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Está oscuro y totalmente
desolado El aire es espeso, se siente
húmedo. ¿Qué es este lugar? ¿Qué es eso
que pálido vuela hasta mí? Pálidos y transparentes
espectros me persiguen (Pesadilla)
1- Una de las cuatro pesadillas Escuché sonar unos golpes en la puerta de mi habitación. Alguien la golpeaba desesperadamente desde afuera mientras gritaba mi nombre. Se trataba de mi amigo Manuel, quien como quedamos, venía a buscarme para asistir a una fiesta esta noche. En realidad no conocía a nadie que fuera a asistir a esa fiesta, ni siquiera Manuel. Recibimos la invitación en un Rave donde estuvimos la semana pasada y nos pareció divertido asistir a este próximo bonche. Manuel casi se enojó conmigo porque llegó a buscarme y yo todavía estaba dormido y no estaba listo para salir a bonchar. Manuel es como yo en ese aspecto, nos desesperamos fácilmente cuando tenemos que esperar a alguien por más de quince minutos. No es que yo quiera justificarme, anoche me fui a dormir muy tarde, duré despierto hasta las cuatro de la mañana leyendo Drácula de Bram Stoker. Me encantan los libros y las películas de vampiros, son mis personajes favoritos. Tengo casi la colección completa de las Crónicas Vampíricas escritas por Anne Rice. Esta mañana me levanté a las ocho para asistir a una clase sabatina de fotografía en la universidad y de allí me fui a casa de mi hermana a terminar de ayudarle con la mudanza. Mi hermana mayor se mudaba de apartamento luego de haberse separado de su esposo y mi otro hermano y yo, teníamos que ayudar con la mudanza y los trastos. Al cabo de unas horas de cargar y ubicar cosas, me marché a mi casa para descansar y bañarme antes de las nueve de la noche, hora en que Manuel me pasaría a buscar. Ya estando en casa, el cansancio que tenía era tremendo, me dolía todo el cuerpo y sentía como si me hubieran entrado a palos. Eran las cinco de la tarde y tenía tiempo suficiente para descansar. Entré a mi habitación, encendí mi viejo JVC y puse uno de mis compactos de mis favoritos Theatre of Tragedy a un volumen moderado para escuchar algo placentero para mí, ya que de antemano y por experiencia propia, sabía que los niños del residencial donde vivo con mi madre, no me dejarían dormir con todo ese ruido que hacen cuando juegan. Al parecer me encontraba mucho más cansado y agotado de lo que pensaba, pues dormí las próximas cinco horas corridas sin despertar ni un momento, ni siquiera por la desesperante pesadilla que acababa de tener. Mi amigo Manuel tuvo que golpear varias veces la puerta de mi habitación para despertarme. Últimamente he tenido varias pesadillas de este tipo; es la cuarta en esta semana. De seguro que la causa de todas estas pesadillas son los libros sobre vampiros que suelo leer tan a menudo (por lo menos eso dice mi amigo Manuel). Recuerdo una de las cuatro pesadillas que soñé en el transcurso de la semana. Yo me encontraba en una vasta habitación rectangular, acostado en una cama de hospital, haciendo el amor con una preciosa mujer de raza negra, dotada de una larga cabellera blanca y ojos brillantes como la luna. Alrededor de nosotros se encontraban situadas varias camas más de hospital, bien acomodadas y arregladas con sábanas limpias y blancas. Recuerdo escuchar un ruido apagado que salió de entre las camas más lejanas, ubicadas a mi derecha. Luego sentí como la hermosa mujer de larga cabellera con quien compartía el lecho, clavó sus afiladas uñas como garras en mi espalda, sujetándome, adhiriéndome a ella con presión. Tengo impreso en la mente el recuerdo de cómo presencié el cambio de su hermoso semblante en una horrorosa mueca de maldad y perversión. También recuerdo cómo sus ojos brillantes e infernales se transformaron en dos malvadas esferas de un fuego infernal, que quemaron mi sorprendido y horrorizado rostro con sus llamas infernales. Todo pasaba extremadamente muy rápido y confuso. Con todas mis fuerzas luchaba para liberarme de este engendro del diablo. Pero la mujer ya convertida en un horror de demonio, me sostenía muy poderosamente con un fuerte abrazo, como si por brazos poseyera tenazas gigantes. De repente escuché un ensordecedor y molesto chillido que me dejó casi al borde de la sordera y la inconsciencia, haciéndome vomitar sangre. Las demás camas de hospital que estaban situadas a nuestro alrededor, las que estaban situadas exactamente a mi derecha, comenzaron a volar por los aires y a estrellarse contra el techo y las paredes de la habitación, como si una invisible mano las azotara por toda la habitación en que me encontraba, todavía acostado en la cama luchando contra la aberración de mujer demonio. De momento, en medio del forcejeo, observé que de donde escuché el primer ruido apagado, emergió una bizarra y monstruosa especie de gusano gigante, dorado y monstruoso gusano con patas peludas y afiladas como espadas que navegaba entre y sobre las camas de hospital, con la misma facilidad con que lo haría un delfín en las cristalinas aguas del mar. Era semejante a alguna criatura de algún cuento de H.P. Lovecraft. Divisé con el rabillo del ojo, como las camas de hospital ya no estaban limpias y cubiertas con sabanas blancas. Ahora sus superficies estaban llenas de una sangre oscura que estallaba en llamas cuando el monstruoso y gigantesco gusano dorado, le rozaba con sus patas peludas y afiladas. Ya el dorado gusano, ahora bañado en un solar fuego, se acercaba a mí con una velocidad aterradora. Era semejante a algún infernal expreso que se dedica a transportar lo más rápido posible, las almas destinadas a carbonizarse en el infinito fuego del infierno. Yo no podía zafarme del abrazo del demonio de largo pelo blanco que me sostenía como si lo hiciera con unas gigantescas tenazas. El monstruoso gusano de fuego embistió la cama donde me encontraba prisionero. Quería