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7º aniversario de mi detención

Publicado en el Foro de Guinea por D. Marcos Manuel Ndong


Hechos: LLegada y detención.- El domingo día 17 de noviembre de 1994, llegué a Malabo en vuelo de Iberia procedente de Madrid(para asistir al I Congreso de CPDS y concluir las gestiones de mi tercer retorno -el 1º fué en diciembre de 1979 y el 2º en diciembre de 1986 - diriáse que estoy siempre retornando; efectivamente, así es, y ya estoy otra vez intentando continuar el inconcluso tercer retorno). Estuve hasta el miércoles día 20 por la mañana, haciendo gestiones "libremente" por Malabo hasta la hora de embarcar para Bata. En el avión se sentó a mi lado un agente de seguridad, le conocía porque era mi vecino en Iyuvu, viviendas de Caydasa durante los cuatro años de mi estancia correspondiente al segundo retorno. En el aeropuerto de Bata fuí el último pasajero en abandonar las dependencias policiales. Fuí sometido a un interrogatorio que no entendía muy bien las razones. Las preguntas sobre la vía por la que entré en el País, si era consciente sobre mi entrada ilegal, dónde tenía el pasaporte, porque no lo tenía conmigo, etc.; una y otra vez me tenían confundido. El episodio concluye en que me presente al día siguiente en la policia provisto de mi pasaporte (les indiqué que tenía que pedirlo de Malabo, ya que lo había dejado para que un familiar gestionara el correspondiente visado de salida, se trataba de mi pasaporte nacional ordinario).

 
De hecho, pasé todos los trámites del aeropuerto de Malabo (revisión de equipaje, control de policia con el correspondiente sellado de "entrada", etc).
 
En el trayecto en taxi desde el aeropuerto hasta el domicilio familiar, nos precedia un coche de la policia. Sobre las nueve de la noche, en compañía de tres compañeros que me habían invitado a una copa de bienvenida, se me acerca un joven que requiere que le confirme mi identidad, tras lo cual me dice que el comisario de policia quiere verme para algo que no le había especificado, y que está en su coche aparcado en la calle. Mi respuesta fué negativa argumentando que no tengo nada personal ni privado con el comisario y si el asunto es oficial, no son horas laborales ya había quedado en pasar al día siguiente a la policia nada más recibir el pasaporte de Malabo, si de eso se trataba. El agente me indicó que podía ser detenido si no seguía sus instrucciones; a lo que contesté que si venía para eso que lo dijera claramente porque a partir de ese momento estaba bajo custodia policial y se responsabilizaba de lo que podía pasarme. Así fuí detenido, metido en el coche del comisario en medio de dos agentes. En la comisaria fuí cacheado, retirado los efectos personales, manoseado y empujado al barracón colectivo, a oscuras, donde había una veintena de personas aproximadamente.
 
Antecedentes: En el mes de junio de 1969, fuí detenido por la policia de Macías, junto con otros cuatro compañeros del Instituto, a raiz de las protestas estudiantiles por el impago de sus becas a lo largo del curso, como venía siendo habitual en los años sesenta. En aquella ocasión fuí sometido a un duro interrogatorio de cuatro horas. El objetivo era averiguar si era el promotor y organizador de las protestas, se me atribuía (sin fundamento demostrable) capacidad de movilización en conexión con agentes comunistas. Pasé una noche en el barracón común de la policia de Bata, mientras los demás habían sido liberados el mismo día. Los agentes interrogadores no cesaban de repetirme que teníamos suerte porque no se puede pegar a los estudiantes.
 
Comentario: Reconocí el barracón, a pesar del tiempo transcurrido; hay que ver. Y me desee la misma suerte de entonces.
 
Hechos: Amanece el día 21, jueves, apenas he podido conciliar el sueño. Me encuentro en medio de un montón de gente, mayoritariamente jóvenes, todos tendidos en el suelo: algunos hablan entre ellos haciendo referencia "al señor que trajeron anoche". Apenas reconozco a alguien, pero hay dos que me reconocen y me dicen que no sabían que estaba en Bata y cómo se me ha ocurrido volver a Guinea sabiendo todo lo que hay, apenas hago comentarios. Sigo sin entender nada y no sé cómo reaccionar ni con quién hablar. Me corresponde la pared de la derecha casi en el centro, según se entra al barracón común, los de ese lado tienen las cabezas hacia la calle que va hacia el hospital. Me reincorporo a medio cuerpo, alzo la vista y leo una inscripción en letras grandes: GUINEA ECUATORIAL ES EL CULO DEL MUNDO. En ese instante abre la puerta un policia y nos obliga a salir al patio interior, nos ponen en fila, enfrente junto a varios agentes se sitúan en medio el comisario de policia Diosdado Nguema Eyi y el entonces recien nombrado y aún no trasladado a Malabo Director de Seguridad, Julián Ondo Ncumu. Éste último me ordena dar un paso al frente y me dice: Tú, cuando habláis en España por radio exterior creeis que sois importantes, ahora te tenemos, te puedo matar y no pasa nada. Me atrevo a intentar decirle que no se trata de matar gente sino de arreglar nuestro País, que ya han habido muchos muertos y que basta con que mirase a la calle para darse cuenta de lo mal que está todo. Me interrumpe a grito pelado y una nueva arrenga que finaliza con: Lo sabrás esta noche, y ordena que sea llevado a la celda se cierre ésta hasta nueva orden suya. De las tres celdas situadas al fondo a la izquierda del patio, la pequeña de 1,50 por 1,50 es la que presentaba alguna posiblidad de albergar algún inquilino; si bien llena de heces, estaba seca; mientras las otras estaban inundadas y con varios de los más extraños objetos dentro. El policia de turno dedicó unos veinte minutos a quitar los excrementos. Al concluir me introdujeron a empujones y forcejeos en la celda justo en el momento que llegó el militar responsable del campamento de la carretera del aeropuerto, Antonio Obam Ndong, "Antonito", se metió en la celda para observarme, al tiempo que me lanzaba insultos de los más despectivos y escupitazos, además de recordarme que voy a verlo esa noche por todo lo que estoy hablando en radio exterior, a ver si la radio va a poder defenderme de los que estarán ahí.
 
