Los niños soldados
La Coalición para Impedir
la Utilización de Niños Soldados está formada por seis grandes organizaciones internacionales (Amnesty International, Human
Rights Watch, Terre des Hommes, Save the Children Alfiance, Servicio jesuita
de Refugiados y Comité de los Amigos (Cuáqueros para la ONU). Su objetivo es
que se tomen medidas efectivas para evitar que haya niños soldados. En el
documento del mismo nombre hacen esta presentación del problema.
En la actualidad, al menos 300.000 niños menores de 18
años participan en guerras por todo el mundo. Además, hay cientos de miles a
los que se les puede enrolar en las fuerzas armadas gubernamentales o en grupos
armados de oposición. A algunos de ellos los reclutan legalmente; a otros los
secuestran, se hacen levas o de una u otra manera se les coacciona para que se
unan a los grupos beligerantes. Aunque la mayoría de los niños soldados tienen
entre 15 y 18 años, un número significativo de reclutas empiezan a la edad de
10 años, y hay pruebas de que se llega a utilizar a niños aún más pequeños.
No hay duda de que la vida de el 25 y el 30 por ciento
de la los niños reclutas es cruel. Pueden empezar como cargadores, mensajeros o
espías pero, como sucede con demasiada frecuencia, terminarán yendo al frente
de batalla. Por ejemplo, se ha comprobado plenamente que durante el conflicto
bélico entre Irán e Irak se utilizó a niños soldados como carne de cañón y aún
como tropas de avanzada en zonas minadas. Debido a su inmadurez relativa,
cuando los más jóvenes están en combate, corren también mayor riesgo que los
adultos; y, a menudo, esa tendencia se refuerza porque puede obligárseles a
que consuman drogas y bebidas alcohólicas. Aún dentro de las fuerzas armadas
gubernamentales, a los niños los tratan frecuentemente con brutalidad y los
castigos por sus errores pueden ser severos. De acuerdo con una investigación
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los intentos de deserción
pueden terminar en encarcelamiento o aún en ejecución sumaria 1.
Aunque en cifras menores que a los niños,
a las niñas también se las recluta, a menudo por la fuerza. Se tiende a utilizarlas
como cocineras y como concubinas. En Etiopía se calculó que mujeres y niñas
abarcaban entre el 25 y 30 por ciento de la fuerza armada de oposición2.
Además de soportar los riesgos mortales evidentes o de
ser heridos de gravedad en combate, los niños que son soldados sufren
excesivamente los rigores de la vida militar en general. Los más pequeños pueden
padecer deformaciones en hombros y espalda, a consecuencia de llevar cargas
demasiado pesadas para ellos. La malnutrición, las infecciones de las vías
respiratorias y de la piel junto con otras dolencias son frecuentes, así como
las enfermedades sexualmente transmisibles, incluido el SIDA. Son comunes
también los problemas auditivos y visuales. En cuanto a las consecuencias psicológicas
graves, apenas empieza a conocerse en toda su extensión el impacto que tiene
sobre los niños soldados (así como sobre la sociedad en su conjunto) su
participación activa en hostilidades bélicas, como testigos de atrocidades y a
veces también por cometerlas ellos mismos.
La utilización de niños soldados tiene también
repercusiones para los otros niños de la zona de conflicto. Si las fuerzas
armadas o los grupos armados utilizan a determinados niños para que apoyen la
movilización militar, todos los niños serán objeto de sospecha. El riesgo, que
con demasiada frecuencia resulta ser fundado, es que los niños resulten
muertos, detenidos, interrogados o sujetos a reclutamiento preventivo. Más
aún, los niños soldados pueden significar un riesgo para la población civil en
general: en situaciones de tensión, ellos pueden ser menos capaces que los
adultos para soportar las presiones y por lo tanto, siendo más susceptibles
están dispuestos a disparar sus armas por cualquier motivo
1 R. Brett, M. McCallin y R. Q'Shea: Children:
The invisible Soldiers. Informe
sobre la participación de niños en las guerras , Ginebra, 1996.
2 R.
Brett y M. McCallin: Ibidem.
Tomado de "Manos Unidas", Boletín nº 136, 1999