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La Biblioteca De Itzinecan   Roverismo Hacia El Exito

ESCOLLO NÚMERO DOS

VINO

El lado sombrío de este escollo es la tentación de acabar con la propia felicidad por darse gusto a uno mismo.

El lado luminoso es el hecho de que, sobreponiéndose al propio deseo, se fortalece el carácter y se le da un gozo más elevado a la propia vida.

Condescendencia.

La copa entre comidas es un lujo peligroso.

La tentación de condescender con un amigo, es el primer paso para la bebida.

El borrachín solitario se convierte en un disipador.

Los borrachos son un peligro para el Estado.

La prohibición no es necesaria en un país cuyos hombres tienen carácter.

La fuerza del ejemplo.

El fumar demasiado es un peligro para la salud, como lo son otras formas de condescendencia, tales como:

Comer demasiado.

Dormir demasiado.

Trabajar demasiado.

La salud física trae consigo el control de sí mismo y una larga vida.

El decir malas palabras es signo de carácter débil.

Dominio de sí mismo.

La fuerza de carácter es el antídoto de la condescendencia.

El ejemplo del general Nogi.

El control de sí mismo es el mayor rasgo de carácter.

Los hábitos y los pensamientos pueden ser dominados.

La lealtad hacia uno mismo es tan importante en la formación del carácter como la lealtad hacia los demás.

El respeto de sí mismo trae consigo el respeto hacia los demás.

La vergüenza convierte al hombre en un paria.

La autosugestión puede curar la tentación de la condescendencia.

Cómo Tommy Tomkine desafió la muerte.

Lo que otros han dicho sobre el asunto.

Sacudíos la tentación.

VINO

"¿Vino?"

El coronel Yervers jamás intentó dejar de ingerir vino o alguna clase de alcohol.

En una ocasión en que no podía conseguir licor se bebió un pulidor para muebles. El doctor le preguntó: "¿Quiere usted decir que no pudo conseguir agua?"

A lo que el coronel le replicó: "Mi estimado señor, usted no debe haber tenido jamás verdadera sed, si no, usted sabría que ésa no es ocasión para pensar en lavarse."

El tercer vaso

¿Vino? Me gusta un vaso de buen vino por su sabor, su color y lo refrescante que es.

Igualmente me gusta un vaso de cerveza o uno de sidra. Pero por una u otra razón un segundo vaso no me atrae tanto como el primero, el sabor ya no es el mismo que el del primero, pues carece de la novedad de éste y el principio de apetito ha sido ya calmado.

Por lo que hace al tercer vaso, el hombre inteligente sabe que en él hay "veneno"; los azúcares y otras sustancias químicas contenidas en los licores no le hacen a nadie provecho. Me imagino, por ejemplo, que muy pocas personas se dan cuenta de cómo el beber demasiada cerveza produce callos y que el vino de oporto ayuda a desarrollar la gota.

Es el tercer vaso si no es que el segundo el que lo pone a uno fuera de condición para correr o para cualquier otro ejercicio, por tanto, un joven debe fijarse en esto.

En mi regimiento nosotros trabajábamos sobre la base de que los oficiales y las clases siempre guiaban a sus hombres por el ejemplo más que por las órdenes, y sobre esta base yo podía asegurar que uno o dos de mis sargentos eran demasiado anchos de cintura para poder montar y desmontar sus caballos con la rapidez que debían hacerlo para enseñar a sus hombres.

Por tal motivo, hice la advertencia de que en tres meses un oficial o clase, cuya circunferencia le impidiera ser ágil para ocupar el puesto sería cesado, y por tanto en aquel lapso debería perder algo de su grasa superflua.

Pero mi crítica era también constructiva, pues sugerí que esto podía realizarse por medio de más ejercicio diario y menor cantidad de cerveza obscura.

Los resultados fueron sorprendentes y enteramente satisfactorios. Era el tercer vaso el que estaba causando el daño. Pero el tercer vaso hace algo peor que esto, conduce al cuarto y al quinto y al "ssssexto", y entonces comienzan las dificultades. y el saturarse y el tener que agarrarse a los postes de la luz y el preguntar: ¿Es esto un día de Navidad o es la calle Picadilly?"