Ciertamente no fuí del todo consciente de la gravedad de la situación hasta despues de cinco horas de encierro en aquel mugriente habitáculo. Cuando los ojos se me adaptaron a la oscuridad, la pequeña luz que penetraba por la rendija de la parte inferior de la puerta, observé manchas de sangre que se perdían hasta en las partes altas de las cuatro pardes, me asusté y tuve un colapso cardiaco y empecé a gritar y golpear con una violencia inusitida la puerta de la celda hasta tal extremo que tanto desde el barracón común como en el puesto de guardia de la entrada salieron para ver qué pasaba. El policia de guardia se asustó y empezó a quejarse, en fang, sobre su posible responsabilidad si llegara a morir en la celda, que no entendía esas cosas y que, desde luego, él no era culpable de nada, tienen que ser los que les ordenaron encerrarme. Al cabo de casi una hora angustiosa, recibieron la orden de sacarme de la celda. Estaba bajo los efectos de una crisis importante (palpitaciones, sudor, nerviosismo, ansiedad), me encontré mál, muy mal. Llamaron a mi amigo el Dr. Pascual Michá (q.e.p.d.), médico cirujano, director del hospital de Bata, sólo pude decirle mientras le sujetaba firmemente el brazo: sácame de aquí o mátame. Apenas articuló palabra, me puso una inyección que me dejó noqueado casi al minuto mientras me susurraba que la familia ha traído una colcheneta para que pudiera echarme un rato. Serían alrededor de las cinco de la tarde, y no me desperté hasta las seis de la mañana del día siguiente.
 

Hechos: Amanece el día 22, viernes. Tengo una sensación dífícil de describir, es una especie de adormilamiento con una profunda desgana de todo. Todo muy extraño. Recibo la visita de una familiar que me informa que mi mujer está al corriente de todo y que radio exterior ha dado mucha información. No ha podido entregarme la ropa y útiles de aseo porque se lo han impedido los policias de entrada, la han dicho que son órdenes de la "superioridad". Me trae comida y me sugiere que coma para recuperar fuerzas. Apenas la pruebo y se la paso a los jóvenes que más oía comentar sobre lo que me estaba pasando.

Sobre las diez entra un policia, me dice que le acompañe, me esperan para unos trámites. Le sigo y me lleva a uno de los despachos que quedan en el costado izquierdo del edificio, según se entra. Allí un agente, alto con barba corta y cuyo nombre no conseguí retener, me indica que me siente y que tiene órdenes de interrogarme con el fin de disponer de una declaración firmada. El episodio dura unas dos horas. Básicamente las preguntas son las mismas: Cómo entré en el País, dónde está mi pasaporte, para qué iba al congreso, qué actividades realizo en el exterior para mi partido, qué planes hay en el partido, si soy consciente de que por lo que estoy haciendo puede morir mucha gente, porqué están hablando tanto de mí en radio exterior, porque el embajador de España se interesa por mí, dónde está mi documento de identidad, si tengo billete para ir a Malabo, etc. etc. Capée el temporal como buenamente pude. Después de eliminar en el relato escrito una aseveración que pretendía incluir de que, como extranjero, reconocía que había entrado ilegalmente en el País con fines subversivos, firmé la declaración sin que me facilitaran una copia de la misma, se negaron a ello sencillamente, argumentando que no hacía falta. El compromiso inmediato era hacer entrega de mi documento de identidad y el billete de avión Bata-Malabo que disponía; para lo cual envié mensaje a la familia.

Como desde mediados del día anterior, a lo largo del día no ví a nadie de la "superioridad". A media tarde recibí la visita del Dr. Michá y su Sra. con mensajes de los compañeros del partido, que casi siempre estaba alguien en los alrededores para recojer información, pero sin posiblidades de acceso a visitarme. Pude comer algo de la más que abundante comida que me llegó por la familia, amigos y compañeros. Algunos chicos del barracón común pudieron comer algo decente en varios días.

Al caer la noche me notaba sucio y es que desde el miércoles, no me había aseado, estaba en zapatillas, camiseta y poco más; sin gafas lo que me provocaba un aumento de angustia por la limitación de la visión más acentuada con la oscuridad. Dos de los muchachos más intrépidos del barracón me preguntaron si quería que me saquen de ahí, ellos se iban esa noche. Realmente lo pensé pero casi por acto reflejo dije que no, porque podían valerse de esto para matarme y alegar un accidente de fuga, argumenté. Ya no volví a ver a los dos jóvenes y algún otro también desapareció en esa noche. Con la mente vageando en distracciones de las más diversas me quedé tempranamente dormido.