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   El golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Segunda parte.

Cuba. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y el inicio de un nuevo proceso. Segunda parte.

En el capítulo anterior hablábamos sobre los factores nacionales y extranjeros que intervinieron para crear las condiciones que hicieron factible el golpe de estado, y sobre las reacciones de los partidos e instituciones de la sociedad ante el mismo; sobre los que se incorporaron a participar en la nueva situación; los que participaban; y sobre los que se sometieron o intentaron beneficiarse de los hechos. Comenzamos a informar, además, sobre el origen de las organizaciones insurreccionales que de inmediato surgieron para combatir al régimen recién instaurado, y lograr el regreso al orden institucional; las más de las cuales surgieron en la Universidad de la Habana, en las filas del depuesto Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), de la dirigencia sindical y de algunos grupos de la pequeña y mediana burguesía.

En capítulos posteriores comentaremos la injerencia extranjera y de los factores nacionales electoralistas y conciliadores que pretendieron buscar una solución pacífica o que consideraron que era el momento para lograr ventajas políticas o económicas. En el presente artículo, informaremos que desde el mismo día del asalto al poder se inició por parte de un grupo de civiles y militares una acción insurreccional frente a la situación creada. Respondiendo al interés que ha motivado esta serie de trabajos comentaremos sobre la fundación del Directorio Revolucionario y la importancia que el mismo fue tomando en el proceso insurreccional.

Conforme con lo que hemos expresado, respondiendo a la tradición universitaria, los estudiantes se lanzaron en manifestaciones de protesta a repudiar el golpe de estado. En una de esas manifestaciones que se enfrentaron con la policía, murió el estudiante Rubén Batista, el cual no tenía vínculo de parentesco alguno con el general golpista. Pero, al tener el mismo nombre del hijo mayor de éste, muchos tomaron el hecho como un presagio de lo que iba a acontecer.

La acción policíaca represiva a las manifestaciones callejeras, de jóvenes estudiantes y no estudiantes, y la persecución a organizaciones que se sumaban a la protesta, pusieron en conocimiento público la naturaleza del gobierno de facto.

Pronto comenzaron las torturas y los asesinatos. Se desató una búsqueda desesperada contra el profesor Aureliano Sánchez Arango, Secretario General de la "Triple A", que había entrado en Cuba clandestinamente para labores de organización del movimiento antigubernamental. Esto fue el inicio de un intenso rastreo y persecución de opositores, que después resultó una constante en la vida del país. El Tte. de Navío Emilio Laurent, Jefe del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), pronto se hizo famoso como asesino y torturador; en consecuencia, fue ascendido en grado y mando.

A modo de referencia, mencionaremos los primeros asesinatos y torturas que conmovieron a todos los sectores de la opinión pública. El primero de ellos fue el de Mario Fortuny. Este asesinato pudo ser probado documentalmente, porque cuando los dos marinos que actuaban bajo las órdenes de Laurent llevaron el cadáver al cuartel de la policía y alegaron que Fortuny había muerto en un enfrentamiento armado, el Cap. Cándido A. Baeza, que comandaba aquella unidad, detuvo a los marinos y mandó a llamar al Juez de Instrucción para que se hiciera el atestado correspondiente. Otros casos fueron los del Dr. Armando Hernández y el profesor José (Pepito) Aceña, quienes sobrevivieron, el primero, a terribles quemaduras, y el segundo, a una más que brutal golpiza. Todos éstos habían sido destacados dirigentes políticos y sociales desde la dramática década del 30.

Es necesario destacar que los procedimientos del Tte. Laurent eran repudiados por la mayor parte de la oficialidad de la Marina de Guerra, que tenía conocimiento de ello. Poco tiempo después sucedió exactamente lo mismo en la policía nacional, cuando un oscuro agente llamado Esteban Ventura ascendió a coronel por emplear métodos similares, con el repudio y desprecio de numerosos miembros de la propia oficialidad de la policía y del ejército profesional.

La Universidad de la Habana había asumido el liderazgo popular frente a la dictadura. Desde el mismo día del golpe de estado recibió el embate de los grupos represivos del régimen. Los estudiantes golpeados en las manifestaciones eran la noticia de cada día. Los centros de retención de los grupos represivos se comienzan a llenar de jóvenes. El maltrato y la tortura se hacen habituales. Se comenzó a destacar como líder universitario José Antonio Echeverría y pronto se creó el Directorio Revolucionario en emulación del "Directorio Estudiantil" de 1930, que lideró la lucha popular contra la dictadura de Machado.