La copa entre comidas

Conocí un maravilloso ingeniero muy capaz, en verdad un genio en su profesión: ahora sería un hombre famoso si no hubiera sido, como él lo decía, el hombre de los "veinte minutos", es decir que él nunca dejaba pasar ni más ni menos de veinte, minutos entre sus copas.

Esto me recuerda un viejo almirante americano muy querido para mí. compañero de mis mocedades, a quien, cuando yo ofrecía un vaso de algo, me decía: "No señor, yo nunca bebo entre mis comidas".

Y esto me lleva al punto de que es precisamente la copa entre comidas la que ocasiona el daño. Si solamente se bebiera licor en las comidas, pienso que no habría borrachera y habría más salud.

Volviendo a mi regimiento (os advierto que antes de terminar este libro estaréis aburridos de "mí y de mi regimiento". Pero yo sólo deseo el proporcionaras hechos experimentados para que os sirvan de guía al navegar entre estos "escollos" y por tanto debéis perdonarme), yo permití a mis hombres, contra el reglamento, tomar cerveza con su almuerzo y con su cena caliente que era una institución en el regimiento.

Como consecuencia la bebida en la cantina fue decreciendo en tal proporción que en cierta ocasión tuve que regalar un par de guantes blancos al mesero porque durante todo el día ni un solo hombre había entrado en la cantina.

La camaradería es el primer paso de la tentación

Un bien intencionado trataba de hacer ver a un borracho su error y hacerlo un hombre mejor, pero el bebedor lo interrumpió repentinamente con esta frase: "Habláis como si nunca hubiéseis estado borracho".

"Entonces, ¿qué sabéis de ellos? No me prediquéis, id y emborracharos y aprended algo acerca de esta tentación y la alegría que produce. Y entonces predicad."

Pues bien, existe cierta tentación acerca de ello, especialmente si se deja uno llevar por lo que hacen los demás. Me supongo que la mitad de los hombres que le tienen afición a la borrachera, han sido llevados a ella, en primer lugar por la camaradería, y eso que se supone es buena amistad con otros. Un joven al salir al mundo siente que debe hacer lo que hacen los demás para demostrar que es uno de ellos: "Uno de los muchachos".

Nueve de diez muchachos principian a fumar por esta sola razón: porque los crean muy hombres. Si un muchacho creciera, digamos en un rancho donde los hombres fueran abstemios, pero en donde el tabaco y el whiskey pudiera conseguirlos si lo deseaba, no creo que se le ocurriera por propia iniciativa hacer uso de ellos. Ambos son muy desagradables para el principiante, y el aficionarse a ellos es en gran parte "porque los otros lo hacen".

Es muy difícil cuando uno se encuentra en compañía de otros amigos en una cantina, abstenerse de tomar un trago y después de obsequiar otro en correspondencia, y esto conduce al sexto vaso, a la hilaridad y a la camorra.

Bien sabe Dios que yo no objeto el buen humor, la alegría y el armar un zipizape ocasionalmente. Esto es natural en los jóvenes aún sin la ayuda del alcohol. Más de una vez yo he gozado con esto y haciendo el tonto hasta el grado de sentirme ahora avergonzado si no reconociera que esto forma pacte de la naturaleza de la juventud.

Pensad que yo alguna vez practiqué el juego de "Los saltimbanquis musulmanes". ¿ Lo conocéis?

Pues bien, consiste en amontonar todos los muebles de un cuarto formando una pirámide, con las patas de las sillas hacia arriba y colocar una mesa sólida enfrente de la pirámide. Cada competidor, por turno, corre a la mesa, da sobre ella un salto mortal y cae sobre la pirámide gritando: "Yo soy un saltimbanqui musulmán". Por vida mía que ahora no puedo ver en dónde está la diversión de tal juego; pero entonces sí que se la encontraba. Esto indica la clase de tonto que es un joven. La diversión que entraña representar a un saltimbanqui musulmán es, sin embargo. totalmente diferente de la falsa hilaridad que produce la bebida y ésta por tanto no es necesaria para que se divierta un joven. En verdad se puede divertir tan ruidosamente o más y efectivamente sin ella.


Un saltimbanqui musulmán.

El borrachín solitario es un despilfarrador

Además de la camaradería como tentación para la bebida, hay una individual más potente que consiste en tratar de olvidar las penas morales o materiales "ahogando los pesares con una copa de licor".