devorarme con sus fauces, más cargadas de dientes que las fauces de un tiburón blanco. La bestia estaba sobre mí y sentí el calor de su fuego quemándome el pelo y respiré asqueado el nauseabundo aliento que emanaba de su boca sanguinaria. Me iba a devorar En eso desperté en el asiento trasero del Jeep en que viajaba junto a un amigo y un par de sus sobrinos, pero esa es otra historia. Me incorporé de la cama, salí de mi habitación, entré al baño, me senté por unos momentos en el trono y luego pasé a la fría ducha para darme un baño. Ya bañado, vestido y listo para salir, encontré a mi amigo Manuel sentado en el sofá grande que mi hermano había comprado un día de las Madres. El mueble está situado en la sala del apartamento, frente al estante donde tenemos el televisor GoldStar de diecinueve pulgadas. Pasé rápidamente a la cocina para comer uno que otro aperitivo (Manuel estaba que espumaba por la boca de rabia por el tiempo que le había hecho esperar). Yo le dije como siempre digo: "Cógelo variado", y cálmate que la noche es joven, además yo no pienso inaugurar la fiesta (nunca me gusta ser de los invitados que llegan primero a la fiesta). Abrí la nevera y tomé un vaso de jugo que estaba en el congelador, guardado allí por mi madre para que yo lo tome. Por cierto, ¿dónde está mi madre? Culminando con el jugo y algo que comí, Manuel y yo salimos del apartamento y bajamos rápida y emocionadamente las escaleras del cuarto piso donde resido.
2- En el salón principal Autopista de San Isidro, a toda velocidad hacia Las Américas. Tomamos el túnel y cruzamos el puente sobre el Río Ozama. Av. 27 de Febrero, derecho a toda velocidad por el elevado. Manuel es un buen conductor, su carro es un Skoda de color verde oscuro, un modelo del año 2000. Lo compró después de deshacerse del gris y viejo Volkswagen que tenía anteriormente (le decíamos "El nómada móvil".) Pero esa también es otra historia. La fiesta era en una gran casa en lo último de Arroyo Hondo, grande y lujosa casa blanca de gente adinerada y poderosa. Yo de clase media, no había tenido oportunidad de estar en una casa así. Pero me imagino que Manuel, de quien se puede decir que vivía "cómodo", ya había tenido la oportunidad de estar en alguna casa como esa, aquí o en algunos de sus múltiples viajes al extranjero. Pero no vayan a pensar, Manuel es una persona muy humilde y sin aires de andar presumiendo. Llegamos a las puertas de entrada al jardín principal de la casa, las puertas eran de un grueso y pesado hierro pulido. Tenía un decorado de enredaderas de metal pintadas de dorado en la parte superior, y en la parte inferior estaba pintada de un verde muy oscuro. Parecía la puerta de alguna típica película de terror. En el área de estacionamiento que estaba en el jardín, había poco espacio para estacionarnos. Numerosos carros ocupaban todo el espacio, así que decidimos parquear el carro de Manuel afuera, cerca de la pesada puerta de hierro. Atravesamos el jardín cargado de plantas exóticas y flores de varias especies y colores, muy lindas y muy bien cuidadas (si mi madre viera estas flores, seguramente se enamora del jardín). Los lujosos automóviles de diferentes y prestigiosas marcas y modelos, ocupaban la mayor parte de un área empedrada, dejando muy poco espacio del camino de piedra que servía para que las personas se condujesen a la entrada de la casa. Al detenernos en la entrada principal, nos percatamos de que la parte frontal del salón estaba embotellada por las personas que habían llegado antes que nosotros, que con mala manía se detienen a saludar en el mismo medio del pasillo, dificultando el paso de los demás. Manuel tuvo la idea táctica de entrar por un callejón, situado en el lado Este de la casa. Nos dimos cuenta que los mozos accedían a la casa por medio de este. Así nos imaginamos que entraríamos por la cocina y de allí saldríamos al salón donde se desarrollaba el festejo, evitando el tumulto de personas. Así lo hicimos, entramos al callejón largo y poco iluminado. El suelo era de ladrillo y sus paredes eran lisas y pintadas de blanco, igual que toda la casa. Ya al llegar a la cocina, dimos unas cuantas vueltas por unos complicados (por lo menos para nosotros) pasillos que parecían un laberinto. Con timidez de preguntar sobre dónde estaba la salida, me pasó por la mente seguir a uno de los mozos que estaban sirviendo los platillos, y así fue como salimos del laberinto de puertas y pasillos. Entramos al gran salón principal donde la música electrónica a alto volumen y los juegos de luces multicolores eran un espectáculo que reinaba en el ambiente. El salón no era tan ancho, pero sí algo largo. El techo era alto y las paredes estaban forradas por unas grandes cortinas oscuras. En el centro había una esfera brillante, como las que tienen las discotecas que reflejan las luces de colores. Manuel y yo caminamos hacia el centro del salón, mirando las hermosas chicas que se movían al ritmo de la música, muy lindas chicas y sensuales con los labios pintados de carmín y otros colores. Era como estar en un paraíso moderno. Manuel estaba vestido un poco formal (como siempre). Usaba zapatos oscuros y finos, pantalones azules muy oscuros de tela, que a simple vista parecían negros. Tenía una camisa negra que llevaba puesta por dentro del pantalón y una camiseta blanca debajo de la camisa, también tenía un buen peinado hacia atrás. Yo andaba ataviado con botas bajitas, estilo vaquero de color marrón, unos pantalones de tela color crema oscuro y una camisa Ralph Lauren, de un crema claro; también la llevaba puesta por dentro del pantalón, mostrando una correa marrón oscuro que tenía una hebilla plateada. La fiesta estaba excelente, muchas chicas bailando sin parar. Manuel estaba al acecho, esperando el momento adecuado para lanzarse a la conquista de una rubia que le había guiñado uno de sus