Los grupos se multiplicaron cuestionando en todos los campos la violación del estado de derecho. En las fuerzas armadas se incrementaron las conspiraciones vinculadas con los elementos civiles. Hubo diversos intentos de repetir el putsch, ahora contra Batista, que se frustraron, ya por la represión, ya por las delaciones. Pero, a pesar de todo, el heroísmo se manifestaba a cada paso.

Cada grupo lanzaba su manifiesto público anunciando su existencia. Para la mayor parte de los insurreccionalistas eran menos importantes las definiciones ideológicas. Había una común coincidencia en la necesidad de restaurar el orden civil, de recobrar el estado de legitimidad y derecho, y de volver al ritmo democrático institucional. La recuperación de la democracia era el punto de partida sine qua non para cualquier proyecto social. A partir de estas premisas todas las corrientes ideológicas estaban representadas. Se quería salir del gobierno impuesto por un cuartelazo; se necesitaba continuar la democracia alevosamente interrumpida para impulsar el país en un programa constructivo, independizador y garante de la dignidad humana. La indignación nacional expresaba el criterio de que a la "razón de la fuerza" de los golpistas había que responder con acciones insurreccionales que liquidaran el asunto rápida y drásticamente, no con teorizaciones innecesarias ante lo que para la opinión nacional era más que evidente.

En agosto de 1955, a raíz del intento de golpe de estado militar con respaldo civil que se llamó de "Santa Marta y Lindero", por las armas que allí se ocuparon, se produjo un cambio en cuanto a la estrategia y táctica de cómo sacar a Batista del poder.

Meses antes, la policía había descubierto un arsenal de la "Triple A" en uno de los barrios residenciales de la ciudad de La Habana que produjo una importante conmoción. Ya este fracaso del verano planteaba que la reproducción del putsch no sólo no era inmediatamente posible, sino que para el reencauzamiento nacional ofrecía ciertos riesgos -como el del predominio del factor militar y de las manipulaciones ocasionales-, y se empezó a pensar en otros procedimientos.

Hasta el momento había predominado la idea de producir un golpe militar (militares opuestos al régimen había bastantes) con un cierto apoyo armado por parte de los civiles que obligara al cambio de gobierno y de política. Esto era reflejo de la experiencia republicana de los años 30. Pero esta estrategia comenzaba a perder adeptos, no sólo por los fracasos tenidos, sino porque se consideraba que el simple golpe traería por consecuencia una mera "sustitución de cabezas" y no la "toma del poder revolucionario".

Un trabajo de coordinación y movilización desde abajo comenzó a patentizarse a partir del acto del 30 de septiembre de 1955 en la monumental escalinata de la Universidad de La Habana. Hasta aquel momento los actos universitarios se habían ido reduciendo a un grupo de estudiantes que se enfrentaban con la policía. A este acto en conmemoración de la muerte de Trejo, el estudiante muerto en condición semejante en l930, fue invitada toda la prensa, toda la dirigencia política de los partidos de oposición, las instituciones cívicas y los representantes sindicales que se habían opuesto al nuevo régimen. Todos eran invitados de honor a la tribuna presidencial, pero harían uso de la palabra solamente los estudiantes y cerraría el mismo un profesor. Aunque la policía trató de impedirlo y logró al fin interrumpir el servicio de electricidad -es decir, que el acto tenía que hacerse a la luz de una espléndida luna llena y a viva voz porque no funcionaban los altoparlantes- la aglomeración de público fue verdaderamente masiva. Fue la exposición de toda una posición revolucionaria, que arrancando de las tradiciones más puras del independentismo martiano y del reclamo de las reivindicaciones sociales de la década del 30, exigía la superación de la desdichada situación inmediata y la toma de conciencia más profunda y certera de la realidad nacional. Había que juntar todas las fuerzas populares para, en una acción conjunta, combinadas todas las posibilidades, salir del atolladero presente y encauzar, segura y firmemente, el destino colectivo más allá de los riesgos de futuros cuartelazos o manipulaciones ajenas a la verdadera función democrática.