La mala suerte en los negocios, la depresión causada por la enfermedad o el desengaño, un hogar desgraciado, un ambiente triste, todo esto induce al hombre a buscar un refugio en calentar su garganta y adormecer su cerebro. Pero no es buen negocio. El borracho dirá: "está bien predicar, pero, ¿qué ha de hacer uno? Después de todo es una manera fácil de obtener un momento de olvido, o por lo menos aturdirse, ¿por qué no lo ha de hacer uno?

Pues, porque eso conduce al desgraciado que lo intenta a la ruina moral y espiritual. Con la bebida se pierde el control de la voluntad y la energía, que son los dos pilares del carácter.

Una vez que se adquiere el hábito de la bebida o lo que es peor, el de las drogas, la oportunidad de ser feliz en este mundo ha desaparecido para aquel hombre. Con la salud arruinada, disminuida la capacidad para el trabajo, se cede a otras tentaciones que se presentan a los que han debilitado su carácter; entonces se cae en la miseria y en el crimen, ya que es imposible en tales condiciones tener dominio sobre uno mismo. Cada vez el individuo se hunde más, su existencia es más ruinosa, se convierte en un inútil y en un desecho de la sociedad hasta que la muerte viene por fin a sacarlo del mundo de los vivos.

El peligro para el Estado

El hombre de cabeza bien puesta que tiene carácter no se deja llevar por lo que hacen los demás y sabe dónde detenerse. Son los tontos los que forman las masas y se dejan conducir por el resto o por sus pasiones; no tienen el valor de "enfrentarse a sus penas".

Donde existe un grupo de estos individuos -y no hay una cantina de los barrios bajos donde no exista un grupo de esta naturaleza- su ejemplo se propaga y se convierte en la enfermedad del rebaño. Arruina la salud, disminuye la capacidad para el trabajo, echa a perder el genio de una porción de la población y en esa forma reduce la felicidad general y la prosperidad de todos.

Hace miserables los hogares de los cuales aquellos hombres son responsables; destruye en el individuo el respeto de sí mismo, su virilidad, su poder para pensar, en una palabra, su carácter.

Y todo esto constituye un peligro para el Estado.

Una comunidad donde hay un número de estos individuos débiles, tontos, que no piensan, es una presa fácil para los proyectos descabellados de los agitadores que pueden conducir fácilmente de una oreja a tal rebaño.

Para constituir una nación fuerte y respetada, es necesario que sus hombres sean hombres de carácter.

La prohibición es innecesaria para los hombres de carácter

En algunos países, este peligro lo reconoce el Estado y se decreta la prohibición con respecto a la bebida.

Tomando en consideración la enorme cantidad de dinero, de tiempo y de salud que se desperdicia, y las propiedades que se pierden por la bebida, solamente unas cuantas personas se oponen a que la tentación sea quitada de en medio, aún cuando no siempre todos están de acuerdo en la forma de hacerlo.

En los países mahometanos, la religión, que tiene dominio sobre la masa del pueblo, prohibe la bebida. En otros países, es la ley la que lo prohibe. Pero lo malo de esto, es que induce a mucha gente a burlar la ley.

La prohibición acabaría con este vicio, pues las nuevas generaciones no tendrían la tentación, pero en cambio se haría un perjuicio, ya que burlar la ley en una dirección casi seguro alienta a burlarla también en otras direcciones.

Sin embargo, lo peor de la prohibición, es que ofende al sentido de libertad y de hombría de todo el pueblo, el que prefiere reformarse interiormente y no ser obligado por reformadores aún cuando éstos sean muy bien intencionados.

Cuando Sir Robert Stout recientemente dijo que el licor era un lujo del cual muy bien podríamos prescindir, la señorita Gaunt le contestó’ "sí, yo creo que lo podríamos hacer, lo mismo que los bolcheviques consideran las camisas de dormir como un lujo innecesario".

La reforma vendrá y creo que de hecho ya en muchos lugares existe, produciendo mucho mejores efectos por el respeto de sí mismo y la fuerza de carácter del pueblo.

A los individuos no les gusta ser tratados como niños, pero cuando se dan cuenta de lo feo que es beber y lo dañino que les resulta para su trabajo o para su deporte favorito y piensan que hay en la vida otras formas mucho mejores de diversión, no son tan tontos para emborracharse.

Si uno lanza una mirada retrospectiva en su propia existencia, ve uno la diferencia que ahora existe con respecto al pasado.