verdes ojos. Repentinamente, me di cuenta de que esta escena, la de esta fiesta, las personas, las luces y la música, ya las había visto anteriormente. Fue como una especie de dejavú, pero no le presté mucha atención (nunca le hago mucho caso a este tipo de cosas). La fiesta seguía fenomenal, dotada de un gran surtido de finos y ricos bocadillos que los mozos servían, y una gran variedad de bebidas alcohólicas llenaban un bar que estaba ubicado en el lateral izquierdo del salón, llegando casi al fondo. Yo, muy aficionado a la bebida, tenía una botella de tequila en mi poder, para servirme cuando y cuantas veces quisiera. Pudo haberme costado algo de trabajo burlar al bartender que estaba atendiendo el bar, pero con mi habilidad para apoderarme de lo que no me pertenecía, pude en cuestión de unos minutos salirme con la mía. Manuel no se quedó atrás y también se apoderó de una botella de Johnny Walker. Nos movimos rápidamente de la escena del crimen por entre la muchedumbre que bailaba eufóricamente bajo los efectos de las drogas y el alcohol. ¿A qué hora habrá llegado toda esta gente? En ese momento me pareció que la fiesta había comenzado desde temprano. Nos encontrábamos retirados del bar. Manuel salió de entre unas personas que estaban al lado nuestro, al encuentro de la rubia que le había guiñado uno de sus verdes ojos. Comenzaron a hablar, luego a reír y después a bailar. Yo me quedé sentado en un pequeño y acogedor mueble de piel negra que se encontraba apartado en un rincón, mirando el movimiento de la fiesta. No me arrepiento de haber venido. Manuel se está divirtiendo mucho con la linda rubia, es tiempo de que me busque una pareja con quien estar, porque viendo a Manuel con la linda rubia, me da la impresión de que regresaré a casa por mi cuenta. Me levanté del pequeño y acogedor mueble de piel negra, cuando de repente, la más preciosa criatura de la tierra me cruzó por el lado. Me quedé como idiota mirándola desplazarse como si caminara sobre una pasarela de nubes. Su piel era clara y limpia, sus ojos eran color café claros, muy claros y atrayentes. Su boca era grande, de labios carnosos y sensuales. Su pelo era oscuro y largo, tan largo que le llegaba hasta su pequeña y perfecta cintura. Estaba vestida de un elegante y moderno conjunto rojo, que consistía en una chaqueta que revelaba el poder sensual de sus pechos y una mini falda que mostraba la firmeza de sus castigadoras y mortificadoras piernas. Parecía una diosa ilustrada por Boris Vallejo. También usaba un collar fino que brillaba como un conjunto de estrellas posadas alrededor de su cuello. Me estremecí al oler el exquisito perfume de rosas que esparció a mi alrededor. Yo no fui el único mortal que se fijó en la hermosa chica, también varios de los invitados le echaron el ojo. Tanto hombres como mujeres se deslumbraron al ver ese monumento a lo sublimemente hermoso. Me quedé aletargado, babeando como un lobo hambriento frente a un fresco filete, hasta que la perdí de vista entre la multitud que bailaba despreocupada de todo lo que le rodeaba. Opté por seguirla, tiré a un lado del mueble la botella de tequila que tenía en mi poder y me sumergí de un clavado (literalmente) en el mar de gente. Busqué y busqué por todos lados, como un náufrago buscando tierra firme, pero no divisé su figura por parte alguna. De repente, la música y todas las luces se apagaron. Todos los invitados nos quedamos en alerta, sorprendidos. Traté de encontrar a Manuel entre la gente, pero mi búsqueda fue en vano. La gente se empujaba una contra otra y las puertas de acceso a las salidas estaban cerradas por fuera. Yo decidí quedarme donde estaba y calmarme. Corrió el pánico entre los invitados. Un rayo de luz blanca se encendió. El rayo de luz tenía una forma cilíndrica, que caía sobre una especie de podio. Desde detrás de lo que parecía un podio, resonó una potente y atronadora voz que pidió calma a los desesperados invitados. Poco a poco, por la iluminación que creaba el rayo de luz blanca, empecé a ver una gran figura y oscura que venía avanzando hacia lo que parecía un podio. Era un tipo alto y robusto, físicamente parecido a Peter Steele. Con cara dura y pálida, cejas abundantes, mentón cuadrado, de pelo oscuro y largo. Vestido totalmente de negro. Evidentemente el tipo era nuestro anfitrión. Era extranjero, parecía provenir de Europa. Se detuvo bajo el rayo de blanca luz que iluminaba lo que parecía un podio y a continuación se dirigió a nosotros, como el que recita algún olvidado salmo de la Biblia. ¡Esta noche las sábanas blancas de la inocencia serán manchadas por el semen de la oscuridad y la sangre de la pureza. La carne de la virgen será ultrajada por las bestias maldecidas por el sádico dios. La noche, la madre noche nos protegerá en su manto de oscuridad! Todos nos quedamos tiesos, mirando la espectral figura de quien hablaba. Todo estaba en silencio mientras un extraño escalofrío me recorrió por toda la espalda. Se escuchaba venir un extraño murmullo que crecía cada vez más, venía arrasando por todo el salón. Ese sonido no era nada más que risas, olas de carcajadas que los invitados producían a causa de las palabras de nuestro pálido anfitrión. La muchedumbre pedía a gritos al extraño que hablara más, que siguiera con el juego. Nuestro pálido personaje (ataviado totalmente de galas negras) sólo se limitó a mostrar una mezquina sonrisa burlona. Noté que su rostro se mostró algo malicioso. Salió debajo del cilindro de luz blanca sin decir palabra alguna y sonriendo con esa sonrisa de diablo, desapareció en las sombras de donde provino. La verdad nos asustó con su extraña broma, si es que lo era. Yo no entendí nada. Nuevamente se encendieron las luces y la música siguió sonando a alto volumen. Los invitados, risueños por la "broma", siguieron bailando al ritmo del industrial y la música electrónica.