Comenzó por parte de algunos estudiantes como Joe Westbrook, Tirso Urdanivia, Félix Armando Murias y Jorge Valls un trabajo de coordinación de esfuerzos revolucionarios sobre una base de objetivos comunes. A ella colaboraron algunos de la Juventud Auténtica como los hermanos Vega y sobre todo esa organización ejemplar que fuera el Frente Cívico de Mujeres Martianas, verdadero puente ideológico y moral entre la generación del 30 y la nueva promoción humana. Los trabajos que se dieron fueron: 1) coordinar los esfuerzos de los grupos adversos al gobierno civiles o militares, estudiantiles laborales o de los partidos políticos e instituciones cívicas dispuestos al paso revolucionario de modo que cuando uno obrara todos pudieran respaldarlo; 2) coincidir, después del derrocamiento del régimen, en el establecimiento de un gobierno provisional que, restableciendo las libertades públicas diera los pasos fundamentales de recuperación nacional, para entrar en el régimen constitucional democrático de pluralidad de partidos y renovación periódica electoral de las autoridades que habían inspirado nuestro derecho político desde las luchas del siglo diecinueve hasta los avatares del XX; y 3) la concepción de un proyecto de movilización popular que comenzando por las manifestaciones y motines estudiantiles, condujera a una participación directa de los medios laborales, para que, luego de conmovido todo el país, en ese clima, producir el golpe de estado militar, que ya entonces sería definitivo. Se seguía tomando como referencia histórica la experiencia de 1933, sólo que ahora se profundizaba en ella y se ampliaba para lograr una verdadera acción democrática, que dio en llamarse "pueblazo".

En octubre, el congreso estudiantil de Santiago de Cuba donde se destacaron entre otros Temistocles Fuentes, Vicente Palais, Félix Pena y otros dirigentes estudiantiles de la segunda enseñanza de toda la República, facilitó que se pusieran en contacto y coordinaran una mutua colaboración entre elementos de toda la Isla y de todos los medios. Cuando llegó la conmemoración del 27 de noviembre, aniversario del fusilamiento de los ocho estudiantes de la Universidad de La Habana en el siglo pasado durante la Guerra de los Diez Años.

Estos trabajos de organización se proyectaban no como un movimiento estudiantil, sino como algo que había que hacer para que las diversas instituciones -la Universidad de La Habana, los partidos, los grupos revolucionarios y aún las fuerzas armadas- pudieran realizarse plenamente.

A partir de la mañana del 27 de noviembre comenzaron los actos que desembocaron en los movimientos populares a todos los niveles durante el mes de diciembre de 1955. La Universidad se convirtió en el centro visible de la oposición radical, y a ella miraba toda la ciudadanía. El movimiento estudiantil en toda la Isla atrajo al laboral -se decretó un paro laboral de 5 minutos-, y finalmente se desencadenó la huelga azucarera en la que se destacó por su trabajo de organización un joven activista obrero llamado Luis Bonito, y donde participó David Salvador, quien fuera al desplome del gobierno de Batista Secretario General de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) y que posteriormente sufriera largos años de prisión en el régimen de Castro.

En los primeros días de diciembre, Joe Westbrook fue al "Castillo del Príncipe" (uno de los castillos coloniales de Cuba que se había convertido en prisión) y le informó a Jorge Valls, allí preso, que se pensaba crear un "directorio". Allí se acordó que había que crear un "directorio revolucionario" que incluyera a todos los factores del país, lo cual permitiría dar forma amplia y efectiva a los trabajos de coordinación empezados.

Después del 22 de diciembre comenzaron las conversaciones para el paso constitutivo. Se insistía en que la creación de un grupo más era indeseable, pero que la coordinación de todos los sectores en un esfuerzo solidario y coordinado debía ser el preámbulo de lo que después tendría que ser un gran partido revolucionario de rica diversidad interna.

Se creó una célula central provisional de siete miembros -José A. Echeverría, que con Fructuoso Rodríguez representaban directamente la F.E.U; Faure Chaumont, Joe Westbrook encargados de "acción"; René Anillo y Félix Armando Murias como consultores, y Tirso Urdanivia y Jorge Valls encargados de la correlación obrera- para comenzar los trabajos, hasta tanto se hiciera una convocatoria a todos los grupos y elementos, y de ahí se decantara una dirección nacional. La FEU se encargaría de representar la cabeza visible e institucional, además de los contactos con los grupos de la conspiración militar.

En el próximo capítulo comentaremos el manifiesto del directorio, su proyecto político y las repercusiones del mismo, así cómo lo que representó la proyección de la orientación que damos en llamar social-revolucionaria del proceso insurreccional.

Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org




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