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   Allí, donde el "talibán" es el celador
por Carlos M. Estefanía
Director Cuba Nuestra
Estocolmo

Las grandes revoluciones del siglo pasado, la rusa, la cubana y la china, nos dieron una lección: Cuando en nombre de un ideal se trata inhumanamente al enemigo, el terror termina por ejercerse contra los propios "idealistas". Por eso, es buen síntoma el que la prensa de las sociedades abiertas se preocupe por los derechos humanos de sus enemigos, como ocurre con los talibanes en Guantánamo.

Bajo la lupa de los medios de comunicación, incluidos los suyos, Estados Unidos se ve obligado a darle un tratamiento de primera a sus cautivos, provocando la envidia de los "colegas", los vecinos, los cubanos presos en el "Combinado de Guantánamo", un centro de reclusión dantesco, célebre por las golpizas y maltratos que allí padecen los prisioneros de conciencia.

Pero los talibanes no sólo son envidiados por los cautivos criollos. Ya quisieran los chicos cubanos enviados a trabajar al campo consumir la magnifica dieta de los aliados de Osama Bin Laden. Los presos islámicos de Guantánamo tienen en cierto sentido más libertad que un ciudadano "libre" de Cuba. Por ejemplo, los talibanes tendrán derecho a usar el Corán. Sin duda éste es un libro valioso; en su momento sirvió para frenar costumbres bárbaras y desarrollar un alto grado de mística, de sana espiritualidad al estilo de los sufíes. Por él se guían millones de honestos y pacíficos musulmanes en todo el mundo. Sin embargo, a despecho de lo que quizás dicta allí el profeta, por obra y gracia de la libre interpretación talibana, el Corán se convierte en algo así como un "Mein Kampf", un llamado al fanatismo, el odio y la violencia.

¿Qué pasa del otro lado de la cerca, cuando los ciudadanos cubanos, en su propio hogar fundan una biblioteca independiente del gobierno para quienes quieren reunirse a leer y debatir textos, ya sean de contendido religioso o sobre temas que evocan la pluralidad de ideas, la democracia y libertad? Pues que las autoridades le decomisan los libros, con menos piedad de la que tiene un marine norteamericano hacia con un talibán. Así ocurrió el 25 de diciembre de 2001 cuando fueron ocupados por el Departamento de Seguridad del Estado (DSE) y por la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) del municipio Florida más de 300 libros pertenecientes al fondo de la biblioteca independiente "Emmanuel", en su mayoría de contenido evangélico.

¿Y qué pasa dentro de las cárceles?

Mijail Barzaga Lugo de la alternativa "Agencia Cubana de Información" reportó el 21 de febrero el más reciente abuso en la prisión provincial Combinado de Guantánamo. Allí, a unos pasos de los talibanes, está encarcelado Luis García Menéndez, de 34 años de edad. García llevaba padeciendo un terrible dolor de muelas por más de tres días, cuando no pudo aguantar más y comenzó a gritar. Fue entonces que recibió una cura como la que le practican a los caballos y no precisamente a manos de un veterinario, sino por parte del mayor Pablo Reyes Cobas, Jefe de Orden Interior de la prisión. El carcelero apareció en la celda acompañado de tres oficiales más y procedió a sacarle a sangre fría la muela al reo. Como colofón a su obra "médica", terminó dándole una salvaje golpiza a Luis García Menéndez, dejándolo sin conocimiento por espacio de un día. Cosa semejante no fue denunciada, ni en la carta a su padre, ni en su reciente encuentro con el diplomático sueco Bo Eriksson. Mehdi-Muhammed Ghezalise , el talibán de 22 años que llegó de Suecia, de madre finlandesa y padre argelino, encarcelado en la base naval de Guantánamo por su presunta pertenencia a la organización Al-Qaida también se quejaba de dolor en un diente, pero su cura le fue prometida por la dirección de la Base a Bo Eriksson. Sobre el caso de Mehdi-Muhammed Ghezalise se ha volcado la prensa sueca. Su integridad está garantizada.

El 27 de septiembre del 2001, en el periódico Aftonbladet, editado en Estocolmo, se publicó el artículo "Hans son sitter häktad på Kuba" (Su hijo está arrestado en Cuba) del periodista Thomas Gustafsson. Trataba allí sobre Claes Eric Jarneberg, un ciudadano sueco detenido en La Habana. Su crimen fue el de haber navegado desde México a Cuba para ayudar a los familiares de su esposa a salir de la isla. Entonces, pese a que el escandinavo arriesgaba una larga condena por supuesto "tráfico ilegal de personas", la opinión pública sueca apenas reparó en su caso. Es lamentable, pues fuera de la base norteamericana, en las cárceles de Cuba, allí donde estaba Jarneberg en el momento de la nota, los talibanes no eran los que permanecían "guardados", sino por el contrario, eran los que guardaban armados, es decir, eran los celadores.

(*)Rectificamos esta noticia, Claes Eric Jarneberg el ciudadano sueco que navegó desde México a Cuba intentó ayudar a familiares a su esposa a salir de la isla. En la nota de Aftonbladet no se especifica que la esposa estuviera entre ellos.

www.cubanuestra.nu

Réplica y comentarios al autor: carios.estefania@telia.com


El 22 de febrero Cuba Nuestra diseminó vía internet el artículo "Allí, donde el talibán es el celador". En este trabajo se denunciaba, entre otras cosas, lo ocurrido el 25 de diciembre del 2001, cuando fueron ocupados por el Departamento de Seguridad del Estado (DSE) y de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) del municipio Florida más de 300 libros pertenecientes al fondo de la biblioteca independiente "Enmanuel", en su mayoría de contenido evangélico.

Hoy, primero de Marzo, Cubanet disemina la nota "Devuelven libros confiscados a biblioteca independiente", firmada en CIEGO DE AVILA, el 28 de febrero por Lexter Téllez, de APLA. Según Téllez, la policía política de Florida, devolvió los más de 300 libros que le había ocupado a la biblioteca independiente Enmanuel. La devolución de los textos se produjo en la madrugada del 23 de febrero. Los libros fueron encautados cuando fuerzas represivas impedían la inauguración de la biblioteca, agrediendo a los activistas que intentaban fundarla y cargando con los libros que ahora devolvieron.

Cuba Nuestra felicita a la Biblioteca Enmanuel por la recuperación de sus textos, y de paso a quienes dentro de la Policía supieron rectificar lo mal hecho.

Estocolmo, 1 marzo 2002




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