Cuando yo me inscribí en el ejército, era común y corriente que los soldados y aun los oficiales, se emborracharan los días de fiesta y nadie pensaba mal de ellos. Hoy día, si un oficial de un regimiento correcto se excede del límite de la bebida, se le dirá que no lo haga y si lo repite, muy pronto será dado de baja.

Ahora puede uno ver un regimiento embarcándose rumbo al exterior con la asistencia total de sus componentes, todos ellos en sus cabales y bien presentados como si fueran a tener un desfile, mientras que en años anteriores, muchos no se presentaban y de los que se presentaban la mitad tenía que ser ayudada, sino es que habría que cargarla, para poderse embarcar.

Los sábados por la noche, en los centros fabriles era usual ver las calles llenas de borrachos, mientras que ahora la gente pasea feliz y casi no se ve ningún borracho. La gente ha fortalecido su carácter, los, barrios han sido mejorados y todo ello está dando buen resultado aún cuando todavía hay un campo inmenso que desarrollar.

Yo espero que la generación actual de jóvenes sea mejor. Las guerras han contribuido para abrir, los ojos de los jóvenes, haciéndoles ver la vida con más seriedad.

Los hombres del presente desean ser más varoniles, desean ser más capaces para sus deportes, su trabajo o para el servicio a la comunidad, y se dan cuenta de que para tener éxito tienen que alejarse de la bebida que les hace perder tiempo, dinero y salud.

Aceptar el reto es dar ya un paso, pero sólo constituye una ayuda para los caracteres débiles. Los individuos fuertes verán de frente el problema y resistirán a la tentación que se les presente afirmando su libertad en contra de la tiranía que el vicio representa.

La prohibición es innecesaria en un pueblo de hombres de carácter. Las generaciones venideras se encargarán de su propia regeneración.

La fuerza del ejemplo

Siento un gran respeto por la opinión de un crítico honesto y sencillo, habiendo encontrado que los salvajes del Africa y de las Islas del Pacífico, son críticos sencillos y honestos y muy buenos para juzgar el carácter.

Entre estas gentes he escuchado siempre el mismo veredicto: "Si un hombre blanco inglés dice que pagará las mercancías que nos compra, seguro que paga, pero no sucede lo mismo con todos los hombres blancos."

Tal es nuestra reputación y por eso mismo estamos obligados a conservarla.

Pero aún "el hombre blanco inglés" me temo no siempre haya sido un ejemplo, y esto es lo que dificulta el trabajo de nuestros misioneros.

Me acuerdo que la anciana reina madre de los "swazis" nos decía hace algunos años, cómo los misioneros habían Ilegadó y les habían explicado a ella y a su pueblo las bendiciones del cristianismo y cómo bajo su influencia benéfica los hombres eran honestos y rectos en sus tratos; sobrios y veraces, y caritativos con sus semejantes.

Fue por eso que su pueblo recibió con los brazos abiertos a los comerciantes y colonos blancos, donándoles tierras y ayudándoles a construir sus casas.

Pero más tarde se encontraron con que en vez de ser agradecidos y ayudar a todos, solamente se ayudaban entre sí. Tomaban el ganado de los nativos, prometían pagarlo; pero luego solamente les daban golpes y algunos peniques. Importaban "whisky" en gran cantidad para beberlo ellos y ginebra para que la bebieran los nativos.

La anciana reina nos dijo cómo sus guerreros le habían pedido permiso para matar a aquellos insidiosos destructores de su nación y cómo ella se sentía inclinada a concedérselo. Había perdido la fe en una religión que profesaba una cosa y practicaba lo contrario.


La fuerza del ejemplo. La reina de los swazls. "Los misioneros predican la sobriedad, pero los hombres blancos practican la borrachera. Nosotros sostenemos a los misioneros, ¿pero no podrías obsequiarme siquiera una caja de ginebra?"

Era imposible no estar de acuerdo con ella; pero se sobrepasó cuando íbamos a despedirnos pidiéndonos que le dijéramos de nuevo si estábamos de acuerdo con ella, y cuando nosotros afirmamos con fuerza que sí lo estábamos, nos pidió que, para confirmar nuestro dicho, le regaláramos una caja de botellas de ginebra. Tal es la fuerza del ejemplo.