3- El cuartucho de la puerta de metal Caminé hacia el rincón donde estaba el pequeño y acogedor mueble de piel negra, quería recuperar el tequila que quedaba en la botella que había "adquirido". La encontré exactamente donde la había dejado, me tomé un trago largo y me deje caer en el pequeño mueble. Varios minutos después, me levanté del mueble y me subí en uno de sus brazos, con el fin de ver como podía localizar a Manuel. ¡Ahí estaba ella, la hermosa joven que parecía una diosa ilustrada por Boris Vallejo! Dejé de buscar a Manuel y me abrí paso entre la gente que bailaba a ritmo de Prodigy. Me aproximé a ella, la saludé cordialmente. Cortésmente le invité un trago en el bar. Me respondió que no, que no tenía sed. Esto lo hizo con gesto de que hablaba con alguien inferior, y sin siquiera mirarme, dio media vuelta y se marchó. Eso me bajó la moral y desencantado, decidí salir al patio trasero a tomar un poco de aire fresco, mientras me "bajaba" la botella de tequila. Antes de llegar al patio, pasé por una estancia con un gran ventanal, donde encontré a unas cuantas parejas que me recordaron lo solo que he estado últimamente. El patio era largo y muy poco iluminado como el callejón. Yo estaba en una amplia terraza que no tenía muebles, estaba vacía. A pocos metros de mí, habían unos altos arbustos que no me permitían ver más allá, donde parecía que había una pequeña edificación, quizás la habitación del jardinero o de la servidumbre. Al cabo de veinte minutos, ya me había terminado de tomar lo que me faltaba de la botella de tequila, casi estaba viendo doble. Decidí regresar a sentarme un rato en el pequeño mueble que estaba en el rincón, para ver si se me pasaba algo del "jumo" que tenía. Antes de entrar a la estancia que estaba entre el salón principal y el patio, observé por el ventanal que daba vista a parte del callejón por donde Manuel y yo habíamos entrado a la cocina, al extraño individuo vestido de negro que habló en lo que parecía un podio, bajo el rayo de luz. Se hacía acompañar de dos hombres más que le seguían; también pálidos y de largo pelo, ataviados de ropas oscuras, pero no negras como el primero. Los dos hombres llevaban casi a rastras a dos jóvenes, de forma muy poco caballerosa (violenta diría yo) Curioso, me acerqué a la ventana para poder ver más lo que sucedía. Me fijé en que una de las jóvenes era rubia y llevaba un vestido corto de color negro. Me fijé que iba cojeando de un pie, pues le faltaba un zapato. Su compañera iba forcejeando con uno de los tipos. Tenía un conjunto rojo y tenía una melena negra que le llegaba hasta la cintura. Rápidamente, me percaté de que se trataba de la joven que me había rechazado el trago al que le había invitado anteriormente. Los perdí de vista, pues el espacio de la ventana no me permitió ver más allá. Decidí salir al patio a investigar, porque esto lo encontré muy extraño, pensando en que podría haber problemas. No pensé en buscar a Manuel, seguro estaba ocupado con la rubia. Así que preferí no molestarlo, quizás esto no sea más que una riña de novios o algo parecido, así que decidí perseguirlos solo. Salté la barda de la vacía terraza y caí en el patio. Los altos arbustos no me dejaron ver y los atravesé por el medio, luego caminé un par de metros hasta que encontré un sendero de piedra por donde caminaron mis perseguidos. Lo supe porque encontré el zapato que llevaba puesto a la muchacha rubia. Usé un poco de celeridad en mis pasos para darles un poco de alcance y caminé por el sendero de piedra, hasta que a unos cuarenta metros, divisé una luz que se acababa de encender sobre una puerta de metal. Se trataba de la edificación que había visto cuando estaba en la terraza, no era nada más que un pequeño cuartucho con una puerta metálica. Miré como el hombre de negro abrió esa puerta. Parecía pesada porque noté que tuvo que hacer algo de esfuerzo para abrirla. Entró al cuartucho primero que los dos que le acompañaban, estos últimos, metieron a la fuerza a las dos muchachas por el umbral, atravesando la puerta. Seguido la pesada puerta de metal se cerró, la luz que se había encendido sobre la misma, se apagó, dejándome a oscuras en medio del patio. Escuché algo aproximándose a mí, calculé que era un perro por el sonido de sus patas. No quería ganarme una mordida de perro por estar de curioso, así que decidí abrir la puerta de metal y entrar al cuartucho donde entraron los hombres obligando a las muchachas. De paso vería lo que pasaba. La verdad es que la puerta sí era pesada, me costó esfuerzo abrirla. Ya dentro, me encontraba en un corto y estrecho pasillo de piedra, alumbrado por un pequeño bombillo. Frente al pasillo, había una escalera de anchos escalones