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   De Miami a Caracas

La Revolución Cubana pierde su cauce

Para hacer comprensible el proceso iniciado mediante el golpe de estado en marzo de 1952, es necesario aclarar el concepto de la Revolución Cubana que se fue conformando en el proceso de formación de la nación, concepto al que son ajenos los que han leído la historia como una sucesión de anécdotas o un pasar de individualidades, que en ocasiones participaron en acontecimientos históricos. Esta concepción distorsionada de la historia la han padecido cubanos formados por textos acríticos o manipuladores.

El cabildo y el palenque, órganos representativos de la comunidad local, fue conformando el ser cubano, inspirado el primero en forma muy discreta en los comuneros de Castilla, y el segundo, en los beneficios de la labor en común de los tainos. El palenque fue primero integrado por esclavos negros prófugos, plenos de energía libertaria y alegría por la vida, propia de los pueblos africanos. A estos, se les unieron los indios que escapaban de las encomiendas y los blancos que escapaban de la "justicia de la colonia". Estas dos estructuras de la comunidad local, conformaron una unidad conceptual en el devenir de la historia, calificada de revolucionaria y levantisca por las autoridades de la corona española. Esto constituyó el primer objetivo de lo que se denominó pensamiento revolucionario cubano.

El Sindicato surge a mediados del siglo XIX (en 1865 se edita el primer periódico sindicalista; años antes había comenzado a circular la llamada hoja socialista). Desde el instante mismo del nacimiento del movimiento obrero organizado, se consideró que sus responsabilidades estaban más allá de la defensa de la clase trabajadora, en cuanto a las relaciones obrero-patronales. Lo importante era su participación en la educación y asistencia social que permitiera un pleno desarrollo de la sociedad. Esta posición calificada por empresarios y gobierno colonial de revolucionaria, muy pronto se definió como unitaria, no subordinada a ningún gobierno o partido político.

En 1923, en el Congreso de Estudiantes en la Universidad de La Habana, inspirados en el Manifiesto de Córdova Argentina, se proclamó la función social de la universidad.

La Universidad Julio Antonio Mella proclamó, a nombre de los estudiantes y algunos profesores afines la autonomía universitaria, que ésta no es un centro cuyo único fin es dar la patente de un titulo académico, sino un órgano con responsabilidad y capacidad de dirección en la sociedad. Esta concepción social constituyó uno de los fundamentos de lo que ya se denominaba Revolución Cubana.

Conjuntamente a la concepción de los organismos, el pluralismo de pensamiento y propuesta social ha sido una constante en todos los esfuerzos en pro de la soberanía nacional. El proyecto político que tomó existencia en el gobierno revolucionario tuvo que enfrentarse por igual a la injerencia de los Estados Unidos y la Unión Soviética, y las expresiones fascistas de la época.

Puede afirmarse que los fundamentos éticos del socialismo son: el pluralismo programático e ideológico, la propuesta de la autonomía municipal, el sindicalismo no subordinado al gobierno o partido político y la autonomía universitaria, los cuales también son los fundamentos de la Revolución Cubana. Consecuente con ello, lo que limita la autonomía y participación en la dirección social de la comunidad local es una conducta no revolucionaria.

Creo que después de esta introducción, podemos abordar el tema de la conducta revolucionaria o contrarrevolucionaria, así como de los actores y las incidencias del proceso revolucionario cubano, que perdió su cauce en las incidencias que llevo al poder al actual gobierno.

Comentamos en un artículo anterior sobre la reunión en México de Raúl Martínez Arará, uno de los protagonistas del 26 de julio, con Fidel Castro, con el objeto de crear la dirección del Movimiento del que ambos fueron protagonistas. Fidel Castro enfatizó que el programa era su alegato ante el tribunal que los juzgó por la acción en Santiago de Cuba; al igual rechazó hacer un llamado general a la juventud, alegando que había que hacer una selección para crear el Movimiento. Concluyó que ninguna revolución en el mundo se hace con una dirección colectiva.

Resultaba que uno de los principios que había generado el proceso revolucionario en las guerras de independencia se vulneraba enfáticamente. No obstante, esto no se hizo público. Fue una reunión en la que participaron pocas personas. Las características del nuevo caudillo resultaron evidentes al impugnar el Documento de Unidad acordado por la Junta de Liberación, constituida en Miami mediante un acuerdo unánime, y en la que a nombre del Movimiento del 26 de julio, firmaron Felipe Pazos, Lucas Moran y Lester Rodríguez. Es decir, de hecho queda establecido que la organización del Movimiento tenía un solo director: Fidel Castro. Todo acuerdo tendría solamente validez mientras él lo determinara. Esta conducta de Fidel Castro fue denunciada públicamente de forma enérgica por parte de la mayoría de los firmantes del Documento de Unidad.

El 1958 se inicia un incremento de la acción insurreccional en toda la isla. El presidente Eisenhower había sustituido al embajador Gardner por Earl T. Smith, al que consideraba que podía evaluar mejor la situación cubana. Además, porque había sido un importante patrocinador de su campaña presidencial. La vinculación de Gardner con Batista, en cuestiones de negocios privados y públicos, respaldó políticamente la dictadura. El gobierno de Estados Unidos comprendía que la dictadura de Batista no era sostenible, e incrementaba los riesgos para los intereses norteamericanos. Esto iniciaba un cambio en las relaciones entre ambos gobiernos.