Tabaco

He insistido bastante en la bedida porque ésta ha demostrado ser causa de muchos crímenes, enfermedades y miseria, y por tanto es un gran peligro tanto para el individuo como para el Estado, y estando nosotros en busca de la felicidad y del éxito es éste un escollo que a toda costa debe evitarse.

Existen otras formas de complacencia consigo mismo, de las cuales los jóvenes deben precaverse pues éstas también son un obstáculo para la felicidad.

Fumar es un peligro para el niño. Me espanta el número de cartas que he recibido de muchachos y de los padres de éstos dándome las gracias por la advertencia que he hecho, de cuando en cuando, acerca del veneno y de otros males que el tabaco guarda para los muchachos.

He aquí una de las últimas cartas que he recibido sobre la materia.

Alguien me preguntó por qué se ordena a los Scouts no fumar; mi respuesta fue que "no existe tal orden; pero que todo Scout sabe que un muchacho que fuma es un tonto y nosotros sabemos en nuestro Movimiento que 'ningún Scout es un tonto' ".

¿Por qué necesariamente ha de ser un tonto el muchacho que fuma? Ya he dado las razones en un capítulo de Escultismo para muchachos. Una de esas razones es ésta:

"Cuando un muchacho fuma antes de haber completado su desarrollo, es casi seguro que debilitará su corazón, y el corazón es el órgano más importante del cuerpo. El corazón bombea la sangre por las arterias a todo el cuerpo produciendo carne, huesos y músculos. Si el corazón no cumple con su misión, el muchacho no puede ser sano y fuerte".

"Ningún muchacho principia a fumar porque le guste, de hecho, al principio le repugna, pero lo hace por parecer hombre, y lo único que consigue es que lo consideren un asno".

He recibido una carta de una persona que ha estudiado el asunto desde el punto de vista de los trabajadores y en ella se dice lo siguiente: "Más de la mitad del descontento actual, la flojera y la falta de virilidad de parte de nuestros trabajadores jóvenes, es causada por el exceso del tabaco, especialmente de los cigarros.

"Si pudiéramos persuadirlos de que no fumaran ni bebieran hasta que fueran mayores de edad, obtendríamos una buena mejoría en la raza. Yo puedo demostrar que casi todos los jóvenes que fuman se sienten a disgusto, son flojos y no pueden dedicarse al trabajo, carecen de interés y ambición, son nerviosos y no tienen ánimo".

"Este es uno de los males que actualmente padece el país y causa del desempleo entre los trabajadores jóvenes".

"Digo esto para hacer ver a los jóvenes que por bien de ellos mismos no deben fumar".

Pero aún existe otra razón para no fumar, que se aplica también a las personas mayores. y que muchos olvidan, y es que el fumar afecta a los demás.

Cuando vayáis a encender vuestra pipa (no hablo de los cigarrillos que son cosas de mujeres y niños), y os encontrareis en un tren, en un cuarto o en algo parecido, aseguráos antes de que no váis a causar molestias a vuestros vecinos.

Muchos hombres, y la mayoría de las damas no soportan el humo del tabaco, y muy especialmente el olor que les queda en sus ropas después de haber estado entre fumadores. Naturalmente que sienten pena de hacer objeciones y tienen que soportar en silencio el malestar que les causa. Un hombre que tenga en sí algo de caballerosidad, guardará su pipa para una ocasión más propicia.

Me parece que los cigarrillos los fuma el vulgo, los impacientes, los inconstantes; en cambio la pipa es más individual, la fuma el individuo tranquilo que con toda calma medita mientras lo hace.

Si fumáis cigarrillos porque éstos son baratos, recordad que, para que sean baratos deben estar hechos de material corriente.

He aquí lo que un expendedor de tabaco ha dicho acerca de este asunto: "De cada seis centavos pagados por diez cigarrillos, dos y medio recibe el gobierno por concepto de impuesto, uno y medio el vendedor y los centavos restantes van al fabricante y con ello tiene que pagar el costo del tabaco, la picadura, la hechura, el empaquetado, el manejo, el anuncio, los gastos de venta, etc., y todavía obtener utilidad."


El lépero y su cigarro perfumando el vehículo.

Yo funmaba bastante en pipa, pero dio la casualidad de que entré en contacto con unos guardafrontera americanos que habían servido como Scouts en la guerra contra los indios pieles roja.