de piedra que bajaban rectos a un piso inferior. Escuché unos ruidos como jadeos y sollozos, de esos que fluyen sonoramente luego de una discusión o pelea de parejas. Decidí bajar las escaleras de piedra y echar un vistazo. Me sentía como en algún vídeo juego del tipo Survivor Horror. Al bajar la escalera, me encontré con otro pasillo que tenía tres puertas de metal. Este pasillo estaba alumbrado por la débil luz que ofrecía el pequeño bombillo que alumbraba el pasillo superior de donde bajé. Las puertas estaban en orden, una al lado de la otra de un solo lado del pasillo. Pensé que ya era demasiado, que había llegado muy lejos satisfaciendo mi curiosidad. No quería meterme en problemas, ni a Manuel. Decidí subir la escalera e ir a la fiesta, olvidándome de cuanto había visto. Antes de abrir la puerta de metal para salir al patio, escuché un espantoso grito de agonía y desesperación que me erizó todos los vellos del cuerpo. Sonó como si le hubieran arrancado las entrañas a alguien. Ese espantoso grito salió de la garganta de una de las chicas. Rápidamente bajé la escalera de piedra para ver qué pasaba, y antes de llegar a la primera puerta que estaba del lado derecho del pasillo, esta se abrió. De ella salió uno de los dos hombres que obligaron a las chicas a entrar en este lugar. Rápidamente, por instinto, me refugié atestándome contra un saliente que había en la pared, en un rincón oscuro entre la escalera de piedra y la puerta de donde salió el extraño hombre. Contuve la respiración y sentí que mi espíritu se escapó de mi cuerpo cuando este misterioso personaje me cruzó tan cerca, sin percatarse de mi presencia. En el corto lapso de tiempo en que ese individuo me cruzó por el frente, pude ver las pálidas facciones de su rostro. Sus ojos eran muy oscuros, su nariz fina tenía forma de pico de águila, su boca negruzca y pequeña pero de labios carnosos. Tenía el semblante como de haber tenido una maléfica satisfacción. Me fijé que sus manos estaban sucias de sangre. Me pregunto si estos seres son hombres o espectros salidos de quien sabe qué infierno. Subió la escalera de piedra, abrió la pesada puerta de metal y después de salir la cerró a sus espaldas. Yo no supe qué hacer en ese momento, fue un milagro que ese individuo no me hubiera visto. Las rodillas me temblaron y las piernas no me respondieron a causa del terror que sentía en esos inrecordables momentos. No sé cuánto tiempo duré de pie y temblando. Escondido y aterrado en las sombras, lloré como un niño. El "jumo" que tenía de tequila desapareció con la experiencia que estaba viviendo. Di el primer paso para largarme de ese lugar antes que me descubrieran y me sucediera lo que les sucedió a esas desafortunadas muchachas (porque era evidente que algo muy terrible les había pasado). Subí dando tumbos por la escalera de piedra, las piernas me abandonaban. Me sentí mareado por el horror que estaba sufriendo. Miré hacia atrás, escaleras a bajo y me dio vértigo. Llegué a la puerta de metal y cuando la halé para abrirla, la puerta se me vino encima. Alguien del otro lado la abrió: frente a mí y de pie, tuve al misterioso y pálido hombre de ojos oscuros y nariz en forma de pico de águila. Acto seguido, abrió su negruzca boca soltando un estridente chillido. Pude ver como sus dientes estaban afilados como los de una hambrienta piraña. Me saltó encima como una fiera, cayendo conmigo al suelo y luego rodamos abajo por la escalera de piedra. Rodando aparatosamente por el impulso de la grandiosa fuerza con que se abalanzó sobre mí, caímos rodando hasta el pie de la escalera. ¡No pude tener más suerte! ¡Gracias al Dios Todopoderoso! La criatura (porque hombre no le voy a decir) murió inmediatamente al romperse el cuello, cuando cayó en el último escalón. ¡Qué horrible mueca de dolor y espanto tenía ese horroroso ser! Mis ojos vieron trastornados como se hacía un charco de la sangre que brotaba de la cabeza de esa abominación, de ese engendro de Satanás. También me invadió un insoportable dolor en el hombro derecho, me había lastimado cuando rodábamos aparatosamente por la escalera. Decidí que era mejor buscar a Manuel y huir lo antes posible de esa casa endiablada. Cuando estaba dispuesto a escapar del lugar, pude percibir con mis facultades auditivas, un sonido apagado que provenía detrás de una de las puertas que estaban a mis espaldas. Lo escuché nuevamente y pude darme cuenta de que se trataba de una de las muchachas y que quizás podría salvarla. Aunque no tenía idea de cómo, me armé de un valor que no sé de donde me nació y decidí penetrar por la primera puerta en busca de las muchachas. Sólo le rogué a Dios todo poderoso, que ojalá y todavía estuviesen con vida.