El gobierno norteamericano decretó la suspensión de la asistencia militar al gobierno de Batista en el mes de marzo. No obstante, continuaron los agregados militares en la Embajada de los Estados Unidos, asesorando al ejercito y entregando armas, con el pretexto de que habían sido compradas con anterioridad al decreto.

El 12 de marzo de 1958 se emite un comunicado firmado por Fidel Castro, el comandante en jefe de las Fuerzas Rebeldes. Junto con Faustino Pérez Delegado, de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de julio, convocaron a la huelga general revolucionaria, secundada por la acción armada. Desde el punto de vista estratégico, fue perfectamente calculado.

El oriente no participaría en el alzamiento urbano; las líneas de abastecimiento de las guerrillas no corrían riesgos. El costo político en la vida y organización, lo sufriría la resistencia urbana. Los cuadros obreros padecieron las mayores perdidas. En general, las organizaciones insurreccionales en toda la República pagarían un alto precio. Si fracasaban, el poder de la oposición se centralizaría en los alzados en las montañas; si triunfaban, las columnas guerrilleras asumirían el protagonismo gracias a su organización militar y a la imagen sociopolítica que habían creado.

Se crea el Frente Obrero Nacional, proclamando su pluralidad ideológica y política. Se integra su dirección por activistas de distintas procedencias. Algunos objetaron la presencia de los comunistas en el Frente, rememorando la traición que éstos cometieron en la huelga general contra el general Machado en 1933. Estos mismos se habían opuesto al gobierno revolucionario de Grau-Guiteras, y su asociación con el gobierno de Mendieta y Batista, el cual estaba sostenido por la embajada norteamericana.

Algunos de los integrantes del Frente Obrero Nacional hicimos énfasis de que no estaban dadas las condiciones para una huelga general por dos razones: los trabajadores no estaban socialmente identificados con la huelga, y la CTC (Central Obrera Oficial), dirigida por Eusebio Mújal, había maniobrado excelentemente para que el Frente Obrero no pudiera estructurar dichos cuadros. Se argumentaba que la huelga se impondría mediante el apoyo de las milicias armadas. Exponíamos que en ese caso había que planificar la acción como un asalto al poder, no como una huelga que recibiría apoyo armado, porque en ese caso poníamos en peligro todo el movimiento revolucionario urbano y pagaríamos un excesivo costo de vida.

Una vez anunciada la huelga, Batista declaró el estado de emergencia. Se puso en vigor la Ley de Orden Público y se nombró al coronel Pilar García, como jefe de la policía. Los oficiales de la represión -famosos por dirigir pandillas de asesinos- Ventura, Carratalá y Laurent, se movilizaron. La Habana se encontraba repleta de periodistas extranjeros dispuestos a reportar la huelga revolucionaria armada. Fidel Castro, consultado por Faustino antes las objeciones que se hacían al plan, exigió que se cumpliera sin la menor modificación.

La represión superó todos los niveles de barbarie que Cuba había conocido. Personalmente, escuché la orden del Coronel Pilar García: "Ejecuten a los detenidos, no quiero ni heridos ni prisioneros". La ferocidad de la represión estremeció a toda la nación. Cientos de cadáveres, en gran número de adolescentes inspirados en los valores de la Revolución Cubana, fueron brutalmente torturados y asesinados. La resistencia fue diezmada en sus mejores cuadros.

La actitud de caudillo, asumida por Fidel, creó un malestar creciente entre la oposición a la dictadura de Batista. El cuestionamiento a Fidel crecía, y esto derivaba en un aislamiento negativo de la fuerza guerrillera. En consecuencia, muchos comenzaron a considerar que esa situación fortalecía a la dictadura de Batista. Fidel comenzó a enviar mensajes de conciliación hacia todas direcciones. José Miró Cardona, prestigioso profesor y figura política, comenzó a limar asperezas entre los diferentes sectores políticos e insurreccionales. Discretamente, el Departamento de Estado de EUA buscaba y hacía contactos con el propósito de crear las condiciones óptimas para el desplazamiento de Batista. Para el logro de una mejor imagen internacional, se proyectó la reunión de Caracas. Apareció como delegado personal de Fidel Castro, el Dr. Luis Busch, que hasta ese momento no había tenido protagonismo alguno en el enfrentamiento contra la dictadura.

El 20 de julio de 1958, fue suscrito en la capital venezolana un documento, mediante el cual quedaban unificadas todas las fuerzas opositoras. Sorpresivamente, en este frente no aparece el Partido Ortodoxo. Muchos de sus militantes y dirigentes habían participado activamente en el proceso de lucha frente a la dictadura. Aparecía sorpresivamente el Partido Demócrata, un partido político de carácter electoral que había estado ausente en el conflicto.

En el documento acordado aparece como coordinador del Frente Cívico, José Miró Cardona. Aparecen también las firmas de Fidel Castro (Movimiento 26 de julio), Carlos Prío Socarras (Organización Autentica), Enrique Rodríguez Loeche (Directorio Revolucionario), así como una docena de firmas más. El documento es muy extenso para reproducirlo en este artículo. En el se logra la unidad de las fuerzas opositoras frente a la dictadura. No es necesario aclarar que los compromisos asumidos mediante la Declaración de Caracas no fueron cumplidos desde el mismo día en que Fidel asumió el poder.

Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org




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