Ninguno de ellos fumaba y se reían de mí con conmiseración viéndome como a un Pietierno, mientras yo me consideraba un hombre en toda la extensión de la palabra. Entonces me explicaron que el tabaco iba a jugarme una mala pasada a mi vista y a mi olfato; el sentido del olfato es inapreciable para un Scout que desarrolla trabajo durante la noche. Así pues, decidí ahí mismo y en ese momento, dejar de fumar y nunca jamás lo he vuelto a hacer, con lo que he ganado ciertamente en salud y en ahorro.

Comer demasiado

Cuando estuve sitiado en Mafeking, todos teníamos que vivir con raciones muy reducidas y era interesante ver cómo esto afectaba a los diferentes miembros de la guarnición. Y los afectaba de muy distintas maneras. Algunos permanecieron casi igual, otros visiblemente bajaron de peso y creo que uno o dos engordaron. Pero el resultado se vio al final de los siete meses, cuando yo pedí voluntarios para hacer una salida contra el. enemigo. Pregunté quiénes se sentían capaces de marchar ocho kilómetros y aun cuando todos querían tomar parte en la expedición, pronto nos dimos cuenta que sólo una pequeña porción de ellos podia aguantar una prueba tan sencilla. Sin embargo, era evidente que los más capaces para desempeñar aquel trabajo, eran aquellos que durante toda su vida habían sido moderados en el comer, el beber y el fumar.

Los mismos resultados se obtuvieron mientras duró una expedición de la que yo formé parte en la costa occidental del África, al través de los panteones y los bosques de Ashanti, región que popularmente se conoce con el nombre de "la tumba del hombre blanco". Los hombres que habían vivido con dejadez y bien en su vida ordinaria, caían como naipes. En cambio los que eran moderados en la comida y activos fueron los que sobrevivieron. Incidentalmente, en esa expedición se descubrió que la carne no es un alimento esencial en la dieta del hombre. Por mucho tiempo viví exclusivamente comiendo plátanos, y aún cuando enterrado en lo más espeso de la selva donde rara vez podíamos ver la luz del sol, y el aire tenía el hedor de un jardín de coliflor, debido a que la vegetación se pudría en el pantano, nunca estuve en mejores condiciones físicas durante toda mi vida, y podía caminar 30 kilómetros al día marchando con el corazón contento y el estómago ligero.

Dormir demasiado

Dormir demasiado es otra de las complacencias que rara vez toma la gente en consideración, pero los japoneses tienen la teoría de que cada hora de sueño más de las que son esenciales para descansar y restaurar la energía del cerebro y los músculos, es dañina y estimula la gordura. Así pues, si un hombre se da cuenta de que está volviéndose corpulento debe quitarle una hora todos los días a su sueño y per contra si es demasiado delgado deberá dormir una o dos horas extras durante unas cuantas semanas hasta que adquiera el peso satisfactorio. Si deseáis hacer descansar vuestro cuerpo, leed un buen libro. Si deseáis hacer descansar vuestro cerebro, jugad fútbol o salid de pesca.

Lenguaje demasiado crudo

Otra forma común de complacencia, pues a eso equivale, es el usar lenguaje duro. Tal cosa demuestra la falta de dominio sobre uno mismo y aún cuando por el momento lo hace a. uno descansar (cosa que he comprobado por mí mismo) no por eso deja de ser una debilidad que fácilmente crece mientras más se le da rienda suelta. A uno no le hace ningún bien y, empleado contra otros hace daño. Causa sentimiento por parte de quien recibe la ofensa y a ratos disminuye la dignidad del que la usa. Pett Ridge sugiere que el decir palabras duras es un gran alivio para desperdiciarlo y que lo que debe hacerse es conservarlo para los momentos de crisis. Napoleón dijo una vez, refiriéndose al General Lannes, uno de sus jefes que más prometía: "El condenado de Lannes posee todas las cualidades que se requieren para ser un gran soldado, pero nunca llegará a serlo por cuanto se deja llevar de su mal genio al reprender a sus oficiales y considero éste como uno de los más grandes defectos que un general puede tener".



El soldado mal hablado.

A Lannes, el general Marbott que era un gran amigo suyo y ayuda de campo de Napoleón, le refirió en privado lo que éste había dicho de él. Lannes que estaba ansioso de ser un buen general, desde aquel día se hizo el propósito de dominar su genio y su lengua y llegó a ser Mariscal de Francia.