4- Tras las puertas de metal Muerto de miedo caminé por el estrecho pasillo, deteniéndome frente a la puerta de la primera habitación. El aire se sentía pesado, me costaba algo de trabajo respirar. Estaba aterrado, temblando y nervioso. ¿Quién sabría qué clase de horrores me esperaban al otro lado de la puerta? Detenido en el pasillo, me incliné para posar un oído en la puerta, quizás podría escuchar algo de lo que sucedía dentro de la habitación. El metal de la puerta estaba frío y no pude escuchar ningún ruido que proviniera del otro lado. Nuevamente me armé de valor y agarré el llavín, lo hice girar lentamente, mientras el pulso me tembló. Abrí la puerta poco a poco y lentamente me asomé a ver lo que me esperaba. La habitación era bien pequeña y mal iluminada, estaba llena de muebles. Los muebles estaban cubiertos por blancas sábanas que los protegían del polvo. En el ambiente había un olor extraño, como a cosas viejas. Más adelante, casi a mitad de la habitación, me encontré con una pequeña mesa que tenía algo tapado encima, también con una sábana blanca. Se notaba que era algo cochino porque la sábana estaba sucia y mojada por una especie de grasa o algo parecido. Miré a mi alrededor y sólo estaban los muebles y la pequeña y sucia mesa. Despacio me acerqué más a la mesa y enfocando bien la vista entre la poca claridad que iluminaba la habitación, vi que la blanca sábana estaba manchada con sangre. ¡Dios mío, las dos chicas! Rápida y violentamente le di un jalón a la sucia sábana y presencié la peor escena de carnicería que el color café de mis ojos pudieran presenciar. En este sitio habían mutilado a una de las chicas y su cuerpo, yacía rebanado como un pan en la cena de nochebuena, se hallaba totalmente descuartizado y servido sobre la mesa. ¡Malditos asesinos! Me llevé las dos manos a la boca para detenerlo pero fue inútil, vomité por boca y nariz todo lo que había ingerido en el día. Me sentí furioso, asqueado, vulnerable e infectado por el ambiente, todo a un mismo tiempo. Mi camisa Ralph Lauren estaba sucia de sangre, se había manchado cuando violentamente retiré la sábana de la maldita y fétida mesa. Me temblaron las piernas y salí de esa habitación carnicera asqueado y vomitando. Le rogué a Dios todo poderoso que me diera las fuerzas necesarias para continuar con mi empresa. Caminé hacia la otra puerta de metal con la camisa ultrajada por la sangre y el vómito. Mi pantalón y mis botas de vaquero también estaban sucios. Llegué hasta la próxima puerta y me detuve delante de ella. Una de las muchachas aún estaba con vida, estaba muy seguro de ello. Era necesario que penetrara esa puerta y la encontrara. Tomé un buen y hondo respiro antes de abrir, sintiendo cómo todo mi cuerpo temblaba sin poder impedirlo. Esta puerta era diferente a la otra, tenía unos dibujos de extraña decoración que le daban un tono tétrico. No reparé en ello y agarré con un miedo fulminante el llavín de la puerta y entré rápidamente para sorprender a lo que (o quien) estuviera adentro. La sangre se me heló, el corazón casi me dejó de latir y no vomité porque ya no tenía nada más que vomitar en el estómago. Lo que presencié me dejó perplejo, estupefacto, mareado. La habitación era más estrecha que la otra donde estaba el cuerpo de la muchacha descuartizada, pero esta era más alta y un poco mejor iluminada, igual de maldita. En el centro, debajo de un farol, había una par de cilindros bien grandes, como baúles. Desde adentro salía un apagado resplandor verde. Un chorro de sudor cayó de mi frente como una cascada, bajaron por mis mejillas y terminaron cayendo por mi puntiaguda barbilla hasta el suelo. La habitación hedía a fruta descompuesta, a podrido, hedía a cementerio. Cada insignificante ruido o cada movimiento de mi propia sombra era suficiente para que me asustara a muerte y mi corazón intentara salírseme del pecho. Me acerqué al baúl que estaba al lado derecho de la estancia, era el que me quedaba más cerca de los dos que habían el la habitación. Conforme me iba acercando al baúl, me di cuenta de que no se trataba de tales cosas. Eran una especie de contenedores de textura lisa y sencilla, resultaban ser hasta monótonos. En uno de sus extremos estaban conectados a unas extensiones de cables, como los que usan para el tendido eléctrico. Las manos me sudaban y otra vez me temblaban las rodillas y las piernas no me respondían. Hice otro esfuerzo y seguí con mi investigación. Me acerqué respirando con dificultad a causa del miedo, fijándome en la luz verde que había visto anteriormente. Observé que la mortecina luz verde se escapaba por pequeñas pero suficientes ranuras en los contenedores. Temerosamente me asomé a mirar dentro del contenedor. Mientras avanzaba, pude escuchar un zumbido que aumentaba en crecimiento mediante me acercaba. Ya faltándome un paso para poder comenzar a divisar lo que adentro del contenedor se encontrara, me paralicé. El miedo me detuvo, seguro que encontraría otro ser como el que casi me mata en el pasillo. Esto siempre pasaba en las películas de J. Carpenter o en las de West Craven. El monstruo siempre mataba al curioso cuando se asomaba a mirar, pero yo estaré preparado y no caeré en esa clásica estupidez donde caen los curiosos de las películas de horror. Seguí con vista impecable las extensiones de cables que estaban esparcidas por el suelo, conectadas a