como entender una cosa, y es mucho más fácil.
Oscar Wilde

Seguramente el presidente Zedillo no tuvo, ni tiene, ni tendrá, vocación de político o de presidente, pero supo dimensionar los principales problemas de su tiempo y salió airoso de la prueba; economista y poseedor de una clara inteligencia, tuvo la virtud de llevar -equivocado o no- con congruencia su mandato.

Sin embargo, el actual, que se suponía con vocación y que además mostró una extraordinaria determinación para trazarse una meta e ir en pos de ella, después de tres años de haberla alcanzado, no puede, no acierta, no quiere o no sabe qué hacer con ella.

Ningún otro presidente en la historia de México ha desaprovechado tantas veces la maravillosa oportunidad de permanecer callado.

Lo anterior quedó acreditado en el desagradable zipizape suscitado con la salida del embajador Aguilar Zinser.

Más de tres años de gobierno ya deberían de haber enseñado la sabiduría de aquel refrán que nos mostraba que un presidente puede ser el amo de su silencio o el esclavo de sus palabras, o de aquellos otros que nos repetía nuestra abuelita: en boca cerrada no entran moscas, el pez por su boca muere, y tantos otros que nos hablan de una cualidad: la discreción que, según el diccionario ideoconstructivo, es sinónimo de prudencia, tacto, tino, sensatez, acierto, madurez, formalidad, seriedad, juicio, reflexión, seso, cordura, ecuanimidad, equilibrio, serenidad, mesura, circunspección, parsimonia, ponderación, lastre, asiento, discernimiento, moderación, medida, agudeza, ingenio, oportunidad y reserva; cualidades, todas ellas que sin duda el presidente de cualquier nación debería de asumir. Para su tranquilidad y la de la nación que pretende gobernar.

Parafraseando la nota principal de la semana pasada respecto a la llamada de atención a los secretarios de estado: que te lo digo gabinete para que lo escuches presidencia. Se respira ingobernabilidad en el aire que se agita de la república.

Y ahora nos damos cuenta que el gasto corriente de la administración pública centralizada para el año de 2004 será de 317 mil 421 millones de pesos, principalmente por el pago de servicios personales que será poco más de 154 mil millones y que corresponden al pago de 279 mil plazas, por lo que cada una costará en promedio más de 500 mil pesos. Éstas son las cantidades que junto a otras, asfixian al país. Y que no se ve, ni por asomo, la pauta o dirección que busque aligerar esta pesadísima carga burocrática.

Se nos dijo y repitió un día sí y el otro también, que en cuanto se recuperara Estados Unidos, estaríamos mucho mejor; los vecinos del norte ya lo hicieron con una tasa superior al 5% de crecimiento y en México estamos inmersos en el 0% de crecimiento, y lo peor, no vemos para cuándo.

El desencanto nacional trasciende nuestras fronteras. En nuestros recientes viajes a Europa, África y América Latina es pregunta obligada por parte de los analistas políticos de aquellos rumbos si nuestro presidente puede mejorar... y la respuesta obligada también es que está obligado a hacerlo.

Derecho de réplica y comentarios: salvadorordaz@hotmail.com




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