¿Cuántos Lannes en los negocios habrán dejado de ascender por causa de este defecto? Un mal hablado jamás podrá esperar ser conductor de hombres, aún cuando lo trate.

Trabajar demasiado es otra complacencia en la que algunas personas incurren.

He dicho algunas, no todas.

El editor de este libro en inglés, el difunto Herbert Jenkins, era una de ellas. Mientras escribo esto, tengo delante de mí una nota de él, en la que me dice que está trabajando durante trece horas diarias y no puede abandonar Londres por una noche. Lo conocía desde hace años y sabía que siempre hacía lo mismo. Siempre trabajó trece horas diarias. Murió joven debido principalmente a haberse excedido en el trabajo.

Me divirtió bastante hace poco, el saber que un periódico había abierto una encuesta sobre quiénes eran los tres hombres más ocupados del país y que mi nombre había sido mencionado, junto con los de los señores Lloyd George y el Príncipe de Gales.

No merezco esa alabanza más de lo que la merece mi sombrero (por cierto la merezco menos que mi sombrero; ya que éste se ha excedido en el trabajo debido a los precios de la postguerra).

Es verdad que yo estoy escribiendo esto a las cinco y cuarto en una mañana extremadamente fría de invierno pero es que siempre me he levantado temprano en mi vida y que nunca hubiera gozado ni la mitad si no lo hubiera hecho así.

Pensad que si tan sólo añadís una hora extra cada día habréis ganado 365 horas en el año o sea tres semanas más de vida de lo que la mayoría de vuestros vecinos habrá tenido.

Personalmente, calculo conseguir vivir trece meses en vez de doce cada año. Algunas personas el tiempo extra lo colocan al final del día, cuando el cuerpo y cerebro están cansados. No hay nada como las primeras horas de la mañana para hacer lucir el trabajo.

El hombre que se enorgullece de su trabajo, goza más de la vida.

Una vez hablaba con un joven ingeniero a quien encontré trabajando durante una huelga. Le pregunté por qué estaba ahí y me contestó con orgullo perdonable: "Ved ese trabajo. ¿No es algo? Yo no podía dejar de hacerlo."

Se mantuvo en él por el amor que le tenía. Hay mucha diferencia en trabajar por amor al trabajo que hacerlo de otra manera.

El único peligro consiste en convertirse en esclavo del trabajo y no darse uno mismo el descanso o recreo necesarios.

Por descanso no quiero dar a entender ocio sino cambio de ocupación. Los cambios de ocupación que yo acostumbro varían considerablemente. Una vez, por ejemplo, consistió en meterme en un arroyo cenagoso para extraer de él la yerba. Este trabajo me interesaba; pero tenía mayor interés para un desocupado, que sentado en el parapeto del puente fumaba su pipa y gozaba viéndome trabajar.

¿Habéis observado el interés con que la multitud se agolpa en cualquiera de las calles transitadas en Londres para ver trabajar a los operarios que remiendan el pavimento con algo parecido a chocolate caliente? Pues bien, así estaba este individuo.


Trabajo sucio, ¿no es así, compañero?

Al fin su curiosidad sobrepásó a su satisfacción, y murmuró: "parece un trabajo sucio". Yo estuve de acuerdo. No podía ser de otra manera, pues me encontraba cubierto de lodo de pies a cabeza.

"¿Qué tanto le pagan por eso compañero?"

"Ni un centavo", le contesté.

"¡Dios me libre! ¡ Diantre de mí si lo hiciera!"

Y no lo puse en duda ni un solo momento.

La salud ayuda al dominio de sí mismo

Una vez tuve a mis órdenes unos soldados, que tuvieron que deshacerse, por determinadas circunstancias, de parte de su equipo ordinario: sus cantimploras.

Esto suena a crueldad y los soldados así lo consideraron al principio, y no modificaron su modo de pensar hasta que vieron que se habían evitado el peso de la cantimplora y el constante golpeteo de ésta sobre la cadera, pudiendo marchar tres veces más que cualquier otra tropa.

Y lo que fue mejor, ninguno de ellos se enfermó de diarrea o tifoidea como acontecía con otros. La razón de esto fue que cuando los soldados llevan cantimplora, generalmente se beben su contenido hasta vaciarla durante la primera hora de marcha.

