«El voluntariado, sin amor, no
dura»
Entrevista con Sor Nirmala, sucesora de la Madre Teresa
Es abogada, pero a esta mujer, nacida en el seno de una rica familia hindú, no le gusta hablar demasiado. Pronuncia sus arengas en silencio, sirviendo a los más pobres de los pobres. Fue la misma Madre Teresa quien le obligó a concluir sus estudios de Derecho. Se licenció vistiendo el sari blanco y azul de las Misioneras de la Caridad, la Congregación que le confío su fundadora el 13 de marzo de 1997.
Sor Nirmala Joshi se encuentra en Roma, donde participó, el pasado fin de semana, en el Encuentro mundial del voluntariado con el Papa, que reunió en la plaza de San Pedro a 40 mil personas que dan su vida a la caridad. Ha sido la ocasión que le ha permitido al diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, hacerle algunas preguntas.
La vida de esta religiosa india es espléndida. Procede del hinduismo, pero tras su conversión optó por la contemplación. Ahora dirige una de las instituciones del mundo más comprometidas y extendidas en la ayuda al que sufre. Procedo del hinduismo y es ahí donde se hunden las raíces de mi familia -explica-. Conservo en mí algunos espléndidos valores hindúes. Creo que también existe una verdad parcial en las demás religiones, y por tanto, también en el hinduismo. Pero sólo Cristo es la verdad.
Por lo que se refiere a la vida de oración y contemplación, Sor Nirmala
considera que no podemos ser mujeres misioneras de la caridad, si se excluye
la Eucaristía. Mi jornada, nuestra jornada, comienza ante la Eucaristía y allí
concluye. ¿Quién nos puede dar la fuerza para vivir toda nuestra existencia
junto a los pobres, si no es Jesús?
Sus palabras son fuertes: Si no tuviésemos la Eucaristía, no tendría
ningún sentido servir a los pobres con nuestra vida.
¿Es duro cargar con la herencia de la Madre Teresa? La Misionera de la Caridad confiesa que, si pienso sólo en mí, tengo miedo, pero si miro a Dios, a su amor, y me confío en la oración, veo que todo es posible. Cuando se me dio el encargo de ser Superiora General de las Misioneras de la Caridad, sentí una responsabilidad enorme. Recuerdo el día en que me bendijo la Madre Teresa. Sé que Jesús me ayudará y que la Madre Teresa intercederá ante Él por mí. La Madre estuvo a mi lado con la oración y con sus consejos cuando vivía junto a nosotros. Ahora siento su presencia de una manera más fuerte y eficaz.
Los jóvenes de hoy experimentan una gran apertura y sensibilidad hacia el voluntariado, por ayudar a los pobres y a los que sufren. Pero Sor Nirmala quiere hacer una aclaración:
Nosotros creemos que toda acción de servicio tiene sentido y valor sólo
si está enraizada en Cristo. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en
un fin en sí misma y sobre todo de ser una experiencia breve. Hay muchas
personas, sobre todo jóvenes, que se dirigen a nosotras -así como a muchas
instituciones cristianas- para hacer voluntariado. Algunos vienen un día, unas
cuantas horas. No pedimos nada, no preguntamos el «porqué». Lo importante es que
hemos decidido venir a ayudar a los pobres. Repito que el sentido de la
verdadera caridad está en Cristo. Sin Él no hay verdadera caridad, no hay
verdadero amor.
Se acusaba con frecuencia a la Madre Teresa de paliar el sufrimiento de las personas, pero de no combatir las causas de la pobreza. Sor Nirmala responde:
Al aliviar la pobreza de un hombre ya se da un remedio a la causa de la misma pobreza. El hecho de ser capaz de ayudar a estas personas constituye ya de por sí una manera de eliminar la pobreza, pues ofrecemos la posibilidad de compartir la pobreza. De hecho, la pobreza se debe, en muchos casos, al egoísmo y a la ignorancia: la gente no sabe o no quiere compartir nada con los demás. Sin embargo, el trabajar con nosotros ofrece la posibilidad de compartir.
Zenit-Alfa y Omega