los cilindros metálicos. Los desenchufé uno a uno, esta vez sin vacilar. De los contenedores salió un zumbido que se apagaba al mismo ritmo que la mortecina luz verde que se proyectaba desde los dos contenedores metálicos. Una bruma verdosa comenzó a salir de los interiores. No tenía nada con que defenderme en caso de que fuera necesario. La habitación estaba totalmente carente de objetos que pudiera utilizar como arma, sólo estaba habitada por los cilindros y lo que sea que fuese su contenido. Me detuve a meditar un momento sobre lo que estaba pasando. Eran tres las criaturas que trajeron a la fuerza a las dos chicas. Ya tuve un horrendo encuentro con una de ellas. Me imaginé que las otras dos están aquí, dentro de estos contenedores. De antemano sabía que estarían dentro de los contenedores, ese no era ningún misterio. Mirando hacia delante, lentamente me agaché para quitarme una de mis botas (como el que va a matar una cucaracha o cualquier otro bicho). Esta bota era una opción, podía servirme como arma. Su taco era de madera y evidentemente el golpe que podía propinar con ella era más fuerte que el que podía ofrecer con mis puños. Otra opción eran los cables conectados a las tomas de corriente eléctrica que había desconectado de los dos cilindros, pero no quería coger el riesgo de electrocutarme. No sabía donde estaba la chica faltante, ni siquiera sabía de cual de las dos era el cuerpo que yacía destrozado en la otra habitación que había dejado atrás. Si no había salido corriendo a buscar ayuda, fue porque quizá a ella no le quedaba más tiempo de vida. No tenía tiempo que perder, lo que iba a hacer tenía que hacerlo en ese mismo momento. Rápidamente me lancé al contenedor que estaba a mi derecha, pues era el que quedaba más cerca. De los cilindros salía la niebla verdosa que cubría el piso y se extendía sensualmente por la habitación, como si tratara de seducirla por completo. No tardaría mucho en que toda la habitación estuviera bajo su control. Como un lince, dirigí mi ataque con el tacón de la bota que tenía en una mano, hacia los adentros del metálico contenedor. Con furia y fuerza, eufórico y asustado; golpeé y golpeé. Pero por la forma en que se sentía donde golpeaba, más el ruido, me di cuenta de que el contenedor estaba vacío. De repente el cuerpo me empezó a temblar y un escalofrío me recorrió por toda la espalda. Sentí que algo me observaba y poco a poco me fui girando sobre los talones, viendo a la oscura figura que emergía lentamente de entre la espesa neblina verde. Todo ocurrió tan rápido, como cuando un relámpago hace su fugaz aparición en medio de una tormentosa noche. Sólo vi que la capa de niebla verde fue perturbada y acto seguido, sentí sus rudas y frías manos en mi cuello cuando me levantó del piso y me lanzó fácilmente hacía el otro extremo de la habitación. En el momento no sentí el dolor del golpe que sufrí al caer al pavimento, me comenzó a doler cuando espantado, me levanté del piso. Levanté la vista hacía la niebla verde y me percaté de la mirada de sus ojos brillantes que corrían directamente al sitio donde yo me encontraba. Cerré los ojos y acerté por reflejos un fuerte golpe en el maligno rostro de mi oponente. Se quedó parado de pie frente a mí, y la neblina se recogió un momento, como si por algún lugar entrara un vientecillo que la hiciera retroceder. Ladeó la cabeza hacia la izquierda como quien quiere ver debajo de la minifalda de alguna mujer que se pasea sensualmente por la calle y me miró fijamente a los ojos. Sus ojos eran dos esferas rojas inyectadas de odio, su boca hacía una mueca rabiosa. Después vi como unas gotas de sangre le salieron de la nariz y le resbalaron hasta caer al suelo, sólo para perderse en la niebla. Sacudió la nariz con un golpe de aire que salió desde sus adentros, al mismo tiempo que se enderezaba del torso para incorporarse y mirarme nuevamente con esos odiosos ojos. Miré inconscientemente por encima de su hombro y divisé entre brumas, un cable del tendido eléctrico de los que había desconectado de los contenedores. Corrí lo más rápido que pude para alcanzar el cable, porque era la última opción que tenía como arma, aunque tomara el riesgo de electrocutarme también. Antes de llegar a acercarme al cable, la criatura me impidió el paso, dándome un fuerte golpe en el estómago que me sacó el aire. Caí enroscadamente al suelo, privado de cualquier aliento que pudiera llenar mis pulmones desiertos por la falta de oxígeno. Le escuché dar un paso que detuvo delante de mí. Para cuando pude pescar una bocanada de aire que nutriera mis pulmones, la criatura me había tomado y levantado lentamente por el pelo. Otra vez me estrelló salvajemente contra la pared y fui a dar al suelo, sintiendo el sabor a polvo del humo verde que ya había dejado de emanar de los monótonos y lisos contenedores. Tirado en el suelo, sentí como la cabeza me quería estallar a causa del fuerte golpe que recibí al chocar contra la pared. La habitación me dio vueltas y un chorro de sangre me brotó de la frente. Incorporándome, sentí tropezar con algo semejante a una oscura y larga serpiente que estaba tirada en el suelo, entre mis piernas. ! Qué golpe de suerte! Era uno de los cables que había desconectado de los contenedores. Rápidamente tirando de él, busqué la punta donde estaba el conector. Ráfagas de luces, chispas que brotaban iluminando