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   Cuba: una transición democrática con justo proceder

Las divagaciones internas en la vida cotidiana de los cubanos no abdica en modo alguno vivir con pundonor en Cuba o en el exilio, más allá de la ilusión y método para resolver el vía crucis y la diáspora, a partir de dogmas, salvo excepciones. Paradoja de una existencia donde la certidumbre de un destino próspero con unidad nacional pareciera una utopía y una acentuada identificación con el criollismo genuino. Es decir, una existencia quizá "real y maravillosa", sumergida en un "realismo mágico", que ultraja la dictadura de Fidel Castro.

Fuera de la isla y dentro, millones de cubanos claman por una transición. Ésta debe estar centrada en conformar un plan unificado que contenga el amplio espectro de convicciones económicas, sociales, políticas, religiosas, etc. Hay que agregar objetivos relacionados con las acciones sociales, filosóficas y de opinión de todas las corrientes que existen en la comunidad cubana. Estos requisitos se sustentan en la cantidad de organizaciones opositoras que existen en la actualidad.

No obstante, fiel a su talante, el pueblo cubano marcha con certitud e ilustración hacia una pacífica transformación democrática, la que va a permitir cimentar un país hasta ahora redimido y socialmente desintegrado. Empero, eso sí, no hay lugar para las equivocaciones patrocinadas por fanáticos y embaucadores. Además, hay que tener presente los desaciertos del pasado y asumirlos como experiencia, pues innumerables son las razones que han generado rechazo a los opositores que abogan por acciones violentas, y la estrangulación de la economía cubana por leyes como la Helms-Burton. Es debido a estas agresiones que la mayoría de los cubanos están resentidos.

Una transformación democrática, por la vía no violenta, evitará traumatismos. Es esencial realizar los cambios de manera coherente, teniendo como divisa el organizar un orden nacional con ayuda del diálogo franco y la plena percepción para escudriñar -con sapiencia- iniciativas que permitan persuadir, sin estar sometidas a un rígido orden lógico demostrativo.

La Patria llama a todos sus hijos -sin preferencias- a encarar sin temor ni exasperación una transición democrática en Cuba. Se necesitan voluntades diamantinas, que permitan se expongan las verdades que se han ocultado -por castristas y opositores- por más de cuatro décadas. Verdades con respetuoso diálogo socrático y las manos en el corazón. Pese a que algunos aseguren que sea una utopía, tal vez llena de mágico realismo.

Los nacionales anhelamos democracia plena en Cuba. Algunos profesan que es más fácil alcanzar la meta por la vía de anexar la isla a EE.UU., con ayuda de una injerencia directa; otros apuestan por un recrudecimiento del embargo económico, para estrangular al régimen castrista -olvidando que se perjudica al pueblo-. Por más de cuarenta años, todos conocemos las secuelas de la violencia. Este humilde ser humano, respalda -al igual que la mayoría- el cese del embargo y las presiones violentas contra Cuba, porque los principales afectados sufren con estoicismo dentro de la isla.

Inevitable es la transición. Proceso complejo, con innumerables escollos, como los políticos corruptos, aquellos truhanes que estimulan la desvergüenza, el latrocinio y el terrorismo. También los que afrentan al adversario reseñando que hacen mal otros, pero nunca lo que ellos van a hacer. Asimismo son despreciables los especímenes que han causado profundas heridas y desgarrado el alma de la nación en otros tiempos, y hoy viven lejos de la Patria.

No es factible, tampoco intuitivo, consentir que una facción minoritaria incite un modo de discernir que atenta contra el decoro del pueblo cubano. Es importante estar alerta, porque en Cuba debe prevalecer -en el futuro- la dignidad, honradez, humanidad y buena voluntad, dejando a un lado del camino democrático, postrado de muerte, la mezquindad de los oportunistas, las ambiciones e ilusiones caprichosas. Por sobre todas las cosas, el deber es zanjar los problemas del país, con ética, desprovistos todos de máscaras, sin sectarismo. No se debe dejar florecer la indecisión y el temor, ya que carcomen el espíritu.

Estoy convencido de que una transformación hacia la democracia es posible. Se vencerán los obstáculos, con ingenio positivo. A pesar de que exista un compás de espera, día a día se agiganta la fe de los cubanos, que tienen un maravilloso poder en lo mental, excelsa persuasión a través del intelecto y capacidad de ideación. Han demostrado, como nación, poseer voluntad sobrada para vencer las adversidades, el sufrimiento, la desolación y las tribulaciones.

Es fértil una transición democrática con justo proceder. También es una valiente alternativa que permite triunfar y alcanzar la libertad en Cuba, porque se actúa con benevolencia y amor, para con todos los compatriotas. En aras de la paz y la benevolencia que debe existir entre todos, se hace necesario trabajar con erudición y hacer razonable -sin protagonismos- el sentido común de la nación. Ejemplos singulares de esta amorosa búsqueda de unidad nacional son el Proyecto Varela y el quehacer de Cambio Cubano; el primero está liderado por Oswaldo Payá, el segundo por Eloy Gutiérrez Menoyo. A estas opciones pacíficas y maravillosas me adhiero, porque son posibles de legitimar si nos unimos, pues en ellas reside la esencia y pujanza de la Patria.

Réplica y comentarios al autor: pablofelipe@reymoreno.net.co

http://www.geocities.com/perindepalter/




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