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Presentación

Walda Elena Barrios Ruiz (1951)



Soy hija de Waldemar Barrios Klee y Elena Ruiz Aragón. Suelo utilizar el nombre de Walda Barrios Klee para reivindicar la memoria de mi padre y de mi tío. Los dos fueron luchadores sociales que no dudaron en sacrificar todo lo que tenían; incluso su vida, en el caso de mi tío, por Guatemala, la libertad y el bienestar para todos y todas.

Entre los recuerdos más fuertes de mi niñez, se encuentra el haber estado asilada en la embajada mexicana a la caída del régimen constitucional del presidente Arbenz. Cuando se nos dio el salvoconducto, viajamos en el mismo avión que él, y recuerdo haber sido recibida por las hijas del Presidente mexicano que nos guiaron a nuestro albergue. Allí nació mi cariño por México.

Mi familia retornó a Guatemala, a la muerte del traidor que favoreció a intereses extranjeros y encabezó la invasión a Guatemala. A pesar de formarme en colegios privados, muchos de mis compañeros adolescentes fueron víctimas de la represión o murieron enfrentando a las fuerzas represivas. Allí nació mi respeto por los revolucionarios.

Ingresé a la carrera de derecho e intenté mantenerme alejada de la política, trabajando como maestra de secundaria. Me casé y tuve a una hija, Yadira Montenegro. No obstante, renuncié a esa vida y escogí el camino de la solidaridad y el estudio para fortalecer la lucha popular. Me gradué de abogada y notaria y viajé, en compañía de mi hija y mi compañero, para estudiar sociología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Me gradué y regresé como docente a la Universidad de San Carlos de Guatemala.

A fines de la década de 1970, las mujeres estábamos relegadas en la vida académica. No se nos reconocía como exponentes de puntos de vista teóricos. Apenas obteníamos algún reconocimiento de nuestros compañeros revolucionarios, pero no el suficiente para debatir con ellos. Allí nació mi adhesión a la lucha feminista.

Las muertes de mis compañeros activistas políticos, a manos de grupos paramilitares, la represión salvaje contra la comunidad universitaria y la imposibilidad de la lucha política abierta, me decidieron a renunciar a importantes cargos universitarios. Con mi hijo de un año, Antonio Mosquera Barrios, mi hija y mi esposo, nuevamente volví a refugiarme en México, en 1981. También, allí se confirmó mi reprobación a las dictaduras y la represión.

Fui profesora en la Universidad Autónoma de Chiapas, editora de una revista feminista Antzetik (i. e. mujer, en maya tzotzil), participante de comités de solidaridad y denuncia de la situación en Guatemala, integrante y fundadora de talleres feministas entre universitarias, mujeres urbanas, campesinas y guatemaltecas refugiadas en México. Estas tareas no fueron fáciles pues hubo, muchas veces, incomprensión de las autoridades mexicanas. Sin embargo, jamás falte a mis obligaciones de acato a las leyes del país que me otorgaba asilo. A pesar de tener respeto, casa y empleo seguro en Chiapas, retorné al país en el 2000. Allí se probó mi amor por Guatemala.

En el país, he impulsado la publicación de estudios, libros y revistas feministas, en especial en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO. También he organizado cursos, encuentros y congresos para hacer avanzar los derechos de las mujeres. Fuí candidata a la Vicepresidencia de la República por la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG, y el Movimiento Amplio de Izquierda, MAIZ, en 2007. Soy integrante de la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas –UNAMG-, fui presidenta en 2007-2009. Actualmente, dirijo la Asociación de Mujeres para Estudios Feministas, AMEF.

En la Universidad de San Carlos de Guatemala, violando reglamentos y con la complicidad de algunos, se me retiró de mi trabajo como profesora e investigadora de antropología social. Terminé estudios de doctorado en sociología de la Universidad Pontificia de Salamanca, en su programa de Guatemala. Para obtener ingresos profesionales, promuevo cursos autofinanciables.

El logro más grande de mi vida es ser una mujer emancipada. Vivo de mi trabajo, siempre he cooperado para el sostenimiento de mi familia y creo en la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Nunca ejercí un cargo público pues los distintos regímenes políticos del país me excluyen del servicio público. He conocido las grandezas y mezquindades de las sociedades socialistas, no obstante las considero más justas que el capitalismo salvaje que se practica en Guatemala.

Soy una pensadora crítica y no dogmática, me reconozco partidaria del cambio social y a favor de la efectividad de los derechos básicos en un régimen democrático. Creo en las libertades civiles, el derecho de oposición y la libertad de expresión del pensamiento, por lo que considero que en nuestro país estas garantías están muy disminuidas por la intolerancia de los ricos, el crimen prohijado por el gobierno y el ostracismo a las posiciones de izquierda. Lucho por que se amplíe la participación de las mujeres en puestos políticos, de trabajo y cultura, en resumen apoyo la lucha feminista de izquierda.
Guatemala, diciembre 2010

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