Después de atragantarse en esa forma se ponen más sedientos y llenan sus cantimploras en el primer arroyo o charco que cruzan, de donde pescan enfermedades.

Cualquier líquido, especialmente alcohol, tomado entre comidas, es perjudicial para la buena condición de un soldado. Ningún individuo, durante su adiestramiento de corredor o boxeador podrá estar en condición si bebe alcohol, excepto en pequeñas cantidades con sus comidas, aún cuando tampoco esto le hará mucho bien.

Una de las señales de estar "bien" es el no sentir sed. Un individuo se acondiciona para jugar al fútbol o para cualquier otro deporte, pues de otra manera no podría ejecutarlo, pero parece olvidar esta regla cuando se trata del trabajo del cual depende su sueldo y su promoción. Si el individuo se conservara en buena condición física todo el tiempo, podría hacer mejor su trabajo y gozar dos veces más de su descanso.

Si tiene cuidado de evitar el beber entre comidas, vivirá 100 años.

El tío Juan Shell

"El año pasado el tío Juan Shell regresó a su casa y se encontró con que su mujer había muerto. Los parientes de ella la habían enterrado y decidido que su hijo, de siete años, debería irse con ellos, El tío Juan protestó enérgicamente; pero aquellos se lo llevaron. Al ver esto, el tío Juan fue a su casa, tomó su rifle de chispa, que él mismo había construido hacía más de cien años y montado en su mula se dio a perseguir a los raptores. Alcanzó a su suegro en el camino y con el rifle lo obligó a entregarle al niño."

"¡Ciento treinta y dos años tenía el tío Juan y todavía le sobraba energía para pelear!’

Si, no es una equivocación. De acuerdo con la reseña auténtica publicada en el Landmark en 1920, el viejo Juan Shell nació en Koxville el 3 de septiembre de 1788 y todavía vivía y estaba fuerte. El hijo que figuró en la reseña tenía siete años, pero su hijo mayor tenía más de 90 y él tenía 27 hijos entre estos dos. El más viejo de sus hijos era agricultor y daba esta receta para vivir mucho:

"Trabajar fuerte, pero no demasiado. Demasiado trabajo es tan malo como muy poco. Tomar todos los días el alimento y el sueño que necesite el cuerpo y además un poco de diversión."

Pero jamás había bebido nada más fuerte que el agua.

Diversiones

Una forma pequeña de "diversión" que algunas veces me permito, después de un día largo en la oficina o en comités, me voy -por favor no lo digáis a nadie- a un cinematógrafo o a un teatro de vodevil.

Sé bien que las gentes respetables dirán que eso es degradante. Pero ¿qué quieren ustedes?, no lo puedo evitar. No hay nadie que sea perfecto.

He recomendado un cambio activo de ocupación como la diversión más adecuada y no tengo defensa al permitirme ocasionalmente un poco de diversión pasiva consintiendo que otros me diviertan.

Cuando voy al cine, caigo en un estado de somnolencia muy descansado al que me conduce la película que pasa ante mi vista y si es un argumento malo como con frecuencia sucede, entonces tranquilamente me duermo. Ahora es distinto, con el nuevo tipo de cinematógrafo no es posible dormir, hablan demasiado.

En el género de vodevil prefiero al ciclista y al malabarista y no al excéntrico. Una buena dosis de risa me hace el efecto de un baño para el cerebro.

Al mismo tiempo no puedo negar que durante tres cuartas partes de la función, me aburro soberanamente con la cantante, con la suegra y con las palabras de doble sentido que usan los actores que no pueden hacer reír con méritos auténticos de humorista.

Si la diversión en estas salas fuera realmente sana y graciosa, el público concurriría más y los empresarios también ganarían mas.

Es verdad que hoy día las damas pueden ir a los teatros de vodevil, los que antes les estaban vedados por las canciones y palabras indecentes que ahí se usaban.

La gente de hoy día es más sana de mente de lo que era antes y toca a vosotros, la generación de jóvenes, el continuar esa mejoría aun cuando no sea sino por respeto a vosotros mismos.

Hay otras muchas debilidades y puntos de complacencia a los que no me he referido aquí; pero que vosotros los conocéis por vosotros mismos estudiando cuidadosamente vuestro carácter y vuestras costumbres. Muchos de ellos ni


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