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   Visión histórica del sindicato en Cuba (sexta parte)

Internacionalismo proletario

Continuamos con esta serie de artículos que tienen el propósito expresar las ideas y señalar acontecimientos que han determinado la proyección del movimiento obrero en Cuba y su enfrentamiento a las oligarquías y otros grupos dominantes -económicos o políticos- que pretenden y han pretendido subordinar la clase obrera a los intereses empresariales o de la nomenclatura gobernante. El presente trabajo tiene la intención de evidenciar que desde el mismo momento en que nacía el movimiento obrero organizado en Cuba, éste se proyectaba internacionalmente.

En 1887 fue fundado en La Habana el Círculo de Trabajadores en la esquina de Marte y Belona. De definida orientación socialista libertaria, el Círculo propugnaba la organización a nivel nacional del movimiento obrero. Proyectaba la solidaridad internacional del sindicalismo naciente y motivaba a la organización de una manifestación, conmemorando el primer aniversario de la muerte de los mártires de Chicago en Estados Unidos. La manifestación fue reprimida violentamente por las autoridades coloniales, y encarcelados los dirigentes más conocidos.

El Congreso de 1887

El Congreso en 1887 enunció firmemente principios que sustentaron la organización del movimiento obrero en las siguientes décadas: el no-partidismo político o religioso, el internacionalismo proletario y la constante preocupación por su democracia interna, así como el logro de la libre expresión de las ideas en lo social y lo político. Estableció como constante el reconocimiento institucional, el derecho de huelga, el ascenso organizativo, el aumento salarial, la disminución de la jornada de trabajo y las garantías al derecho al trabajo que impedían el despido laboral no legalmente justificado.

Muy pronto, el movimiento obrero organizado ejerció el derecho de huelga con el objeto del logro del pago de salario en oro, cierre de los comercios en días festivos, mejoramiento del alojamiento y las comidas. Pero, sobre todo, luchó contra las arbitrarias decisiones de capataces y patronos.

En algunos casos se tuvo éxito en esta etapa que se inicia con especial repercusión. En 1888 fue la huelga de los toneleros de Regla. En 1890 la huelga dirigida por el Gremio de los Cocheros de La Habana demandaba aumento del salario para los caballericeros y limpiadores de coches, y la supresión de las cartillas. En las cartillas los trabajadores tenían que llenar un expediente laboral en que además hacían constar relaciones en trabajos anteriores con otros patrones, deudas personales y todo aquello que pudiera ser de interés para el empleador: lo que en la Cuba de hoy el pueblo llama "un cuéntame tu vida". Las cartillas no pudieron generalizarse por la oposición de los trabajadores. Siete décadas después el actual gobierno en Cuba lograría establecerlas.

Las autoridades españolas reaccionaron violentamente contra los huelguistas y otros obreros organizados. Tabaqueros, panaderos y albañiles manifestaron su solidaridad en apoyo de los cocheros. La huelga se perdió por la fuerte represión, encarcelamiento de los líderes y el uso de rompe-huelgas. No obstante, ello motivó a otros sectores a su organización y combatividad; entre ellos, los carretoneros de Guanabacoa, los ferroviarios de La Habana y Matanzas, los trabajadores de almacenes de La Habana, obreros de la Bahía de La Habana, operarios de la fábrica de soga de Tallapiedra, muy especialmente los tabacaleros, y muchos más. Al objeto de poder dar una visión del movimiento obrero en estos años (1891, 1892 y 1893) en el sector tabacalero se detectaron 41 huelgas, de 182 en todos los demás sectores laborales.

En ese proceso se crearon dos organizaciones laborales: la pro-patronal Alianza Obrera, dirigida por Dionisio Menéndez Areces, teniente del Cuerpo de Voluntarios del ejército español, y la Unión Obrera, liderada por el más destacado dirigente de la época, Enrique Roig San Martín, y su periódico El Productor.

La Alianza se manifestó a favor de la plena igualdad de negros y blancos, de obreros cubanos y de los no nacidos en Cuba. Proclamó la solidaridad de todos los trabajadores por encima de fronteras y nacionalidades. En El Productor se conmemoró cada aniversario de La Comuna de París como la fecha internacional de los trabajadores.

Solidaridad con los Mártires de Chicago

En Cuba, desde su génesis, este internacionalismo del movimiento obrero fue proletario: fue muy solidario con los ocho obreros sentenciados en Estados Unidos por los tristes sucesos de mayo de 1886 en la Plaza de Haymarket, en Chicago. Desde que se conoció la sentencia dictada por los tribunales norteamericanos se desplegó una gran campaña de protesta contra el crimen que se preparaba. El 2 de octubre de 1887 se crea el Comité de Auxilio en demanda de apoyo a la causa de los acusados y para reunir los fondos necesarios para costear la apelación que se hacía ante la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. El Comité de Auxilio convocó una gran asamblea que se efectuó el 8 de noviembre en el Circo Jane; asistieron dos mil obreros solicitando del gobernador del estado de Illinois el indulto de los sentenciados.

En la campaña de solidaridad con aquellos obreros de Estados Unidos se sumaron en Cuba tabaqueros, escogedores, cocheros, zapateros y sastres, entre muchas otras organizaciones en La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Villaclara y Puerto Príncipe. Miles de pesos reunieron los trabajadores cubanos al objeto de contribuir para salvarles la vida, así como para ayudar a sus familiares, esposa e hijos.

