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   Se necesitan buenos gobiernos

A propósito de las convulsiones bolivarianas

Se han arremolinado las aguas del Orinoco con tal furia y vehemencia que el pueblo venezolano deberá decir la última palabra sobre el rumbo que merece esa nación petrolera. Desde los llanos venezolanos hasta el Barquisimeto, pasando por Maracaibo y Carabobo, se escuchan los ecos de la desilusión y de la esperanza. Nuestros hermanos sudamericanos parecen estar viviendo una gran incertidumbre y desencanto, similar al que sufrió Perú con Alberto Fujimori.

¿Qué sucedió con la democracia Venezolana -populista o no- de esa nación hermana? En los tres años de ejercicio del poder del presidente Hugo Chávez, se generaron diversas circunstancias sociopolíticas que vale la pena revisar.

En primer término hay que recordar que la democracia representativa y corporativa de aquel país, experimentó durante muchos años un alto grado de corrupción gubernamental y empresarial, que provocaron una gran desesperación y tal hartazgo, que dos expresidentes fueron procesados por malversación de fondos en sus respectivas administraciones: Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi.

La magnitud de la corrupción del Estado Venezolano, por un lado, y el descrédito de los partidos políticos, por el otro, fueron el caldo de cultivo ideal para que un líder con cierta habilidad capitalizara el descontento de las mayorías; ese personaje fue el Teniente Coronel Hugo Chávez, quien encabezó inclusive un levantamiento militar que le mereció respeto y popularidad entre sus conciudadanos.

Contra el desorden y la corrupción, este argumento y otros, fueron los utilizados por el presidente Chávez para vender bien su proyecto político, sin embargo, al llegar al poder tomó una serie de medidas que se contraponen al espíritu democrático de la libertad y del ideario de Simón Bolívar, figura insigne de la historia latinoamericana que Chávez proclama emular.

La refundación del Estado Venezolano sobre bases institucionales más sólidas, era un planteamiento sugestivo y novedoso. Pensar en un Estado con cinco poderes en lugar de los tres tradicionales, resultaba por demás interesante. En la propuesta inicial, además de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, se incorporaban el poder Moral y el Electoral; esto supondría, en primera instancia, una mejor distribución en el ejercicio del poder y, como consecuencia natural, un mayor equilibrio entre éstos.

Sin embargo, sucedió todo lo contrario, el poder Ejecutivo en Venezuela concentra más atribuciones y facultades que sus antecesores, y pese a las convulsiones del pasado fin de semana, parece que continuará en el ejercicio del poder, el estilo unipersonal e iluminado de un solo individuo.

Entre los primeros errores del todavía titular del Ejecutivo venezolano, se encuentra el decretar la disolución del Congreso para sustituirlo por una Asamblea Nacional a modo para sus personalísimos propósitos; semejante a la rimbombante Asamblea del Poder Popular de Cuba, que no cuenta con facultades efectivas y suficientes para acotar al poder ejecutivo.

Posteriormente, Chávez ordenó modificar la constitución de aquel país para cambiar el período presidencial de cinco a siete años y la posibilidad de una reelección para el período siguiente. Esto le da la oportunidad de gobernar a Venezuela por catorce años casi a su antojo; adicionalmente, crea mecanismos de lo que se podría denominar una democracia populista, donde se abusa del plebiscito como una forma de legitimar una decisión importante -pagando contingentes de población marginada- para demostrar el apoyo popular al presidente. Hugo Chávez intenta vincular su idea de gobierno supuestamente bolivariano con el gobierno revolucionario de la isla mayor del Caribe.

Otro error ha sido querer anular por decreto a los sectores corporativos de la sociedad venezolana: empresarios, centrales de trabajadores, medios de comunicación y el ejército.

Aquel gran nivel de aceptación que logró en la elección presidencial, se fue diluyendo en el río de los desencantos hasta el punto de hacer que dos poderosos grupos con intereses tradicionalmente antagónicos -empresarios y trabajadores- se hayan unido, pero en su contra. El ejército, que en otros tiempos era dado a tomar el poder por la fuerza, ahora demostró una actitud diferente.

El breve tránsito de Carmona como presidente de Venezuela, ha llevado a esa nación al terreno de lo inesperado. El Presidente Chávez reaparece a los dos días de haber sido detenido en el palacio de Miraflores, en medio de saqueos y continuos hostigamientos a los medios de comunicación.

En estos momentos priva la confusión, aunque pareciera diluirse una posible confrontación civil que dividiría aún más a las instituciones venezolanas.

Los liberales mexicanos lamentamos profundamente los momentos difíciles por los que atraviesan nuestros hermanos venezolanos. Ojalá ese angustioso llamado al Diálogo Nacional del Presidente Hugo Chávez vaya más allá. La lección es clara: en Latinoamérica y en el mundo, no basta la democracia para darle viabilidad institucional a nuestras naciones... hacen falta buenos gobiernos.

Derecho a réplica y comentarios: salvadorordaz@hotmail.com y senadors@hotmail.com




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