y apagando la habitación como un árbol de Navidad. Ensordecedores gritos y chillidos de dolor que terminaron en humo y en olor a carne quemada. En el suelo yacía chamuscado, casi camuflado por el humo y los restos de la niebla verde. Su rostro era otra mueca de dolor y pude escuchar como su vida se apagaba tras liberar un ultimo suspiro. Me abrí paso entre el humo que me obligaba a toser y salí al pasillo que daba a las otras puertas de metal. No pude resistir más y me desplomé de rodillas sobre el suelo. Sí no fuera por la herida que tenía sangrándome en la frente, podría jurar que todo eso era una horrible alucinación. El dolor me estaba matando, tenía un hombro y unas cuantas costillas lastimadas, la sangre me brotaba por la boca y la frente. Me dolía respirar cuando pescaba una buena bocanada de aire. Casi frente a mí estaba la tercera puerta de metal. Me levanté poco a poco del suelo agarrándome de la pared, sintiendo un dolor tan grande, que me hizo soltar el llanto. No podía ver muy bien, todo se puso borroso, el estrecho y poco iluminado pasillo me daba vueltas en la cabeza. A puras penas, empujé la tercera puerta de metal, penetrando en la habitación. Esta era muy diferente a las otras dos que había visitado, muy iluminada, bien amueblada y decorada. En lo alto de la pared de fondo tenía un pequeño ventilador que hacía un extraño ruido cuando giraba sus aspas. Grandes cortinas aterciopeladas forraban las paredes. Había una amplia mesa, cubierta por una pila de curiosos pergaminos y una computadora portátil que estaba encendida. Cuando iba acercándome, escuché una cansada garganta que emitía unos moribundos sollozos. Enseguida supe que se trataba de la pobre muchacha, estaba cerca de mí, aunque yo no podía verla. Caminé a la deriva y sin fuerzas por la amueblada habitación, dándome cuenta de que al fondo, la estancia doblaba a la izquierda. La habitación tenía forma de "L" y recostándome de una de sus esquinas miré al fondo, descubriendo un modelo de cama antigua, muy grande. La cama estaba cubierta por largas sábanas de seda de color azul cielo, que llegaban hasta el suelo de mosaicos blancos. Entonces la vi, a la diosa ilustrada por Boris Vallejo frente a mí. Estaba desnuda, llorando en sudores y lágrimas que la bañaban de pies a cabeza. Sólo llevaba puesto el fino collar que brillaba como un conjunto de estrellas posadas alrededor de su cuello. Entre débiles sollozos me miró con sus penetrantes y cálidos ojos, su boca carnosa temblaba violentamente, mientras ahogaba palabras que no podía terminar de pronunciar. Con sus puños agarraba desesperadamente con fuerza y firmeza las sábanas de seda, estas estaban manchadas de sangre. La chica sangraba a raudales de entre sus piernas, de su sexo. Caminé hacia ella zigzagueando y dando tumbos como un ebrio a muerte, a causas del dolor de mis heridas y la falta de mis fuerzas. Vi cómo su horrorizado rostro de diosa me expresaba dolorosamente, un gesto de advertencia. Demasiado tarde. Sentí una sensación que me quemó la espalda de un golpe, casi atravesándome. Sentí en carne viva un dolor espantoso, lentamente di media vuelta y miré la pálida y alta figura delante de mí. En sus manos tenía un trozo de algo ensangrentado. Me había arrancado un buen trozo de carne de la espalda y sentí mis ropas humedecerse con la sangre que me brotaba de la nueva herida. Todo se oscureció e inevitablemente me desplomé de espaldas, chocando con el filo de la cama, manchando más las sábanas azules de seda. No podía respirar bien, vomitaba sangre por la boca mientras sentía un sueño muy pesado y profundo, las fuerzas me abandonaban rápidamente. No podía mover el cuerpo, no sentía nada más que un escalofrío que recorría todo mi ser. Miré borrosamente a la pálida criatura que con pasos firmes y sonrisa macabra se acercó a mí. Entonces comprendí que estaba muriendo. Con un último esfuerzo moví la cabeza y miré con ojos moribundos a la hermosa chica, que con toda la desesperación de su rostro parecía un ángel que me transportaría al paraíso, volando entre sus blancas alas. Todo empezó a tornarse oscuro como si las luces se fueran apagando lentamente. Sólo podía escuchar el sonido que hacía el ventilador y los sollozos de la chica, que lentamente se extinguían al mismo ritmo que la luz. Ya todo estaba negro, a oscuras. Sentía como poco a poco caía en las tinieblas, hacia el otro mundo. Repentinamente todo comenzó a aclarecer como por milagro. Sin entender por qué, el collar fino como un conjunto de estrellas, empezó a brillar iluminando toda la habitación. Vi cada parte del luminoso collar brillar como astros celestes, la luz se intensificó más y más, hasta llegar al grado de lastimar mis ojos, haciéndome lanzar un grito de dolor !Hey hombre! levántese compadre que ya son las diez de la noche. ¿A qué hora piensas alistarte para ir a la fiesta? Me levanté de un salto de la cama, asustado y sofocado, sintiendo extrañas sensaciones hormigueantes en las costillas y la espalda. Era mi amigo Manuel quien vino a buscarme para asistir a una fiesta esta noche, a la cual fuimos invitados la noche anterior. Tu mamá me dejó entrar a despertarte, también me indicó que te dijera que tenía que salir y que dejó algo en la nevera para cenar. !Vamos hombre, entra a la ducha y date un baño! Tengo el presentimiento de que ésta será una noche inolvidable.
Fin |