Por desgracia, estos esfuerzos por salvarles la vida no tuvieron resultado. Emilio Roig calificó de asesinato legal la ejecución de los dirigentes obreros en Chicago por reclamar la jornada de ocho horas diarias de trabajo: "La historia, esa maestra severa y elocuente, demuestra que las ideas emancipadoras no se ahogan con sangre, y que el árbol sagrado de la libertad, cuanto más lo poda la tiranía, más lozano y lleno de vida se levanta."

En París, en julio de 1889, reunidos para dar vida a la II Internacional, Pablo Lafarge, escritor cubano y yerno de Carlos Marx, Augusto Bebel, Guillermo Liebknesch, Clara Zerki y Eleonora Marx, entre otros muchos, lograron en forma unánime el acuerdo siguiente:

"Será organizada una gran manifestación a fecha fija de manera que en todos los países y en todas las villas a la vez, el mismo día convenido, los trabajadores emplacen a los poderes públicos ante la obligación de reducir legalmente a ocho horas la jornada de trabajo, y de aplicar las resoluciones del Congreso Internacional de París".

El Primero de Mayo

En Estados Unidos, ya había decidido la Federación Americana del Trabajo (AFL) celebrar en honor a los mártires de Chicago el Día Internacional de los Trabajadores el primero de mayo de 1890, y hacerlo cada año en lo sucesivo. El movimiento obrero cubano, todavía incipiente, fue entre los pocos que en el mundo lo celebró respondiendo al Acuerdo de París. El 20 de abril lanzó un manifiesto dirigido a los trabajadores convocándolos a "celebrar una manifestación pública pacífica que termine en un gran meeting del 1ro de Mayo, para que el gobierno, las clases elevadas y el público en general sepan o puedan apreciar cuáles son las aspiraciones del pueblo obrero".

El desfile -según el periódico La Discusión, definidamente pro-empresarial en sus informaciones- reseñaba que en el desfile obrero había aproximadamente 3,000 personas. En 1891, el gobierno autorizó una celebración en un local cerrado: en un pequeño teatro de La Habana llamado "Irijoa", posteriormente denominado Teatro Martí. No obstante, el acto fue singularmente trascendente, por los obreros asistentes y por la clara orientación de la dirigencia obrera. En dicha asamblea, entre otros acuerdos, se convocó un congreso obrero regional; regional porque un importante sector de trabajadores consideraba a Cuba como una región de España, tal como lo podían ser Asturias, Castilla, o Galicia, no una nación independiente. La organización del Congreso le fue encomendada a la Junta Central de Trabajadores, liderada por Maximino Fernández, anteriormente denominada Junta Central de Artesanos. El Primer Congreso se efectuó en La Habana, del 15 al 19 de enero de 1892, en el antiguo local del Centro Gallego, en Prado y Dragones.

Celebración del Día de los Trabajadores en La Habana

El primero de mayo de 1890 se celebró por primera vez el Día Internacional de los Trabajadores en honor a los Mártires de Chicago. El Círculo de Trabajadores, que había ganado gran prestigio en la acción solidaria internacional con los acusados y ajusticiados de Haymarket (comprobada históricamente su inocencia) había tomado la iniciativa de organizar el evento en Cuba.

Los trabajadores cubanos tuvieron el honor en Nuestra América de celebrar esta primera celebración conjuntamente con los trabajadores argentinos y chilenos. La manifestación, que congregó unos 3,000 obreros, partió del Campo de Marte (hoy Parque de la Fraternidad) y concluyó en un campo de entrenamiento llamado Skating Ring, en Virtudes y Consulado. Hubo 15 oradores que denunciaron las condiciones de miseria y explotación en que vivían los obreros, propugnaron la jornada de ocho horas, y abogaron por la unidad de los trabajadores y la igualdad entre blancos y negros.

Esta conmemoración produjo gran inquietud en la sociedad cubana, probablemente producto de rumores y publicidad dirigida al objeto de que los sectores mercantiles y la gran burguesía agraria incrementaran el temor a la posible independencia y constitución de la República que se consideraba inminente.

El Primer Congreso Obrero en 1892

El Congreso fue presidido por Maximino Fernández, de la Sección de Panaderos de La Habana, anarquista y dirigente del Círculo de Trabajadores, Eduardo González Bobés, joven y brillante representativo del periódico El Productor, Francisco de Paula Millet, en representación del Círculo de Trabajadores de Camagüey, Enrique Messonier, Secretario de la Junta Central, y Sebastián Monagas, de la Alianza de Cárdenas. Como secretarios permanentes actuaron: Enrique Crecí y Gerardo Quintana, por los obreros de Bejucal; Anselmo Álvarez, de Santa Clara, Enrique Suárez y Manuel Álvarez. Al Congreso asistieron 74 delegados representantes de organizaciones disímiles de todo el país, mayormente inspirados en el ideario anarquista.

El temario:

  1. El logro de la demanda de 8 horas del trabajo.
  2. El trabajo infantil.
  3. Estructura de la organización de los trabajadores.
  4. Objetivos mediatos e inmediatos de la clase obrera.
  5. El ejercicio del derecho de huelga.
  6. Contra la discriminación racial.

Pudiéramos afirmar que, como colofón del diálogo de más de tres horas que González Bobés propició, se afirmó que el Congreso debía reconocer que la clase trabajadora no se emanciparía, hasta cuando no abrazara las ideas del socialismo revolucionario, agregando que sería un absurdo que el hombre que aspire a la libertad individual se opusiera a la libertad colectiva de un pueblo. Ante esta orientación del Congreso, las autoridades españolas optaron por prohibir su continuación y arrestar a sus dirigentes.

Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org




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